jueves, 12 de mayo de 2016

“El amor es un plato que se sirve crudo”

Reseña no oficial de “El amor es un plato que se sirve crudo” de  Estefanía  P. Licea
Alberto Rafael León Ramos

El tópico del amor es un asunto muy humano. Demasiado humano.  El amor ha causado guerras y también las ha evitado. El amor es fuente de inspiración para muchos y por ello se han compuesto canciones, poemas, novelas, teatro y un sinfín de cosas.  En resumen, el amor es una constante en la historia de la humanidad. Pero ¿qué es el amor? Buena pregunta; y ahora más, que tratar de generar todo un tratado filosófico que dé cuenta de la cuestión me enfocaré en darle la palabra a una autora muy mexicana. Ella se llama Estefanía P. Licea.
Conocí a Estefanía P. Licea[1] en la ciudad de Toluca de Lerdo, Estado de México, aquí en nuestro país. Todo empezó cuando ordenábamos trebejos que debían ser ubicados en otro lugar, ya que  la persona encargada del recinto cultural lo necesitaba debía ocuparlo para otras actividades. Esto se dio por el hecho de que la autora y yo coincidimos en tiempo y espacio, por ser partes de una misma asociación cultural, ANEFH a.c[2]., que tiene por objeto generar actividades en todo el país.
Como decía, esa ocasión estábamos ayudando de manera voluntaria en el reacomodo de algunas cosas, y  como todo voluntario haces lo que te ordenan. Por mi parte, tengo que decir que me limitaba a seguir las órdenes de los encargados del proyecto ya que ellos eran los que realmente sabían lo que contenían aquellas cajas llenas de libros, material reciclado, utilería, pintura, alambres y herramientas.  En ese sentido mi trabajo era fácil, seguir órdenes y procurar no romper nada valioso.   Ya era tarde y el espacio debía estar desocupado para la noche, fue así que ocuparon dos personas para acomodar todo en cajas y reubicar algunas otras en otro cuarto a pocos metros del cuarto de cachivaches.   Entonces, me dijeron que ayudara a la persona que se encontraba en el cuarto de trebejos, y eso hice.  Acto seguido me dirigí al lugar encontrándome con una joven persona ocupada en ordenar aquél océano de objetos.  Entonces entre los dos comenzamos a poner todo en relativo orden, y así fue que empezamos a charlar.  Le pregunté qué hacía o a qué se dedicaba, a lo cual me respondió
-          Soy psicóloga. Soy escritora, tengo un libro. Colaboro para una revista independiente. También tengo un programa de radio y hago cosas culturales. ¡En fin soy como el ajonjolí de todos los moles! ¿y tú?
-          Hago lo mismo, pero desde la filosofía (respondí)…
Fue en ese momento que encontré aquella persona que hace cosas similares a las que me vengo dedicando desde hace más de  ocho años. Esto de primera instancia me fue muy agradable e hizo me interesase en el libro que me había mencionado.   Después, en otro momento y lugar, tuve la oportunidad de conocer el libro siendo el título lo que más llamó mi atención “El amor es un plato que se sirve crudo”. La metáfora es muy sugerente por lo cual no pude resistirme a comprarlo. Es así que llegué a saborear aquellas páginas que ahora mismo deseo  reseñar para generar en el atento lector el mismo interés que a mí me ha causado. Espero que la empresa sea lograda.
Estefanía P. Licea nos presenta un tema muy presente e importante para las personas dado que ello ha estado  presente desde que Eva hizo probarle la manzana[3] a Adán, para los creyentes. O desde que el gran universo empezó a darle la oportunidad de existencia  a los homínidos. Para los fans de la ciencia. El caso es que  el amor es una constante en la existencia de las sutantividades humanas[4] en la tierra.  Pero bien ¿qué novedad tiene un libro sobre el amor?  ¿no acaso ya Platón habló de ello en su hermoso diálogo del Banquete? ¿no fue también  Cicerón aquel que retomó el tópico? ¿y no es también que hoy en día se puede encontrar en cualquier librería obras en donde el tema central es el amor?  Sí, pero no. Y esto aunque parezca romper la primera regla de la lógica, la de no contradicción, nos da paso de comentar el libro ya que la presentación del tema es muy atrayente.
Cuando accedemos al libro se nos comienza diciendo que debemos despojarnos de prejuicios, de concepciones irreales del amor o el amar, también se nos invita a dejar de leerlo si es que se piensa que en las precedentes páginas se va encontrar una “rece mágica” para el amor. En términos filosóficos sería hacer epojé fenomenológica[5]. Hecha la advertencia comienza   a exponer sus ideas a través de un lenguaje fluido, claro, sin rebuscamientos  estilísticos y con un toque muy personal. Haciendo sentir que estás hablado con la autora cara a cara en una tarde de café. Una  característica que es substancial resaltar.
En ese sentido, nos va guiando al tema del amor desde un punto de vista diferente. Es decir, no empieza afirmando cosas y tratando de convencer del por qué el amor es bueno, ni tampoco diciendo que debemos amarnos los unos a los otros  a priori, tampoco nos dice que el amor deba ser  del tipo “holliwodense”, es decir, con final feliz.  Empieza tratando de hacernos ver lo que no es el amor.  Esa es una vía negativa. Pero esto no significa que el libro comience con un enfoque negativo del amor, sino lo que busca es hacer catarsis en las mentes de los lectores y con ello lograr un claro entendimiento de la propuesta que nos tiene, para ser fieles a la metáfora de la cocina y del comer que utiliza la autora, puedo decir que  nadie  quiere degustar una comida en un plato que está sucio.  Para ello el recurso del “cocinar” es lo que le imprime un toque muy suyo.   Y de entrada nos da una idea de lo que va entender por amor “Para que el amor se acompañe de puntos suspensivos y no de puntos finales, debe trabajarse, cultivarse, moldarse día a día, debe nutrirse de valores, de entrega, de respeto, de verdad, de reciprocidad.” (Licea, 2015; 72)
De esa manera nos pone un anzuelo que nos apresa por lo cual no es posible dejar de leer. De manera personal eso sentí.   Antes de llegar al punto central que desea explicar la autora nos hace dar un recorrido, camuflajeado de psicología,  por varias  concepciones del hombre y del amor, también  nos hace mostración de la manera en que los humanos creemos que amamos e incluso en los diferentes modos de amor que nos ha estado vendiendo el capitalismo como el de “meses sin intereses”, “cajitas felices”,  “marcas de ropa exclusiva”, entre otros que bien conocemos hoy en día y al cual podemos acceder al acercarnos a uno de esos lugares abrevaderos que todos llaman plaza comercial.
El recurso de la poesía es otro que está presente en el libro.  Es sabido que cuando los conceptos no alcanza a definir nuestro pensamiento la poesía cumple un lugar importante, así lo demuestra la autora, pues, de manera sutil nos va dando migajas para degustar y con ello logra atraer tanto la atención como hacer que recordemos las experiencias vividas.   Otros puntos  guía son los conceptos de responsabilidad y felicidad, con ellos nos presenta  una idea: si quieres llegar a ser feliz primero hazte responsable de ti mismo. “La responsabilidad de ser felices – afirmarían los humanistas- está justo en nosotros, depende de nuestras acciones, de nuestros ideales, de nuestros propósitos, de nuestras proyecciones personales, de nuestro amor propio por lo tanto, ya no es válido esperar encontrarla en lo que nos circunda” (Licea, 2015; 45)
De esa manera nos remite a otro punto focal. El de amar sin expectativa. Muchas veces los humanos creemos merecer todo, pero nada más erróneo que tener una falsa expectativa de la persona a la cual dirigimos nuestro cariño. Además de que ese inicio es también un punto débil cuando de amar se trata.  En ese tenor, la autora nos da una sacudida para no dejarse engañar por aquella falsa postura. Puesto de lo que nosotros pensamos a lo que realmente es, hay mucha diferencia tanto ontica como ontológica.  Y concluye el apartado con una idea que nos da paso a la reflexión. La expectativa no debe rebasar la realidad, pero esa realidad debe ser muy firme. Con ello no estaremos amando algo que no es, algo irreal, pero eso no significa que el amor no tenga existencia, sólo que se necesita ir a la praxis misma, ya que “el amor se debe condensar en nuestros actos cotidianos, dando, haciendo y demostrando permanentemente el amor que sentimos por el otro y por nosotros mismos” (Liceca,  2015; 73)   
Con ello pasa a otros temas relacionados con el amor: enamoramiento, sexo, infidelidad, promesas, perdón, y dependencia emocional. Con un despliegue estilístico llamativo nos centra estos temas escabrosos con ejemplos sencillos de digerir,  pero detrás de aquellas palabras se encuentra un profundo análisis reflexivo del comportamiento humano, todo ello la lleva a mezclar  experiencias vividas, teoría y literatura; el resultado es que  presenta  aquellos temas de manera concisa y acatando, involuntariamente,  la sentencia que David Hume da a los filósofos: la claridad es la cortesía del filósofo. Aunque aquí le podríamos cambiar una palabra: la claridad es la cortesía del escritor.
De esa manera llega al capítulo final en donde el lector va encontrar no una receta mágica y definitiva del amor, como ya ella misma menciona al inicio, sino un corazón que habla desde la profundidad de la existencia.  Ahí nos presenta una serie de puntos a tomar en cuenta para ser felices  tales como:  “Dejar de escupir todas tus miserias…” “ Deja  de quejarte de lo mala y miserable que es tu vida…” Demuestra a la personas lo que significan para ti…” “Cultiva mente y cuerpo…” y otras más. Y  llegados hasta aquí  concuerdo con la escritora cuando afirma. “El amor es la representación exacta del trabajo cotidiano, se construye cada día, con cada acto, se trabaja, se moldea y se…” (Licea, 2015;123)  Haz leído bien, he omitido  la parte esencial del texto para  generar curiosidad  porque se muy bien que la curiosidad siempre mata al gato.
Hasta aquí mi reseña no oficial de “El amor es un plato que se sirve crudo” de  Estefanía  P. Licea. Invito al amable lector a sumergirse en estas páginas, así como a compartir el texto.  Estoy seguro que E. P. Licea tendrá un buen sendero en éste tiempo y espacio, lleno de luz, éxitos y amor. No solamente en el ámbito literario sino en su realidad personal.  De corazón a corazón eso intuyo.


Bibliografía
-          Licea. P., Estefanía (2015), El amor es un plato que se sirve crudo, editorial  Rosa Ma. Porrúa, México.



[1] Joven mexicana, licenciada en psicología, egresada con la presea por excelencia académica, investigadora, locutora de radio, miembro co-fundador de una asociación multidisciplinaria, docente, originaria de Toluca, Edo. México. 
[2] Para saber más de ANEFH a.c., ingresar a su página wwww.anefh.mx o a su Facebook ANEFH A. C.  Si se prefiere buscar en esa misma  red social su actividad más representativa últimamente, PROLECTORES.
[3] Cabe una acotación, la biblia no dice que es una manzana sino un fruto, el “árbol prohibido”. Cosa tal vez sin importancia pero que deseaba mencionar por puro gusto tipo Larousse.
[4] Para saber más de qué es la sustantividad humana remitirse a un filósofo llamado Xavier Zubiri; aunque en resumen sustantividad humana significa  persona.
[5] Epojé fenomenológica remite a la filosofía de Edmund Husserl y básicamente es suspensión del juicio.

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