El arte del bien pensar y bien
hacer
Para cuando circule la mayor
parte de la edición impresa de Tlanestli los ciudadanos veracruzanos habrán
emitido su voto. La aspiración, casi generalizada, respecto al proceso
electoral, es que de principio a fin haya legalidad y transparencia, y sin
embargo lamentablemente a través de los medios se ha difundido diferentes
anomalías, contra las que pudiese ejercerse la normatividad correspondiente,
pero al no aplicarse, la legitimidad continúa en entredicho, reflejándose de
diversas formas, desde el abstencionismo hasta el voto de castigo.
Finalmente con todas esas irregularidades
se determinará un resultado –nuevamente impugnaciones, escándalos mediáticos,
etc.- pese a eso, quienes resulten triunfadores –según las urnas- entrarán en
funciones en el corto plazo.
Héctor Aguilar Camín refería que
Jesús Reyes Heroles se caracterizaba por lograr una mezcla del bien pensar y el
bien hacer y es precisamente eso el reclamo ciudadano: ver cumplidas las
promesas de campaña.
Para el caso de la capital del
Estado de Veracruz, tanto propuesta partidista como necesidades sociales coinciden:
atender la problemática donde destacan la inseguridad, transparencia en el uso
y aplicación de recursos públicos, vialidad, salud, educación, basura… Esto se
ha repetido hasta el hastío y el escepticismo de los electores.
El gasto –deseable fuese
inversión- en el proceso electoral, resulta sumamente oneroso, a pesar de la
pretensión de alcanzar la democracia moderna. Si bien una democracia legítima
creará las condiciones para abatir la pobreza extrema, por citar un rubro
prioritario, los gastos de campaña, en una sociedad pobre, no se justifican.
Nuevamente la ciudadanía alberga
la esperanza de que el discurso sea traducido a las acciones. Todavía hay la
certeza de la vigencia, o si se quiere, la necesidad de volver a la tesis del
ilustre político tuxpeño: el político debe garantizar su presencia con un buen
pensamiento y una buena acción.
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