Juan Francisco Gaspar Velazco
Acostumbrados a
los reduccionismos, a la carencia de
juicio y criticas, a la falta de reflexión
y a una total antipatía por el dialogo, el debate y la discusión hemos crecido como cultura repetidora, reproductora de ideas inacabadas y reservadora de meros datos que distorsionan
el argumento original, las variables de
este y lo amplio que la apreciación de
un concepto puede tener. Lo anterior nos
está ocurriendo cuando hablamos de
competencias, decimos que educación basada en competencias es a
menos contenidos, poco desarrollo de la memoria, nula critica; decir
competencias en la educación significa jugar, solapar y sobre todo continuar con los vicios de la pereza intelectual.
La palabra competencia es un término genérico o podríamos decir que puede considerársele genitivo[1]. El carácter genérico se debe a que la palabra significa competer, es
decir, competencia debe entenderse como
lo que al estudiante le compete
saber y que lo ponga en práctica en los distintos
ámbitos en los que se desempeña. El
carácter genitivo del término alude a que hay competencia genéricas, disciplinares,
personales, tecnológicas y docentes, todas ellas en su práctica conducen a una acción y se forjan
nuevas ideas, objetos y formas de concebir la realidad. En nuestra
cotidianidad queremos hablar de competencias y las describimos de esta manera:
la disminución en la escala de calificación, que el profesor deje que los
alumnos generen el propio conocimiento, o
que no haya retroalimentación en las tareas que elaboren los estudiantes y la
eliminación en la complejidad de los exámenes. Tales características
transgreden el espíritu de las competencias dado a que como dice Sergio Tobón:
las competencias tienen un grado polisémico, dado a que han sido pensadas desde
distintas corrientes como la psicología, el culturalismo, la lingüística.
Desde esta idea
cabe la exigencia de pensar en el
escenario donde estamos laborando, no
hay que tomar a las competencias como moda, este modelo esta instaurado a escala internacional, pero en distintos
países se ha adaptado a partir de un
análisis y se ha adaptado correspondiendo a las exigencias; afianzándonos en
esta idea los ya muchos análisis de la situación en la educación en México nos
arrojan una serie importante de debilidades en lo que referente a reflexión
matemática, comprensión lectora, habilidad verbal y la redacción, pero hemos
creído erróneamente el paradigma de lo
menos y hemos desplazado el carácter de
la calidad y la consistencia. Nos dice Perrenoud: “la competencia es movilizar
los recursos cognitivos para enfrentar con pertinencia y eficacia situaciones de distinta índole”, para este
autor saberes, más experiencia equivale a competencia; nos hemos olvidado de
esto por el afán en exaltar el experimento, pero Perrenoud en su texto ¿La
educación basada en competencias es
darle la espalda a los saberes? Esta
pregunta candente él la responde señalando que para poder medir
la sombra que proyecta una barda en el suelo
es necesario tener los saberes de
que operación necesito realizar, que tipo de triangulo se forma, etcétera, por
lo tanto él señala que el saber es el origen de la competencia, de lo contrario
estaríamos hablando de que las competencias exaltan los errores.
Todo tipo de escuela del modelo educativo que sea, o del
paradigma pedagógico a que pertenezca no debe olvidar las tres tareas
fundamentales que tiene para con los estudiantes y para con la sociedad, la escuela debe fomentar la lectura, la
escritura y debe enseñar a contar; y
esto tres quehaceres deben cumplirse en las distintas etapas de la formación de los estudiantes y con su respectiva complejidad; en esta
labor las competencias tienen como tarea orientar para que el estudiante se
desempeñe con calidad e idoneidad y así
ser un protagonista de su aprendizaje; en lo que respecta al profesor él debe promover actividades para que el
alumno movilice sus conocimientos y sus habilidades. Por lo tanto pensar que alumno
y profesor, relación que existe desde el origen de la civilización hoy deba ser rota o reacomodada por un simple
capricho o sin argumento ampliamente discutidos, resulta ser un intencionalismo que violenta
el crecimiento y el despliegue del porvenir y las prerrogativas que la relación alumno y
profesor poseen.
[1]
Que puede engendrar y producir
una cosa. Gram. uno de los casos de la declinación que denota relación de propiedad, posesión
o procedencia, su equivalencia en castellano lleva antepuesta la preposición de. Diccionario Enciclopédico Ilustrado. España: Ediciones Océano,
1994
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