miércoles, 13 de noviembre de 2013

Algunos precursores culturales veracruzanos



 Raúl Hernández Viveros

Los más importantes precursores de la labor editorial en el Estado de Veracruz, incursionaron en el terreno de la escritura de historias, memorias y creaciones literarias. Entre ellos destaca Manuel Rivera Cambas, originario de Xalapa, en donde nació en 1840, y murió en la ciudad de México en 1917. Fue ingeniero de Minas e historiador. Estudió en el Colegio Nacional de Xalapa y en la Escuela de Minería. Colaboró en diarios y revistas. En 1860 dio a conocer su primer artículo “Ferrocarriles atmosféricos”; posteriormente, con ilustraciones “Los carros alegóricos”. Después publicó obras como las Historia Antigua y Moderna de Xalapa y de las Revoluciones del Estado de Veracruz, que consta de 5 volúmenes, los cuales fueron publicados por entregas.[1]
      Manuel Rivera Cambas, en 1873 ofreció la edición  “Cartilla de Historia de México”. Colaboró en “El minero mexicano”. Atlas y Catecismo de Geografía y Estadística de la República Mexicana, así como La Historia de la Reforma Religiosa, Política y Social de México. También fundó en la ciudad de  México el periódico “El combate”. Realizó la investigación profunda que lleva el título de México pintoresco, artístico y monumental, en tres tomos por entregas.
      Su labor de investigador lo llevó a ofrecer su testimonio sobre la  Historia de la Intervención Europea y Norteamericana en México. Resulta de vital importancia, además de la lectura de Los gobernantes de México, galerías de biografías y retratos de los virreyes, emperadores, presidentes y otros gobernantes que ha tenido México, desde Don Hernando Cortés hasta don Benito Juárez.
      Manuel Rivera y Cambas fue socio fundador de la Academia Mexicana de la Historia. Su devoción por la capital mexicana lo llevó a realizar un trabajo casi fotográfico, por la descripción de los edificios coloniales que se construyeron en la ciudad de México. Definió nuestra idiosincrasia: “Tierra de movimiento, tierra de catástrofes parecer ser la nuestra. Colocada entre las movedizas playas de dos océanos próximos y regados por lavas que los volcanes en medio de desastrosos estremecimientos arrojan, tienden a darnos la movilidad y las fluctuaciones como cualidad esencial a nuestro carácter.” Perteneció a la corriente de pensadores liberales y defendió con pasión y entrega la esencia del ser mexicano frente a las invasiones extranjeras.
      Esteban Puente Camacho definió que la obra México pintoresco, artístico y monumental, “es la más extensa que se conoce sobre este tema y da una idea muy precisa del México de ayer, con su fisonomía de país colonial en que están amalgamadas las características de la civilización y las costumbres de los conquistadores, con un indiscutible sello de personalidad indígena.”
      Aunque Manuel B. Trens en su Historia de Veracruz, Segunda parte, Libro 2do, sobre “La guerra de independencia 1808-1821, aclaró que “por más cariño que el señor Rivera Cambas halla sentido por su risueña cuna de la villa de Xalapa, ese cariño no lo autorizaba para tergiversar los hechos e interpretar libremente los documentos que él consultó sobre el particular y que son los mismos que yo he estudiado y doy ahora a la publicidad para aclarar, de una buena vez, lo que doy de respuesta a si fue o no precursor de la independencia en la  villa de Xalapa D. Diego Leño en la inteligencia que yo no estudiaré a Leño al personaje, sino que tan sólo me ocuparé en este estudio de los motivos que fundamentaron su actuación”.[2] 
      De todas maneras, las informaciones históricas de Manuel Rivera Cambas marcaron el rumbo de los datos y hechos de otros investigadores. Por ejemplo, Octavio Castro López definió que “Don  Manuel Rivera Cambas pertenece por completo al México moderno y al de la reforma. En medio de las turbulencias y de los ensayos incesantes, la concepción del mundo va cambiando. Cede el pensamiento conservador; se modifican las estructuras y  las instituciones adquieres carácter secular. Primero se deslindan las esferas de la Iglesia del Estado. Después adquiere plenitud  de presencia el segundo. Las formas anquilosadas de la educación del virreinato  pierden terreno en beneficio de la ciencia, cultivada ya sin trabas ideológicas.”[3]
     Otro veracruzano ilustre fue Carlos Díaz Dufóo, originario del puerto de Veracruz, 1861, quien murió en la ciudad de México en 1941. La Revista Azul fue publicada semanalmente en la Ciudad de México, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera junto con Carlos Díaz Dufóo. El secretario de redacción de la revista correspondió a  Luis G. Urbina. Fue publicada como un suplemento dominical del periódico El Liberal, del 6 de mayo de 1894 al 11 de octubre de 1896, y su nombre pudo estar inspirado en el libro de cuentos y poemas Azul, de Rubén Darío, o tener coincidencia con la revista francesa Revue Bleu, que se editaba en París. Mientras que Gutiérrez Nájera utilizó el seudónimo "El Duque Job", Díaz Dufóo ocupó el seudónimo de "Petit Bleu" y Urbina el de "Daniel Eyssette". La revista dejó de publicarse en octubre de 1896[4].
      Carlos Díaz Dufóo fue uno de los impulsores durante los tres años de esta publicación, donde colaboraron cerca de 100 autores hispanoamericanos seguidores del modernismo, sin contar a los mexicanos. Entre ellos: Rubén Darío, Julián del Casal, José Santos Chocano, José Martí, Salvador Díaz Mirón, Amado Nervo, Manuel José Othón, María Enriqueta Camarillo, Juan José Tablada, Luis Gonzaga Urbina, Enrique Fernández Granados, Juan Sánchez Azcona, Francisco M. de Olaguíbel, Juan B. Delgado y Francisco de Icaza.
      El movimiento del romanticismo promovió las luchas de independencia, y las enseñanzas del positivismo abarcaron un proyecto de nación. Después de la intervención norteamericana, donde se usurpó más de la mitad del territorio nacional, Santa Anna se autonombró  Alteza Serenísima, la última de las once veces que gobernó el país. Sin embargo, supo rodearse de algunos intelectuales como el venezolano Abigail Lozano (1821-1866), quien inició el movimiento romántico en su país, y murió en Nueva York, siendo secretario del general xalapeño.
      En letras de oro permanece la obra y la trayectoria del xalapeño José María Roa Bárcena, nació en la capital veracruzana, el 3 de septiembre de 1827, y murió el 21 de septiembre de 1908, en la ciudad de México. Hay que insistir en la lectura de las obras de este autor veracruzano, por sus valiosas aportaciones en la creación de cuentos, poemas, novelas breves, traducciones, y páginas dedicadas a recoger partes fundamentales de la historia nacional, como fue su importante obra Recuerdos de la invasión norteamericana (1846-1848), en donde expresó su verdadero amor, veneración y respeto por su patria.
     La Universidad Veracruzana lo dio a conocer en la colección Rescate, del Instituto de Investigaciones Lingüístico-Literario, con la edición cuyo prólogo es de Gastón García Cantú, en 1986. Anteriormente, Jorge Ruffinelli, quien fundó y tuvo la dirección de esta serie, escribió el prólogo al volumen Noche a raso, de José María Roa Bárcenas.
     Joaquín Ramírez Cabañas, quien nació en Coatepec, Ver., el 23 de agosto de 1886, y falleció el 2 de enero de 1945, participó como redactor de La Opinión, de Veracruz, en 1906, y un año después colaboró en El Diario. Tuvo a su cargo el Departamento de Publicaciones del Museo Nacional.  Poeta, historiador, escritor y periodista (con el seudónimo de J. Pérez Lugo). Director de la revista Tiempo. Fundó la librería Biblos en la ciudad de México. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Autor de libros de historia y sociología, realizó importantes ensayos y notas de presentación  sobre diversas obras históricas.[5] Vale la pena destacar que Joaquín Ramírez Cabañas ofreció un panorama crítico de la narrativa en el libro Antología de cuentos mexicanos, publicada en la colección Austral, de Espasa-Calpe. Además, en 1944 coordinó la colección “Escritores mexicanos”, de la editorial Porrúa.
      Joaquín Ramírez Cabañas dio a conocer su valiosa compilación sobre algunos escritores mexicanos, entre ellos seleccionó a los veracruzanos José María Roa Barcena, Rafael Delgado, Carlos Días Dufóo y Cayetano Rodríguez Beltrán. Advirtió que “hemos procurado escoger nombres próceres por la calidad de la obra, por el sentimiento público que concedió la fama y celebridad en vida del elegido, o por el más juicioso y sereno dictado de la posteridad. Y de cada autor porque es preciso declarar, desde luego, que todos los incluidos en este pequeño volumen tuvieron obra extensa y varia,  hemos procurado elegir aquellas páginas más exentas de transacciones con la actualidad y con la efímera moda…”   
      Rafael de Zayas y Enríquez nació en el puerto de Veracruz, el 24 de julio de 1848. Colaboró en los periódicos El Eco del Comercio y el Ferrocarril, y publicó en 1869 la revista Las violetas. Fue amigo de Ricardo Palma y participó en la redacción de El heraldo y Grand Journal du Perú. Estreno su obra de teatro Paula, y reeditó El Progreso, y el Ferrocarril, que fueron clausurados en 1876. Después fundó el periódico El pueblo. Vivió en Europa, y murió en Nueva York el 9 de junio de 1932.
     Su obra literaria destacó por sus novelas Remordimiento, Oceánida,[6] apareció bajo el sello de su propia imprenta en el puerto de Veracruz en 1887, y El teniente de los gavilanes. Al cumplirse el centenario del nacimiento de Benito Juárez, en 1906, triunfó en el concurso nacional con su biografía sobre el Benemérito de las Américas. Rafael de Zayas y Enríquez escribió que: “Juárez predicó con la palabra y con el ejemplo. Fue el hombre más consecuente en sus actos con los principios que proclamaba. La muerte lo sorprendió a la hora del triunfo; cuando el edificio por él ideado y construido se elevaba desde los cimientos hasta la cúpula. Faltaban detalles, pero no  conjunto; faltaba ornamentación pero no solidez. Y cayó sereno, estoico; la muerte lo recibió no lo recogió. Fue grande hasta para morir.[7]
      Marius de Zayas Enríquez y Calmet nació en el puerto de Veracruz, México, 13 de marzo de 1880, y murió en Stamford, Connecticut, Estados Unidos, el 10 enero de 961. Su padre, Rafael de Zayas, lo  apoyó en las letras y el periodismo. En Nueva York trabajó como caricaturista y dibujante, fue amigo del Alfred Stieglitz. Viajó a París donde conoció el Cubismo, a Pablo Picasso, Gertrude Stein y Guillaume Apollinaire. Tuvo relación con el movimiento dadaísta, el arte negro y el arte moderno. Donó, en 1943, al Museo del Prado, una Cabeza de caballo, original griego del periodo arcaico, c. 515 a
     Por su parte, José de Jesús Núñez y Domínguez nació en Papantla, Veracruz, el 27 de abril de 1887, y murió en Santiago de Chile, el 31 de marzo de 1959, fue un periodista, poeta, político, diplomático y académico mexicano. Su producción poética fue de tendencia neorromántica, mientras que su prosa se centró en temas históricos y escribió importantes ensayos.
      Realizó sus primeros estudios en su ciudad natal, después, se trasladó a la ciudad de México para ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria. Comenzó a cursar la licenciatura en Derecho. Al poco tiempo se dedicó al periodismo. Con la ayuda de Luis G. Urbina, colaboró con El Mundo Ilustrado, la Revista Moderna y El Imparcial. Fue elegido diputado para representar a su Estado en el Congreso de la Unión, de 1913 a 1914.
      Fundó las revistas La Semana y El Mercurio Ilustrado, fue director de la Revista de Revistas durante veinte años. En 1917, colaboró con Rafael Alducin, siendo miembro fundador del periódico Excélsior, llegando a ser director del mismo —así como de El Universal Gráfico—, de 1940 a 1945. En 1944 dirigió del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía.
      Fue nombrado miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia en 1932, ocupó el sillón 3. El 26 de febrero de 1930 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua, y años más tarde fue elegido miembro de número, tomó posesión de la silla VIII el 25 de enero de 1946. En los últimos años de su vida se dedicó a la actividad diplomática, fue embajador de México en Bélgica de 1946 a 1949, de República Dominicana de 1949 a 1951, de Honduras, y de Chile. Entre sus obras publicadas, Holocaustos, 1915. La hora del Ticiano, 1917. Los poetas jóvenes de México, 1918. Música suave, en 1921. El inútil dolor, en 1923, y El dolor inútil, 1924. Cuentos mexicanos en 1927.
      En febrero de 1915, en Orizaba, se dieron a conocer algunos números de La vanguardia, que dirigía el Dr. Arl. Desde sus primeras páginas incluyeron dibujos y caricaturas de José Clemente Orozco.  Hay que mencionar que el Dr. Atl es el seudónimo del pintor y escritor mexicano cuyo nombre real fue Gerardo Murillo (Guadalajara, Jalisco; 3 de octubre de 1875 - Ciudad de México, 15 de agosto de 1964), fue un pintor, político, cuentista, vulcanólogo, ensayista, periodista, pero sobre todo, hombre enigmático que protagonizó una vida intensa y extravagante. Leopoldo Lugones bautizó a Murillo como el Dr. Atl.
     En la revista Universidad Veracruzana, se ofreció un homenaje a Rafael Delgado; fue una revelación hacia el amor por el autor de La Calandria, Los parientes ricos, Historia vulgar, y Angelina. En dicha monografía se recogieron excelentes ensayos que estudiaron la obra literaria, con motivo de la celebración del centenario de este autor, quien nació en Córdoba, 1853, y murió en Orizaba, 1914. Por lo cual se organizaron eventos culturales, y concursos literarios a nivel internacional. También la Universidad Veracruzana editó las Obras completas de Rafael Delgado,[8] con los volúmenes: “Poesías”, “Conversaciones literarias”, “Estudios literarios”, “Discursos”, y “Lecciones de literatura” (en dos tomos).
      Fue para mi trascendental la ubicación de las líneas de Federico Gamboa: “[…]un caballero de buen pergeño oscuro, de poblado mostacho de mirar hondo y expresivo, de voz opaca y tarda, parco en ademanes y sonrisas, armada la diestra de cigarrillo de papel cuya lumbre adquiría relieve y cuerpo en las crecientes y tercas agonías crepusculares[…]” Por su parte, Amado Nervo hizo la extraordinaria descripción: “Delgado era un hombre de mediana estatura, de regulares carnes, de inteligente cabeza, coronada por cabellos ligeramente rubios y en la cual se advertía insipiente calvicie, ojos de sincera mirada, correcta nariz y boca de expresión bondadosa”.
     En un rincón de la biblioteca, muy cerca de los libros de textos preparatorianos, con bastante asombro pude alcanzar el libro Lecciones de Literatura (Estilo y composición), obra editada por la imprenta del Gobierno del Estado de Veracruz, en 1904. Comencé el recorrido por el análisis y estudio del estilo y la composición, propuesto por el autor de La Calandria. Para mi representó una enciclopedia sobre el arte de la escritura, desde el punto de vista de un verdadero escritor, y un mentor que transmitía su experiencia literaria, mediante la lectura crítica de sus autores preferidos y admirados.
     La lectura de Lecciones de Literatura (Estilo y composición), me permitió aproximarme al arte de escribir, a buscar la técnica del estilo literario, que se puede aprender y perfeccionar. Mi encuentro con las obras de Rafael Delgado, lentamente abrió las posibilidades del recurso a la descripción; de cómo se puede escribir para rescatar infinidad de recuerdos o historias inolvidables, amores imposibles y derrotas sentimentales, como lo advirtió Rafael Delgado en estos versos: “ella empieza a vivir y nada sabe! / él sabe todo y a olvidarlo empieza!”.
     Rafael Delgado llegó a considerarse  como parte de una trilogía de novelistas realistas, al lado de Emilio Rabasa y José López Portillo y Rojas. Puede consultarse la nota crítica de Carlos González Peña, en su Historia de la literatura mexicana, Editorial Porrúa, 1928. Escribió poemas, cuentos, novelas y breves obras de teatro. Fue apreciado como un amante que describió el paisaje maravilloso y real de su lugar de origen, en el centro del estado de Veracruz.
      A su muerte, Salvador Díaz Mirón escribió: “El alto varón murió en la fuerza de la edad, consumido por su genio como un cirio por su llama”. Luego de realizar un recorrido en caballo de Jalapa a Orizaba, falleció al intentar imitar a su personaje Gabriel, quien “pretendía ser muy hábil en su oficio, y se preciaba de consumado jinete”, p.44, en La Calandria, cuarta edición, “Clásicos mexicanos agotados, 1931”. Pocas veces la palabra escritor se logró unificar con la de maestro. Un poeta por obra y gracia de la naturaleza. Un narrador con un misticismo persistente, pero alejado de los dogmas, y arraigado en el escenario provinciano, amor y respeto por el paisaje veracruzano.




[1] En 1959, la editorial Citlaltépetl publicó este trabajo histórico en varios tomos, con prólogo de Leonardo Pasquel.
[2] Talleres Linotipográficos, Gobierno del Estado de Veracruz, México, 1949.
[3] Manuel Rivera Cambas, el perfil del hombre, Serie Xallapan, México, 1996.
[4] Puede consultarse la edición de  Cuentos nerviosos, Padre Mercader colección rescate Universidad Veracruzana, principalmente el prólogo de Jorge Ruffinelli.
[5] Manuel Sol tuvo a su cargo la recopilación, prólogo y bibliografía del libro Ensayos históricos, de Joaquín Ramírez Cabañas, Colección Rescate, Universidad Veracruzana, 1988.
[6] Fue publicada con prólogo de Esther Hernández Palacios, en 1998 por la colección Rescate de la Universidad Veracruzana.
[7] Benito Juárez, su vida y su obra. Sepsetentas, México 1971.
[8] Librado Basilio (1918-1994) fundó las revistas Dédalo y El Caracol Marino y dirigió la revista Universidad Veracruzana, y tuvo a su cargo las primeras ediciones de este centro de estudios superiores.

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