Raúl Hernández Viveros
Los más importantes precursores de la labor
editorial en el Estado de Veracruz, incursionaron en el terreno de la escritura
de historias, memorias y creaciones literarias. Entre ellos destaca Manuel
Rivera Cambas, originario de Xalapa, en donde nació en 1840, y murió en la
ciudad de México en 1917. Fue ingeniero de Minas e historiador. Estudió en el
Colegio Nacional de Xalapa y en la
Escuela de Minería. Colaboró en diarios y revistas. En 1860
dio a conocer su primer artículo “Ferrocarriles atmosféricos”; posteriormente,
con ilustraciones “Los carros alegóricos”. Después publicó obras como las Historia Antigua y Moderna de Xalapa y de las Revoluciones del Estado de Veracruz,
que consta de 5 volúmenes, los cuales fueron publicados por entregas.[1]
Manuel
Rivera Cambas, en 1873 ofreció la edición
“Cartilla de Historia de México”. Colaboró en “El minero mexicano”.
Atlas y Catecismo de Geografía y Estadística de la República Mexicana ,
así como La Historia
de la Reforma
Religiosa , Política y Social de México. También fundó en
la ciudad de México el periódico “El
combate”. Realizó la investigación profunda que lleva el título de México pintoresco, artístico y monumental,
en tres tomos por entregas.
Su
labor de investigador lo llevó a ofrecer su testimonio sobre la Historia de la Intervención Europea y Norteamericana
en México. Resulta de vital importancia, además de la lectura de Los gobernantes de México, galerías de
biografías y retratos de los virreyes, emperadores, presidentes y otros
gobernantes que ha tenido México, desde Don Hernando Cortés hasta don Benito
Juárez.
Manuel
Rivera y Cambas fue socio fundador de la Academia Mexicana
de la Historia. Su
devoción por la capital mexicana lo llevó a realizar un trabajo casi
fotográfico, por la descripción de los edificios coloniales que se construyeron
en la ciudad de México. Definió nuestra idiosincrasia: “Tierra de movimiento,
tierra de catástrofes parecer ser la nuestra. Colocada entre las movedizas
playas de dos océanos próximos y regados por lavas que los volcanes en medio de
desastrosos estremecimientos arrojan, tienden a darnos la movilidad y las
fluctuaciones como cualidad esencial a nuestro carácter.” Perteneció a la corriente
de pensadores liberales y defendió con pasión y entrega la esencia del ser
mexicano frente a las invasiones extranjeras.
Esteban Puente Camacho definió que la obra México pintoresco, artístico y monumental,
“es la más extensa que se conoce sobre este tema y da una idea muy precisa del
México de ayer, con su fisonomía de país colonial en que están amalgamadas las
características de la civilización y las costumbres de los conquistadores, con
un indiscutible sello de personalidad indígena.”
Aunque
Manuel B. Trens en su Historia de
Veracruz, Segunda parte, Libro 2do, sobre “La guerra de independencia
1808-1821, aclaró que “por más cariño que el señor Rivera Cambas halla sentido
por su risueña cuna de la villa de Xalapa, ese cariño no lo autorizaba para
tergiversar los hechos e interpretar libremente los documentos que él consultó
sobre el particular y que son los mismos que yo he estudiado y doy ahora a la
publicidad para aclarar, de una buena vez, lo que doy de respuesta a si fue o
no precursor de la independencia en la
villa de Xalapa D. Diego Leño en la inteligencia que yo no estudiaré a
Leño al personaje, sino que tan sólo me ocuparé en este estudio de los motivos
que fundamentaron su actuación”.[2]
De
todas maneras, las informaciones históricas de Manuel Rivera Cambas marcaron el
rumbo de los datos y hechos de otros investigadores. Por ejemplo, Octavio
Castro López definió que “Don Manuel
Rivera Cambas pertenece por completo al México moderno y al de la reforma. En
medio de las turbulencias y de los ensayos incesantes, la concepción del mundo
va cambiando. Cede el pensamiento conservador; se modifican las estructuras
y las instituciones adquieres carácter
secular. Primero se deslindan las esferas de la Iglesia del Estado. Después
adquiere plenitud de presencia el
segundo. Las formas anquilosadas de la educación del virreinato pierden terreno en beneficio de la ciencia,
cultivada ya sin trabas ideológicas.”[3]
Otro veracruzano ilustre fue Carlos Díaz
Dufóo, originario del puerto de Veracruz, 1861, quien murió en la ciudad de
México en 1941. La
Revista Azul fue
publicada semanalmente en la
Ciudad de México, fundada por Manuel Gutiérrez Nájera junto
con Carlos Díaz Dufóo. El secretario de redacción de la revista correspondió
a Luis G. Urbina. Fue publicada como un
suplemento dominical del periódico El
Liberal, del 6 de mayo de 1894 al 11 de octubre de 1896, y su nombre pudo
estar inspirado en el libro de cuentos y poemas Azul, de Rubén Darío, o tener coincidencia con la revista francesa Revue Bleu, que se editaba en París. Mientras que Gutiérrez Nájera
utilizó el seudónimo "El Duque Job", Díaz Dufóo ocupó el seudónimo de
"Petit Bleu" y Urbina el de "Daniel Eyssette". La revista
dejó de publicarse en octubre de 1896[4].
Carlos
Díaz Dufóo fue uno de los impulsores durante los tres años de esta publicación,
donde colaboraron cerca de 100 autores hispanoamericanos seguidores del
modernismo, sin contar a los mexicanos. Entre ellos: Rubén Darío, Julián del
Casal, José Santos Chocano, José Martí, Salvador Díaz Mirón, Amado Nervo,
Manuel José Othón, María Enriqueta Camarillo, Juan José Tablada, Luis Gonzaga
Urbina, Enrique Fernández Granados, Juan Sánchez Azcona, Francisco M. de
Olaguíbel, Juan B. Delgado y Francisco de Icaza.
El
movimiento del romanticismo promovió las luchas de independencia, y las
enseñanzas del positivismo abarcaron un proyecto de nación. Después de la
intervención norteamericana, donde se usurpó más de la mitad del territorio
nacional, Santa Anna se autonombró Alteza
Serenísima, la última de las once veces que gobernó el país. Sin embargo, supo
rodearse de algunos intelectuales como el venezolano Abigail Lozano
(1821-1866), quien inició el movimiento romántico en su país, y murió en Nueva
York, siendo secretario del general xalapeño.
En
letras de oro permanece la obra y la trayectoria del xalapeño José María Roa
Bárcena, nació en la capital veracruzana, el 3 de septiembre de 1827, y murió
el 21 de septiembre de 1908, en la ciudad de México. Hay que insistir en la
lectura de las obras de este autor veracruzano, por sus valiosas aportaciones
en la creación de cuentos, poemas, novelas breves, traducciones, y páginas
dedicadas a recoger partes fundamentales de la historia nacional, como fue su
importante obra Recuerdos de la invasión
norteamericana (1846-1848), en donde expresó su verdadero amor, veneración
y respeto por su patria.
Joaquín
Ramírez Cabañas, quien nació en Coatepec, Ver., el 23 de agosto de 1886, y falleció
el 2 de enero de 1945, participó como redactor de La Opinión, de Veracruz, en 1906, y un año después colaboró en El Diario. Tuvo a su cargo el
Departamento de Publicaciones del Museo Nacional. Poeta, historiador, escritor y periodista
(con el seudónimo de J. Pérez Lugo). Director de la revista Tiempo. Fundó la librería Biblos en la
ciudad de México. Profesor de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Autor de libros
de historia y sociología, realizó importantes ensayos y notas de
presentación sobre diversas obras
históricas.[5] Vale
la pena destacar que Joaquín Ramírez Cabañas ofreció un panorama crítico de la
narrativa en el libro Antología de
cuentos mexicanos, publicada en la colección Austral, de Espasa-Calpe.
Además, en 1944 coordinó la colección “Escritores mexicanos”, de la editorial
Porrúa.
Joaquín
Ramírez Cabañas dio a conocer su valiosa compilación sobre algunos escritores
mexicanos, entre ellos seleccionó a los veracruzanos José María Roa Barcena,
Rafael Delgado, Carlos Días Dufóo y Cayetano Rodríguez Beltrán. Advirtió que “hemos
procurado escoger nombres próceres por la calidad de la obra, por el
sentimiento público que concedió la fama y celebridad en vida del elegido, o
por el más juicioso y sereno dictado de la posteridad. Y de cada autor porque
es preciso declarar, desde luego, que todos los incluidos en este pequeño
volumen tuvieron obra extensa y varia,
hemos procurado elegir aquellas páginas más exentas de transacciones con
la actualidad y con la efímera moda…”
Rafael
de Zayas y Enríquez nació en el puerto de Veracruz, el 24 de julio de 1848.
Colaboró en los periódicos El Eco del
Comercio y el Ferrocarril, y
publicó en 1869 la revista Las violetas.
Fue amigo de Ricardo Palma y participó en la redacción de El heraldo y Grand Journal du
Perú. Estreno su obra de teatro Paula,
y reeditó El Progreso, y el Ferrocarril, que fueron clausurados en
1876. Después fundó el periódico El
pueblo. Vivió en Europa, y murió en Nueva York el 9 de junio de 1932.
Su
obra literaria destacó por sus novelas Remordimiento,
Oceánida,[6]
apareció bajo el sello de su propia imprenta en el puerto de Veracruz en 1887,
y El teniente de los gavilanes. Al
cumplirse el centenario del nacimiento de Benito Juárez, en 1906, triunfó en el
concurso nacional con su biografía sobre el Benemérito de las Américas. Rafael
de Zayas y Enríquez escribió que: “Juárez predicó con la palabra y con el
ejemplo. Fue el hombre más consecuente en sus actos con los principios que
proclamaba. La muerte lo sorprendió a la hora del triunfo; cuando el edificio
por él ideado y construido se elevaba desde los cimientos hasta la cúpula.
Faltaban detalles, pero no conjunto;
faltaba ornamentación pero no solidez. Y cayó sereno, estoico; la muerte lo
recibió no lo recogió. Fue grande hasta para morir.[7]
Marius
de Zayas Enríquez y Calmet nació en el puerto de Veracruz, México, 13 de marzo
de 1880, y murió en Stamford, Connecticut, Estados Unidos, el 10 enero de 961.
Su padre, Rafael de Zayas, lo apoyó en
las letras y el periodismo. En Nueva York trabajó como caricaturista y
dibujante, fue amigo del Alfred Stieglitz. Viajó a París donde conoció el
Cubismo, a Pablo Picasso, Gertrude Stein y Guillaume Apollinaire. Tuvo relación
con el movimiento dadaísta, el arte negro y el arte moderno. Donó, en 1943, al
Museo del Prado, una Cabeza de caballo, original griego del periodo arcaico, c.
515 a .
Por
su parte, José de Jesús Núñez y Domínguez nació en Papantla, Veracruz, el 27 de
abril de 1887, y murió en Santiago de Chile, el 31 de marzo de 1959, fue un
periodista, poeta, político, diplomático y académico mexicano. Su producción
poética fue de tendencia neorromántica, mientras que su prosa se centró en temas
históricos y escribió importantes ensayos.
Realizó
sus primeros estudios en su ciudad natal, después, se trasladó a la ciudad de
México para ingresar a la
Escuela Nacional Preparatoria. Comenzó a cursar la
licenciatura en Derecho. Al poco tiempo se dedicó al periodismo. Con la ayuda
de Luis G. Urbina, colaboró con El Mundo
Ilustrado, la Revista Moderna y El Imparcial. Fue elegido diputado
para representar a su Estado en el Congreso de la Unión, de 1913 a 1914.
Fundó
las revistas La Semana y El Mercurio Ilustrado, fue director de la Revista de Revistas durante veinte años. En
1917, colaboró con Rafael Alducin, siendo miembro fundador del periódico
Excélsior, llegando a ser director del mismo —así como de El Universal Gráfico—, de 1940 a 1945. En 1944 dirigió del Museo Nacional
de Arqueología, Historia y Etnografía.
Fue
nombrado miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia en 1932, ocupó
el sillón 3. El 26 de febrero de 1930 fue nombrado miembro correspondiente de la Academia Mexicana
de la Lengua ,
y años más tarde fue elegido miembro de número, tomó posesión de la silla VIII
el 25 de enero de 1946. En los últimos años de su vida se dedicó a la actividad
diplomática, fue embajador de México en Bélgica de 1946 a 1949, de República
Dominicana de 1949 a
1951, de Honduras, y de Chile. Entre sus obras publicadas, Holocaustos, 1915. La hora
del Ticiano, 1917. Los poetas jóvenes
de México, 1918. Música suave, en
1921. El inútil dolor, en 1923, y El dolor inútil, 1924. Cuentos mexicanos en 1927.
En
febrero de 1915, en Orizaba, se dieron a conocer algunos números de La vanguardia, que dirigía el Dr. Arl.
Desde sus primeras páginas incluyeron dibujos y caricaturas de José Clemente
Orozco. Hay que mencionar que el Dr. Atl
es el seudónimo del pintor y escritor mexicano cuyo nombre real fue Gerardo
Murillo (Guadalajara, Jalisco; 3 de octubre de 1875 - Ciudad de México, 15 de
agosto de 1964), fue un pintor, político, cuentista, vulcanólogo, ensayista,
periodista, pero sobre todo, hombre enigmático que protagonizó una vida intensa
y extravagante. Leopoldo Lugones bautizó a Murillo como el Dr. Atl.
En
la revista Universidad Veracruzana,
se ofreció un homenaje a Rafael Delgado; fue una revelación hacia el amor por
el autor de La Calandria , Los
parientes ricos, Historia vulgar,
y Angelina. En dicha monografía se
recogieron excelentes ensayos que estudiaron la obra literaria, con motivo de
la celebración del centenario de este autor, quien nació en Córdoba, 1853, y
murió en Orizaba, 1914. Por lo cual se organizaron eventos culturales, y
concursos literarios a nivel internacional. También la Universidad Veracruzana
editó las Obras completas de Rafael
Delgado,[8]
con los volúmenes: “Poesías”, “Conversaciones literarias”, “Estudios
literarios”, “Discursos”, y “Lecciones de literatura” (en dos tomos).
Fue
para mi trascendental la ubicación de las líneas de Federico Gamboa: “[…]un
caballero de buen pergeño oscuro, de poblado mostacho de mirar hondo y
expresivo, de voz opaca y tarda, parco en ademanes y sonrisas, armada la
diestra de cigarrillo de papel cuya lumbre adquiría relieve y cuerpo en las
crecientes y tercas agonías crepusculares[…]” Por su parte, Amado Nervo hizo la
extraordinaria descripción: “Delgado era un hombre de mediana estatura, de
regulares carnes, de inteligente cabeza, coronada por cabellos ligeramente
rubios y en la cual se advertía insipiente calvicie, ojos de sincera mirada,
correcta nariz y boca de expresión bondadosa”.
En
un rincón de la biblioteca, muy cerca de los libros de textos preparatorianos,
con bastante asombro pude alcanzar el libro Lecciones
de Literatura (Estilo y composición),
obra editada por la imprenta del Gobierno del Estado de Veracruz, en 1904.
Comencé el recorrido por el análisis y estudio del estilo y la composición, propuesto
por el autor de La Calandria. Para mi
representó una enciclopedia sobre el arte de la escritura, desde el punto de
vista de un verdadero escritor, y un mentor que transmitía su experiencia
literaria, mediante la lectura crítica de sus autores preferidos y admirados.
La
lectura de Lecciones de Literatura
(Estilo y composición), me permitió aproximarme al arte de escribir, a
buscar la técnica del estilo literario, que se puede aprender y perfeccionar.
Mi encuentro con las obras de Rafael Delgado, lentamente abrió las
posibilidades del recurso a la descripción; de cómo se puede escribir para
rescatar infinidad de recuerdos o historias inolvidables, amores imposibles y
derrotas sentimentales, como lo advirtió Rafael Delgado en estos versos: “ella
empieza a vivir y nada sabe! / él sabe todo y a olvidarlo empieza!”.
Rafael
Delgado llegó a considerarse como parte
de una trilogía de novelistas realistas, al lado de Emilio Rabasa y José López
Portillo y Rojas. Puede consultarse la nota crítica de Carlos González Peña, en
su Historia de la literatura mexicana,
Editorial Porrúa, 1928. Escribió poemas, cuentos, novelas y breves obras de
teatro. Fue apreciado como un amante que describió el paisaje maravilloso y
real de su lugar de origen, en el centro del estado de Veracruz.
A
su muerte, Salvador Díaz Mirón escribió: “El alto varón murió en la fuerza de
la edad, consumido por su genio como un cirio por su llama”. Luego de realizar
un recorrido en caballo de Jalapa a Orizaba, falleció al intentar imitar a su
personaje Gabriel, quien “pretendía ser muy hábil en su oficio, y se preciaba
de consumado jinete”, p.44, en La Calandria , cuarta
edición, “Clásicos mexicanos agotados, 1931” . Pocas veces la palabra escritor se logró
unificar con la de maestro. Un poeta por obra y gracia de la naturaleza. Un
narrador con un misticismo persistente, pero alejado de los dogmas, y arraigado
en el escenario provinciano, amor y respeto por el paisaje veracruzano.
[1] En 1959, la editorial
Citlaltépetl publicó este trabajo histórico en varios tomos, con prólogo de
Leonardo Pasquel.
[2] Talleres
Linotipográficos, Gobierno del Estado de Veracruz, México, 1949.
[3] Manuel Rivera Cambas, el perfil del hombre, Serie Xallapan,
México, 1996.
[4] Puede consultarse la edición de Cuentos nerviosos, Padre Mercader
colección rescate Universidad Veracruzana, principalmente el prólogo de Jorge
Ruffinelli.
[5]
Manuel Sol tuvo a su cargo la recopilación, prólogo y bibliografía del libro Ensayos históricos, de Joaquín Ramírez
Cabañas, Colección Rescate, Universidad Veracruzana, 1988.
[6]
Fue publicada con prólogo de Esther Hernández Palacios, en 1998 por la
colección Rescate de la Universidad Veracruzana.
[7] Benito Juárez, su vida y su obra.
Sepsetentas, México 1971.
[8]
Librado Basilio (1918-1994) fundó las revistas Dédalo y El Caracol Marino
y dirigió la revista Universidad
Veracruzana, y tuvo a su cargo las primeras ediciones de este centro de
estudios superiores.
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