viernes, 11 de octubre de 2013

EL CAMINO HACIA LA LITERATURA



                                                                                                Raúl Hernández Viveros
 

Cuando Sergio Pitol fue director de La Palabra y el Hombre, Revista de la Universidad Veracruzana, 1967, Julio Cortázar colaboró con su texto “Sobre la exterminación de los cocodrilos en Auvernia”. Fue una revelación literaria, por su interesante proyecto narrativo de mezclar la imaginación con la realidad, manifiesta en una escritura sencilla y directa sobre un asunto relacionado con una hermosa región de Francia. Aquí encontramos ya las semillas de la creación de un escritor trascendental, que de cosas tan mundanas se permitió alcanzar la eternidad de las palabras a través de sus pequeñas obras maestras.
    Para mí, la lectura de este texto representó algo mágico, por su maravillosa creatividad y sencillez, fue como una semilla que iba a germinar dentro de mi universo literario. Además, marcó el infinito espacio del poder de la escritura. Ni más ni menos una fuente de inspiración en donde uno como lector puede adquirir las herramientas indispensables para la construcción de un espacio y, particularmente, de un nombre mediante cada uno de los libros  que se aportan a las letras universales.
    También reconozco que, con la larga amistad de Sergio Pitol, mantuve los vínculos y vasos comunicantes hacia el encuentro con el aprendizaje de ser uno mismo y  tratar de trasmitir el conocimiento. Principalmente aquellos valores que permiten a cualquier persona llevar al encuentro de obras maestras. Por lo cual, recuerdo con bastante afecto aquellos años en que uno abre las puertas inagotables del conocimiento.
     Este año, Alfaguara lanzó  la edición conmemorativa de Rayuela. Se advierte la ausencia de un prólogo, donde un especialista  explicara  este  acontecimiento editorial. La edición del número 20, 1981, de Texto Crítico,  recogió reflexiones sobre la visita de Julio Cortázar a la Universidad Veracruzana. Ya existían lazos con la comunidad de escritores de México. En  la revista Cambio, el Cronopio Mayor formó parte de la dirección colectiva, en  1976. Colaboró con el relato, entonces  inédito, “La noche de Mantequilla”.Incluyó la reseña de Miguel Donoso Pareja sobre Fantomas contra los vampiros multinacionales.
    Miguel Donoso Pareja señaló, en aquella ocasión, que: “En la ficción de Cortázar los personajes (a veces anónimos, a veces con nombres) son chilenos, argentinos, nicaragüenses, ecuatorianos, mexicanos, uruguayos, etcétera, dándonos así el mural de una gran nación cuya primera tarea debe ser salir del subdesarrollo”. En 1968, escribió Julio Cortázar a Roberto Fernández Retamar: “No puedo ser indiferente al hecho de que mis libros hayan encontrado en los jóvenes latinoamericanos un eco vital, una confirmación de latencias, de vislumbres, de aperturas hacia el misterio y la gran hermosura de la vida”,  entre  otras ideas desprendidas  de su carta.
     Dicha intervención y diálogo lo llevó a visitar en varias ocasiones Cuba. Aquellos encuentros se  distinguieron por  los que mantuvo con José Lezama Lima. La amistad se consolidó  en la calle Trocadero de La Habana. Durante estas reuniones brotó el proyecto de realizar una edición completa y no censurada de Paradiso.  Emmanuel Carballo invitó a colaborar a Julio Cortázar. Después las consultas fueron a través de cartas originadas por la revisión crítica.
     Paradiso, apareció en la Editorial Eva, en 1968, bajo la vigilancia de Julio Cortázar y Carlos Monsiváis, con la revisión del propio autor. Julio Cortázar advirtió que la novela “vuelve  visible por la imagen el universo esencial del que sólo vivimos usualmente instancias aisladas”. Carlos Monsiváis realizó la presentación y seleccionó los textos y algunos fragmentos de Rayuela, para el disco de la UNAM con la voz de  Julio Cortázar. Destacó: “La imaginación formal, el sentido del humor, la selección crítica de las perspectivas que ofrece una mezcla de lo occidental y lo oriental, son algunas virtudes de Rayuela”.
    Luis Harss, en el libro Los nuestros, dio a conocer algunas dudas sobre el valor  de su producción literaria. “No me hago ilusión de que podré lograr algo trascendental”. El entrevistador contestó la interrogante: “Es  tal vez el primer latinoamericano que lo ha logrado ya. Es tal vez el primer latinoamericano que ha creado una completa metafísica novelesca”. Y agregó: “Rayuela es un nuevo concepto de la experiencia literaria que puede llegar a tener una larga vida en nuestra literatura”, estas palabras corresponde a 1966.
     Ángel Rama comprendió que a Rayuela “puede atribuírsele la calidad de factor desencadenante de las ventas y sobre todo de las reediciones”, porque anteriormente los libros de Julio Cortázar permanecieron en sus tirajes originales. (“El boom en perspectiva”, La novela en América Latina, Universidad Veracruzana, 1986). En otra entrevista, incluida en Espejo de escritores, 1985, Julio Cortázar le reconoció a Saúl Sosnowski la influencia de Julio Verne durante el proceso de aprendizaje. “Me tocó profundamente, porque él me daba por la vía de la lectura todo ese contexto de maravillosa riqueza planetaria, los grandes viajes de sus héroes, todas sus aventuras en países, en mares”. Al morir el narrador, el 11 de febrero de 1984 en París, Mario Vargas Llosa le rindió estas líneas de homenaje: “Un extraordinario escritor que contribuyó decisivamente al florecimiento de la narrativa contemporánea”. Un gran prosista, un hombre de imaginación inusitada y una vasta cultura literaria, de extraordinaria calidad humana” José Lezama Lima advirtió de la amistad: “me parece como si los dos  hubiéramos estudiado en el mismo colegio, o vivido en el mismo barrio, o cuando uno de nosotros dos duerme, el otro vela y lee en la buena estrella”.
     Ramón Xirau reflexionó acerca de que  Rayuela,multiplica perspectivas  y ventanas abiertas a personajes vivos y soñados” (“Crisis de realismo”, América Latina en su literatura, Siglo XXI, México, 1972). Todavía brillan sus obras con la esperanza de haber compartido las reflexiones acerca de América Latina y la vinculación a las letras universales de Jules  Florencio Cortázar Scott, quien nació  el 26 de agosto de 1914 en Bruselas.
     Años después, en la revista Cosmos, número 16, 1975, Xalapa, Veracruz, el prometedor narrador veracruzano Samuel Walter Medina asombró con la siguiente  reflexión: “el misterio sería el que Cortázar (propone en CRONOPIOS) en hallar el mundo circundante, verlo con otros ojos, etc. Aquí el accidente no salta sobre el leyente, como en anterioridad en sus páginas narrativas, aquí la Cosa se pierde entre las palabras hasta dejar al lector con la presión cerebral de que “no hallaste que hubo un casi” o “no viste pero hubo un momento en qué”, etc. “El misterio se vuelve misterioso, el extrañamiento es la falta de extrañeza, el accidente  y su impersistibilidad (recomiendo lecturas con lupa), a la relectura alerta cae uno en un “¡aquí está!” que está encerrado en su propia duda, es un libro para presentirse para casi leerse, para acceder a su misterio cerrado, a sus ceremonias sin reglas. Hemos llegado a una película ya comenzada y nos cuentan unos de tantos finales, presenciamos la fracción de un rito cuya raíz y copa están taladas, pudo haber tenido raíz y copa normales, como zapatos y sombrero o bien, pudo haber tenido en su lugar un trozo de delfín y un zipper, o nunca tuvo tal vez nada en el sitio del principio o fin”.
     En efecto, Samuel Walter Medina lo escribió como si fuera la introducción a Rayuela, de Julio Cortázar, en la revista Cosmos que fundé en la capital veracruzana como un homenaje  y un culto hacia el escritor polaco Witold Gombrowicz en aquel tiempo en que se definió mi rumbo en el camino destinado al espacio de la literatura. Como escribió Julio Cortázar: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca voy dibujándola como si saliera de mi mano, como por primera vez tu boca se abriera, y me basta cerrar los ojos y deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca  que sonríe  por debajo de la que mi mano te dibuja”. Con estas palabras comienza la verdadera creación literaria, al construir las imágenes que forman parte de la prueba de nuestra existencia.


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