Octavio García Mundo
octavio_garciamundo@yahoo.com.mx
Resumen
El racismo es una justificación europea para la conquista, la subordinación y el genocidio de África y América, de los
“otros”, africanos y americanos. Por tanto, si somos racistas “nosotros”, los
mestizos, y discriminamos a los habitantes originarios o a los
afrodescendientes, nos convertimos en instrumentos de los dominadores
extranjeros o nacionales.
Los descubrimientos geográficos de África,
América y Asia, no sólo responden al interés científico, sino al impulso del
capitalismo mercantil por encontrar nuevas rutas para la India y consolidar,
así, medios de acumulación originaria del capital. El descubrimiento de
civilizaciones ignoradas, es decir, de fuerza de trabajo y minas de oro,
diamantes y plata, transformaron las empresas de los “descubridores” en
verdaderos “caballos de Troya” para apoderarse del mundo descubierto. Necesitaban
las riquezas de todo el mundo para
implementar la Revolución Industrial.
No obstante, emerge un problema fundamental
¿cómo explicar al “otro y “lo otro”? La salida es descalificar a los hombres y
las culturas de los habitantes del mundo no occidental; asumiendo, de entonces
a la fecha, tal precepto como la única idea válida de progreso, civilización y
superioridad étnica-racial de los europeos. Esto es, “los otros” eran “tribus”,
culturas “tradicionales”, es decir, detenidas o congeladas en el tiempo;
incivilizados, bárbaros, salvajes, inferiores; no tenían la piel blanca, no tenían
cultura sino costumbres, no tenían idiomas sino dialectos, no tenían religión
sino idolatrías, no sabían gobernarse; en resumen, no eran seres humanos,
porque eran diferentes. Como no eran civilizados a la manera occidental, no
tenían alma o cuando más eran como niños; por tanto, no podían ni sabían
aprovechar sus capacidades productivas para explotar sus inmensas riquezas
naturales.
Esa
era una perfecta justificación de la civilización occidental, para el saqueo y
el genocidio que se avecinaba en África y en América. Como los “negros” no
tenían alma, eran “cosas”, mercancías susceptibles de ser compradas y vendidas;
vender, claro, a un costo mucho mayor del precio de compra. Los vendían en
precios que fluctuaban entre 200 y 500 pesos oro en las colonias españolas; de
acuerdo con su estructura física, si eran niños, mujeres, hombres fuertes o
madre e hijo y los compraban (decían algunos, con ropa vieja, trapos de
llamativos colores), en realidad, con aguardiente y con viejos mosquetones, armas
que daban a sus aliados africanos para combatir contra otros africanos y cazar
a los futuros esclavos que les eran entregados a los “negreros” en los puertos
esclavistas de África. Enfrentaban a los africanos entre sí, por cuestiones
étnicas, religiosas, comerciales, o con intrigas para dividirlos. Los europeos
tenían experiencia, practicaban la esclavitud desde los tiempos de la
civilización griega, cuando menos.
Algunos
africanistas calculan este comercio en 50 millones de seres humanos arrebatados
de sus tierras y familias. Además de los miles de asesinados, cuando eran
cazados como animales, por europeos y africanos, hubo millares de muertos en el
traslado de África a América (o Asia). Viaje que duraba tres meses en barco,
hacinados como sardinas. De la misma forma, muchos morían en el trayecto, otros
se suicidaban arrojándose al mar. También se dio el caso de cargamentos
completos de africanos arrojados al mar, cuando los barcos ingleses trataban de
capturar a los barcos negreros. La prohibición de la trata de esclavos,
decretada por Inglaterra, y la política de autonombrarse “policía del mundo”,
para combatir el comercio de seres
humanos, no sólo se debía a cuestiones morales, sino de manera fundamental a
cuestiones económicas, ya que el incipiente capitalismo necesitaba obreros, no
esclavos.
El
saqueo de la fuerza de trabajo africana, en su edad más productiva (jefes de
familia o hijos), significó la ruptura familiar, social, económica y sicológica
de pueblos a escala continental. Este es el primer elemento, de muchos otros
(invasiones y saqueos a lo largo de toda su historia), que se deben de tomar en
cuenta para comprender desde otra perspectiva el atraso económico y político en
la realidad actual de los países africanos.
Por
otra parte, este comercio humano era muy rentable para los comerciantes negreros,
la corona española y sus comerciantes-terratenientes, los cuales se habían apropiado
de un inmenso continente. Pero el genocidio de los habitantes originales, por
el exceso de trabajo, por la escasa alimentación y por las enfermedades
desconocidas en América, provocaron una catástrofe demográfica. Es decir, se
estaban quedando sin mano de obra esclava o muy barata (algunos historiadores
calculan que a la llegada de los españoles, habitaban Mesoamérica alrededor de
40 millones de personas; y a los 20 años de colonización, sólo quedaban 5
millones. Se les consideraba cosas sin alma y se les podía esclavizar); así,
por la falta de mano de obra incentivaron el comercio y la esclavitud de los
africanos.
Algunos
religiosos europeos trataron de defender y proteger a indígenas y africanos,
sin embargo, la mayoría sólo enseñó la “verdadera” religión, el “verdadero”
idioma, la “verdadera” cultura y el “verdadero trabajo”; todo lo cual significó,
sobre todo, una conquista ideológica-cultural.
En
agosto de este año 2013, el Presidente de Bolivia Evo Morales, expuso ante la
reunión de Estados de la Comunidad Europea, entre otras cosas: “Consta en el
Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo y firma sobre firma,
que solamente entre el año 1503 y 1660 llegaron a San Lucas Barrameda 185 mil
kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de America”.
El
dominio colonial en Latinoamérica, ejercido por España y Portugal, duró 300
años. En el Caribe, Francia, Inglaterra y Holanda, hicieron lo propio. Por
último, Estados Unidos dominó Puerto Rico. En América Latina, los hijos de españoles
nacidos en América, tomaron el poder después de las revoluciones (formales) de
independencia, la plutocracia criolla y sus descendientes continuaron la
explotación. Casi agotados el oro y la plata (para la tecnología de esos
tiempos), siguieron siendo redituable las plantaciones de caña de azúcar y se
agregaron tabaco, caucho, café, plátano, trigo y la ganadería. La codicia
minera se trasladó al estaño, salitre, cobre, y para finales del siglo XX
comenzaron nuevamente con la explotación del oro y la plata, realizada por las
mineras canadienses. Lo cual nos permite imaginar que ese saqueo, al cual se
agregaría el “oro” negro, produjo, como
hoy, estragos humanos, sociales y ambientales.
Las
historias de los pueblos de África y América son parecidas, en cuanto a los
colonialismos sufridos y al saqueo y expoliación, a sus luchas de
independencias formales, las cuales no lograron la independencia económica,
política, social y cultural requerida, para las autonomías verdaderas. Esas independencias a medias, en lo cultural, por
ejemplo, nos hacen creer, a la mayoría de latinoamericanos, ser herederos de la
cultura europea u occidental, cuando en realidad Europa y Latinoamérica son las
dos caras de una moneda.
Es
urgente dejar de pensar como subalternos: adoptar y adoptar lo que nos beneficie
de Occidente y rechazar, de ese Occidente, y de nuestras tradiciones, lo que
nos perjudique; pero, rescatar la cultura americana original y estar orgullosos
de ella y de sus portadores, pues quizá esa esencia sea la que nos proporcione
una herramienta primordial para dejar de ser subalternos.
En
fin, la idea de que la Historia sirve para comprender mejor el presente y
vislumbrar el futuro, podría ayudarnos a explicarnos mejor el México
contemporáneo. La discriminación racista, practicada hasta la actualidad por
europeos y estadounidenses, está de acuerdo con sus intereses hegemónicos. Pero
la discriminación de nosotros los mestizos contra los habitantes originales de
América, los afrodescendientes y los campesinos,
es sólo imitación, en función de los intereses de los países dominantes; es decir, nos dividimos a favor
de los dominadores, al pensar de manera eurocéntrica.
Que
los negros, indios y campesinos apestan, quizá, o quizá se debe a sus tipos de
trabajos y a no contar con regaderas. Que son taimados y flojos por naturaleza,
o porque el patrón los obligó a mirar al suelo cuando les hablaba y les impone
el precio de su trabajo, no más alto a dos o tres salarios mínimos, en la
actualidad. Esto es, cuando hemos logrado éxito económico como sea, por la
política, el comercio u otro tipo de trabajo: menospreciamos y discriminamos a
los otros, ya que pensamos como se justificaban los europeos, que no han
logrado el éxito económico, porque son menos trabajadores, menos ahorrativos,
menos inteligentes, y quizás hasta menos humanos.
Otro
clavo en nuestro ataúd, consiste en imitar a los conquistadores en lo
corruptos. Ellos impusieron autoridades que compraban los puestos políticos y
desarrollaron, a muy buenos niveles, el contrabando hasta de esclavos en las
aduanas del puerto de Veracruz, entre otros. Por eso es tan socorrida la frase
de “el que no tranza, no avanza”. Los pueblos originales no eran unas peritas
en dulce, pero las autoridades eran elegidas por sus virtudes: valor,
inteligencia y sabiduría, y no por doblegarse al extranjero, al conquistador y
ayudarlos a expoliar a su pueblo, convirtiéndose en cipayos.
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