Raúl
Hernández Viveros
Cuando
Sergio Pitol fue director de La Palabra y
el Hombre, Revista de la Universidad Veracruzana, 1967, Julio Cortázar
colaboró con su texto “Sobre la exterminación de los cocodrilos en Auvernia”. Fue
una revelación literaria, por su interesante proyecto narrativo de mezclar la
imaginación con la realidad, manifiesta en una escritura sencilla y directa
sobre un asunto relacionado con una hermosa región de Francia. Aquí encontramos
ya las semillas de la creación de un escritor trascendental, que de cosas tan
mundanas se permitió alcanzar la eternidad de las palabras a través de sus
pequeñas obras maestras.
Para mí, la lectura de este texto representó
algo mágico, por su maravillosa creatividad y sencillez, fue como una semilla
que iba a germinar dentro de mi universo literario. Además, marcó el infinito
espacio del poder de la escritura. Ni más ni menos una fuente de inspiración en
donde uno como lector puede adquirir las herramientas indispensables para la
construcción de un espacio y, particularmente, de un nombre mediante cada uno
de los libros que se aportan a las
letras universales.
También reconozco que, con la larga amistad
de Sergio Pitol, mantuve los vínculos y vasos comunicantes hacia el encuentro
con el aprendizaje de ser uno mismo y
tratar de trasmitir el conocimiento. Principalmente aquellos valores que
permiten a cualquier persona llevar al encuentro de obras maestras. Por lo cual,
recuerdo con bastante afecto aquellos años en que uno abre las puertas
inagotables del conocimiento.
Este año, Alfaguara lanzó la edición conmemorativa de Rayuela. Se advierte la ausencia de un
prólogo, donde un especialista explicara
este acontecimiento editorial. La edición del
número 20, 1981, de Texto Crítico, recogió reflexiones sobre la visita de Julio
Cortázar a la Universidad Veracruzana. Ya existían lazos con la comunidad de
escritores de México. En la revista Cambio, el Cronopio Mayor formó parte de
la dirección colectiva, en 1976. Colaboró
con el relato, entonces inédito, “La
noche de Mantequilla”.Incluyó la reseña de Miguel Donoso Pareja sobre Fantomas contra los vampiros multinacionales.
Miguel Donoso Pareja señaló, en aquella
ocasión, que: “En la ficción de Cortázar los personajes (a veces anónimos, a
veces con nombres) son chilenos, argentinos, nicaragüenses, ecuatorianos,
mexicanos, uruguayos, etcétera, dándonos así el mural de una gran nación cuya
primera tarea debe ser salir del subdesarrollo”. En 1968, escribió Julio Cortázar
a Roberto Fernández Retamar: “No puedo ser indiferente al hecho de que mis
libros hayan encontrado en los jóvenes latinoamericanos un eco vital, una
confirmación de latencias, de vislumbres, de aperturas hacia el misterio y la
gran hermosura de la vida”, entre otras ideas desprendidas de su carta.
Dicha intervención y diálogo lo llevó a
visitar en varias ocasiones Cuba. Aquellos encuentros se distinguieron por los que mantuvo con José Lezama Lima. La
amistad se consolidó en la calle
Trocadero de La Habana. Durante estas reuniones brotó el proyecto de realizar
una edición completa y no censurada de Paradiso.
Emmanuel Carballo invitó a colaborar a Julio
Cortázar. Después las consultas fueron a través de cartas originadas por la
revisión crítica.
Paradiso,
apareció en la Editorial Eva, en 1968, bajo la vigilancia de Julio Cortázar y
Carlos Monsiváis, con la revisión del propio autor. Julio Cortázar advirtió que
la novela “vuelve visible por la imagen el
universo esencial del que sólo vivimos usualmente instancias aisladas”. Carlos
Monsiváis realizó la presentación y seleccionó los textos y algunos fragmentos
de Rayuela, para el disco de la UNAM
con la voz de Julio Cortázar. Destacó:
“La imaginación formal, el sentido del humor, la selección crítica de las
perspectivas que ofrece una mezcla de lo occidental y lo oriental, son algunas
virtudes de Rayuela”.
Luis Harss, en el libro Los nuestros, dio a conocer algunas
dudas sobre el valor de su producción
literaria. “No me hago ilusión de que podré lograr algo trascendental”. El
entrevistador contestó la interrogante: “Es
tal vez el primer latinoamericano que lo ha logrado ya. Es tal vez el
primer latinoamericano que ha creado una completa metafísica novelesca”. Y
agregó: “Rayuela es un nuevo concepto
de la experiencia literaria que puede llegar a tener una larga vida en nuestra
literatura”, estas palabras corresponde a 1966.
Ángel Rama comprendió que a Rayuela “puede atribuírsele la calidad
de factor desencadenante de las ventas y sobre todo de las reediciones”, porque
anteriormente los libros de Julio Cortázar permanecieron en sus tirajes
originales. (“El boom en
perspectiva”, La novela en América Latina,
Universidad Veracruzana, 1986). En otra entrevista, incluida en Espejo de escritores, 1985, Julio
Cortázar le reconoció a Saúl Sosnowski la influencia de Julio Verne durante el
proceso de aprendizaje. “Me tocó profundamente, porque él me daba por la vía de
la lectura todo ese contexto de maravillosa riqueza planetaria, los grandes
viajes de sus héroes, todas sus aventuras en países, en mares”. Al morir el narrador,
el 11 de febrero de 1984 en París, Mario Vargas Llosa le rindió estas líneas de
homenaje: “Un extraordinario escritor que contribuyó decisivamente al
florecimiento de la narrativa contemporánea”. Un gran prosista, un hombre de
imaginación inusitada y una vasta cultura literaria, de extraordinaria calidad
humana” José Lezama Lima advirtió de la amistad: “me parece como si los
dos hubiéramos estudiado en el mismo
colegio, o vivido en el mismo barrio, o cuando uno de nosotros dos duerme, el
otro vela y lee en la buena estrella”.
Ramón Xirau reflexionó acerca de que Rayuela, “multiplica perspectivas y ventanas abiertas a personajes vivos y
soñados” (“Crisis de realismo”, América
Latina en su literatura, Siglo XXI, México, 1972). Todavía brillan sus
obras con la esperanza de haber compartido las reflexiones acerca de América
Latina y la vinculación a las letras universales de Jules Florencio Cortázar Scott, quien nació el 26 de agosto de 1914 en Bruselas.
Años después, en la revista Cosmos, número 16, 1975, Xalapa,
Veracruz, el prometedor narrador veracruzano Samuel Walter Medina asombró con
la siguiente reflexión: “el misterio
sería el que Cortázar (propone en CRONOPIOS) en hallar el mundo circundante,
verlo con otros ojos, etc. Aquí el accidente no salta sobre el leyente, como en
anterioridad en sus páginas narrativas, aquí la Cosa se pierde entre las
palabras hasta dejar al lector con la presión cerebral de que “no hallaste que
hubo un casi” o “no viste pero hubo un momento en qué”, etc. “El misterio se
vuelve misterioso, el extrañamiento es la falta de extrañeza, el accidente y su impersistibilidad (recomiendo lecturas
con lupa), a la relectura alerta cae uno en un “¡aquí está!” que está encerrado
en su propia duda, es un libro para presentirse para casi leerse, para acceder
a su misterio cerrado, a sus ceremonias sin reglas. Hemos llegado a una
película ya comenzada y nos cuentan unos de tantos finales, presenciamos la
fracción de un rito cuya raíz y copa están taladas, pudo haber tenido raíz y
copa normales, como zapatos y sombrero o bien, pudo haber tenido en su lugar un
trozo de delfín y un zipper, o nunca tuvo tal vez nada en el sitio del
principio o fin”.
En efecto, Samuel Walter Medina lo
escribió como si fuera la introducción a Rayuela,
de Julio Cortázar, en la revista Cosmos
que fundé en la capital veracruzana como un homenaje y un culto hacia el escritor polaco Witold
Gombrowicz en aquel tiempo en que se definió mi rumbo en el camino destinado al
espacio de la literatura. Como escribió Julio Cortázar: “Toco tu boca, con un
dedo toco el borde de tu boca voy dibujándola como si saliera de mi mano, como
por primera vez tu boca se abriera, y me basta cerrar los ojos y deshacerlo
todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano
elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana
libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un
azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe
por debajo de la que mi mano te dibuja”. Con estas palabras comienza la
verdadera creación literaria, al construir las imágenes que forman parte de la
prueba de nuestra existencia.
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