Wilfrido Sánchez Márquez
Presidente de la Sección Veracruz de la
Academia Mexicana de la Educación, A. C.
El 14 de
julio de 1789, el pueblo francés, cansado de la explotación y el menosprecio de
que era objeto y de la miseria y marginación en la que vivía por obra y gracia
de sus opresores (aristocracia, nobleza, clero y ejército) en un acto histórico
de rebelión popular asaltó y tomó por la fuerza la fortaleza de “La Bastilla”
símbolo del poder imperial. Este acontecimiento, marcó el inicio del derrumbe
del régimen feudal, de la monarquía absolutista, del estado-iglesia y el
surgimiento de un nuevo régimen social cuyos principios fueron: igualdad,
libertad y fraternidad entre los ciudadanos, gobierno republicano, separación entre la iglesia y el estado,
garantías individuales, y educación popular, laica, racional, gratuita y obligatoria.
“La Revolución Francesa
no fue solamente una revolución política; fue una revolución social en el más
amplio sentido del término; afectó la vida religiosa, las instituciones
económicas, los idearios de la educación. En su proceso destructivo y violento,
fue creando las bases políticas de un nuevo concepto de instrucción pública…” (Historia General
de la
Pedagogía.-Francisco Larroyo.)
En aquel
tiempo, Voltaire combatía directamente a la Iglesia y Condorcet decía: “Un pueblo educado por sacerdotes
nunca puede ser libre”.
Al pasar
la rectoría y el control de la educación de manos del clero a las del Estado,
surgió de inmediato la necesidad de formar maestros preparados adecuadamente
para cumplir con el mandato constitucional establecido por el nuevo régimen
social, el nuevo estado de derecho emanado de la Asamblea Legislativa
Revolucionaria.
Ante la urgencia de disponer de maestros para impartir
la nueva educación como servicio público, el pedagogo revolucionario José
Lakanal formuló un proyecto de ley sobre
educación que lleva su nombre, el que fue aprobado por el Congreso el 17 de
marzo de 1794. La iniciativa más importante de esta ley fue la creación jurídica de las
escuelas normales. Sobre este particular
se dijo a los asambleístas: “Al ser los
primeros en decretar las escuelas normales, habéis querido crear con
anticipación un gran número de maestros
capaces de ser los ejecutores de un plan que tiene por objeto la regeneración
del entendimiento humano, en una república de veinticinco millones de hombres a
quienes iguala la democracia”.
De este
modo, surgen las escuelas normales y el
cuerpo de principios que las rigen: el normalismo. Ellas no solamente estaban
destinadas para producir profesores o instructores; sino maestros para fines
predeterminados por el nuevo régimen social, educar racionalmente a la niñez,
promover la justicia social y fomentar la práctica de la democracia.
Antecedentes de
las escuelas normales mexicanas. Normales Lancasterianas.
“Las primeras escuelas “normales” en México fueron las llamadas
lancasterianas; la primera de ellas fue creada en 1822 a iniciativa del
periódico “El Sol”. La característica principal de su sistema de enseñanza –el
mutuo- era la preparación de jóvenes alumnos como profesores (monitores).”
“En el estado de Veracruz, por decreto número 23 del 24 de julio de
1826, del gobernador Miguel Barragán, se dispuso “una escuela normal para
formar maestros del arte lancasteriano”
Es conveniente dejar en claro que las escuelas
“normales lancasterianas” nunca tuvieron relación con las escuelas normales
originales surgidas de la Revolución Francesa y de la Ley Lakanal
de 1794.
En 1871, “La Voz de la Instrucción ” revista
editada por don Antonio P. Castilla, al hablar de las escuelas normales
(lancasterianas) expresó: “Séanos permitido hacer algunas
observaciones del estado que hoy guardan en la República los pocos y
muy malos establecimientos, en lo general,
que existen de este género. Sin duda alguna, la palabra normal ha sido y sigue siendo para muchas
autoridades un nombre vano y sin sentido ni aplicación porque, considerada en
su genuina significación, otras serían las escuelas normales en los Estados que
las han iniciado….Las muy pocas que hemos tenido la oportunidad de conocer con
este nombre, son una verdadera burla a esta institución; esencialmente nocivas
a los Estados que las mantienen: mucho mejor sería no tener nada…”
Cuatro años después, Díaz Covarrubias al hablar de las
normales existentes afirmó: “Este total de ocho Escuelas Normales que
existen en la República ,
daría mejores frutos si su organización y su plan de enseñanza correspondiesen
verdaderamente a su nombre; pero lejos de suceder así, sus condiciones de
existencia y sus programas de estudio dejan mucho que desear…”
Lo que
sucedió en Francia a fines del siglo XVIII se repitió en México 75 años
después. No obstante que el pueblo mexicano
había conquistado la Independencia
Nacional (1810-1821), durante treinta años continuó
existiendo en el país independiente, el
mismo régimen social prevaleciente durante la dominación española.
Con el
fin de derrumbar la dictadura oprobiosa del Gral. Antonio López de Santa Anna,
el 1º de marzo de 1854, el pueblo
mexicano inició en Ayutla, Gro., un movimiento revolucionario conducido por Don
Juan Álvarez, cuyos postulados fueron:
Separación de la iglesia y el estado, gobierno federal
republicano, libertades ciudadanas y garantías individuales, fin a los
privilegios de clases y castas y educación pública, laica, racional, popular,
gratuita y obligatoria.
La primera escuela normal en México con auténtico espíritu normalista.
Dos acontecimientos de la mayor importancia
constituyeron el preámbulo de la fundación de la primera escuela normal
mexicana con las características bien definidas de las normales surgidas de la Revolución Francesa.
Uno de ellos fue el Congreso Pedagógico de 1873
convocado por el Gobernador del Estado don Francisco Landero y Coss; y el otro,
el proyecto de la Ley Orgánica
de Instrucción Pública elaborado por dicho Congreso y convertido por la Legislatura del Estado
en Ley Núm. 123 o “Ley Landero y Coss” el 1º de agosto
del mismo año. El Art. 100 de este ordenamiento legal, a la
letra dice: “Para la formación de buenos profesores de instrucción primaria se
establecerá en el Estado una Escuela Normal, cuya organización será objeto de
una ley especial”.
Trece años
después de haber sido expedida la Ley
Landero y Coss, el Gobierno del Estado cumplió el compromiso
contraído en el Art. 100.
“Fue en la Escuela
Normal Primaria del Estado de Veracruz (1886). Allí las ciencias pedagógicas y la práctica
escolar, aunadas a los nuevos objetivos y los ideales liberales, recibieron
amplia atención. Nuevos rumbos se abrieron para la educación normal del país;
culminaron así, con Laubscher y con Rébsamen, los afanes entusiastas de quienes
desde lustros atrás pugnaban por una auténtica reforma educativa en el
país.” (Ángel J. Hermida Ruiz)
El parentesco entre
las escuelas normales surgidas de la Revolución
Francesa y la Normal Veracruzana de 1886 lo estableció claramente y sin lugar
a dudas el Gral. Juan de la Luz Enríquez ,
Gobernador de la Entidad ,
cuando propuso, en el año de 1886, al H.
Legislatura del Estado, la fundación de este centro formador de docentes:
“Francia, en medio de su
grandiosa revolución que produjo el nuevo derecho público, adoptó también el
feliz pensamiento de las escuelas normales, y dentro del siglo actual (XIX),
los demás países civilizados se apresuraron a erigirlas en su suelo, procurando con empeñoso afán a mejorarlas
progresivamente”.
La lucha por la escuela normal y el normalismo en el estado de Veracruz.
El maestro Octaviano Corro, en su libro “La Enseñanza Normal
en Veracruz” nos dejó el siguiente testimonio: “Apenas iniciaba su fecunda
tarea la Escuela Normal
del Estado, cuando el elemento retardatario inició una ofensiva
calumniosa, ofensiva constante para
desprestigiar al naciente centro de cultura; de hereje se tildaba al
Gobernador; de impío al Director; pero a pesar de todo, la institución seguía
su marcha firme en su credo liberal.”
El ilustre maestro veracruzano José Luis Melgarejo
Vivanco expresó de manera contundente: “Los ataques contra la Normal , contra Enríquez,
menudearon;…la verdad histórica es que
quien se puso a la cabeza de los ataques contra la Escuela Normal fue el clero, le
siguieron los ricos, y en general, la reacción. A todo ello, el Gral. Enríquez
dijo: “NO ME DESALIENTAN LOS ATAQUES DE LOS HOMBRES DE ESPÍRITU OPACADO QUE SE
CONSIDERAN DAÑADOS POR LA ESCUELA NORMAL EN SUS
PARTICULARES INTERESES; NI DE AQUELLOS ESPÍRITUS MEZQUINOS QUE VEN EN LA PROPAGACIÓN DE LA ENSEÑANZA POPULAR
LA PÉRDIDA DEL
PREDOMINIO QUE HAN EJERCIDO TANTOS AÑOS, PREVALIDOS DEL OSCURANTISMO DE LAS
MASAS.”
La lucha emprendida por la reacción conservadora llegó
a ser muy enconada. Sobre este incidente, el maestro Manuel C. Tello, en su
libro “La Obra Educativa
de D. Enrique C. Rébsamen y sus Discípulos” relata: “La designación del pedagogo
Enrique C. Rébsamen como Director de la Escuela Normal fue objetada
desde luego por el H. Ayuntamiento de Jalapa, cuyos miembros expresaron su
decisión de renunciar en masa si no era revocado el nombramiento extendido a
favor de un extranjero de ideas liberales; y el general Enríquez manifestó su
decisión de estar dispuesto a aceptar esas renuncias si así
era necesario y que antes de modificar su determinación, apoyaría a Rébsamen y
confiaría en él para implantar la reforma escolar a que aspiraba el Partido
Liberal Mexicano.”
Los acontecimientos históricos mencionados, revelan
que el normalismo mexicano y el veracruzano, desde sus orígenes, han sido
objeto de los más malintencionados y
recalcitrantes ataques provenientes de los conservadores del siglo XIX;
después, de los contrarrevolucionarios del siglo XX; y ahora a principios del
Siglo XXI, del gobierno retardatario, neoliberal y testaferro del imperialismo
internacional, con la complacencia y la complicidad de los dirigentes corruptos
y corporativistas del gremio magisterial.
Xalapa,
Ver., diciembre de 2012
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