Olga
Fernández Alejandre*
“He
esperado y contra esperanza espero” (fragmento carta de Antonieta).
Tal vez muchas personas no conozcan, ni
hayan oído hablar de Antonieta Rivas Mercado, una precursora del feminismo en
México, pionera de la cultura moderna, el teatro, la música y el voto femenino.
Dueña de una personalidad rica en matices, distinguida, elegante y culta, a su
alrededor se han tejido varias fábulas envolviéndola en una dimensión mítica.
Nació el 28 de abril de 1900 en la ciudad
de México. Hija del matrimonio formado por el arquitecto Antonio Rivas Mercado
y de Matilde Cristina Castellanos Haff, su nombre era María Antonieta Valeria
Rivas Castellanos. Desde muy pequeña recibió una educación inmejorable. Ella se
desenvolvió en un ambiente de lujo y refinamiento, ya que su padre era muy
famoso. Entre sus obras más representativas está el monumento a la Columna de
la Independencia, más conocida como “El Ángel”, sobre el paseo de la Reforma;
el rostro de ella quedó inmortalizado en la cara del triunfo alado. Al estallar
la revolución mexicana en 1910, su madre abandona el hogar para seguir en pos
de un amante que se va a Francia; acaso este episodio hizo que se uniera más a
su padre y se convirtiera a temprana edad en dueña y señora de su casa
familiar. A los dieciocho años se casó con el inglés Albert Edward Blair. En
1918 nació su hijo Donald Antonio. Después de un tiempo se divorcian porque su
marido estaba en la política, y no veía con buenos ojos su amistad con Diego
Rivera. Fue una extraordinaria mecenas gracias a la fortuna que le legó su
padre, además de una gran promotora cultural. Fundó el teatro Ulises,
subvencionó el consejo para la Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección de
Carlos Chávez y patrocinó a jóvenes personajes llamados los Contemporáneos,
entre los que se encontraban Salvador Novo, Javier Villaurrutia, Jorge Cuesta,
Gilberto Owen, Celestino Goroztiza, el pintor Manuel Rodríguez Lozano y otros.
Al conocer al pintor, un hombre de una belleza nada común, es de pensar que no
se pudo sustraer a su seducción y quedara cautivada desde su primer encuentro.
Sin embargo, el pintor admiraba mucho a
Antonieta, pero el amor apasionado que ella sentía por él no podía ser
correspondido debido a su homosexualidad. Aunque cabe decir que estuvo casado
un tiempo con Carmen Mondragón (Nahuí Ollín). Hay que admitir que en su libro
“Pensamiento y Pintura”, Rodríguez Lozano hace hincapié al decir: “Antonieta
tiene una excepcional inteligencia, distinción y una enorme generosidad”. Por
otra parte, ella no hacía caso a ningún consejo ni comentario. En una de las
tantas cartas que mandaba a Manuel, juega con el verbo esperar: “He esperado y
contra esperanza espero” (fragmento). Andrés Henestrosa relata en un guión
cinematográfico sobre Antonieta: “Fue de amores intensos”.
En la biografía que de ella, escribió
Fabienne Bradu, destaca: “La homosexualidad del pintor manifiesta una total
ceguera, protegida quizá por la profunda admiración que sentía por él”. Para
1928, toma parte activa en la campaña política del ex secretario de Educación
José Vasconcelos. Jugó un papel importantísimo en su candidatura para
presidente, donde puso su dinero y esfuerzo; por supuesto, fueron amantes. A
raíz de su derrota en los comicios por un fraude escandaloso, con una gran
depresión, se exilió en New York, donde conoció al poeta español Federico García
Lorca. Igualmente lo acerca a sus afectos.
Tal vez, de lo más sobresaliente de sus
escritos sean ochenta y siete cartas, apuntes y notas que le mandaba al pintor.
A tal grado que el escritor Isaac Rojas Rosillo reunió todos estos papeles en
un libro, dividiéndolo en cuatro partes. A la primera la llamó “Acoso”, por la
insistencia obsesiva al dirigirle éstas misivas. A la segunda parte le puso
“Esperar contra toda esperanza”. Tituló “Imagen Política” a la tercera parte,
escritas durante la campaña de José Vasconcelos. A la cuarta parte la etiquetó
como “Estados Unidos”, en la que van incluidos cuatro cuentos y parte de una
novela de su paso por New York. En uno de los mensajes a Manuel Rodríguez
Lozano, el 17 de octubre de 1929, le pide: “Guarde usted estos papeles
pavorosamente biográficos”. En todas ellas se refleja su personalidad y
sentimientos. Dan fe de una bien cimentada cultura México-Europa y, a la vez,
se constata la búsqueda dolorosa y constante del amor y lo amargo de su
soledad, hasta llegar prácticamente a su muerte en 1931, al advertir que su
vida estuvo bajo los influjos de buenos y muy malos momentos.
De Nueva York parte hacia Francia
llevándose a su hijo. Se va primero a Burdeos y luego a París; el desaliento la
acompaña, sobretodo cuando le escribe a Vasconcelos exiliado también en
Francia, invitándolo a verla. Él se muestra frío y distante. Arrastrando una de
las mayores depresiones, tomó una terrible determinación. Le escribe a su amigo
Arturo Pani, Cónsul de México en París, y le dice: “terminaré mirando a Jesús;
frente a su imagen, crucificado…” (Fragmento). Con la desesperación pintada en
el rostro, compra un trenecito para su hijo, dejándolo encargado con personas
de su confianza. Probablemente todos estos sucesos la llevaron a un fin
insólito e impactante.
El 11 de febrero de 1931, maquillada y
elegante como era su costumbre, se dirige a la catedral de Notre Dame; entra,
se acomoda en una banca, de su bolso saca una pistola que anteriormente había
sustraído de las pertenencias de José Vasconcelos. ¡Y de pronto… se pega un
balazo en el corazón!, frente a la mirada incrédula de los feligreses que ahí
se encontraban. Al abrir su bolso, la policía solo encontró quince francos. La
catedral fue cerrada por obvias razones. Para la prensa solo ameritó un
comentario: “Por problemas matrimoniales, la mexicana Antonia Rivas Mercado
tuvo una perturbación mental que la orilló a tan desastroso fin”. Para la
iglesia fue un acto sacrílego de esa mexicana medio loca al profanar con un acto
de herejía el sacro recinto, ¡tanto!, que lo tuvieron que consagrar nuevamente.
Fue sepultada el 16 de febrero de 1931,
en el cementerio de Thiais, en un humilde ataúd de pino. Así, terminó la vida
de una gran benefactora y sus esfuerzos en la difusión y fomento de la cultura
y el arte en México.
En la actualidad, comienza a ser
reconocida por el empuje que tuvo al dar a conocer a jóvenes figuras de las
letras mexicanas de ese entonces, al ofrecer el inicio a la innovación y el
avance hacia el progreso de la erudición en nuestro país y su vehemente amor
por México. El mito que de ella se ha creado quizá sea más fuerte a la verdad
de su propia vida.
titama43@hotmail.com
*colaboradora
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