Ana
Marcela Montero Aldana.
Hace
algunos meses que no escribo, que no detengo mi mente, que no me freno a mirar;
tan llenos de actividades siempre estamos, tan vueltos locos por conseguir un
sustento, apenas y tenemos tiempo para dedicarnos un espacio a nosotros mismos.
Todos
estamos tan presurosos, tenemos tantas preocupaciones de lo que podemos
resolver y hasta de lo que no, vamos por ahí tan distraídos y observando la
vida de todos a través de las redes sociales, intentando ser felices como lo
parecen ellos.
Vemos
el exterior pero casi nunca miramos a los ojos para buscar el alma, todo a
través de pantallas, no pienso que sea del todo malo, ya que nos es de mucha
ayuda hoy en día, pero también nos aleja de esa experiencia de tocar una mano,
de apoyarla en un hombro, o de observar cómo se articulan los músculos de un
rostro al conversas con la persona frente a frente, sin distracciones, sin
malas posturas, sin más que la mirada fiel y la sonrisa atenta.
Es
tan bello sentir la calidez de una persona cerca, prestándonos atención, no
dejemos de vivir esa experiencia de soñar junto a más seres humanos piel a
piel, seremos más felices sin pensar en que otro lo es más que tú o que yo,
cada quien vive su experiencia, cada uno vive su momento, la visión de la vida
de cada uno de nosotros es distinta al de junto y no quiere decir que no
podamos ser felices por lo que nos falta, sino que debemos intentar ser felices
con lo que tenemos, siempre recordar que las experiencias que queramos dependen
de nosotros mismos, los logros, el optimismo es gratis, viene desde dentro y
nosotros lo podemos externar solo es cuestión de insistir.
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