María Elena Cortés Sagardi
Texto leído el 1 de febrero de 2009 en la
presentación del libro Lo que guarda una
memoria
La ópera prima de la maestra Aurora Ruiz Vázquez,
cariñosamente conocida por todos ustedes como Yoya ¿quién de los que estamos
aquí no la conoce? Pienso que todos sabemos de ella y ahora somos parte de su
historia, como lo constata en su libro, una historia fructífera y rebosante de
hechos, pasajes inolvidables, grandes logros y un sinfín de remembranzas.
Leer Lo que guarda una memoria es regresar al pasado y volver a vivir en
diferentes lugares, conocer personajes y sentirse parte de la obra. Todos los
que estamos aquí somos de la misma época, años más, años menos y nos
corresponde poder identificarnos con algún trozo de esta autobiografía, que más
que eso es el testimonio de una mujer, madre, maestra, pionera de la Educación
Especial y ahora escritora.
La naturalidad y autenticidad
con que está escrito este libro nos hace sentir momentos alegres, tristes y
melancólicos. Había oído y visto en algún film que algún personaje se “moría de
amor” pero no he conocido a ninguno. Aurora sí, nos platica la triste historia
de su hermana que se fue consumiendo de amor por la partida de un joven que
nunca volvió. Narra parte de una vida interesante, apasionada y fructífera en
diferentes ámbitos, y en un lapso de más de 100 años, ya que rememora a padres,
abuelos, amigos y autoridades que dejaron honda huella en sus recuerdos.
No cabe duda de que Aurora es
un ser excepcional. Sin temor a equivocarme puedo decir que todo lo que se ha
propuesto lo ha logrado.
Pionera en la Educación Especial en el estado, escribe con su sencillez
característica las primeras experiencias docentes en la escuela de párvulos y
en la “Escuela Granja para Menores Infractores del Gobierno del Estado,”
ubicada en San José de los Molinos, en Perote, donde junto con su esposo dieron
calor de hogar a pequeños descarriados, ladroncillos y hasta homicidas. Es
inquieta, lo mismo que su esposo Rubén al emprender una aventura de tal
envergadura. Cambiar de vida, de ciudad, de clima, de trabajo, llevando en sus
brazos a su primer retoño, aquello era un gran reto y lo vencieron con creces.
Mi primer
encuentro con ella, fue en la escuela Normal Veracruzana, cuando fue nombrada
sinodal de mi trabajo recepcional para obtener mi título de educadora, allá por
1968. Había oído de ella pero no tenía el gusto de conocerla. Desde ese momento
nos hemos ido acercando cada vez más, conviviendo primero en cursos, en fiestas,
aniversarios y en momentos tristes y de enfermedad. No hemos dejado de vernos o
llamarnos en los últimos años.
El año pasado en
una convalecencia se dedico con ahínco a leer y seguir estudiando ahora los
versos llamados Haikus, de los cuales ya tiene una buena colección, esperamos
que pronto podamos verlos publicados como ahora lo hacemos con sus memorias.
Su incansable sed de
conocimiento se ha visto saciada con la lectura, la creación literaria, la
computación y la Internet.
En esta vida cada ser humano
debe tener un hijo y tu tuviste 7, sembrar un árbol y escribir un libro. Creo
que has cumplido y con creces lo que le toca a cada persona. Prolífica en todo.
Algo que quiero rescatar de la
vida de Aurora es la institución del día de la familia, desde que faltó Rubén,
su querido esposo, reúne a toda la familia y la integra en una serie de
actividades donde todos participan, hijos, nueras, yernos, nietos, bisnietos y
que no daría yo por poder hacer eso con mi familia.
Aurora ha sido mi mentora, mi
amiga, mi guía y ahora mi autora favorita. Felicidades por este nuevo “hijo”,
espero con ansias el próximo.
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