Alfredo Villa Vásquez
Para
infortunio del magisterio, el desprestigio del sindicalismo magisterial,
necesariamente viene acompañado del desprestigio de los trabajadores de la
educación. Los sindicatos magisteriales sufren de desprestigio por corrupciones
hartamente documentadas. Con los aconteceres actuales (desconocimiento del
liderazgo, deterioro del diálogo, incapacidad de respuestas, argumentación
artificial y velada representatividad) las perspectivas visibles dan idea de una
gran crisis de legitimidad, que nos invita y limita a formular algunas
observaciones generales: parece ser, que
el movimiento sindical magisterial ha perdido su vitalidad, infortunadamente se
nota que sus dirigencias no han sabido adaptarse a los cambios. Las dirigencias
sindicales han olvidado una condición previa a toda discusión sobre el papel
que juegan: la garantía de su libertad o independencia respecto de otros
poderes. Muchos agremiados preguntan continuamente sobre las posibilidades de
supervivencia de “su sindicato”; y, en lugar de preguntar sobre las razones de
su declive, -que bien conocen- , que siempre han avalado, pero que intentan
minimizar, deberían poner énfasis sobre las adaptaciones necesarias de la
organización y de su acción como sindicato. Son ellos mismos, los trabajadores
de la educación, los que deben pronunciarse, en prioridad, sobre el futuro
papel del sindicalismo, como un gremio que se vislumbra únicamente de gestión y
servicios. Estudios prospectivos contienen previsiones pesimistas, provocadas
por estos momentos turbulentos que vivimos, secuela a la última reforma
constitucional en materia educativa. Se aprecia una necesaria adaptación del
movimiento sindical magisterial, ajuste que permitiría al sindicalismo superar en parte sus dificultades actuales. Me
refiero a cuatro aspectos de su vida
interna: sus objetivos, su representatividad, su estructura y sus actividades.
En lo que se refiere a sus objetivos debemos insistir sobre la necesidad de
mantener intacto el objetivo primordial y su verdadera razón de ser: la
defensa de los intereses de los
trabajadores. Objetivo que no debe ser subordinado a ningún otro, como a menudo
observamos que sucede. El segundo aspecto que refiero es el fortalecimiento de
su representatividad, si los sindicatos no mantienen su aspiración tradicional
de representar, si no a la totalidad por lo menos a la gran mayoría de los
trabajadores, corren el riesgo de transformarse progresivamente en una serie de
pequeñas “corporaciones” luchando cada
una separadamente en la defensa de los intereses
particulares de sus miembros. Desafortunadamente, la tendencia actual
parece marchar en esta dirección. El tercer aspecto de esta adaptación se refiere a la necesidad de
revisar las estructuras sindicales actuales,
sobrevivencias del pasado y que, en su mayoría, no toman en cuenta las
transformaciones actuales, necesarias de capacidad, imaginación e intelecto.
Por último, se desprende que las actividades sindicales deberán también ser
profundamente revisadas, fundamentalmente en estos puntos: diversificación de sus
actividades, según las diversas categorías de sus afiliados (no son las mismas necesidades de un
elemento de nuevo ingreso, de un trabajador a mitad de su vida laboral y de un
compañero a punto de retiro), desarrollar y diversificar sus servicios a
todos sus miembros, prestar mayor atención a los cambios culturales e intereses
de sus agremiados, intereses a menudo incompatibles, y por último reorientar
sus actividades poniendo énfasis sobre los aspectos cualitativos de una vida de
trabajo para la niñez y la juventud. Enfocando
lo ocurrido con la dirigencia nacional de los trabajadores de la educación en
nuestro país, uno de los rasgos más característicos en este periodo de
“reajuste” es, precisamente, que la filosofía tradicional del sindicalismo
magisterial está puesta en tela de juicio, por la sociedad y por los
sindicalistas mismos. Pues para vivir y desarrollarse, toda institución tiene
que evitar la rigidez y mantenerse abierta a los cambios que ocurren alrededor
de ella. Combatir el desprestigio y la falta de credibilidad resulta de un
trabajo serio, efectivo, transparente y veraz, es decir abrirse y escuchar
todas las corrientes de opinión, esto dará
inmediato reconocimiento institucional. Tema aparte es la democracia sindical y
la pluralidad como recursos para estrechar los vínculos entre los intereses de
los dirigentes y los agremiados, cuando estos se han distanciado, como ahora
ocurre. El secreto de la permanencia del sindicalismo magisterial ha sido, sin
duda, el haber tratado siempre de adaptarse a las transformaciones ligeras o
profundas que repetidamente ha enfrentado desde su aparición, y a los
trabajadores de la educación les sobra conciencia e imaginación. Más no
paciencia y resignación. Lo palpamos a diario. No hay mañana.
23
de Septiembre 2013
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