Manuel
Gámez Fernández
Hace
unos pocos años era difícil que vieras
matar a un ser humano. Tal vez si fuiste a la guerra, o eras soldado o policía, o pertenecías a la mafia o
una pandilla de matones si, pero la población en general no tenía esta
experiencia. Las muertes casi todas eran naturales, morías de viejo o por
enfermedad, rara vez por accidente, pero
estos últimos fueron creciendo con el avance de la civilización, o como
se llame, también puede llamarse deshumanización.
Cuando
se presentaban estos casos de ver un asesinato o un accidente con muerte, pues el impacto era fuerte, porque esto era
también accidental, una mala suerte y ya, no se repetía, por lo menos así era
para la generalidad de la población. Un día me tocó ver a un ahogado, yo vivía
prácticamente en la ribera del Rio Bobos, en la Villa Independencia, y esa
tarde fui con mis amiguitos de 12 a 13 años al parque de Martínez de la Torre,
donde te podías tomar un refresco o una rica nieve de limón o un amantecado, el
parque era un lugar de recreación popular, pero tenía en sus francos a la
iglesia y al palacio municipal, esa tarde había un ahogado en el parque porque
lo acababan de sacar del río y lo estaban identificando, así que la gente
pasaba y lo veía, pero en la mente de los niños que lo vimos algo cambió,. Por
supuesto nadie quería ver como se moría la gente, o como mataban a una persona,
mucho menos estar como espectador de un sádico asesinato o un linchamiento
tortuoso, o una matanza de cientos de seres humanos, o un accidente
multitudinario. Esto no se concebía como algo saludable o bueno para las
personas.
A
nadie le interesaba ver los cadáveres de cientos de hombres abandonados en
varias salas de un hospital de un país en guerra donde no existía la atención
para los enfermos que llegaban y todos murieron por falta de atención médica y
allí estaban cientos de cadáveres inflados por la putrefacción de sus entrañas,
agusanados, emitiendo olores putrefactos., con rostros deformados por la muerte
y la descomposición de sus tejidos, un espectáculo realmente inaudito y
totalmente deshumanizado. Tampoco interesaba ver como llenan un camión con
cadáveres de rebeldes en una guerra que no sabemos ni donde está el país de
origen.
Nunca
hubieras querido ver un fusilamiento o
un linchamiento por causas ideológicas, donde la turba de seres humanos
animalizados golpean, acuchillan, laceran, queman, destrozan, y torturan de
inimaginables maneras con varillas, alambres, púas, piedras, picos, palos, a
otras personas y tú miras como las personas sufren de dolor y de miedo, sangran
de los golpes y las cortadas que les hicieron, y gimen como animales que están
siendo despedazados en vida, y ves como otras personas que se dedican a
observar, filman el evento y se arriesgan a ser lastimados al meterse entre la
masa humana desorbitada de sus sentidos y sus valores y ves que otros toman
fotografías con sus aparatos celulares y otros más posan generosos ante el
hecho ocurrido frente o sobre los cadáveres de quienes fueron vilmente asesinados.
A
nadie le interesaba mirar como matan a balazos a una mujer o la asesinan
aventándole piedras porque cometió el delito de realizar una infidelidad con su
esposo, aunque el caso contrario no está considerado como delito en ese país.
Hoy
día esto ha cambiado, parece ser que la muerte es un espectáculo, parece ser
que un sadismo inaudito ha crecido en la mente y en la percepción de las
personas, obviamente son los medios de comunicación, sus dueños y quienes trabajan en ellos, los que recrean
este espectáculo grotesco y deformado de la humanidad, como si al informar
detalles que enaltezcan la morbosidad fuera hoy una consigan de la comunicación,
y a la vez, los espectadores de este global circus del homo sapiens pagan
felizmente los espectáculos que se proyectan .También el Internet en
primerísimo y absoluto lugar y las consabidas redes sociales tienen ese papel
de recreación de fúnebres acontecimientos. ¿Y qué decir del cine?.
El
engañoso mito de que voluntariamente picas y accionas tu TV o tu ordenador o
pagas porque quieres, por propia voluntad, se ha convertido en una paradoja, la paradoja
del deseo inconsciente de ver como matan a la gente, el morbo silencioso, esto
es, que te ponen a la mano los medios para hacerlo y te incitan a realizarlo
sin pensar, solo por ver como se hace, o también, en algunos casos, de manera
más analítica para saber qué y cómo pasó. De cualquier forma como suceda, está
detrás la punzante deshumanización, la pérdida del valor de la vida.
Parece
ser un acuerdo global el atentado a la vida, no solo humana, sino a toda la
vida existente sobre la tierra.
Por
lo anterior, el sistema educativo se encuentra en una encrucijada alarmante, no
puedes taparle los ojos a millones de alumnos que en diferentes edades y etapas
escolares crecen con la ávida curiosidad
natural de saber más sobre su realidad y experimentar más con la misma, los
chicos diariamente están viendo matar en el mundo, y el valor de la vida humana
se les escapa como una falacia torpe de los mayores que no saben ocultar o
manejar con madurez sus preferencias ideológicas, económicas y religiosas, principalmente, en consecuencia ¿cuál
será en este crucial asunto el papel de la escuela?.
Me
queda claro que ante la avalancha de estímulos contrarios a la vida que reciben
los niños y los jóvenes desde su propio hogar, en la intimidad de sus TVs, sus celulares, sus iphones, sus laptops, sus
pcs, entre otros maravillosos aparatos de comunicación instantánea, la función
formativa de los maestros se minimiza a extremos inconcebibles, siendo
cuestionado su papel de guía y modelo de conducta, ante ello sus líderes
laborales defienden su figura de trabajador con todos los derechos y conquistas
del gremio al que pertenezcan, por otra parte, los administradores
(funcionarios), planificadores y diseñadores del sistema educativo y su política,
no muestran ningún interés para dar
respuestas a esta realidad contundente y destructiva.
Sin
embargo, el cuestionamiento está vivo
¿dentro del sistema educativo a quien le corresponde reaccionar ante
esta situación mediática que apaga en los niños y jóvenes el respeto a la vida?
¿El
principal cuestionamiento estaría en preguntarse, si el sistema educativo,
incluyendo a todos sus agentes, planes de estudio, maestros, alumnos, padres de
familia, personal directivo y funcionarios que establecen las políticas
educativas y controlan su instrumentación, están preparados y cuentan con la
formación y herramientas , y sobre todo con la consciencia, para establecer
medidas que estén acordes ante esta demente destrucción de la vida ¿.
La
respuesta la dejamos como un espacio en blanco.
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