Reseña no oficial de “El amor es un plato que se sirve crudo” de Estefanía
P. Licea
Alberto Rafael León Ramos
El tópico del
amor es un asunto muy humano. Demasiado humano. El amor ha causado guerras y también las ha
evitado. El amor es fuente de inspiración para muchos y por ello se han
compuesto canciones, poemas, novelas, teatro y un sinfín de cosas. En resumen, el amor es una constante en la
historia de la humanidad. Pero ¿qué es el amor? Buena pregunta; y ahora más,
que tratar de generar todo un tratado filosófico que dé cuenta de la cuestión
me enfocaré en darle la palabra a una autora muy mexicana. Ella se llama
Estefanía P. Licea.
Conocí a
Estefanía P. Licea[1] en
la ciudad de Toluca de Lerdo, Estado de México, aquí en nuestro país. Todo
empezó cuando ordenábamos trebejos que debían ser ubicados en otro lugar, ya
que la persona encargada del recinto
cultural lo necesitaba debía ocuparlo para otras actividades. Esto se dio por
el hecho de que la autora y yo coincidimos en tiempo y espacio, por ser partes
de una misma asociación cultural, ANEFH a.c[2].,
que tiene por objeto generar actividades en todo el país.
Como decía, esa
ocasión estábamos ayudando de manera voluntaria en el reacomodo de algunas
cosas, y
como todo voluntario haces lo que te ordenan. Por mi parte, tengo
que decir que me limitaba a seguir las órdenes de los encargados del proyecto
ya que ellos eran los que realmente sabían lo que contenían aquellas cajas
llenas de libros, material reciclado, utilería, pintura, alambres y
herramientas. En ese sentido mi trabajo
era fácil, seguir órdenes y procurar no romper nada valioso. Ya era tarde y el espacio debía estar
desocupado para la noche, fue así que ocuparon dos personas para acomodar todo
en cajas y reubicar algunas otras en otro cuarto a pocos metros del cuarto de
cachivaches. Entonces, me dijeron que
ayudara a la persona que se encontraba en el cuarto de trebejos, y eso
hice. Acto seguido me dirigí al lugar
encontrándome con una joven persona ocupada en ordenar aquél océano de
objetos. Entonces entre los dos
comenzamos a poner todo en relativo orden, y así fue que empezamos a charlar. Le pregunté qué hacía o a qué se dedicaba, a
lo cual me respondió
-
Soy
psicóloga. Soy escritora, tengo un libro. Colaboro para una revista
independiente. También tengo un programa de radio y hago cosas culturales. ¡En
fin soy como el ajonjolí de todos los moles! ¿y tú?
-
Hago lo
mismo, pero desde la filosofía (respondí)…
Fue en ese
momento que encontré aquella persona que hace cosas similares a las que me
vengo dedicando desde hace más de ocho
años. Esto de primera instancia me fue muy agradable e hizo me interesase en el
libro que me había mencionado. Después,
en otro momento y lugar, tuve la oportunidad de conocer el libro siendo el
título lo que más llamó mi atención “El
amor es un plato que se sirve crudo”. La metáfora es muy sugerente por lo
cual no pude resistirme a comprarlo. Es así que llegué a saborear aquellas páginas
que ahora mismo deseo reseñar para
generar en el atento lector el mismo interés que a mí me ha causado. Espero que
la empresa sea lograda.
Estefanía P.
Licea nos presenta un tema muy presente e importante para las personas dado que
ello ha estado presente desde que Eva
hizo probarle la manzana[3]
a Adán, para los creyentes. O desde que el gran universo empezó a darle la
oportunidad de existencia a los
homínidos. Para los fans de la ciencia. El caso es que el amor es una constante en la existencia de
las sutantividades humanas[4]
en la tierra. Pero bien ¿qué novedad
tiene un libro sobre el amor? ¿no acaso
ya Platón habló de ello en su hermoso diálogo del Banquete? ¿no fue también Cicerón aquel que retomó el tópico? ¿y no es
también que hoy en día se puede encontrar en cualquier librería obras en donde
el tema central es el amor? Sí, pero no.
Y esto aunque parezca romper la primera regla de la lógica, la de no
contradicción, nos da paso de comentar el libro ya que la presentación del tema
es muy atrayente.
Cuando accedemos
al libro se nos comienza diciendo que debemos despojarnos de prejuicios, de
concepciones irreales del amor o el amar, también se nos invita a dejar de
leerlo si es que se piensa que en las precedentes páginas se va encontrar una “rece
mágica” para el amor. En términos filosóficos sería hacer epojé fenomenológica[5].
Hecha la advertencia comienza a exponer
sus ideas a través de un lenguaje fluido, claro, sin rebuscamientos estilísticos y con un toque muy personal.
Haciendo sentir que estás hablado con la autora cara a cara en una tarde de
café. Una característica que es substancial
resaltar.
En ese sentido,
nos va guiando al tema del amor desde un punto de vista diferente. Es decir, no
empieza afirmando cosas y tratando de convencer del por qué el amor es bueno,
ni tampoco diciendo que debemos amarnos los unos a los otros a
priori, tampoco nos dice que el amor deba ser del tipo “holliwodense”,
es decir, con final feliz. Empieza
tratando de hacernos ver lo que no es el amor.
Esa es una vía negativa. Pero esto no significa que el libro comience
con un enfoque negativo del amor, sino lo que busca es hacer catarsis en las
mentes de los lectores y con ello lograr un claro entendimiento de la propuesta
que nos tiene, para ser fieles a la metáfora de la cocina y del comer que
utiliza la autora, puedo decir que
nadie quiere degustar una comida
en un plato que está sucio. Para ello el
recurso del “cocinar” es lo que le imprime un toque muy suyo. Y de entrada nos da
una idea de lo que va entender por amor “Para
que el amor se acompañe de puntos suspensivos y no de puntos finales, debe
trabajarse, cultivarse, moldarse día a día, debe nutrirse de valores, de
entrega, de respeto, de verdad, de reciprocidad.” (Licea, 2015; 72)
De esa manera
nos pone un anzuelo que nos apresa por lo cual no es posible dejar de leer. De
manera personal eso sentí. Antes de
llegar al punto central que desea explicar la autora nos hace dar un recorrido,
camuflajeado de psicología, por
varias concepciones del hombre y del
amor, también nos hace mostración de la
manera en que los humanos creemos que amamos e incluso en los diferentes modos
de amor que nos ha estado vendiendo el capitalismo como el de “meses sin
intereses”, “cajitas felices”, “marcas
de ropa exclusiva”, entre otros que bien conocemos hoy en día y al cual podemos
acceder al acercarnos a uno de esos lugares abrevaderos que todos llaman plaza
comercial.
El recurso de la
poesía es otro que está presente en el libro.
Es sabido que cuando los conceptos no alcanza a definir nuestro
pensamiento la poesía cumple un lugar importante, así lo demuestra la autora,
pues, de manera sutil nos va dando migajas para degustar y con ello logra
atraer tanto la atención como hacer que recordemos las experiencias vividas. Otros puntos
guía son los conceptos de responsabilidad y felicidad, con ellos nos
presenta una idea: si quieres llegar a
ser feliz primero hazte responsable de ti mismo. “La responsabilidad de ser felices – afirmarían los humanistas- está
justo en nosotros, depende de nuestras acciones, de nuestros ideales, de
nuestros propósitos, de nuestras proyecciones personales, de nuestro amor
propio por lo tanto, ya no es válido esperar encontrarla en lo que nos
circunda” (Licea, 2015; 45)
De esa manera nos
remite a otro punto focal. El de amar sin expectativa. Muchas veces los humanos
creemos merecer todo, pero nada más erróneo que tener una falsa expectativa de
la persona a la cual dirigimos nuestro cariño. Además de que ese inicio es
también un punto débil cuando de amar se trata. En ese tenor, la autora nos da una sacudida
para no dejarse engañar por aquella falsa postura. Puesto de lo que nosotros pensamos a lo que realmente es, hay mucha
diferencia tanto ontica como ontológica. Y concluye el apartado con una idea que nos da
paso a la reflexión. La expectativa no debe rebasar la realidad, pero esa
realidad debe ser muy firme. Con ello no estaremos amando algo que no es, algo
irreal, pero eso no significa que el amor no tenga existencia, sólo que se
necesita ir a la praxis misma, ya que
“el amor se debe condensar en nuestros
actos cotidianos, dando, haciendo y demostrando permanentemente el amor que
sentimos por el otro y por nosotros mismos” (Liceca, 2015; 73)
Con ello pasa a
otros temas relacionados con el amor: enamoramiento, sexo, infidelidad,
promesas, perdón, y dependencia emocional. Con un despliegue estilístico
llamativo nos centra estos temas escabrosos con ejemplos sencillos de digerir, pero detrás de aquellas palabras se encuentra
un profundo análisis reflexivo del comportamiento humano, todo ello la lleva a
mezclar experiencias vividas, teoría y
literatura; el resultado es que
presenta aquellos temas de manera
concisa y acatando, involuntariamente, la sentencia que David Hume da a los filósofos: la claridad es la cortesía del filósofo.
Aunque aquí le podríamos cambiar una palabra: la claridad es la cortesía del
escritor.
De esa manera
llega al capítulo final en donde el lector va encontrar no una receta mágica y
definitiva del amor, como ya ella misma menciona al inicio, sino un corazón que
habla desde la profundidad de la existencia.
Ahí nos presenta una serie de puntos a tomar en cuenta para ser felices tales como:
“Dejar de escupir todas tus miserias…” “ Deja de quejarte de lo mala y miserable que es tu
vida…” Demuestra a la personas lo que significan para ti…” “Cultiva mente y
cuerpo…” y otras más. Y llegados hasta
aquí concuerdo con la escritora cuando
afirma. “El amor es la representación
exacta del trabajo cotidiano, se construye cada día, con cada acto, se trabaja,
se moldea y se…” (Licea, 2015;123)
Haz leído bien, he omitido la
parte esencial del texto para generar
curiosidad porque se muy bien que la curiosidad siempre mata al gato.
Hasta aquí mi
reseña no oficial de “El amor es un plato que se sirve crudo”
de Estefanía P. Licea. Invito al amable lector a
sumergirse en estas páginas, así como a compartir el texto. Estoy seguro que E. P. Licea tendrá un buen
sendero en éste tiempo y espacio, lleno de luz, éxitos y amor. No solamente en
el ámbito literario sino en su realidad personal. De
corazón a corazón eso intuyo.
Bibliografía
-
Licea. P., Estefanía (2015), El amor es un plato
que se sirve crudo, editorial Rosa Ma.
Porrúa, México.
[1]
Joven mexicana, licenciada en psicología, egresada con la presea por excelencia
académica, investigadora, locutora de radio, miembro co-fundador de una
asociación multidisciplinaria, docente, originaria de Toluca, Edo. México.
[2]
Para saber más de ANEFH a.c., ingresar a su página wwww.anefh.mx o a su
Facebook ANEFH A. C. Si se prefiere
buscar en esa misma red social su
actividad más representativa últimamente, PROLECTORES.
[3]
Cabe una acotación, la biblia no dice que es una manzana sino un fruto, el
“árbol prohibido”. Cosa tal vez sin importancia pero que deseaba mencionar por
puro gusto tipo Larousse.
[4]
Para saber más de qué es la sustantividad humana remitirse a un filósofo
llamado Xavier Zubiri; aunque en resumen sustantividad humana significa persona.
[5]
Epojé fenomenológica remite a la filosofía de Edmund Husserl y básicamente es
suspensión del juicio.
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