Silvestre Manuel Hernández
Coordinador del Consejo Editorial de Tlanestli. Amanecer.
Investigador de Ciencias Sociales y Humanidades, UAM – I,
Ciudad de México.silmanhermor@hotmail.com
Los intentos por definir la Literatura siempre han sido
limitados, y no porque carezcan de ponderación o creatividad, sino porque la
esencia de la Literatura es inaprehensible. Y esto, la historia y los hombres
nos lo han mostrado, devela la importancia de los temas abordados por los
poetas y los dramaturgos griegos, por sólo hablar de los orígenes en Occidente,
quienes presentan a los seres humanos abandonados a la contingencia, a sus
pasiones y a merced de voluntades trascendentes a su existir; donde siempre hay
algo extraño, una belleza de fondo y de forma que nos cuestiona, en lo interior
y en tanto sujetos relacionados con el otro.
El paso del tiempo fue arrojando individuos
que profundizaron, matizaron o bordearon los problemas que tocaban lo humano,
su grandeza y miseria, sus vaivenes y su mediocridad. Se ha poetizado,
dramatizado, narrado y ensayado sobre “la condición humana”. También se ha
teorizado sobre la Literatura; se han inventado conceptos y categorías para
explicar el fenómeno literario; se ha dilucidado sobre la materialidad y
extrañeza del lenguaje; se ha establecido la interrelación con otras disciplinas,
y éstas han reflexionado para dar cuenta de la Literatura; pero, por fortuna,
el misterio y las interrogantes siguen, pendiendo de la creación y los
argumentos.
Entre el placer intelectual y el gusto literario
El conocimiento, el tiempo y el espacio son imprescindibles
para que ciertos hechos y encuentros, fructíferos, se den. En esta ocasión, han
actuado a mi favor para poder platicar con la Doctora Cándida Elizabeth Vivero
Marín. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas, Maestra en Teoría
Literaria, Doctora en Letras, Profesora–Investigadora de la Universidad de
Guadalajara. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Nivel I.
Especialista en Feminismo, Género y Literatura. Coordinadora del Centro de
Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara y Coordinadora de la Red
“Escritura, Identidad y Género”, conformada por la Universidad Autónoma de
Aguascalientes, la Universidad de Colima y la Universidad de Guadalajara.
Silvestre Manuel Hernández (SMH). Quiero iniciar esta entrevista preguntándote cuál crees que
sea el sentido de la literatura en la actualidad, tanto para las personas que
leen por gusto, como para quienes la ejercen de manera profesional, como es tu
caso. Si tomamos en cuenta el contexto político, donde la cultura es parte de
un discurso institucionalizado, pero ausente en muchos sectores de la sociedad.
Elizabeth Vivero (EV).
La literatura, actualmente, tiene un carácter de placer, más que de práctica
intelectual. La gente que lee por gusto busca en la literatura una forma de
distraerse de sus problemas cotidianos y de encontrar en ella la satisfacción
de haber pasado un buen rato. Para quienes nos dedicamos a ella de manera
profesional, ya sea como escritores, críticos, investigadores o docentes,
encontramos también un sentido de disfrute pero, sobre todo, de práctica
intelectual que demanda de nuestra parte un esfuerzo por comprender las nuevas
propuestas escriturales para encontrarles un lugar en medio de la tradición.
La literatura se concibe así como un espacio
de diálogo con el entorno en la que es producida, pues refleja mucho de lo que
acontece actualmente. Mucho de la producción literaria que se gesta en nuestros
días, responde a la necesidad de reflejar lo que se vive de manera cotidiana en
un ejercicio por comprender mejor el cúmulo de acontecimiento que nos
sobrecogen día a día en un país tan lastimado como el nuestro. Es verdad que en
el contexto de la política cultural, la literatura forma parte del discurso
oficial y se le promueve a través de diversos programas de fomento a la
lectura, pero frente a los medios masivos de comunicación, particularmente de
la televisión, los esfuerzos se ven disminuidos ya que no existe una auténtica
política pública que favorezca la estimulación por la lectura. Si los propios
maestros y padres de familia en muchas ocasiones no leen, poco se puede pedir a
los alumnos.
SMH. Qué relación, formal
y práctica, encuentras entre la literatura y la teoría literaria.
EV.
Por supuesto que la teoría literaria es un medio para comprender mejor no sólo
al texto sino al fenómeno literario en sí. La teoría es una herramienta
fundamental para el análisis y la crítica de las obras, y en ese sentido se
vuelve en una parte importante de la labor del investigador y del estudioso de
la literatura. Sin la teoría literaria, la lectura de la obra podría quedarse a
un nivel de impresión, ligada aún más a la subjetividad de quien se acerca a la
obra y, en ese sentido, carente de un soporte sólido que logre conceptualizar y
definir el texto.
Ahora que, como mencionan algunos críticos,
con la teoría literaria se corre el riesgo de dejar de lado su objeto de
estudio, esto es, la literatura en sí misma, pues la teoría literaria se ha
convertido en una materia independiente que dialoga consigo misma y que existe
sin necesidad de aludir o supeditarse a la literatura que le dio origen. Este
riesgo, el cual denuncian estudioso como Murray Krieger,[1] ha hecho que la teoría
literaria sea criticada en muchas ocasiones pues se desvincula de lo literario,
creando su propia escuela y respondiendo a su propia inercia de interacción
entre distintas posturas. Sin embargo, debe recordarse que la literatura es lo
que le dio origen y, por lo tanto, hay que regresar a la fuente primaria en
aras de seguir construyendo los cimientos que expliquen el acontecer de la
literatura.
SMH. Si se toman en cuenta
las distintas teorías literarias, desde los años cincuenta del siglo pasado
hasta el primer lustro de esta centuria, qué interrogantes perfilas en esta
materia. ¿Es pertinente seguir discutiendo sobre la "cienticidad" de
la teoría literaria?
EV. Desde la segunda
mitad del siglo XX hasta esta primera década del siglo XXI, la teoría literaria
ha evolucionado en su concepción sobre lo que es literatura, de tal suerte que
ya no se concibe sólo como un arte que transmite sentimientos sublimes y que
busca precisamente tocar al lector en lo más sensible, sino sobre todo se ha
abierto la concepción de literatura, o mejor dicho de texto literario, hacia el
concepto de discurso, esto es, hacia una realización de la lengua cargada de
ideología y, por ende, que da cuenta de una postura crítica frente a
determinados temas sociales, políticos o religiosos. Esto es, la literatura se
abre a una concepción más amplia que parte del hecho lingüístico (el lenguaje
mismo y las figuras retóricas y tropos que se emplean en el texto literario) y
de las estructuras que lo conforman para ligarlo a nivel social e ideológico.
El texto literario ya no encuentra su significación sólo internamente, sino que
se abre a la interpretación por medio de elementos extratextuales que, en el
caso del género por ejemplo, explican en gran medida la utilización de
determinados giros o expresiones, ya que el género sexual del autor/a sí tiene
que ver con la elección de dichas expresiones.
En ese sentido, los estudios de género, la
teoría queer y el estudio de las
masculinidades, si bien nacen en las ciencias sociales, han aportado mucho al
campo de la literatura, porque nos explican las causas de los procesos
escriturales diferenciados por el sexo del autor/a.[2] En lo particular, los
estudios de género ayudan a comprender la diferencias y similitudes de las
escrituras femeninas y masculinas, y si bien actualmente ya no es un tema de
debate central estas comparaciones, lo cierto es que nos abrieron a las
preguntas ¿qué, cómo y por qué escriben las mujeres? Esto ha permitido
establecer determinadas características como propias del canon androcéntrico,
que estima de menor valor algunos procedimientos o recursos por considerarlos
poco estéticos, a lo que se ha respondido que desde la visión androcéntrica se privilegian
los elementos que dan cuenta de valores patriarcales y masculinos en detrimento
de lo considerado femenino y, por ende, excluido o marginado. Si bien estas
observaciones han sido generalmente aceptadas por los/as críticos/as literarios(as),
aún quedan por responder muchas interrogantes, como son: ¿la incursión de las
mujeres en la literatura ha modificado las estructuras de los géneros
literarios?; ¿la experimentación formal y de lenguaje responde a una necesidad
por seguir abriendo las pautas estéticas a otras formas de expresión y de
representación, alejadas de lo establecido como válido?, en ese sentido, ¿qué
papel juegan las mujeres?, ¿en qué medida las escritoras han contribuido a
desestabilizar el canon y a abrirlo a otras propuestas?; desde las diversidades
genéricas y sexuales, ¿podemos observar realmente una propuesta novedosa a la
literatura?, en todo caso, ¿en qué consistiría su novedad o en qué aspectos
podemos señalar que estamos ante una propuesta distinta?
En fin, el campo es muy amplio y las
preguntas que nos podemos formular son múltiples y variadas, pero lo cierto es
que todas ellas tienen un carácter científico que considero continúa siendo
pertinente seguir discutiéndolo pues, de acuerdo con el conocimiento situado,
por más objetiva que una ciencia se plantee, en el fondo no deja de haber un
grado de subjetividad, ya sea en la elección del objeto de estudio, en el
enfoque o en la metodología seleccionada.[3] A esta discusión no escapa
la teoría literaria que, dicho sea de paso, se considera lo más próximo a la
objetividad en cuanto al estudio del texto literario; por ello, considero que
no ha dejado de plantearse su “cienticidad”, pues forma parte de un conjunto de
conocimientos que pretenden explicar el fenómeno literario a profundidad.
SMH.
Tu acercamiento a la literatura, como lectora e
investigadora, cómo inicia.
EV. Como lectora, mi primer acercamiento “formal” fue en cuarto año de primaria con un libro titulado Corazón diario de un niño,[4] regalo de mi maestra. Anteriormente había leído libros infantiles con dibujos y éste fue el primer libro que no los tenía, por lo que fue el primer libro “serio” que leí. De ahí, comencé a leer en desorden y sin ninguna línea clara, pues si bien en la preparatoria nos enseñaron un poco de literatura universal y literatura mexicana, no fue sino hasta que entré a la Facultad, en la Universidad Autónoma de Guadalajara, donde me comenzaron a enseñar siguiendo una línea histórica de la literatura.
EV. Como lectora, mi primer acercamiento “formal” fue en cuarto año de primaria con un libro titulado Corazón diario de un niño,[4] regalo de mi maestra. Anteriormente había leído libros infantiles con dibujos y éste fue el primer libro que no los tenía, por lo que fue el primer libro “serio” que leí. De ahí, comencé a leer en desorden y sin ninguna línea clara, pues si bien en la preparatoria nos enseñaron un poco de literatura universal y literatura mexicana, no fue sino hasta que entré a la Facultad, en la Universidad Autónoma de Guadalajara, donde me comenzaron a enseñar siguiendo una línea histórica de la literatura.
Como investigadora, mi formación la tuve en
la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa, donde desarrollé mi tesis de
Maestría. Anteriormente, en el transcurso de los estudios de Licenciatura,
había hecho pequeñas investigaciones para los cursos y para los trabajos de
final de semestre, pero mi formación como investigadora la obtuve en la UAM-I,
pues fue ahí donde aprendí a seguir una metodología rigurosa y a centrar mi
objeto de estudio: la literatura mexicana escrita por autores recientes.
Actualmente mi línea de investigación es la narrativa escrita por autoras
recientes, por lo que he delimitado aún más mi objeto de estudio.[5]
SMH. Qué enseñanza te deja tu primer libro de cuentos, Con los ojos perdidos, a más de
una década de ser editado.
EV.
Con los ojos perdidos sigue siendo
para mí un libro entrañable pues, como bien comentas, fue mi primer libro
publicado y, en ese sentido, en él creo ver ahora las semillas de mis
preocupaciones que no he dejado, sino que han sido una constante en mi
producción literaria: la conciencia, la preocupación por los problemas
sociales, la mente humana y, sobre todo, los sentimientos más profundos que nos
sacuden ante las dificultades de la vida. Este libro ha sido un gran
aprendizaje, pues ahí puse en marcha varios mecanismos escriturales que se
fueron desarrollando posteriormente en otros libros o bien, en su momento,
fueron modificados por otras técnicas y procedimientos para abordar los temas
que me inquietan como escritora.
SMH. Después abordaste la novela, un género más complejo. Y, a
la par, publicas artículos de investigación y das conferencias en México y el
extranjero sobre cuestiones teórico-literarias, también desde hace varios años.
Para ti, cuál es el nexo en común entre ambas disciplinas-actividades.
EV. La creación literaria y la investigación son actividades que se complementan, aunque debo reconocer que, en el último año, la primera ha sufrido las consecuencias de la segunda. Esto es, la creación literaria es una actividad que he tenido que postergar momentáneamente en aras de atender con mayor cuidado la investigación, pues ésta es muy demandante y me he visto en la necesidad de darle continuidad por cuestiones de las nuevas responsabilidades que he asumido en el ámbito profesional. Sin embargo, las dos actividades dialogan entre sí, pues en la creación literaria se llevan a la práctica muchas de las propias concepciones y visiones sobre lo que uno plantea como literatura, o lo que uno considera debe ser la literatura, por lo que la creación es la realización de lo que en la teoría y la investigación se va desarrollando. La investigación, por su parte, se ve favorecida por la creación ya que la capacidad imaginativa sirve de base para poder interpretar de otra manera los textos literarios que una estudia. Esta parte de imaginación, que se desarrolla a través de la escritura creativa, la considero fundamental para poder concebir otras posibilidades de lectura a los textos a los que una se acerca desde la teoría y la crítica, por ello las considero actividades complementarias que si bien corren paralelas, de continuo se producen cruces entre ellas que las enriquecen.
EV. La creación literaria y la investigación son actividades que se complementan, aunque debo reconocer que, en el último año, la primera ha sufrido las consecuencias de la segunda. Esto es, la creación literaria es una actividad que he tenido que postergar momentáneamente en aras de atender con mayor cuidado la investigación, pues ésta es muy demandante y me he visto en la necesidad de darle continuidad por cuestiones de las nuevas responsabilidades que he asumido en el ámbito profesional. Sin embargo, las dos actividades dialogan entre sí, pues en la creación literaria se llevan a la práctica muchas de las propias concepciones y visiones sobre lo que uno plantea como literatura, o lo que uno considera debe ser la literatura, por lo que la creación es la realización de lo que en la teoría y la investigación se va desarrollando. La investigación, por su parte, se ve favorecida por la creación ya que la capacidad imaginativa sirve de base para poder interpretar de otra manera los textos literarios que una estudia. Esta parte de imaginación, que se desarrolla a través de la escritura creativa, la considero fundamental para poder concebir otras posibilidades de lectura a los textos a los que una se acerca desde la teoría y la crítica, por ello las considero actividades complementarias que si bien corren paralelas, de continuo se producen cruces entre ellas que las enriquecen.
SMH.
En la actualidad, eres Coordinadora del Centro
de Estudios de Género de la Universidad de Guadalajara, qué problemas has
enfrentado, respecto a la difusión de las interrogantes del género, en la
comunidad académica y en el público en general.
EV. El mayor problema al que nos enfrentamos es a la falta de interés por parte de algunos y algunas académicos y académicas, así como del público, por determinados aspectos del género. En general, puedo decir que hemos tenido buena respuesta y aceptación en los medios por los cuales difundimos nuestras actividades, pero todavía hay sectores en la academia que consideran que las cuestiones de género no tienen razón de ser dentro de la Universidad, pues la conciben más como militancia o activismo social. Por otro lado, también hay quienes consideran poco serios los estudios de género, ya que no se ciñen a una rigurosa metodología y eso, de acuerdo con algunos y algunas, le resta validez a los trabajos que se desarrollan desde estos estudios.[6]
EV. El mayor problema al que nos enfrentamos es a la falta de interés por parte de algunos y algunas académicos y académicas, así como del público, por determinados aspectos del género. En general, puedo decir que hemos tenido buena respuesta y aceptación en los medios por los cuales difundimos nuestras actividades, pero todavía hay sectores en la academia que consideran que las cuestiones de género no tienen razón de ser dentro de la Universidad, pues la conciben más como militancia o activismo social. Por otro lado, también hay quienes consideran poco serios los estudios de género, ya que no se ciñen a una rigurosa metodología y eso, de acuerdo con algunos y algunas, le resta validez a los trabajos que se desarrollan desde estos estudios.[6]
El público, por su parte, responde muy bien a los temas políticos y a
las figuras que identifica plenamente en el ámbito de la vinculación. Así,
hemos tenido una excelente respuesta con figuras emblemáticas dentro de los
estudios de género en México y el extranjero, lo cual no ha ocurrido con
otros/as investigadores/as igualmente reconocidos/as
en su área y punta de lanza en sus propuestas pero que, al carecer de la
mediatización respectiva, no son tan fácilmente identificables. No obstante, el
público ha respondido generalmente bien a las actividades, aunque debemos reconocer
que todavía nos hace falta más para hacer llegar a un mayor público estas
acciones.
SMH.
A partir de tu experiencia como docente, qué
problemas vislumbras, teóricos y prácticos, para mejorar la educación, ya sea a
nivel universidad o en otros sectores.
EV. Creo que la educación
en México, en todos los niveles, está pasando por un momento de crisis aguda,
pues los problemas que una enfrenta en el aula, a nivel Universitario tanto en
pregrado como en posgrado, tienen su origen en niveles inferiores por falta de
una sólida formación de pensamiento crítico y analítico (ya no digamos por la
carencia de unas bases firmes en la manera de transmitir el propio
pensamiento). La educación en México, cuyo modelo se basa en competencias, debe
ser revisada y reevaluada en aras de detectar exactamente cuáles son los
problemas que impiden a los y las estudiantes avanzar en su desarrollo
intelectual. En ese sentido, en nada favorece actualmente las reformas de no
poder reprobar a los/as alumnos/as en primaria y secundaria, pues se pierde
toda dimensión del esfuerzo y de la recompensa por haber realizado un trabajo
de calidad y con eficiencia. Los modelos educativos, por ende, pueden estar muy
bien sustentados desde los aspectos epistemológicos, pedagógicos y hasta didácticos,
pero la puesta en funcionamiento de dichos modelos dista mucho de lo que se
requiere actualmente en un nivel de competencias a nivel mundial. Así, cuando
los/as alumnos/as llegan a la Universidad, traen consigo la costumbre de no ser
evaluados por su capacidad, sino de ser favorecidos por el sistema para que
sigan pasando de nivel sin haber demostrado la suficiencia requerida para
hacerlo. Todo ello, a la larga, trae consigo la formación de profesionistas con
grandes deficiencias que no se solventan de la noche a la mañana y que pueden
implicar importantes problemas para el desarrollo del país.
Así,
para mejorar el nivel educativo, se tiene que partir, entonces, de una
auténtica reforma que exija al estudiante una competencia intelectual a través
de la lectura crítica y la reflexión analítica continua. Las competencias no
son del todo malas si se sabe sacar provecho realmente de la enseñanza. Dejar
que el/la alumno/a reflexione, deduzca y proponga, siempre con base en la
argumentación sólida, permitirá el desarrollo de habilidades intelectuales que
podrá ejercitar en niveles superiores y aun en su vida diaria.
SMH. Elizabeth Vivero, la
persona, qué espera de la literatura, la educación y la cultura.
EV.
La persona suele esperar respuestas y una certeza para el futuro, sin embargo,
la literatura abre más interrogantes, por lo que no tiene respuestas únicas. De
la educación, la persona suele esperar igualmente certezas basadas en
conocimientos confiables y, en ese sentido, con los errores que se encuentran
actualmente en los libros de texto gratuitos, se está mandando una señal de
incertidumbre a los estudiantes, pues aprenderán que lo que se les enseña tiene
errores y no deben fiarse de ello. Esto puede resultar muy peligroso, pues si
en la educación tampoco se encuentran respuestas confiables, entonces ¿a dónde
o a quién recurrir para tener esa confianza?
En cuanto a la cultura, la persona espera encontrar en ella una forma de
liberación y de emancipación. Se espera que a través de la cultura, de la cual
la literatura forma parte, la persona logre tener una suerte de catarsis que,
por un lado, la “sane” interiormente y, por otro lado, la “libere” de
prejuicios para hacerla más tolerante a otras manifestaciones y poder convivir
en armonía con los otros. Esta esperanza, puesta en los tres elementos que
señalas (educación, cultura y literatura), es el último reducto que nos queda
en esta sociedad donde las grandes instituciones se han fracturado y son
cuestionadas por los individuos.
Por último, me gustaría añadir que la
literatura actualmente resulta más inquietante y perturbadora que
tranquilizadora, pues los escritores contemporáneos no hacen sino reflejar, en
gran medida, las crisis del capitalismo por las que atravesamos. La literatura se
ha convertido en un espejo del acontecer social, y si en la sociedad en la que
vivimos existen fuertes y graves problemas, causados por un sistema que parece
no dar tampoco solución a los mismos, entonces en la literatura no podremos
encontrar el remanso de paz que muchos desean. La educación y la cultura, por
su parte, deberían ser consideradas como dos vías para dar con una salida más o
menos confiable, y tendrían que cumplir su propósito de ayudar a formar
individuos más tolerantes y respetuosos de las diferencias, sin embargo,
observamos que se les reduce o se les encamina hacia planteamientos hegemónicos
que no permiten forjar una visión crítica y analítica de la situación, por lo
que tampoco parecen cumplir con su objetivo. ¿Hacia dónde dirigirnos entonces?,
¿hacia dónde encaminarnos? Pese a todo, y aun cuando no sea la panacea,
tendremos que seguir apostando por el arte, la literatura, la cultura y la
educación, pues de lo contrario corremos el riesgo de forjar individuos sin
empatía hacia los demás y, por ende, tendientes a cosificar al otro al grado de
considerarlo desechable. Sigamos, pues, teniendo esperanza en este reducto de
humanidad que aún nos queda.
Semblanza
bibliográfica de Cándida Elizabeth
Vivero Marín
Investigación. Visiones contemporáneas sobre el personaje femenino en la literatura
mexicana, Universidad de Guadalajara, México, 2010.
En prensa. Guadalupe Ángeles: la subversión de una escritura.
Inéditos. Sobre cuestiones de escritura. Un acercamiento desde los estudios de género; Literatura, cine y maternidades. Apuntes sobre la representación de la
madre en México; Cecilia Eudave: lo
fantástico de una escritura.
Creación literaria. Con los ojos perdidos, Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes, México, 1999; El derrumbe del
mundo, Paraíso Perdido / Secretaría de Cultura Jalisco, México, 2001; Muertos sin saberlo, Paraíso Perdido,
México, 2004; Memoria de ardientes días;
Cuentos cándidos; Ese suelo tan otro, Consejo Estatal para
la Cultura y las Artes Jalisco, México, 2005; El combate de la reina, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes
Jalisco, México, 2009; El circo.
Ha publicado artículos en revistas
especializadas, entre las que se encuentran: La Ventana, GénEros, Graffylia, Revista Venezolana de Estudios de la Mujer (Venezuela), Razón y Revolución (Argentina), Revista Digital Universitaria, Hojas de Warmi (Barcelona), Espéculo (Madrid), Delaware State University.
[1] Para
un análisis puntual, respecto a estas y otras cuestiones, véase su libro, Teoría de la crítica, Visor, Madrid,
1992. En especial, “El problema: límites y alcances de la teoría crítica”, pp.
19 – 90.
[2] Dos
de los estudios clásicos al respecto son: Gisele Ecker, Estética feminista, Icaria, Barcelona, 1986. Donde, después de
argüir sobre la jerarquía de los valores, la definición de la feminidad por su
relación con la masculinidad y el tipo de lenguaje empleado por las mujeres en
sus obras, la autora comenta que una perspectiva diferenciada por género
significaría tomar en cuenta el sexo – masculino o femenino – del artista y del
crítico, así como la relación de uno y otro con los valores y las teorías que
aplican.
El otro
enfoque corresponde a Nelly Richard, “¿Tiene sexo la escritura?”, en Masculino / Femenino. Prácticas de la
diferencia y la cultura democrática, Francisco Zegers, Santiago de Chile,
1989. Aquí, la reflexión oscila entre la “escritura – mujer”, la “literatura de mujeres”, la identidad
esencia, la feminización de la escritura, los signos masculinos–femeninos, las voces
descanonizantes, las fronteras de los géneros, hasta la concepción de la
escritura como el lugar donde las palabras desencajan los registros ideológicos
y culturales y transforma los códigos lingüísticos, manifiestos en obras
artísticas.
[3] Esta
problemática, vista desde la sociología del conocimiento, la desarrolla
Diógenes D. Mayol Marcó en su artículo
“La dificultad de ser objetivo, donde toma como paradigma a los comunicadores
sociales, quienes, en tanto mediadores
entre un hecho y la sociedad, no pueden ser objetivos en su explicación de la
realidad ni en su redacción periodística. Véase LOGOI. Revista de Filosofía, No. 14, Universidad Católica Andrés
Bello, Caracas, Venezuela, 2009, pp. 155 – 167. La argumentación que sostiene
el autor puede compaginarse, con los matices necesarios, con los objetos de investigación
abordados por Elizabeth Vivero.
[4] Como
se sabe, la obra pertenece al escritor italiano Edmundo de Amicis, quien la
escribió en 1886. El texto narra, en forma de diario, las vivencias de Enrique,
niño residente en Turín. El relato se mezcla por lo que ocurre con los
compañeros de clase, las cartas de los padres del protagonista y algunos
cuentos. La narración plasma el crecimiento emocional del personaje central.
[5] Uno
de los resultados de esta posición es su libro Visiones contemporáneas sobre el personaje femenino en la literatura
mexicana, Universidad de Guadalajara, México, 2010. Donde la autora intenta
responder las preguntas ¿qué escriben actualmente las jóvenes escritoras? y
¿Cómo representan el universo femenino en sus obras narrativas? Para esto,
aborda los textos más representativos de Cristina Rivera Garza, Guadalupe Ángeles,
Cecilia Eudave y Vizania Amezcua, escritoras nacidas en la década de 1960. La
estructura del análisis presenta dos líneas de investigación: 1. Es contexto
histórico cultural de México de 1960 hasta finales del siglo XX. 2. La exégesis
de las obras literarias desde una perspectiva de género.
[6] Al
respecto, una de las investigaciones de Elizabeth Vivero es el artículo “El
género en la teoría literaria”, en GénEros,
No. 4, Universidad de Colima, México, 2008, pp. 67 – 74. En donde realiza una
reflexión teórica en torno a la influencia del género en los estudios
literarios, en particular, en la teoría literaria feminista y su acercamiento al
texto literario escrito por mujeres. Y llega a la conclusión de que la
literatura, en tanto práctica social y discurso condicionado por parámetros
ideológicos y culturales, reproduce en su contenido y aun en su forma patrones
de masculinidad y feminidad de los cuales ni la propia teoría que intenta
explicarlos queda exenta.
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