Abismo
Tajín
Juan Fernando
Romero Fuentes
Para Lukas, con cariño.
Tierra de los dioses
que se enseñorean en el espacio, tierra del misterio que se eleva sobre la
tierra y el inframundo y, circular, toma y devuelve a la naturaleza lo suyo,
con el ritmo mágico de la flauta y el tambor, Tonacayohua, tres corazones, Tzaconptziza,
Totonacapan,……
Nacida entre montañas y
crecida entre los cerros, Papantla serpentea entre sus calles. Palmeras y pinos
erguidos, palomas y pájaros danzando en el horizonte, casas brotando y compitiendo con la naturaleza
por espacio levantadas en abigarrado desorden una muy junto a la otra. Papantla
desde arriba y desde abajo, techos de dos aguas. Papantla sube y baja.
Desde arriba, cierto
señorío mantiene la ciudad vibrante con campanas matutinas y vespertinas que dominan
la naturaleza tropical verde agreste y florida, libre y emergente del caserío al
persistir en lo más alto de las lomas. Los pájaros al compartir el dominio azul
sobrevuelan el espacio y de pronto se clavan en lo verde oscuro del pueblo que
los nutre con sus desperdicios.
Desde abajo las calles
se sienten estrechas y llenas de gente que sin pensar en el calor, caminan
apresuradas por laberintos que suben y bajan, bajan y suben y dan vueltas y
vueltas hasta marear al forastero. Los taxis desde arriba serpientes
blanquirojas; desde abajo claxonazos y motores y humo y gasolina: lo feo de la
modernidad mezclado con lo chusco de la provincia. El hotel Tajin, de nombre
orgulloso, se levanta sobre lo gris de la ciudad y lo verde polvoso de lo
inmediato, resalta entre los comercios con su construcción aspirante a
demostrar una riqueza pueblerina, y sus numerosos cuartos son ocupados por la
masa de extranjeros europeos que llegan a rascar las ruinas y otear a los
Voladores.
Papantla
sube y baja mezcla de tradición y aspiración provinciana de los cincuentas del
siglo XX con sus árboles recortados en la plaza principal y los signos de este
siglo: mesas en el jardín central, la costumbre europea adornada con
lámparas-vela que funcionan con repuesto chino. Hoteles y restaurantes para
extranjeros fluyen con los euros, las propinas de turistas pobres barnizados de
cultura que consumen espectáculo: fotografían y videograban, no observan, no
reflexionan, no valoran. Muchas casas con arquitecturas simples, entrapadas
entre lo kitsch y lo pobre. El calor tropical estimula la imaginación: las cantinas King Kong, Cadillac, El buque de más potencia, By pas; en la plaza:
papalotes y sombreros y huaraches y flor de izote, falda bordada de 9000 pesos,
traje de volador desde 6000 hasta…, artesanías de vainilla. Sobre el mundo terrenal, lo mágico
y lo trágico del pueblo papanteco.
Le dan personalidad al
pueblo pocas casas alrededor del centro con techos de tejas de dos y cuatro
aguas, elegancia y sobriedad en la arquitectura española de montaña, pasillos en
el parque central y las dichas mesas que invaden el parque y desde que se puede
ver desde ahí a los voladores, sábados y domingos. En el centro del pueblo, el
palacio municipal, el poder terrestre y el poder celestial compartido por la
iglesia y gobierno. Desde abajo, en el inframundo, el relieve del mural que
representa la zona del Tajín, hacia arriba, la iglesia con su torre, que se
eleva aún más. Dentro del atrio, conviviendo en ecuménica espiritualidad, el
palo –madera sagrada- de los voladores, ahora fierro y cemento. El mensaje es
claro: por sobre el paganismo prehispánico se encuentra el cristianismo
occidental, sólo que cuando suben los Voladores para su ceremonia, son ellos
los que se encuentran por arriba de lo cristiano, lo español y el ahora.
Papantla es un gran
mercado que convoca a toda la región a sus comercios multiplicados: vendedores
ambulantes por los suelos y tiendas una tras de otra, la clase media comerciante sobrevive. La clase pobre
en un callejón de sombra, entre mercado y manzana atrapado, pesca las propinas
de las propinas y vende en las calles sobre el suelo un universo de colores y
olores: verde oscuro, el romero y la hierba santa, el tomillo y la yerbabuena, verde
verde el cilantro y verde marchito el perejil, calabazas rayadas de verde y
hierbas de olor, olorosas, tostadas pálidas, naranjas pescados y mariscos secos
rojizos, muchas flores hermosas policromáticas, cebollas blancas, zanahorias
anaranjadas, rábanos rojos, aguacates verdes y negros, chayote verde pálido,
escrituras santas, frijoles negros y cafés, arroz blanco, chiles secos rojos,
cafés y negros, chile verde, tortillas secas y calientitas, naranja, limón, ciruelas
oscuras y negras, plátanos amarillos con manchas negras, mas verduras, otras frutas
y fritangas, crudas las unas y cocidas las otras, de un lado los olores y
sabores de la tierra y del otro, los olores y sabores del capitalismo: en las
tiendas, las máquinas de juego para niños, una tras otra, tras otra; los
artículos para el campo, jarciería: escobas, cepillos y cuerda, sombreros
(pocos), lazos, cinturones, vasijas y canastas; machetes, tijeras y navajas; refrescos
y refrescos; papas y donas y panes y refrescos; cientos de las baratijas chinas más baratas, el plástico
y el plástico, las máquinas de juego para niños: la invasión del mercantilismo
y del mal gusto sobre una tierra sagrada.
Extraña a todo esto la
altiva cultura de rito y ceremonia del pasado; no, ahora, espectáculo, ahora, chow turistero; un sentido
contradictorio a la ceremonia totonaca, lo sagrado se degrada. La flauta, el tambor,
el traje ritual, los espejos arcoíris y el arcoíris de su ropa, se degradan. El
rito pierde razón de ser cuando los terrestres
danzantes piden dinero en el parque a los turistas. Estamos en la civilización
del espectáculo donde todo se vuelve mercancía consumible, ceremonia sin
sentido religioso, sino solo consumir al ver, observar de pronto y sin más
interés que el del momento, fotografiar y videograbar para mostrar en casa a la
familia y los amigos estos simpáticos y audaces inditos, que serán tal vez
vistos por unos minutos con la boca abierta para inmediatamente olvidarlos.
Para rematar esta comercialización inducida por el gobierno que “vende” el
patrimonio cultural e histórico de la zona arqueológica y de Papantla a los
medios y al consumo masivo con su “Cumbre Tajín”, los propios integrantes de la
ceremonia del cielo, caminan por el parque vendiendo flautas, tambores, pañuelos…
su alma.
El intercambio del
marchante puede ser rico y productivo, lo ha sido por muchos siglos, pero los
límites del mercado colindan con los límites de lo religioso. No se trata ésta solo
una visión romántica, sino una visión azorada: asistimos como ignorantes a una
ceremonia papanteca de “bautizo”, con un altar de ofrendas para que Lukas
-bautizado por la mañana con el rito católico- tenga durante su vida todo lo
necesario en este mundo; ahora, entre doce flores tejidas en arco, en una
mezcla de liturgia cristiana y prehispánica, hay letanías en totonaco que cantan
rezos católicos y terminan con un amén latino y la señal de la santa cruz
repetida con rapidez y fuerza de conjuro. Se ofrecen al cielo los bienes
superiores que habrán de acompañar a Lukas, y entre las palmas tejidas con
esmero, las flores y su pureza en el centro, la luz de las velas y las
veladoras, el incienso abundante, espeso el perfume de las hierbas. Al
inframundo se ofrecen los alimentos de la tierra que habrán de acompañar a
Lukas, como el tabaco prehispánico, ritual, Parte esencial de la ceremonia es
la limpia con las bebidas de los hombres que salpican a chorro bucal al niño,
padres, padrinos, y se extiende a los invitados que deseen la limpia, pero no a
los que la necesitan.
Afuera, ajena a ritos y
vecinos, la música tropical ameniza la mañana cálida y pone un toque de absurdo ante los cantos
suaves y melancólicos de la ceremonia. Afuera, nosotros, los invitados
ignorantes, los turistas que no conocemos nada sobre esta tierra y montañas
sagradas; los que vemos, si lo vemos, sorprendidos, la escultura monumental del
volador. Afuera, abajo, los que no conocemos y estamos sorprendidos por ese
secreto que deviene en mercancía, espectáculo, turismo degradado y degradación
del indígena, inserto ya en el circuito del dinero.
Xalapa, Ver.20 de abril
del 2013.
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