Mario Jesús Hernández Pérez
Cuántas
veces nos hemos encontrado ante la necesidad de conocer, ¿qué es un currículo?,
lo cual, a simple vista, pareciera que únicamente tiene que ver con la
programación o planes de trabajo de una materia, una clase, una carrera
universitaria o de posgrado, o algún tipo de curso, o que se refiere de manera
especial, a los aspectos relacionados con el aprendizaje y la enseñanza que se
imparte a los estudiantes en una escuela o institución educativa.
Pero
al parecer el asunto es más complejo que lo que inicialmente pudiéramos
entender por la definición, en primera instancia, y posteriormente en su
construcción, determinación y desarrollo del currículo como elemento
determinante dentro del proceso educativo. Así buscamos definirlo: “por
currículo entendemos a la síntesis de elementos culturales (conocimientos,
valores, costumbres, creencias, hábitos) que conforman una propuesta
político-educativa pensada e impulsada por diversos grupos y sectores sociales
cuyos intereses son diversos y contradictorios, en donde algunos de éstos son
dominantes y otros tienden a oponerse y resistirse a tal dominación o
hegemonía”. (De Alba, A.; 1994; p. 52).
Aunque
para otros autores como Brennan, define al currículo “como el curso de los
estudios a seguir en el proceso educativo” (Brennan, K. W.; 1988; p. 1). O por
ejemplo la definición que nos da Gimeno Sacristán, que refiere “el currículum
es una realidad previa muy bien asentada a través de comportamientos
didácticos, políticos, administrativos, económicos, etc., detrás de los que se
encubren muchos supuestos, teorías parciales, esquemas de racionalidad,
creencias, valores, etc., que condicionan la teorización sobre el currículum”.
(Gimeno Sacristán, J.; 1988; p. 13).
Sin
embargo para autores como Grundy, define que “el currículum no es un concepto,
sino una construcción cultural…una forma de organizar un conjunto de prácticas
educativas humanas” (Grundy, S., 1998; pp. 19-20); o en su caso como Marsh y
Stafford (1984), que definen “el currículum como conjunto interrelacionado de
planes y experiencias”. (Grundy, S., 1998; p. 20).
Es
entonces que nos empezamos a dar cuenta, que el currículo es algo más
complicado que lo que pensábamos inicialmente, pues no son sólo los docentes y
las instituciones educativas las que participan en la estructura del mismo,
sino que son diversos actores y factores los que lo determinan, estructuran y
desarrollan, entonces éstos se convierten en una “propuesta conformada por
aspectos estructurales-formales y procesales-prácticos, así como por
dimensiones generales y particulares que interactúan en el devenir de los
currícula en las instituciones sociales educativas”. (De Alba, A.; 1994; pp.
52-53).
Por
estas razones, nos damos cuenta que el currículo traspasa las fronteras de la
escuela y el ámbito de la práctica docente, y alcanza también “al contexto
social… es en la sociedad en general, en donde los diferentes grupos y sectores
conformados por sujetos sociales, luchan por imprimir a la educación la
orientación que consideran adecuada de acuerdo a sus intereses”. (De Alba, A
1994; p. 53).
También
es importante destacar cómo en ocasiones la “manera de organizar el currículo
está limitada a las áreas más personales y estéticas, a las artes, las humanidades
y algunos aspectos de la educación moral y religiosa”. (Brennan, K: W; 1988; p.
2). Pero que se le encuentra “útil solo cuando lo que interesa es el
conocimiento adquirido por los alumnos, sobre todo el conocimiento que puede
ser evaluado, a través de exámenes escritos o pruebas objetivas”. (Brennan, K.
W.; 1988; p. 2).
Con
todo lo anterior, entonces el currículo contempla procesos de aprendizaje,
aspectos que van más allá del aula que generalmente tienen que ver con el
contexto social, y además, es un conjunto sistémico para una población
determinada o individuos con intereses particulares, todo esto, por lo tanto lleva a una definición global y
contextualizada del currículo que va de acuerdo con las necesidades e intereses
de todos los que en él participan y en diferentes instancias y niveles como lo
hemos manifestado en los conceptos anteriores.
A
pesar que se dice que el currículo está en crisis, como lo expresa De Alba,
éste se contextualiza de acuerdo a el momento histórico y político en el cual
se determina y estructura, y su
desarrollo corresponde a necesidades de otra índole, que van desde la visión
del docente o las necesidades de los estudiantes.
Mencionar
el desarrollo histórico que ha tenido el currículo a lo largo de los años, nos
remite desde la antigüedad hasta la modernidad, cómo en diferentes momentos se
ha buscado sistematizar las condiciones técnicas, políticas, aprendizajes y
todo aquello que tenga que ver con un modelo que marque la pauta y la norma de
la educación en los distintos países del orbe.
Es
en la Edad Media, cuando este proceso toma forma en las universidades que
regulaba la iglesia, pero es hasta finales del siglo XIX, cuando las
condiciones político sociales de los Estados Nacionales buscan consolidar su
hegemonía, que el currículo empieza a tomar su verdadera esencia del dominio
del Estado sobre la población por medio de la educación y es ahí donde el
diseño de currículos toma forma y presencia en el ámbito educativo.
Para
autores como García Garduño (1995), expresan que existe un vacío histórico del
currículo en Latinoamérica, y que será a finales del siglo XIX y principios del
XX, cuando surgen connotados educadores, sobre todo en Estados Unidos, que son
los que le dan rumbo al contenido del currículo y generan los primeros
trabajos, que a la postre serían los “pioneros de la teoría curricular”. Todos
ellos inspirados por filósofos y pedagogos europeos, principalmente alemanes.
Estos
modelos curriculares surgidos en este proceso, han sido llevados a los
distintos países latinoamericanos, no siendo México la excepción, y aunque en
nuestro país, se consideró por mucho tiempo que el iniciador del currículo fue
Ralph Tyler, durante la época de la posguerra (Díaz Barriga, 1984; en García
Garduño, J. M.; 1995; p.44), lo cierto es que el currículo se ha ido
conformando en el último cuarto del siglo XX. Y es el mismo Díaz Barriga
(1993), quien reconoce posteriormente, que la disciplina del currículo no solo
tiene su origen en la pedagogía pragmática estadounidense, con Tyler, sino
también en la pedagogía progresista de
Dewey y sus colaboradores. (García Garduño, J. M.; 1995; p.44).
De
esta manera podemos observar, como en los Estados Unidos se inicia un gran
movimiento de estudiosos de la educación, que surgen como una corriente
contraria a la pedagogía de la disciplina mental, la cuál consideraba que la
mente es un músculo y cómo a través de la gimnasia mental por medio de la
repetición y la memorización se ejercitaba la función del currículo,
realizándolo por ciertas disciplinas que tenían la capacidad de ejercitar la
mente.(Kliebard, 1986; en García Garduño, J. M.; 1995; p. 46).
El
mismo García Garduño (1995), los enumera siendo el primero William Harris con
su teoría humanista, que otorgaba mayor énfasis al orden más que a la libertad,
su gran oposición al entrenamiento vocacional de las escuelas y consideraba a
la familia, la iglesia y la comunidad tanto o más importante que la escuela;
defensor del método de la recitación, consideraba que el currículo escolar
debería diseñarse con lo mejor de la civilización: la aritmética y la geografía
relacionadas con el dominio de la naturaleza y la historia, gramática y
literatura, relacionadas con la naturaleza humana y la comprensión de la mente
y el espíritu.
Continua
García Garduño (1995) enumerando a los pioneros del currículo, así nos menciona
las aportaciones realizadas por Francis Parker y Stanley Hall, con el método
del currículo centrado en el niño, que se basaba precisamente en las etapas de
desarrollo del niño, dándole valor a su individualidad; los herbatianos, que se
oponían a las ideas provenientes del enfoque del currículo centrado en el niño;
Joseph Mayer Rice, con su eficientismo educativo, reconocido por haber
introducido la aplicación de test y el método comparativo en la investigación
educativa, fundamentado en la pedagogía progresista y en la labor de
investigación y observación de las escuelas públicas; y Lester Frank Ward y
Albion Small, con la doctrina sociológica del progreso social, en la cual el
currículo debía estudiar los problemas que impedían el progreso, formando
nuevas generaciones que desterrara los problemas y los vicios sociales, y que
sería inspiradora de Dewey cuando destaca la función social de la educación.
(García Garduño, J. M.: 1995; pp. 45-58).
Así
llegamos hasta el primer cuarto del siglo XX, en donde estás corrientes se
agrupan en dos grandes escuelas: la del eficientismo y movimiento de la
industria, conocida como de la psicología conexionista representada por
Thorndike y la escuela progresista de Dewey. Para Thorndike que basa su teoría
en el concepto estímulo respuesta, crea siete principios de aprendizaje siendo
los más importantes para la educación la ley del efecto y la ley del ejercicio,
considera que la conducta de los individuos es predecible y la misma causa
producirá el mismo efecto, los aportes de la psicología a la educación es que
las metas educativas son más amplias, claras y definidas y contribuye a
entender los medios empleados por la educación, es el primero en utilizar la evaluación
de resultados. Por su parte Dewey, es probablemente quien utiliza el primer
método de desarrollo curricular, su doctrina representó una lucha contra los
métodos de enseñanza derivados de la teoría de la disciplina mental, se nutre
de las corrientes humanista, la centrada en el niño y la del progreso social;
el niño es el punto de partida, el centro y el fin del currículo, así mismo, el
currículo es producto de la situación social cambiante; además considera que
debe existir una conexión orgánica entre el mundo, el trabajo y la escuela; su
diseño curricular se elabora en base a preguntas. (García Garduño; J. M. 1995;
pp. 58-62).
De
esta manera tanto Dewey como Thorndike influyen en el modelo de Tyler, así de
Dewey toma lo referente a los propósitos de la escuela, la selección y
organización de las experiencias educativas, mientras que de Thorndike retoma
la evaluación de los productos de la educación, de la cual Tyler desprende la
evaluación curricular. (García Garduño, J. M. 1995; pp. 60-64).
Es
así como en todo este proceso el currículo llega a nuestros días, cargado de
grandes experiencias que son aplicadas de diversas maneras, todas en busca de
consolidar este complicado concepto del currículo. Su historia es toda una
travesía que nos deja una gran experiencia, pero ante todo, buscan consolidar
el proceso del mismo, para que los implicados en su determinación, estructura y
desarrollo, tengas elementos suficientes en su fin último, el proceso enseñanza-aprendizaje.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1.
Brennan, K.
Wilfred, (1988). “El currículo en la educación” en El currículo para niños
con necesidades especiales, Siglo XXI, México, pp. 1-12.
2.
De Alba,
Alicia, (1994). “Sobre la determinación curricular” en Currículum, Crisis,
Mito y Perspectivas, UNAM, México, pp. 49-93.
3.
García,
Garduño José María, (1995. “Los pioneros de la teoría curricular en los Estados
Unidos” en Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, Vol. XXV, No.
1, México, pp. 43-64.
4.
Gimeno,
Sacristán J. (1988). “Aproximación al concepto de currículo” en El
currículum una reflexión sobre la práctica, Editorial Morata, España, pp.
13-40, 65-90.
5.
Grundey,
Shirley (1998). “Tres intereses humanos fundamentales” en Producto o Praxis
del currículum, Editorial Morata, España, pp. 19-39.
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