A propósito de la vida humana, la educación y el mito
Octavio García Mundo
Estos tiempos tardomodernos o posmodernos, vida
rápida y eficaz, historias cuantificables inconmensurablemente, donde la huella
indeleble del hombre tarda en hacer ser
en la cultura del vidrio, donde conocer es trivializar. Estos tiempos de
porciones de vidas humanas que se alejan mutuamente, donde el poder se hizo con
el rostro de la luz, y las sombras salieron de las cavernas de la apariencia y
conquistaron el mundo humano.
Estas vida en la
polis, entre esquizofrénicos andares y tartamudos diálogos, donde la
civilidad la impone la norma del fuerte y audaz, del pervertido y caprichoso;
estos tiempos de amores encapsulados virtualmente, y cortejos entre cuerpos sin
rostros, estas eras del vacío cómodo y predestinado, del concepto fugaz y
mortal. Donde lo eterno sigue siendo del reino de los dioses.
Estos tiempos que se deslizan de la ciudad de la luz
platónica a las estrategias maquiavélicas por conservar el poder, y desde esto
último, comenzar a balbucear sobre lo que es lo público, los esquemas de
organización social y responder a la pregunta de cómo asumir los espacios de decisión
legítimamente y legalmente, y desde lo primero, el reto de lograr una vez más
el contubernio entre el nomo y phisis, .y hacer que la norma, la
política, la costumbre, tengan el mismo estatus de criterio de verdad que las
leyes de la naturaleza, un poco de inmutabilidad en las cuestiones públicas.
Construir al hombre educado, implica recordar a los griegos,
quienes crean el concepto de padeia,
refiriendo con ese concepto al hombre formado: su crianza, su instrucción y su
educación. Es decir, que la visión que tenía del hombre tenía un contenido
social, se ponía en juego en esa idea de hombre formado, la idea de un ser
formado para lo social, para lo público, por eso era fundamental, no tan sólo
proveer los conocimientos, marcos conceptuales, sino también, ver los elementos
necesarios para la crianza, por lo que se hace ineludible en todo pensamiento y
política sobre la educación retornar al mundo griego.
El concepto de padeia-
hombre formado-, ideal de formación, proceso de transformación de carácter
personal, basado en el conocimiento reflexivo de una forma natural y última,
fundamental e idéntica, de la vida humana, conlleva hacer del hombre un
ciudadano político, un ser comunitario.
Esta tarea de hacer del hombre un ciudadano
político, un ser comunitario, la ligaron los griegos a los conceptos de nomo y physis, sin los cuales sería imposible
entender la cultura y la paideia
griega. Estos conceptos estaban unidos para los griegos, por lo que las leyes
morales, sociales y políticas eran tan inexorables y reales como las leyes
físicas. Los nomoi de la polis eran a
la comunidad humana, lo que las leyes de la naturaleza son al universo.
Los sofistas y la positivización se opusieron a esta
unidad, los nomoi era creaciones humanas, por lo tanto, renunciables, y
transgredibles, de ahí el el carácter secular de la cultura humana.
El debate si situó ahora entre la racionalidad y el deber ser. Esta confusión o
interdicción, pauta inoportuna, separación, tiene que ver con la forma en que
los griegos comenzaron a describir la
paideia, y la naturaleza humana, esta última concebida como un compuesto de
materia y espíritu, materia-cuerpo-,
y la vertiente personal (arete privada): mediante la virtualidad de la educación
personal, y la vertiente social (arete política): educación social o política.
Pensando en que uno constituía lo aleatorio, fortuito, y lo otro, la extenso e
infinito, eterno y primario. Hoy todavía el debate continua, espíritu y cuerpo
son incluyentes o excluyentes, social e individual, filogénesis y ontogénesis.
Claro que en los tiempos actuales, la añoranza de un naturaleza humana única e
indivisible, eterna y correcta está presente en la atmosfera enrarecida por la
pulsión sexual y agresiva, el agotamiento de la letra es el síntoma, y el
malestar en la cultura de lo público su enfermedad.
Los fines de la educación se reduce a una
disyuntiva, o bien educamos para hacer hombre buenos y libres, esto último como
el arte del escape de aquello que troquela, el Estado, Dios y el gran Otro, una
Antígona hecha reina, en suma, La educación implica o bien forma hombres buenos
y libres, que de si ya es una contradicción, o bien, construimos hombres que
reproduzcan el sistema dominante y sus necesidades civilizatorias y modernas,
una reelección de Creonte como única garantía de armonizaciones, criterio de
verdad y lazo social, en suma, somos engranajes que permiten hacer funcionar la
gran máquina de la vida humana que hemos inventados, felicidad y verdad
administradas por un mito, el Estado y la
racionalidad, que permanentemente nos anulan. Así que toda idea de polis, de ciudad, el lugar propio de la vida
humana, implica educación, ya sea como una contradicción o una prótesis.
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