Juan Hernández Ramírez
Si me
hubieras amado
no
habría lágrimas
en las
hojas de la noche.
El
camino sería corto
en el
encuentro de la madrugada.
Si me
hubieras amado…
todavía
volarían las calandrias
pintando
de oro la lluvia
y
cantarían para nosotros en la aurora.
No se
hubieran secado los lirios
que
habitaban en la orilla del sueño,
ni las
libélulas habrían roto el espejo
del
estanque donde se espejeaban.
Aquí,
bajo la
luna y sobre una piedra,
estoy
sentado mirando el aleteo de la noche;
sin luz,
sin palabras,
sin
viento.
Si me
hubieras amado…
los
zapatos de mis pies
no
tendrían el lodo de siglos
nombrando
la ausencia.
El
llanto de la lluvia
cae
sobre mi piel
y las
hojas del árbol viejo
se
amontonan en la tierra
como
pétalos deshojados.
Los pájaros
se pierden
en la
ventana de otros árboles
y no
tienen tiempo de nombrar
las
huellas que deja el otoño.
La
cascada ya no canta para mí
y las
flores se marchitan y se deshojan
antes de
recibir el beso de la mañana.
Si me
hubieras amado…
me
hubieras dejado entrar a tu casa
iluminada
por el resplandor de pájaros
sin
tener que esconderte de la noche.
Tú
iluminabas el campo
como una
flor con luz de agua
y yo me
mojaba con la luna llena
y mis
sueños eran de maíz maduro.
Si me
hubieras amado…
no te
hubieras desprendido
del arco
amoroso de mis brazos
huyendo
como dardo sobre el viento.
Mi
grillos no hubieran muerto
con el
estallido de la luna blanca
cuando
caminaste lentamente
por las
manos de otras noches.
Mis
palabras y mis besos
se
rompieron en polvo
borrando
nuestros nombres
del oro
de las auroras.
Ya no
cantan los pájaros para mí
y la
tristeza tiene lágrimas
por los
solemnes cantos de luz
que
incendiaban los amaneceres.
Hoy,
camino desnudo de ti
con
hondos y amargos silencios.
La luz
de mis noches,
es luna
herida.
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