Un lazo de unión y convivencia entre los vivos y los muertos
Benito Carmona Grajales
benitocarnona52@hotmail.com
El
18 de octubre, el día de san Lucas, para los habitantes del pueblo de Ixhuatlán
de Madero, parece un día como todos los demás; el airecillo de otoño que llega
a la montaña anuncia la proximidad del Todos
Santos. Alguien de la familia llena unos botes con tierra; se depositan unas
cuantas semillas de maíz, se les pone un poco de agua y comienza así todo el
ritual que habrá de tomar más fuerza y color al terminar el mes, y al darle la
bienvenida a los primeros días de noviembre.
El 30 de octubre, el tianguis que se pone
cada año en el centro del pueblo marca el gran inicio de la fiesta. Contemplar
la plaza desde los balcones de la presidencia municipal o desde algún cerro, es
encontrarnos con un cuadro multicolor en movimiento, una colmena humana que se
concentra con la única finalidad de surtir la despensa y comprar los artículos
que habrán de completar los altares que son, realmente, lo más emblemático de
esas tradiciones.
Terminar un altar se lleva de entre 12 a 24
horas de labor. Para este día ya todas las visitas, amigos y familiares llegaron
o vienen en camino. Es la fecha de más labores en la cocina: se matan los
puercos, las gallinas y guajolotes. Se hace el mole, los tamales y todo lo que
habrá de alimentar a los pobladores, a los visitantes y a las ánimas.
El día primero de noviembre, es el de Todos
Santos. Los familiares comparten lo que han preparado: el mole, el chocolate,
el pan, y se congregan frente a los altares para recibir a las ánimas que
llegan desde las doce del día. Se les recibe con una gama de cuetería, que
niños y adultos hacen explotar en los
aires.
Por la noche, personal de este medio de difusión
recorrió una parte del pueblo. Es admirable ver cómo los habitantes, haciendo
patente su gran amabilidad, los invitaban a pasar y les ofrecen de lo que han
preparado. Esa experiencia de humanismo y de tradición queda grabada para
siempre, tanto en el sentir de los caseros como en el de los visitantes.
LOS
ALTARES
Aprovechamos
para resaltar lo más simbólico de estas fechas: sus altares. El altar es una
especie de portal, confeccionado con elementos naturales. Puede ser curvo o
cuadrado, su estructura es de varas de árboles delgados o de bambú (ellos le
llaman tarro). Los amarres se hacen con fibras de jonote. La armazón debe ser
fuerte, se cubre con palmilla (tepejilotes), con flores de cempoalxóchitl, o flor
de muerto, y se le cuelgan frutas como naranjas, plátano de castilla y
manzanas. También lleva unas flores que le llaman olotillo y mano de león.
Enmarcados por el arco, encontramos otra
estructura central que simboliza al cielo, la tierra y el purgatorio. En esta
parte central se ubican algunas figuras, entre las que destacan fotografías de
algunos difuntos importantes de la familia, como los papás, si ya murieron, los abuelos y bisabuelos. En frente, se coloca
una mesa que contiene las ofrendas franqueadas por los recipientes, con tierra
que contiene las matas de maíz que sembraron el día de san Lucas (los nacidos).
El maíz significa la vida, la tierra,
nuestro origen, y a donde debe regresar nuestro cuerpo. Las ofrendas representan
todo lo que le gustaba al difunto: alimentos varios, como pan, chocolate,
tamales, mole, entre otros. También se ponen objetos que usó en vida el
difunto, como alguna prenda de vestir, su sombrero y su morral, u otras.
Se encontraron altares con ofrendas como aguardiente,
café, cervezas, jamoncillos, chocolate y otros más. Cabe aclarar que el
aguardiente, el chocolate y el café se procesan en la región, no vienen de fábricas.
Frente a la mesa se pone un tallo de mata
de plátano donde se montan las velas. Más abajo está el sahumerio con esencias
de copal, para purificar el ambiente y una cruz de cal que simboliza la
expiación de las culpas. Ahí se encuentra una cruz de pétalos de flor de
muerto, que es parte de un camino que se pone para que las ánimas se orienten.
Ante el altar, junto con la familia y visitantes, no deben faltar la música de violín y jarana, que
tocan la música del Xantolo. Los sones deleitan tanto a vivos como a muertos y
le dan sabor a la convivencia. Otros componentes del altar también son la sal,
el agua, un pan blanco y el papel picado. Unos soles de palma, junto con las
veladoras, simbolizan la luz eterna.
El dos de noviembre es el día de muertos. A
las doce las ánimas se despiden en silencio y los niños les dicen adiós con sus
cohetes, mientras sigue la convivencia. Ese día se visita el panteón. Los
visitantes comienzan a despedirse, aunque la mayoría parte al día siguiente,
con la esperanza de volver el año próximo.
Aprovechamos para enviarle un afectuoso
saludo al Dr. Víctor Manuel Espinoza Tolentino, presidente electo del municipio,
por esta invitación y por su relevante actitud frente a esta manifestación cultural
de las tradiciones, ya que recorrió el pueblo visitando los altares y a las
familias de Ixhuatlán de Madero, a quienes les expresó su reconocimiento por
conservar ese aspecto importante de la cultura huasteca. También nuestro
agradecimiento a las familias que nos abrieron las puertas de sus hogares.
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