Juan Fernando Romero Cervantes Fuentes
A Don Ricardo Ahued Bardahuil, alcalde de Xalapa que
afirma con su trabajo humanitario la razón y la congruencia y niega con sus
acciones la tradición absurda y autoritaria de los políticos del pasado.
A mis amigos xalapeños
Juan Fernando Romero Cervantes Fuentes
Las campanas
Anciano de manos desnudas, de nuevo entre los
hombres,¡Crusoe! llorabas, imagino, cuando desde las torres de la Abadía, como
una marea, se desbordaba el sollozo de las campanas sobre la Ciudad… ¡Oh desposeído! Llorabas recordando los rompientes bajo la
luna; los silbos de riberas más lejanas; las músicas extrañas que nacen y se asordan bajo el ala cerrada de la
noche, semejantes a los devanados círculos que son las ondas de una caracola, a
la amplificación de clamores bajo la mar…
Saint John-Perse
I REGRESION
Xallapan, agua que corre en la arena, fue fundada en
1313 en un agreste lomerío del regazo geológico volcánico que se conocería años
después como "Cofre de Perote". La visión española, guerrera y
comercial, identificó la accidentada topografía de la zona como benéfica para
desarrollar - y de cierta forma esconder-
un caserío humilde e informe esparcido por los cuatro barrios náhuas.
Sembraron así, la semilla de la capital (cabeza) de lo que llegaría a ser
conformado geopolíticamente como un Estado, el de Veracruz. Esta estratégica
ubicación tanto la protegía de los ataques del mar infestado de piratas e
invasores extranjeros, como la iba edificando con muros de calicanto, viga a
viga, tabla a tabla, teja a teja, golpe a golpe, cercana al mayor puerto
comercial de la Nueva España: parecía un magnífico hostal para los viajeros con
destino a la Puebla de los Angeles, entonces obligada escala en el largo camino
hacia el altiplano, el Valle del Anáhuac.
No obstante, el intenso comercio novohispano que
cruzaba transversalmente al país y que
fue origen de las ferias que dieron renombre a la ciudad, el intercambio no
benefició mayormente a Xalapa, que permaneció aislada y chipil, creciendo
lenta, ensimismada en el olor de las naranjas y limas, del café -entonces
todavía chiquito- endulzada en el sabor de la caña de azúcar, la delicadeza de
sus flores y la niebla de sus bosques: provincia velardiana por excelencia que
atrajo con sus vivos colores y enigmas minerales al muy curioso Alexander von
Humboldt que buscaba la Ipamoea purga,
obtenida de la raíz de la planta Jalapa,
pues estaba enfermo. Ya aquí, diez días le duro el-corre- ve-y-dile, por
lo que se dedico a su pasatiempo favorito: bautizar ciudades, y lo hizo con la
nuestra: "la ciudad de las flores".
A lomo de burro el barón cruzó laberínticas
callejuelas salpicadas de grandes fincas que repetían el modelo y los modos de
las haciendas cafetaleras y azucareras del resto de la región tropical con sus
altos y anchos muros, arcadas y canelones y sus grandes patios centrales,
manzanas que iban creciendo a partir del centro político y religioso unido en
el embrión del parque Juárez. Dominada
por el basalto del Macuiltéptl, sus empinadas y empedradas calles mostraban ora
el Naucamatéptl, ora el Citlaltéptl, ora el lejano mar, imágenes que se
escondían de pronto por el vuelco súbito de la mula o del vetusto carruaje o
por la inasible niebla que corría por la verdiazul montaña…
En Los Berros se reúnen Iturbide y Guerrero y la
ciudad coquetea con lo imperial y lo republicano, llena de conservadores y
liberales que al tiempo que construyen la arquitectura tradicional xalapeña,
aprenden a tomar café y fumar tabaco, discurren y discuten y pelean y gritan
bajo los aleros de las hermosas fachadas y cenefas del Camino Real. El siglo
XIX transcurre lleno de sobresaltos originados por aquellos y por los Juanes
Tépoch y Díaz Covarrubias y por otro de sus nativos: el soldado Santa Anna,
delirante gallero que buscando angustiado su pata que no era de palo y que
había sido extraviada en la guerra, saltaba de sus encierros del Encero a Manga
del
Clavo, de Puente Nacional al Cerro Gordo, del Puerto
de Veracruz al Alamo, acosado por los gringos, quienes, implacables, lo
perseguirían hasta la capital de la muy joven República. Sin embargo, fue
realmente Lerdo y de la Luz el camino de la ya ilustre Xalapa en la segunda
mitad del diecinueve, que ya liberal, ya estudiosa, se hace depositaria de la
ilustración mexicana: inculta joven que cultiva la cultura. A partir de
entonces, la bella ciudad, bajando, bajando y transpirando los olores y las
nieblas sujetas a la enagua de los cerros con infantil determinación, se
precipita verde-que-te-quiero-verde hacia el Golfo de México.
La "Señora del chipichipi" con sombrero y
paraguas, aspira realmente a convertirse en la Capital del próspero, pujante y
pre-revolucionario Estado, para lo cual tiene que pujar con Córdoba, Tuxpan,
Veracruz y otras no por menores, capitales descartables. Estrenando el siglo XX, esta industriosa y
textilera ciudad, esta decidida a derramar educación y cultura, a pintarse como
señorita, a esconderse coqueta en sus hermosos parques para platicar a
hurtadillas con los visitantes extranjeros, quienes picados por el aguijón de
Humboldt, visitaban los cascos de sus famosas haciendas y bajo sus bóvedas
catalanas y sus techos inclinados de teja, arcadas y gargoleados, soñaban encantados por el embrujo de sus
callejones, las profundas ojeras de sus mujeres y las historias de sus diamantes escondidos en
la niebla vespertina. Algunos, como Enrique Rébsamen, para bien de la ciudad y
del Estado, se quedaron. Otros, instalados en la belleza de Los Berros, como
Díaz Mirón, mira los días pasar, mientras reta,
pelea y escribe, inspirado por los mismos árboles que darán sombra a las
plumas de Gabriela Mistral, los Sergios Galindo y Pitol y otros poetas
sensibles.
¿Y cómo no iban a enamorarse de una fantasía de
tarde lluviosa, llena de relámpagos y
truenos que hacía crecer, junto con los helechos y las setas, el canto de
cigarras y la luz de las luciérnagas, a la música? ¿Cómo no encantarse con esa
niebla que te atrapa, ese silencio que de pronto te rodea, ese muy dulce viento
que acaricia?
La música clásica entró a los poros xalapeños para
no salir, y ahí reverdece: vida que a
cada paso crece, abrupta, entremuros e intramuros, inexorable e inefable; fuego
que arde con aromas de jazmín y sueños de guitarras y pianos, chelos y flautas,
violines, violas, jaranas, bajos y trompetas, tambores y timbales: armonías al
interior de sus casonas, voces soterradas desde la oscura humedad que
di-vierten amor al hacer vibrar tímpanos y otros órganos: concierto de cientos
de flores en árboles incendiados…" un mundo que estalla la vida en toda
cosa", La Señora Hechicera
esconde a los no-iniciados su metalenguaje: la semiología de la antigua ciudad,
el concierto y el desconcierto de la sinfónica Xalapa; o, el élan vital de la
muy añeja ciudad. Sí, imagen de ensueño: provincia aislada de la modernidad que
se reserva el derecho a crecer.
II TRANSGRESION
Sí en la actualidad usted visita Xalapa, se
encontrará con una ciudad en crecimiento evidente, encaramándose aún más a los
cerros y desparramándose aún más hacia el mar. Observará nuevos y modernos
centros comerciales, calles y puentes en construcción o recién construidos,
edificios de mediana altura, bulevares correctamente asfaltados, autos a gran
velocidad conducidos por juniors o taxistas, casas modernas, lagos artificiales,
modernos y dinámicos campus universitarios, un alud de anuncios comerciales que
ocultan bajo su peso la susodicha "belleza" y junto a todo ello:
calles sin pavimentar, vacas cruzando las avenidas, casas muy pobres, jacales
miserables, problemas de drenaje, mucha basura, la suciedad -o la pátina del
tiempo- pintando el centro histórico, malos olores, casas en los cerros sin
calles, la huella de multitud de árboles derribados, calles inundadas con aguas
estancadas, cerradas de pronto, etc. pero no debe olvidar que esta Ud. en una
ciudad con abolengo, y recordar que se edificó entre cerros: laberinto con
enormes manzanas que comieron muy grandes casas; urbanismo picasiano trazado
como "plato roto"; ciudad hecha para los burros y las mulas, y que en
su estrechez y crecimiento sin la menor idea de planeación, nunca imagino los
autos y camiones del siglo XX.
Impera ahora el desorden y el desconcierto en el
tráfico de los modernos vehículos; más no se queje, pero si no tiene un
GPS…deténgase: Si se pierde, esta Ud. en problemas. Es muy difícil llegar al
lugar de origen: no hay retorno lógico, pues no hay trazado lógico. Si Ud.
piensa que la circulación automotriz obedece a una lógica racional, a una geometría y a una geodesia, a un
cálculo de velocidades y densidades automotrices, a un sistema de computo que
utiliza modelos de simulación para resolver problemas reales de tráfico
vehicular…, esta muy equivocado, tendrá que atravesar un muy denso tráfico
pesado por una carretera atrapada en la mitad de la urbe. Es por lo tanto,
necesario detenerse y observar otras señales, es conveniente experimentar - y
sufrir- su metalenguaje para entender correctamente la semiótica de la ciudad
Xalapa en los albores del siglo XXI.
No crea que sólo describo el paisaje típico de las
grandes ciudades latinoamericanas actuales. Si Ud. fue atrapado en las horas
pico por el tráfico en el centro histórico de la ciudad pensará que se repite
el fenómeno característico de esas grandes urbes y si viene de la Cd. de México
le parecerá un juego de niños; pero, por favor, recuerde: estamos en la
"bella Xalapa", en la capital del pujante, prospero y moderno
Veracruz, el tercer Estado en población
en el país y sexto en su economía. Estamos en la capital (cabeza) de un Estado
que mantiene el principal puerto comercial de la nación, que exporta vehículos
automotores, tubería petrolera, alimentos y bebidas sofisticadas, que
transforma industria metalmecánica, química
y petrolera, construye grandes puentes y carreteras, zonas portuarias y
que tiene -demasiado cerca- la única central nuclear en el país. Capital que,
por serlo, es la sede de los poderes
ejecutivo, legislativo y judicial. Con un poco de suerte podrá encontrar por sus calles
al muy democrático señor gobernador, a los señores diputados y senadores, o los
señores jueces y los secretarios de desarrollo regional, económico y de
comunicaciones; con mayor suerte, topará con su muy señor alcalde y también
podrá admirar a miles de niños que diariamente son llevados por sus muy amorosas
madres a las decenas de escuelas que han brotado como plantas por todas las
calles (y que, por supuesto, las amorosas los dejaran en la mera entrada,
faltaba más) y también topará con miles de estudiantes y sus cientos de
maestros que van o quieren ir a sus universidades, escuelas y talleres, a
educarse para el futuro.
¿Y cuál será ese futuro, urbanísticamente hablando?
Primero, habría que resolver las preguntas obvias: ¿seguirán las calles sin
asfaltar o deshaciéndose el asfalto cada tres meses, cruzarán las vacas y
caballos los modernos bulevares con foquitos insertados para llamar la
atención, seguirán las inundaciones y seguirá multiplicándose la apertura de
hoyos -y sus lentísimas recuperaciones-
para resolver problemas de circulación de agua, para entonces muy escasa? ¿seguiremos embelesados con el
sonido nostálgico de los trenes que atraviesen la ciudad de este futuro
hipotético? ¿alguna Secretaría de Estado ganará la batalla burocrática y podrá
construir el libramiento carretero? ¿será una capital a la altura de sus
instituciones, de la demanda de su ciudadanía, de la honorabilidad de sus
visitantes extranjeros -bisnietos del barón de Humboldt? ¿Llegará a la altura
del prestigio de su propia Historia, de sus universidades, de la calidad de sus
museos y de sus grupos musicales? ¿Llegará a ser la ciudad, digna capital,
cabeza, de su moderno y pujante Estado?
III DIGRESION
Si a eso aspiramos, será necesario aplicarnos más en
la solución de los actuales problemas y para ello formulo la presente digresión
sobre nuestra núbil cosmopolita: ¿cómo explicar esa confusión mayor, cómo
entender ese añadido gratuito de problemas a los ya graves de nuestra muy
querida aprendiz de Metrópoli? ¿en que parte del cerebro se celebra este juego
interurbano que complica de manera rápida, automática, el trazado de las
avenidas, la velocidad de los autos, la fluidez, el sentido, la lógica de la circulación y la convierte de
desfalleciente en tortuosa?
Buscando la forma de entender este extraño fenómeno
me acerco humildemente a la semiología1 que tal vez pueda
ayudarnos a encontrar o formular una explicación lógica para esa caótica
situación de interactividad semiótica que se manifiesta como tránsito vehicular
y que confunde aún más el trauma de nacimiento de Xalapa. En efecto, hay un
código de signos que nos habla con mayor claridad de esa dificultad, digamos,
congénita, que tiene la ciudad para la circulación vehicular. Me refiero a un
conjunto de símbolos de orden moderno: el grupo de señales que rigen al
tránsito vehicular y… al tránsito burocrático.
Me explico: si como despistado turista usted se
atreve a circular por la ciudad, se encontrará con el absurdo multiplicado por
n veces, con el teatro de Ionesco en
vivo: solo voltee a su alrededor: nadie esta espantado ni estampado, ni parece
sorprendido ni mucho menos enojado. No, a pesar de los múltiples problemas ¿por
qué? Es claro y sencillo: los lugareños conocen el sentido, los
contrasentidos y los sinsentidos de las
calles, las prioridades y sus cruces, los súbitos cambios, lo permitido, lo
prohibido, lo medio permitido, lo medio prohibido y lo totalmente ambos casos
en sentido positivo y su contrario: están iniciados en los secretos de los
enigmas de tráfico de la Xalapa actual.
¿De qué hablo? Hay múltiples ejemplos: puentes
recién construidos que no conducen semiológicamente al futuro; o sus muy
estrechas laterales: auténticos cuellos de botella creados por la extrema
deficiencia en la planeación, esos mismos que por otro lado tampoco te conducen
al frente (prohibido) sino sólo a la izquierda o sólo a la derecha. Autos
estacionados debajo de los letreros que lo impiden, no importa que obstaculicen
el tráfico en su mayor densidad, dos y hasta tres líneas de "aparcamiento",
vueltas a la izquierda permitidas a pesar de que obstruyen la circulación de
todos los carriles, vueltas a la derecha que como son "continuas" se
convierten en "obligadas", carriles que de pronto se ensanchan o de
plano desaparecen, súbitos sentidos contrarios, calles truncadas a la mitad,
como bombardeadas; semáforos peatonales activados por fantasmas, semáforos que
permiten el siga, pero ¡cuidado! el opuesto también lo permite simultáneamente
y, si acaso hay una manifestación en el centro, usted se enterará en el momento
que llegue ahí, después de media hora o más: nadie le previene con oportunidad
para que se desvíe con oportunidad; si necesita un
taxi a la hora de salida de su trabajo, sueño imposible, ya que encontrará
muchos pero nadie querrá llevarlo, coincide con su cambio de turno y éste es
imposible posponerlo o adelantarlo (es una orden burocrática, que, casualmente,
coincide); también, por supuesto, diacronización de semáforos, vueltas
permitidas aquí y allá, pero acá no, y etc., decenas de ejemplos más. No se
trata sólo del tránsito vehicular sino también del peatonal, que puede ser muy
peligroso. Todo esto no sólo nadie se lo
explica: nadie pide explicación. Una pequeña locura (petit mal) socialmente compartida, que no solo a nadie
espanta, repito, sino a nadie sorprende.
¿Por qué, qué es lo que realmente pasa? Detengámonos
en su contenido formal: resignación y comprensión, aceptación y empeño: el
protocolo de las señales de circulación se acepta en toda su extensión, por
irracional o caprichoso que sea. Claro que hay choques y peleas, heridos, y
hasta muertos: la autoridad dirime y soluciona por la vía de la multa o la
mordida, las broncas no son de ninguna manera trascendentes: la autoridad no se
cuestiona: se puede burlar o engañar, pero formalmente se obedece, repito,
aunque sea incongruente. Y lo es: la circulación en Xalapa es absurda, pero
incuestionable.
Para retomar la posible interpretación, desde el
punto de vista semiológico, ¿qué nos dice este conjunto de signos? ¿Qué nos dice este juego multiequívoco, polisémico y
polífónico y a veces contradictorio? ¿Cómo interpretarlo? ¿De qué nos habla
este lenguaje de señales que parece loco para un extraño, pero que funciona
cotidianamente sin mayor dolor de cabeza? ¿Qué significa este curso de acción?¿
A qué patrón obedece?
Por la semiótica sabemos que un signo nunca ocurre
solo. Para existir al menos debe distinguirse de otro signo, con el que
potencialmente coexiste. Con el animo de entenderlo, veamos este otro tópico:
si uno reflexiona sobre las características
de los habitantes de esta capital, encontrará personas trabajadoras que
laboran día a día, mes a mes, año tras año, toda su vida, en su gran mayoría en
los poderes del gobierno del Estado. ¿Cómo sucede esto?: Rotan de un puesto a
otro, de una Secretaría a la de más allá, de un Departamento al siguiente, de
un Poder al inmediato, van de un lado al
otro en los subibajas gubernamentales federales, estatales o municipales. Sí los pudiese observar en un hipotético
video, obtendría las imágenes que a continuación describo y que -quiero
subrayar- son extrañamente parecidas a los conflictos de circulación o tránsito
vehicular. Se ha formado así un código semiológico convencional propio de
nuestra bella Xalapa:
Estas personas trabajadoras ahora son jefes de
quienes fueron sus jefes o viceversa y ahora son compañeros de quienes fueron
sus subordinados o viceversa, o han sido expulsados para ser admitidos días,
meses, años después o han sido indignamente corridos para ser indignamente
premiados, seis años o seis días después, o se les permite hacer lo que antes
se prohibía o viceversa. Puede que se jubilen sin pena ni gloria o no se jubilen con pena, o no se jubilen con
gloria o, si tuvieron suerte, se jubilen
con gloria, o si no la tuvieron, mueran en el camino (y no es metáfora), pero,
invariablemente, hay
una regla no escrita: podrán permanecer en
circulación, per secula secolurom, siempre y cuando cumplan con el sagrado
protocolo, siempre y cuando hayan interactuado con respeto en la liturgia de
sumisión a largo plazo, es decir que en esos mismos días y años, hayan manejado
por la ciudad -o por la burocracia- sin cuestionar su absurdo. Si Ud. piensa un poco en ello, descubrirá
por si sólo no sólo la frase favorita, sino la filosofía universal del
Xalapeño, ilustre o no: "la vida da muchas vueltas, es un subibaja, una
rueda de la fortuna". Descubrirá al mismo tiempo, como por arte de magia, el velo del misterio
del tránsito vehicular en la Xalapa -que
sí, adivino- da también muchas vueltas y sube y baja, por lo que se permite se
prohibe pero se limita pero se estimula pero se castiga pero se premia: todo
depende de la autoridad en turno y la suerte en ciernes. Y ¿quién sabe? Por la
diosa Fortuna, puede ser usted el siguiente, o puede ser el lector o puedo ser
yo, así es que mucho/poco cuidado: puede Ud. cruzar a media avenida.
Aclaro. Presento una hipótesis semiótica2 que
interpreta una supuesta similitud entre el comportamiento burocrático y el
tránsito vehicular, basada no sólo en el hecho obvio de la prepotencia
manifiesta del charolazo, la mordida, la
amenaza de despido que sufre el encargado de mantener la fluidez vehicular,
sino en su espejo conductual: la "venganza" de los agentes de tránsito
que reflejan el capricho de los demasiados jefes en el diseño de una
circulación aún más caprichosa, cercana al caos. La semiosis refleja ambos
códigos o se repiten los mismos códigos de una manera automática.
Una vez hecha esta digresión producida por un corto
circuito en el sistema de señales de los ciudadanos xalapeños, o nos atascamos o respondemos a la pregunta:
¿podrá Xalapa superar la absurda ecuación tránsito = burocracia? si la
hipótesis enunciada es correcta ¿por dónde empezar entonces la modernización de
Xalapa? Las primeras respuestas son
sencillas:
Primero: por medio de la instalación de una
nomenclatura y una señalización urbana muy clara, evidentemente visible,
lógica, constante y permanentemente mantenida; esta acción se interpretaría
como un claro signo y manifestación de una muy buena comunicación entre
autoridades y ciudadanos. Segundo: en la aplicación de las reglas más sencillas
sobre el tráfico y en su manifestación visual; eso sí, inflexibles y
respetadas, sin excepción, tanto por
todas las autoridades como por todos los usuarios de la red interna de
comunicación vial. Tercero: es necesaria, urgente, la capacitación para los
agentes de tránsito y la educación vial para los ciudadanos, es decir, una
concientización para que terminen con los ahora interminables abusos.
Avisarles, ya de perdida, que se trata de una importante ciudad capital de un
importante Estado y, muy atentamente, notificarles que ya estamos en el
Siglo XXI.
IV PROGRESION ¿O FUGA?
Cuando yo te conocí, eras, sencillamente, Jalapa. Ahora, crecida como tus araucarias,
Te expandes hacia los cuatro puntos cardinales:
Eres el utrópico, eres
alapa
Exquisita Dalia Novohispana
Señora Sultana
Clavel Colonial
Jardín del Anáhuac
Pueblerina Insurgente
Atenas Veracruzana
Xalapa de Enriquez
Ciudad de las Flores
Señora Hechicera
Ciudad cada vez más antigua y cada vez menos
bella
Ciudad con el chipi-chipi en fuga
Sonido del Agua y Arena
Ciudad del silencio y de la bruma, del canto y de la
música:
¿Serás capaz
de ser hermosamente moderna?
X
Epílogo ¿INGRESION O AGRESION?
Agreste sigue siendo Xalapa mientras absorbe los
flujos migratorios que proceden de gran parte del propio Estado, de Puebla y de
la Cd. de México. Ello se vive como agresión por parte del xalapeño, sobre todo
del proveniente de la última ciudad, y, en contraste, se vive como ingresión
por parte del inmigrante, pues éste llega para quedarse: se incorpora, no invade. Su presencia desde luego, trastorna
los lugares comunes y comuniza los lugares xalapeños al hacerlos parte de un
orden transcultural pretendidamente moderno.
La contradicción de significados y significantes
refleja la indecisión de Xalapa en abandonar su historia o en llegar a ser una
ciudad moderna: pero es imprescindible, inaplazable, resolverla y adaptarse. La
agresión a la arquitectura tradicional de los siglos XVII y XVIII ha sido casi
total, del siglo XIX se han destruido más de 600 casonas. Sí, es necesario
entender que la ciudad es un organismo vivo y si bien las ideas modernistas han
pretendido inclinarse por la funcionalidad y otros criterios prioritarios
(¿para quién?) la cultura expresada en su arquitectura devastada ha sido la gran
perdedora, y por lo tanto, su semiótica particular e histórico-social como
ciudad.
Por otra parte, debería darse continuidad a algunos
proyectos que se han deshechado por razones "políticas" como los
proyectos de planeación urbana del Ing. Tellez
por los años 40 y desde luego, reforzar otros como los de Bernardo
Sayago para dar agua suficiente a la ciudad.
Hablamos de un proceso histórico donde falta el eslabón que pueda unir o
adaptar la historia a la actualidad y
que pueda unir la agresividad geográfica natural de la ciudad a las exigencias de una parte de esa
pretendida modernidad; modernidad que, sin embargo, no lo es todo, como
menciono al final de este ensayo.
Independientemente del carácter divertido de la
digresión del capítulo respectivo, es necesario insistir en que tanto los
problemas del tráfico vehicular como la falta de mantenimiento de las calles,
genera costos en la economía de la ciudad, externalidades negativas y costos
financieros que alguien paga (y no
precisamente el ayuntamiento), situación que ahuyenta o desanima la inversión
foránea en una economía ya de por si cerrada, que se sostiene precariamente por
los flujos quincenales y mensuales de pagos a la burocracia y los ciclos de las
inscripciones y colegiaturas, y que por lo tanto, es aún poco atractiva para
los capitales externos (como lo están ya descubriendo los ocupantes de los
nuevos centros comerciales).
Así, Xalapa, corre el riego de ser des-capitalizada,
tanto por la falta de inversión privada y pública, como por la falta de capital
político, que podría cambiar una vez más la sede de los poderes del Estado a
otra ciudad con mayor presencia económica.
Otro costo muy importante es la que ocasiona la
agresión al medio ambiente, principalmente por la tala de árboles y por la
contaminación de sus ríos y arroyos, costo que ya ha afectado el clima de la
ciudad que ha dejado de ser tradicionalmente lluviosa y neblinosa para entrar
en una zona de calor y sequedad que afecta la vegetación, los mantos freáticos
y los ríos, ahora sumamente contaminados.
La esclerosis transito/burocrática es sólo una señal
de graves deficiencias en el sistema, en la capacidad de adaptación de la
ciudad a la racionalidad moderna, en la falta de "signos del
progreso" que deberían expresarse naturalmente en una solución de
continuidad y manifestarse tanto en el flujo constante del tráfico vehicular
como en la adaptación arquitectónica de la ciudad a los requerimientos que
demanda este nuevo tipo de vida: velocidad, eficiencia, precisión, economía -y
también funcionalidad y belleza- misma que se haría explícita en las avenidas y puentes, en casas y oficinas,
parques y mercados, y, sin lugar a dudas, también en unas reglas de circulación
vehicular/personal razonadas y razonables, que ya no obedecerían al capricho
burocrático.
La relación autoridad-sociedad civil se da en este
nivel de primer contacto, he hablado aquí de problemas superficiales pues el
problema real esta en la acumulación de errores y omisiones del pasado, en la
deficiente infraestructura vial, en los abusos de taxistas y líneas urbanas, en
las "grillas" burocráticas interminables, en los dispendios y robos y
las pésimas administraciones, en la ausencia de políticas públicas de
desarrollo urbano, en la falta de democracia y de transparencia en las acciones
de los gobiernos municipales y estatales.
Actualmente parece que ya se traza el camino
correcto mediante dos respuestas
sencillas que nos conducen o prefiguran un futuro promisorio -y que por cierto
estarían descritas en los mismos esquemas del lenguaje o código semiótico- que
presupongo: la democracia política y el respeto del otro: "uno por
uno" y "el peatón es primero", ambas inscritas en la semiótica
de la cultura como fórmulas de civilidad y signos elementales de desarrollo.
Las respuestas posteriores tienen que ver con
grandes inversiones, buenos arquitectos
y mejores ingenieros, planeadores urbanos y economistas y hasta psicólogos y
sociólogos y, desde luego, con una mayor participación ciudadana y, por
supuesto, con buenos alcaldes, y ahí le paro, por que ya es mucho pedir. Sí las
tres primeras respuestas, sencillas y económicas, se dan, se constituirían en
un marco de referencia adecuado y tenderían así los puentes para el paso de una
ciudad antigua y hermosa a una ciudad moderna y hermosa.
Reflexión final: En antítesis de lo que expongo,
también podría nuestra ciudad, en contraste, permanecer en lo antiguo y bello
como lo es su centro histórico, o bien seguir siendo, toda ella, una ciudad
histórica conservada museograficamente sólo para el peatón3: un subibaja sin
ruedas de la fortuna; ciudad viva y
única, como patrimonio cultural de la humanidad (todavía).
Desde Xalapa, el Utrópico, agosto del 2006.
1
La semiótica, esa palabrota, fue propuesta por John Locke como uno de los tres
grandes dominios de la ciencia. Ya los antiguos médicos griegos hablaban de
semeiotikón: el arte de reconocer los semeia, los signos o los síntomas de la
enfermedad. La moderna ciencia médica habla de semiótica o semiología, como
sintomatología. La propuesta de Locke maduró entre los siglos XVIII y XIX y durante el XX se afirmó el uso de semiótica
tanto para la ciencia de los signos linguísticos como para la actividad misma
de producción y comprensión de signos.
2 "Cada semiosis presupone y transfiere, pero
también elabora conocimiento, y en esto y por esto presupone y determina
acciones e interacciones entre los partícipes de la semiosis. Se vincula con el
ámbito del conocer y el del actuar sin disolverse en uno u otro" Tulio de
Mauro, Primera lección sobre el lenguaje. Editorial Siglo XXI. México, 2005.
Pag, 63. 3 Traducir la antigüedad a la modernidad,
trasladar los valores de un mundo a otro, es terreno de otro ensayo que tendría
que definir en primer lugar cuál es el significado de la cacareada modernidad,
pero no pertenece a este escrito, sólo a lo que evoca la cita inicial del poema
de Saint-John Perse (1911)
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