miércoles, 7 de septiembre de 2016

Lo que guarda una memoria

María Elena Cortés Sagardi

Texto leído el 1 de febrero de 2009 en la presentación del libro Lo que guarda una memoria

La ópera prima de la maestra Aurora Ruiz Vázquez, cariñosamente conocida por todos ustedes como Yoya ¿quién de los que estamos aquí no la conoce? Pienso que todos sabemos de ella y ahora somos parte de su historia, como lo constata en su libro, una historia fructífera y rebosante de hechos, pasajes inolvidables, grandes logros y un sinfín de remembranzas.
Leer Lo que guarda una memoria es regresar al pasado y volver a vivir en diferentes lugares, conocer personajes y sentirse parte de la obra. Todos los que estamos aquí somos de la misma época, años más, años menos y nos corresponde poder identificarnos con algún trozo de esta autobiografía, que más que eso es el testimonio de una mujer, madre, maestra, pionera de la Educación Especial y ahora escritora.
La naturalidad y autenticidad con que está escrito este libro nos hace sentir momentos alegres, tristes y melancólicos. Había oído y visto en algún film que algún personaje se “moría de amor” pero no he conocido a ninguno. Aurora sí, nos platica la triste historia de su hermana que se fue consumiendo de amor por la partida de un joven que nunca volvió. Narra parte de una vida interesante, apasionada y fructífera en diferentes ámbitos, y en un lapso de más de 100 años, ya que rememora a padres, abuelos, amigos y autoridades que dejaron honda huella en sus recuerdos.
No cabe duda de que Aurora es un ser excepcional. Sin temor a equivocarme puedo decir que todo lo que se ha propuesto lo ha logrado. Pionera en la Educación Especial en el estado, escribe con su sencillez característica las primeras experiencias docentes en la escuela de párvulos y en la “Escuela Granja para Menores Infractores del Gobierno del Estado,” ubicada en San José de los Molinos, en Perote, donde junto con su esposo dieron calor de hogar a pequeños descarriados, ladroncillos y hasta homicidas. Es inquieta, lo mismo que su esposo Rubén al emprender una aventura de tal envergadura. Cambiar de vida, de ciudad, de clima, de trabajo, llevando en sus brazos a su primer retoño, aquello era un gran reto y lo vencieron con creces.
Mi primer encuentro con ella, fue en la escuela Normal Veracruzana, cuando fue nombrada sinodal de mi trabajo recepcional para obtener mi título de educadora, allá por 1968. Había oído de ella pero no tenía el gusto de conocerla. Desde ese momento nos hemos ido acercando cada vez más, conviviendo primero en cursos, en fiestas, aniversarios y en momentos tristes y de enfermedad. No hemos dejado de vernos o llamarnos en los últimos años.
El año pasado en una convalecencia se dedico con ahínco a leer y seguir estudiando ahora los versos llamados Haikus, de los cuales ya tiene una buena colección, esperamos que pronto podamos verlos publicados como ahora lo hacemos con sus memorias.
Su incansable sed de conocimiento se ha visto saciada con la lectura, la creación literaria, la computación y la Internet.
En esta vida cada ser humano debe tener un hijo y tu tuviste 7, sembrar un árbol y escribir un libro. Creo que has cumplido y con creces lo que le toca a cada persona. Prolífica en todo.
Algo que quiero rescatar de la vida de Aurora es la institución del día de la familia, desde que faltó Rubén, su querido esposo, reúne a toda la familia y la integra en una serie de actividades donde todos participan, hijos, nueras, yernos, nietos, bisnietos y que no daría yo por poder hacer eso con mi familia.

Aurora ha sido mi mentora, mi amiga, mi guía y ahora mi autora favorita. Felicidades por este nuevo “hijo”, espero con ansias el próximo.

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