miércoles, 3 de mayo de 2017

Santa Anna y Peña Nieto. El despojo de una nación, Un comentario.[i]




Javier Ortiz Aguilar

          Doy las gracias, sin ningún formalismo, a los maestros que amablemente me invitaron a participar en la presentación del libro de Enrique Ávila Castillo titulado Santana y Peña Nieto. El despojo de una nación. Acepté la invitación por dos razones, primera, por lo sugerente del título, y segunda, por la amistad y el respeto de las personas que me invitaron y por tener el honor de participar con respetables maestros comprometidos con su tiempo desde hace algunos ayeres. No obstante, reconozco que mis juicios tal vez no coincidan con lo esperado, por la simple razón de que mi vida militante desde hace algunas décadas la abandoné, para dedicarme exclusivamente al trabajo docente, aun cuando comparto en lo esencial con las ideas de mis compañeros de mesa. Y desde esta perspectiva, leí el trabajo que hoy recomiendo a todos los que generosamente me escuchan.
          Al ir leyendo el texto recordé una lectura de juventud. En ella estaba una afirmación contundente, cito de memoria, “sí las matemáticas afectaran intereses, éstas serían ampliamente discutidas”, así justificaba el carácter polémico de las ciencias sociales. En la actualidad también el pensamiento formal de las matemáticas ha entrado en discusión. De aquí nace mi convicción de que la historia como ciencia social, hoy menos que antes, no puede estar ayuna de los compromisos políticos y de proyectos de futuro. La historia afecta intereses y provoca discusiones. En otras palabras, el historiador no permanece atado en la ilusión de un pasado, por el contrario, es el profesional que vislumbra las posibilidades futuro, o intenta iluminar el cambio de la transformación social. De no hacerlo así, el historiador no cumple con su tarea esencial, transformar el pasado en historia. Esta tarea evita el peligro que denunciaba Leopoldo Zea, que el pasado permaneciera al lado de los procesos modernizadores en el presente y en el futuro.
          Recurrir entonces a obras historiográficas comprometidas explícitamente con un definido proyecto de país, constituye el medio para generar no solo fértiles discusiones para construir nuevas formas de historiar yformarno profesionales de la historia, sinoeducar, mediante la toma de conciencia de las nuevas generaciones del significado de la ciudadanía; pues sólo los ciudadanos que huyan de la obsesión de las novedades y de los dogmatismos heredados del pasado, serán capaces de impulsar una democracia real. Aquí es la parte del trabajo que atrajo mi atención. El maestro Ávila Carrillo expresa claramente, sin esconder sus convicciones de su prácticadocente, cito: “En mi ya larga travesía magisterial, cada vez me convenzo que los jóvenes serán los encargados de transformar la realidad, que la actual ‘noche neoliberal’ que padecemos llegará su fin, y la nación resurgirá…”
          La conciencia histórica forjada en la discusión, únicamente así podrá vincular las tres dimensiones del tiempo histórico. El pasado, el presente y el futuro.  Esto  mi juicio es educar. La historia no es el conocimiento ornamental del pasado sino la única vía para vivir conscientemente el presente, para transformar realmente la realidad social
          Nuestro autor delimita su investigación no de manera tradicional, fechas y acontecimientos, sino a través de dos personajes emblemáticos en el proceso histórico, tomado a uno como símbolo en nuestra historia nacional, Este personaje encarna el mal de nuestra época, la corrupción política. Si bien la ´preocupación es política subyace en su estudio, el texto no expresa una preocupación moral, sino que ofrece una visión totalizadora de este proceso. La narración ofrece al lector una visión no solo económica sino ideológica, y por supuesto política y sus formas prácticas de conquista y conservación del poder. De esta manera puede advertirse que desde el siglo XIX hasta la fecha hay permanencias y rupturas. Esto queda manifiesto que a pesar de los cambios sufridos en el proceso histórico de país comprendido entre 1821 hasta 2017, permanece la característica propia del capitalismo: la ausencia de los valores éticos en las prácticas sociales.
El objetivo totalizador de su análisis explica el epígrafe de Nicolás Maquiavelo, que ilumina el texto. El pensador florentino al descubrir la secularizacióndel pensamiento y la vida que provocan los inicios del capitalismo, temporaliza el quehacer político. Su tesis más conocida “la política es amoral” revela el carácter temporal del carácter de la vida política que le toca vivir. El tiempo del Maquiavelo es la conciencia de la tendencia de su tiempo: el desarrollo del capitalismo, cuya finalidad no es la realización de valores sino crear las condiciones para la acumulación del capital y la realización individual mediante ejercicio del poder y las riquezas.
De ahí que la corrupción política es propia del capitalismo, según el renacentista florentino. Con esa premisa concluye que la amoralidad de la práctica y la teoría políticason inherentes en el sistema que surgía en el siglo XVI. Por tanto, el nuevo orden no busca la realización de valores sino la eficacia en la conquista y la conquista del poder. Por eso resulta importante el epígrafe que encabeza la presentación de su investigación. Esta cita es precisamente de Nicolás Maquiavelo que pone en evidencia la perspectiva ideológica del autor. La cito para aclarar el espíritu del capital; “En el partido principal, ya sea en el pueblo, o en el ejército, o en la nobleza, lo que pienses es más útil y consecuente para mantener la dignidad, sin importar lo corrupto que sea, trata de hacerlo de buen humor, ignorando aquellos que te critican, debiendo que en este caso la honestidad y la virtud son perniciosas.”
De esta manera el autor de la obra que hoy comentamos, los personajes de su estudio tienen en común la corrupción. El primero en el periodo de tránsito a la institucionalización del estado nacional, y el segundo en el tránsito del capitalismo industrial al capitalismo global. Esta afirmación no exime de la responsabilidad ética de los personajes, pues esta es producto de la libertad, simplemente se afirma que las conductas históricas no están e determinadas, sino producto de una tensión entre las necesidades del sistema y la libertad de los hombres.
          Esto idea resulta evidente, gracias a la claridad de la narración que atrae la atención de los lectores, y por otra parte sus fuentes y su manejo. revelan el trabajo profesional del historiador
          Es todo lo que puedo decirles, y solo me resta agradecer la generosidad de su atención y al Maestro Ávila Carrillo por compartir el producto de su investigación.

         



[i]  Presentación del libro de Enrique Ávila Carrillo en la ciudad de Jalapa Ver. Audiovisual de la Benemérita Escuela Normal Veracruzana. 3 de abril de 2017. 17:00 hrs.

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