Andrea Leticia Ramírez Campos
Hace muchos años,
recién egresada de la Facultad de Letras, asistí a la presentación de un libro
de poesía que llevaba por título Escribir
sin para qué, publicado por Ángel José
Fernández en 1978. Sé que el título en sí conllevaba un juego retórico, ya
que por mínima que sea cada escrito posee una intención comunicativa, la cual explícita
o veladamente lo permea. Todo cuanto escribimos responde a un porqué. Así, la
intención de este escrito es reflexionar respecto de qué motiva a una persona a
elaborar su biografía. Concretamente recuperar, desde mi lectura, algunas de las
razones que guiaron a la maestra Aurora Ruiz Velásquez a escribir su libro autobiográfico
Lo que guarda una memoria, a la edad
de 84 años. Expondré, brevemente, cinco de ellas.
Asociaré dichas
razones con cinco títulos de libros que versan sobre escritura. La primera,
hacer tangible algo que por años estuvo resguardado como un anhelo y que el
tiempo y las circunstancias hicieron posible que surgiese: abocarse a la
lectura y a la escritura. En su libro de 2008 Con la literatura en el cuerpo, Alberto Ruy Sánchez afirma que
“gracias a la buena literatura, o más bien a la literatura que sea buena para
nosotros, podemos vivir con la literatura en el cuerpo”. La maestra Ruiz vivió
la última etapa de su vida gracias a su adicción hacia los clásicos y a su
ansia por escribir. Cuando inicia la redacción de Lo que guarda una memoria ya había consumido, día a día, una gran
cantidad de excelente literatura. No obstante, escribir sobre uno mismo
requiere, ante todo, contar en nuestro haber con un currículo digno de mostrar:
haber realizado actividades que al cabo del tiempo hayan trascendido en la vida
de los otros. Constatar que lo hecho, desde un ámbito de acción, devino beneficio
personal y social. En su texto ella hace mención de varios sucesos significativos
y trascendentes, por citar uno, inaugurar un jardín de niños en la comunidad de
Gutiérrez Zamora con los elementos que tuvo a su alcance; acción que con el
tiempo posibilitaría la apertura formalizada de este tipo de espacios
educativos en diversos puntos de la geografía veracruzana.
La segunda razón:
restaurar para sí misma un vacío existencial. Pese a que su libro Lo que guarda una memoria no presenta
una cronología lineal –aspecto que la misma autora menciona en la parte final– se
deja ver que ella de manera intuitiva andaba en pos de “algo” que interiormente
la hiciera feliz. La maestra Aurora una vez jubilada probó distintas
actividades pero ninguna lograba atraparla hasta que cayó en La seducción de la escritura, el libro
de Rosaura Hernández. Y a los 86 años se propuso aprender el oficio de
escritora. Con clara intención de llevar a cabo un ejercicio de escritura mayor
fue seleccionando material para mediar sus recuerdos: hurgó en libretas,
cartas, periódicos, fotografías, revistas, libros, hasta conformar un discurso
que diese cuenta cabal de su historia personal. Ante ella fue surgiendo su otro
yo que le posibilitó darle un sentido a su vida entramando pasado y presente,
presente y pasado en el tamiz de la escritura: el personaje adquirió fuerza y
Aurora vida plena.
La tercera razón: encauzar
el flujo creativo. Resulta muy grato percibir cómo en el corto espacio de unos
años se empieza a perfilar un estilo escritural. La maestra Aurora no se
conforma con narrar su biografía, estudia cómo hacer haikú, cuentos,
adivinanzas, novelas, reseñas. Se transforma en una lectora voraz y en una
escritora disciplinada. Aprende a transformar la historia real en ficción y a
trascender el silencio explícito en la selección de sus datos autobiográficos.
Como en el título de Mónica Virasono, De
ironías y silencios, la autora maneja la ironía y desvela su silencio a
través de un discurso metafórico, de descripciones detalladas, de delineados perfiles
psicológicos de los personajes. Narración rememorante que conjunta la solidez
de una formación académica, de una larga vida plasmada en sabiduría
existencial, de una visión de mundo que confronta valores del pasado con los
del presente. Todo da luz sobre una época en donde la maestra Aurora le tocó
ser pionera de grandes transformaciones sociales en el ámbito educativo y donde
asumió con gran inteligencia, responsabilidad y valor los retos que se le
presentaron. En su biografía refiere a varios de ellos a través de una narración
amena y cautivante que deja traslucir cómo la literatura ha impregnado su
mente, cuerpo y corazón.
Y ahora la cuarta
razón: recuperar un sentido de identidad familiar. Podría decirse que el hecho
de que la autora desarrolle diversos estilos literarios es para hallar eco en
todos los miembros de las tres generaciones que orgullosamente formó al lado de
su esposo Rubén Hernández Félix. Ella organiza, retomando el título de Daniel
Prieto La fiesta del lenguaje, con
sus textos, un festín de textos. Pero la piedra angular la constituye Lo que guarda una memoria. La escribe de
principio a fin en esa trinidad conjunta: con una mente aguda y lúcida, con un
cuerpo que revive con cada hoja escrita y con un corazón que late acompasado
por el sonido del grafito en el cuaderno y del teclado de su computadora. Mediante
ellos plasma una larga, profusa y enriquecedora historia familiar: origen, andanzas,
pesares, alegrías, pérdidas, logros. Lo
que guarda una memoria es un libro escrito con el propósito de que cada
miembro se reconozca en dicha historia pero, sobre todo, que se sepa amado pues
finalmente el libro es una bella historia del amor familiar.
Y, por último, la
quinta razón refiere al descubrimiento que la maestra Aurora hizo, en su largo
andar, sobre lo que implica La
importancia de leer y el proceso de liberación, como el título del libro
escrito por Paulo Freire. Su biografía describe su mundo con el propósito de
fortalecer conscientemente, mediante la palabra escrita, la memoria de los
lazos familiares en cada uno de sus descendientes: sutil y profunda enseñanza.
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