(Segunda parte)
Gilberto Nieto Aguilar
El Plan de once años (1960-1970) estuvo
destinado a resolver los problemas de la educación primaria que enfrentaba el
país en ese momento, a saber, la demanda educativa insatisfecha, el continuo
crecimiento de la población, la falta de profesores, insuficiencia de aulas y
escuelas, los costos para el alumno en materiales y libros de texto, la falta
de calidad y la deficiencia en los procesos educativos, todo lo cual provocaba
un rezago educativo que, junto con la deserción escolar, mostraban los
principales problemas del momento.
También se pensaba en allanar las
diferencias entre la educación que concebía la federación y las que estaban en
la práctica de las entidades federativas, discutiendo la posibilidad de
conjugar los dos planos, distintos y concurrentes, pues las entidades tenían sus
propias expectativas, leyes y reglamentos para regularla y sus propios
programas de estudio.
Se planteó la formación de nuevos maestros y la
actualización de los que estaban en servicio, campañas de alfabetización,
mejoramiento del sistema educativo en el campo y las ciudades para buscar la
equidad. El Instituto Federal de
Capacitación del Magisterio redobló sus esfuerzos y capacitó y tituló a más de
17 mil profesores en los primeros años de aplicación del Plan, con López
Mateos. Se fortalecieron las Escuelas Normales Rurales, para alumnos campesinos
o de escasos recursos que estuvieran dispuestos, ya como profesores, a llegar
hasta los más apartados lugares del país.
El CAPFCE
construyó, en el sexenio de López Mateos, alrededor de 21 mil aulas prefabricadas,
especialmente en las áreas rurales, con un grado aceptable de calidad. Se creó
la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos, cuya redacción, edición
y distribución constituye una de las más trascendentales realizaciones
educativas de este sexenio, a pesar de que desde un principio contó con varios
detractores y violentos opositores, lucrativos e ideológicos. Todavía, antes de
concluir, en 1964, se impulsó una reforma a la educación secundaria.
Con Díaz Ordaz
se unificó del Calendario Escolar, se implantó la Orientación Vocacional en la
escuela secundaria, se creó la Telesecundaria, se apoyo la ampliación de la
educación técnica, se creó la Dirección de Derechos de Autor, se impulsó la
unificación del Bachillerato a través de la UNAM. La evaluación que hace Pablo
Latapí en 1971, sugiere que el Plan fracasó porque no previó el crecimiento
poblacional y al final de su aplicación había dos millones de niños sin escuela,
y persistieron las diferencias educativas entre el medio rural y el urbano. No se logró abatir el rezago
educativo ni ofrecer, en términos generales, una mejor educación.
En el aspecto político nacional, el
sector educativo estuvo sometido al corporativismo con fines de control
electoral, principalmente. Una prueba clara de la postura del gobierno mexicano
lo fue el conflicto magisterial de 1958, donde la autoridad mostró estar más
preocupada por evitar huelgas o enfrentamientos que por capacitar a los
maestros para brindar una educación de calidad. Y aunque el Plan de Once años
tuviese un orden y una visión nacional que eran necesarios, su aplicación
descuidó muchos otros aspectos que le impidieron convertirlo en el disparador
de modelos educativos de mayor calidad en lo futuro.
En aquellos periodos, como ahora, se
habló de la calidad educativa sin que se establecieran parámetros claros para
determinar la sustancia de tal calidad. Hoy quizá haya mejores elementos para
delimitar el término. En Coatepec, en la salida a San Marcos, se puede leer una
frase interesante que dice: “La calidad
es difícil de definir, pero fácil de distinguir”.
Después de la brutal
represión desplegada ante las grandes inquietudes ideológicas manifestadas por
algunos intelectuales y por la población estudiantil universitaria en 1968, con
la réplica de 1971, la población se acostumbró a ver pasar las cosas y dejar
toda la responsabilidad en manos de los hombres fuertes del gobierno en turno, actitud
que con el tiempo se fue acentuando.
Lógico es que también
“esa población” se acostumbró a mirar
las escuelas y lo que en ellas pasaba como una rutina más, en las que
aparentemente todo marchaba bien o así debía ser. Cada inicio de sexenio o
cuando algo evidentemente marchaba peor de lo común, algunas voces se alzaban,
sin eco alguno, y sin ser tomadas en cuenta por aquellos a quienes iban
dirigidas.
La paranoia de
Echeverría, la frivolidad de López Portillo y la mediocridad de De la Madrid
permitieron que los excesos tomaran un cauce institucional. La descomposición
invadió todas las esferas y áreas que el gobierno tocaba. El corporativismo se
consolidó y se expresó al extremo, y en educación el deterioro de las
relaciones al interior de la SEP y el cumplimiento en la buena marcha de los
centros escolares cedió el paso para que la permisividad y la laxitud
establecieran su señorío en las actividades y la cultura escolar.
Entre los logros
educativos de este periodo figuran las reformas al plan de estudios de
educación normal en 1972, de educación primaria en 1973 y los Acuerdos de
Chetumal para la educación secundaria en 1974, así como el fortalecimiento que
se le dio a la educación técnica. Se crearon la Ley Federal de Educación y el
Reglamento Nacional de Escalafón en 1973, y la Ley de Educación para Adultos en
1976. Se reestructuró el IPN.
Debido al excesivo centralismo de la SEP, se iniciaron algunos
procesos de desconcentración administrativa,
especialmente en las áreas de planeación y evaluación, incrementando la comunicación
con las entidades, porque además, la fuerza de los líderes sindicales comenzaba
a pesar más que la opinión de las autoridades educativas.
Al asumir su mandato el Doctor en Derecho José López Portillo, se
hablaba de una educación promedio del mexicano de tercer grado de primaria, 23.9
% de analfabetas mayores de 15 años y 1.2 millones de indígenas que no hablaban
español. Su gobierno intentó vincular la educación terminal con el sistema
productivo pero no se establecieron mecanismos adecuados para lograrlo y sólo
quedó en el discurso. Para ese entonces la educación era un desastre, como dijo
algunos años después Gilberto Guevara Niebla.
Con López Portillo se
inicia en 1978 el proceso de la desconcentración de la SEP y al año siguiente
se crean 31 delegaciones estatales. La cobertura recibió bastante atención pues
la matrícula de preescolar se triplica y se crearon los CENDI. Se aumenta
considerablemente el número de profesores de primaria en servicio pero lamentablemente
se descuidó la calidad. Se crearon muchas plazas nuevas, pero el sistema educativo
incrementó la permisividad y la tolerancia en su funcionamiento.
Se introduce la
preparatoria para obtener el grado de licenciatura en educación preescolar o
primaria, y en 1978 se crea la Universidad Pedagógica Nacional. En aras de
mayor preparación para el magisterio, se sacrifican habilidades de trato y
manejo de la cultura elemental en primaria; de baile, canto y juego de las
educadoras, y en ambos casos de actitud hacia la docencia.
Maestro en
Administración Pública por la Universidad de Harvard, Miguel de la Madrid llega
al apogeo de esta etapa de decadencia. Aumentan el desempleo y la inflación,
cayéndose el poder adquisitivo del salario en una crisis económica sin
precedentes. Don Jesús Reyes Heroles prevé la necesidad de una revolución educativa ante el grado de
rezago educativo y descomposición de la estructura administrativa.
En estas décadas el
discurso era demagógico y populista, revestido de contenidos socialistas. Desde
los años sesenta cobró especial importancia la obra de Althusser, que siguió
difundiéndose en la década de los setenta, desde la cual la educación era vista, junto con los críticos del
sistema, como el aparato represor e ideológico del Estado.
La caída del bloque
socialista y la introducción de las políticas neoliberales dan un cambio a los
conceptos marxistas. No desaparecen, pues permanecen como formas de
interpretación de la realidad social, pero menos activos, sin grupos abiertos
que los sostengan como venía ocurriendo desde la Casa del Obrero Mundial hasta
los años ochenta incluso.
México ha sido un país de contrastes en
cuyo interior han luchado diversas tendencias para hacerse valer. Los grupos de
poder son quienes imponen su criterio a los demás y aquellos que han disentido
se reducen a pequeños grupos de oposición que en muchas ocasiones han sido
reprimidos en sus expresiones. En 1992, con la reforma al Artículo Tercero
Constitucional y la creación de la Ley General de Educación de 1993, se abrió
un espacio más amplio a las escuelas privadas y religiosas desde el Cardenismo,
“para calmar el descontento y evitar las
simulaciones y prestanombres del sector privado” se dijo al presentar el
proyecto de ley.
En aquel entonces se habló mucho de
privatizar el sistema educativo nacional. Con cuatro Secretarios de Educación
en su sexenio (Bartlett, Zedillo, Solana y Pescador Osuna) Salinas tuvo algunas
discontinuidades en materia educativa, pero a pesar de ello se lograron
acciones que cambiaron el rumbo de la vida educativa del país, como la
descentralización educativa, el fortalecimiento de la escuela privada, la
creación de Carrera Magisterial, una mejora salarial generalizada, una reforma
al Plan y programas de estudio en primaria y secundaria, y la secundaria se
hizo obligatoria.
La reforma a la educación secundaria de
1993 se basó en la tendencia constructivista y el desarrollo de habilidades, se
creó la asignatura de Formación Cívica y Ética, y el plan de estudios
trascendió tres sexenios (Salinas, Zedillo y Fox) sostenida por el equipo
técnico que la creó, en un proceso de seguimiento hasta que Fox promovió en
2002 una consulta amplia para intentar una reforma integral a la educación
secundaria que culminó en 2006, politizada y sin nada nuevo que ofrecer.
La tendencia de los últimos años es
fortalecer la educación tecnológica, el uso del idioma inglés y las TIC,
competencias para la productividad, de acuerdo a los parámetros que dicta la
OCDE, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Interamericano de Desarrollo, junto con algunas organizaciones como Mexicanos
Primeros y escritores como Andrés Oppenheimer que aseguran que las ciencias y
las áreas técnicas podrán hacer que México aspire a incorporarse con los países
del primer nivel.
Los aspectos ético, social, intelectual,
afectivo y productivo, constituyen un núcleo común de valores en la
personalidad de quienes aspiran a desarrollar y mejorar su calidad de vida.
Cosa contraria, en este periodo los valores empiezan a ser ignorados en el
campo de la acción humana.
La función del maestro es
moral e intelectual, guiada por una conciencia social y la claridad respecto a
la importancia de su trabajo. Es un reto formar maestros, directores e inspectores
que defiendan vigorosamente su papel en la educación y analicen qué están haciendo,
ordenen sus prioridades, concentren su atención en el sentido de lo que hacen y
desechen todo lo que consideren inútil a los propósitos educativos, debida y
concienzudamente estudiados y analizados.
Muchos maestros tienen disposición para
realizar bien su trabajo y no dudan en probar ideas, estrategias y métodos con
tal de innovar su actividad en el aula. Dotarlos de tecnología, pero sobre todo
de condiciones materiales adecuadas y de materiales útiles a su labor, es otro
reto. Pero el reto mayor es desterrar la tolerancia excesiva, la permisividad y
la simulación del sistema educativo y político de México, lo que verdaderamente
ayudaría en mucho a mejorar el sistema educativo actual.
Explica José Silvestre Méndez Morales
–economista investigador de la UNAM– que el neoliberalismo económico es una
corriente que se basa en el liberalismo del siglo XIX, cuyo principal
representante es Adam Smith con su obra “La
riqueza de las naciones” publicada en 1776. Presenta tres principios
fundamentales: la libertad personal, la propiedad privada y la iniciativa y
propiedad privada de las empresas.
Smith aseguraba que cada capitalista, al
buscar el beneficio propio, buscaba el de los demás; por lo que no se requería
de la intervención del Estado en la economía. Su principal planteamiento afirma
que el libre mercado es el único mecanismo que asegura la mejor asignación de
recursos en la economía y en consecuencia promueve el crecimiento económico.
Contrario a Smith, Keynes recomienda la
intervención del Estado con la finalidad de propiciar y fomenta la inversión y
en consecuencia la producción, el empleo y la demanda para retardar los efectos
de una crisis económica. Sin embargo, en las décadas de los ochenta y los
noventa, el neoliberalismo se reafirma como una clara oposición a los excesos,
abusos y corrupciones del intervencionismo estatal que no tiene limitaciones o
controles por parte de la sociedad. En los ochenta Margaret Thatcher en Inglaterra
y Ronald Reagan en Estados Unidos ponen de moda el neoliberalismo al aplicar en
sus países políticas económicas bajo esta tendencia.
Algunas características teóricas son el laisser faire, la libre competencia del
mercado, la no intervención del Estado, libre circulación de mercancías, venta
de empresas paraestatales, prioridad del mercado mundial sobre el mercado
interno, crecimiento con equilibrio financiero, comercial y gubernamental.
Adelgazamiento del Estado, remuneraciones conforme lo que se produce,
debilitamiento del sindicalismo, desaparición del corporativismo, combate al
monopolio...
En el caso mexicano se habla de
neoliberalismo a partir del sexenio de Miguel de la Madrid hasta la fecha. La
dependencia del mercado externo ha hecho crecer la deuda y la ayuda del Fondo
Monetario Internacional y el Banco Mundial, ha presionado para firmar cartas de
intención en las que México se compromete a seguir una política económica
neoliberal cediendo concesiones al capital extranjero.
Esto ha tenido como consecuencias, a
decir de Arturo Huerta, que “los problemas actuales de la economía… se derivan
no sólo de modelos fallidos de crecimiento, sino que han sido agudizadas por
las políticas de ajuste y de apertura comercial y financiera que se ha venido instrumentando
en los últimos años”. El ejemplo más sonado
del neoliberalismo en México es impulsado por
Salinas de Gortari y su afamado “Tratado de Libre Comercio”, como modelo de “modernización”
y liberalización de la economía mexicana, con sus asimetrías y sus
consecuencias de marginación y pobreza.
Para Raymundo Ramos, “el modelo
neoliberal ha llevado al país en 25 años al desmantelamiento de la planta
productiva, al agotamiento de las reservas económicas y a la ruina generalizada
de las clases laborales”. Finalmente, no debe
sorprendernos la pobreza que
se ha generalizado por todo el país, con lo que el modelo neoliberal ha demostrado
ser incapaz de neutralizar los estragos de la
crisis y su desigualdad social.
Mauricio Beuchot comenta las
consecuencias nefastas que tiene para el hombre esta ideología económica,
política y social. Baste decir que exacerba hasta lo indecible la libre
empresa, la libre circulación y la libre competencia del liberalismo antiguo o
clásico. Como capitalismo extremo, está polarizado hacia el consumo y, por
ende, al hedonismo como sentido de la vida desatando las fuerzas ciegas de la
competencia. El hombre y la mujer neoliberales están llenos de prisa, de angustia
y de tensión, de envidia y, por tanto, de rencor.
En este periodo la educación ha
fracasado en cuestiones de calidad. Los problemas que había el siglo pasado
siguen vigentes en nuestros días. Los avances en números no se pueden negar pues
se ha mejorado en términos cuantitativos, se ha ampliado la cobertura y se ha
reducido el analfabetismo. Pero tampoco se pueden ocultar las limitaciones que
dejan pendientes varios renglones de la agenda educativa. Y lo más importante:
la dirección que deberá tomar.
gilnieto2012@ gmail.com
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