INTERTEXTOS
El
impresionante Mundo Chino
Juan
Fernando Romero Fuentes
Occidente,
que sigue casi sin saber lo que le debe al mundo chino.
Jacques Gernet
“Estamos
todavía muy lejos de habernos dado cuenta y apreciado justamente todas las
consecuencias del descubrimiento de China por parte de Europa a partir del
siglo XVI. A fin de cuentas podría ser que hubiera contribuido en mucho mayor grado del que creemos a la
formación del mundo moderno. Y es que, de hecho, tras, la época de la
decadencia y humillación [por parte de Europa] que conoció el mundo chino, el
interés apasionado que habían suscitado en el siglo XVIII las instituciones
sociales y políticas, el pensamiento, las técnicas y las artes de China cayó en
el olvido. Occidente se enorgulleció de unos rápidos progresos cuyo mérito se atribuyó exclusivamente a sí
mismo. Pero es posible que algún día su expansión merezca un juicio más
matizado”. (Las cursivas son propias).
Jacques
Gernet (2007), El mundo chino,
Barcelona, Editorial Crítica; una obra enciclopédica presentada en un solo
volumen que resume un trabajo de muchos años basado en una fuente enorme de
libros, revistas, periódicos y documentos en chino y en japonés. No se trata sólo
de China, sino de Corea, Vietnam, Japón y todos los países del sureste de Asia,
que forman parte de la misma comunidad de civilización. Explica Gernet que el
mundo chino se desarrolló en el contexto histórico-geográfico de una muy
extensa parte del continente eurasiático desde hace más de cuatro mil años. Lo
nutren diversidad de pueblos y lenguas que producen la riqueza de su formación
cultural y artística, la evolución constante de su economía, el amplio
contraste de sus climas y de sus formas de vida, la demografía explosiva, la
complejidad y transformación de su sociedad y su política.
Ante
la abrumante evidencia empírica que presenta Gernet, nos podemos dar cuenta de
que China no sólo no está atrasada con respecto a Occidente, sino que ha
estado, y sigue estando, más “adelantada” que Occidente, excluyendo el
paréntesis de las invasiones
occidentales y la guerra civil (circa 1830-1949). Y si sigue estando,
puede significar dos cosas: la primera que ello explicaría porque de forma tan
rápida, en una sola generación, China se “modernizó” en los últimos treinta
años; y la segunda, que lo que se está gestando en China en el inicio del siglo
XXI revolucionará al mundo como un todo en las próximas décadas, muestras de lo
cual ya tenemos unos ejemplos en el 2010-2020.
El
libro está llena de sorpresas: “China […] contribuyó poderosamente a la
formación del pensamiento político moderno y algunas de sus instituciones
fundamentales se imitaron en Europa [en el siglo XVIII]”. “Toda la ciencia
demográfica moderna […] fue sugerida por primera vez en China”. “La importancia
concedida a la agricultura en la China de los Qing inspiró el pensamiento de
los fisiócratas [1700] quienes introdujeron en Occidente la noción de ‘orden
natural’.”
Y
así, afirma Gernet, debemos más a China de lo que se nos enseña: allá se empezó
a producir y multiplicar libros medio milenio antes de que Europa inventará la
imprenta; lanzas incendiarias, bombas de humo, granadas explosivas, cohetes, la
producción masiva de armas, la brújula marítima, el eficaz cultivo del arroz y
el transporte fluvial; la cartografía basada desde el siglo III en un sistema
de paralelos equidistantes norte-sur, lo que permitió que entre los siglos X y
XV China fuera la mayor potencia marítima
de la historia; la comercialización y la monetarización generalizada de la
economía; las matemáticas, el pensamiento moral y político, la sociología, una
filosofía de la historia que evoca a Vico y a Hegel, la crítica histórica y la
crítica de los textos, desarrollado mucho antes que Europa. La producción de
hierro fundido que en 1078 supera las 114,000 toneladas, mientras que en la Inglaterra de 1788 sólo
llegó a 68,000 toneladas (en esta época en Liguo, China, existen 3600 obreros).
La pintura de paisaje que aparece en China más de un milenio antes de la que se
desarrollara en Europa. Y para terminar esta apretadísima síntesis (que excluye
muchos de los productos más famosos que China aportó al Occidente), “hasta el
siglo XVIII se imprimieron más libros en China que en todo el resto del mundo.
En ninguna otra civilización la tradición escrita […] tiene tanta importancia”.
Sólo
que aún hay mucho más: “De hecho, las influencias de China no se limitaron a
los campos del pensamiento político y social, de las instituciones y de las
técnicas: es muy probable que hayan actuado sobre la formación del pensamiento
científico moderno. […] el interés de Leibniz [en el pensamiento chino] estimuló
quizá el desarrollo de la lógica matemática en Europa”. Y cita otros ejemplos
de influencia china: magnetismo, noción de campo de fuerza, idea de los
torbellinos corpusculares, idea de la propagación por ondas, lógica
combinatoria, concepción de una totalidad
orgánica, y de la autorregulación de los organismos… , nociones todas ellas ausentes de la tradición occidental en el siglo
XVII, precisa el autor.
Documenta
Gernet el intercambio entre chinos y jesuitas, particularmente el de Leibniz,
quien estudió a China por medio del intercambio epistolar con los eruditos frailes,
y lo cita Gernet: “Veo que la mayoría de sus misioneros tiende a hablar con desprecio
de los conocimientos de los chinos; sin embargo, dado que su lengua y su carácter,
su forma de vida, sus artes y manufacturas e incluso sus juegos difieren de los
nuestros como si de gentes de otros planetas se tratara, es imposible […] que
no nos aporten unas luces considerables, y en mi opinión mucho más útiles que
el conocimiento de los griegos y romanos a los que se entregan tantos sabios”.
La hipótesis del sinólogo Joseph Needham resumida por Gernet, es que Leibniz, el sinófilo, está en un extremo de la cadena que conduce a los conocimientos más
recientes [1990] del pensamiento científico.
Y
del lado chino, el “espíritu curioso y abierto” de Kangsi, quien se interesó
por la pintura, la arquitectura y la mecánica occidentales. Es a petición suya
que el padre jesuita Antoine Thomas fija la longitud del li en función del
meridiano terrestre en 1702, o sea, 90 años de la definición del metro en
Francia.
Jacques
Gernet escribe: “todo aquello que está
lejano parece simple” y pasa a describir la complejidad que está atrás de los
grandes acontecimientos de la historia china, así mismo ubica las múltiples
relaciones de la geografía con la historia, es decir, sigue –sin señalarlo
explícitamente- la historiografía de la Escuela de los Annales, y deja a un lado la tradicional historia política, como la
de Fairbank en China, una nueva historia.
Además, como auxilio para sus lectores, incluye reflexiones introductorias y conclusiones
en cada capítulo que resumen y añaden reflexiones sobre cada período indicado, y
que, siguiendo a Collingwood, desarrollan una posible -aunque breve- idea de la
historia, pero sin llegar a grandes generalizaciones como las arriba expresadas
por este comentarista.
Este
trabajo de investigación historiográfica, socioeconómica, cultural, literaria,
política, abarca más de cuatro mil años y el grado de detalle para un
no-oriental, es apabullante por la cantidad de onomásticos y toponímicos que
nos suenan no sólo extraños, sino por completo ajenos, a pesar del esfuerzo de
Gernet de tratar de “comparar” grandes períodos históricos con los de la
historia occidental. Y quizá por la única razón, ideada para tratar de hacerlo más
parecido posible y por lo tanto asimilable a las mentes eurocentradas de sus posibles lectores. Si la Historia Universal
que se nos enseña en las escuelas de todo Occidente de pronto cae y resulta que
no es para nada “Universal” sino que es sólo es la de una pequeña parte de
nuestro planeta, puede causar desde luego asombro, pero también rechazo
inmediato. Un historiador profesional podría estar de acuerdo o no con él, con
mejores argumentos que los míos, de aprendiz historiográfico. Como se pregunta
Le Goff, ¿es necesario cortar la historia
en rebanadas?
Gernet
aspira de manera explícita a contemplar una “solidaridad civilizatoria” y la
idea le entusiasma sobre manera, por ejemplo, cuando aprecia lo que para él es
una evidencia de la influencia helenística en la construcción de las estatuas
budistas a lo largo de la ruta de la seda
en los siglos previos a nuestra era: “constituyeron una de las pruebas
más hermosas de la unidad de nuestro pasado [común]”, y también en los vasos
comunicantes del Siglo XVIII, dónde hubo un fuerte intercambio de luces entre
la intelectualidad de Europa y la de China.
Mientras
que otros sínólogos franceses como Francois Jullien y Marcel Granet admiten que
no es posible comparar el pensamiento occidental con el oriental en nociones
como la religión y la filosofía, Gernet desarrolla como posible símil con el de
Occidente el de las religiones (aunque reconoce sobre los chinos que “sorprende
por su evidencia, la implantación de un racionalismo práctico basado en la
experiencia, la experimentación de los inventos, las ideas, las teorías”), e
insiste en buscar puntos de contacto entre las civilizaciones, por lo que
equipara al budismo con el cristianismo, sobre todo en la fase de expansión del
primero en China (siglos V al IX), aunque admite que la idea de Dios para los
chinos no es de ninguna manera similar al de las religiones occidentales.
La
larga y compleja historia de China resumida en 598 páginas no puede ser glosada
en un artículo periodístico; no obstante lo que se desea es que el lector se
llegue a interesar en Jacques Gernet y en el conocimiento de China, un mundo
muy diferente del nuestro, que sin, embargo, nos es casi totalmente desconocido
a pesar de la importancia que tiene en nuestra propia conformación como
naciones y como individuos.
Xalapa,
Ver 1° de mayo del 2016, Año del Intercambio Cultural China- America Latina y
el Caribe ,
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