Wilfrido Sánchez
Márquez
En esta fecha
conmemorativa del Día del Maestro, invito cordialmente a nuestros colegas y
lectores a que recordemos y rindamos justo homenaje a los docentes de la
segunda mitad del siglo XIX que introdujeron en nuestras escuelas la educación
laica, científica y paidocéntrica, en cumplimiento por lo establecido por las
Leyes de Reforma promulgadas en el puerto de Veracruz por el Lic. Benito Juárez
en los años de 1859 y 1860; a que también hagamos memoria de los educadores
precursores de la Revolución Mexicana iniciada el 20 de noviembre de 1910, así
como de todos los maestros una vez promulgada la Constitución del 5 de febrero
de 1917, impelidos por su fervor revolucionario y exponiendo sus vidas,
promovieron e inculcaron en sus alumnos y en las comunidades donde laboran los
ideales y principios de justicia social, creando para tal fin, la doctrina y la
praxis de la gloriosa e internacionalmente reconocida escuela rural
revolucionaria mexicana.
Del período que
podríamos denominar: “La fase heroica de la educación en nuestro país”,
presento, en esta celebración del Día del Maestro, un poema producido por el
notabilísimo y laureado educador michoacano Lucas Ortiz, joya literaria que
describe magisterialmente la tragedia de una joven maestra rural victimada por los
agentes del obscurantismo y de la intolerancia.
Romance
de la maestra mancillada
Para
Felicidad, maestra y amiga.
Parte
que dice:
La
noche de noche era…
El
sol y la luna nueva
Se
fueron a platicar
Y
dejaron a la tierra
Llorando
su soledad.
Era
de noche la noche,
Noche
de gélido chal;
Por
colinas y por valles,
por
el llano y más allá,
puñales
de horror fingía
de
los perros el ladrar.
Jinetes
en sus caballos
Peinados
de obscuridad,
Acicateando
el silencio
Con
las espuelas del mal,
Los
cristeros, de la sierra,
Bajando
bajaron ya;
Centellas
hay en sus ojos
Que
senda marcando van,
Centellas
de lujuria
Que
se van a reflejar
En
las medallas benditas
Que
llevan sobre el gabán.
-¡Ay,
madre, cierra la puerta
Que
le miedo en el aire está!
-Mi
vida, tu miedo aquieta,
Es
el rumor del pinar…
-¡Madre,
madre, que alguien viene,
Aúllan
los perros más!
-Le
están ladrando a la lluvia
Que
llora sobre el trigal…
En
esta parte dice:
La
pobrecita paloma…
En
medio del caserío
Alburas
la escuela escancia
Como
en mares de tortura
Alas
de gaviota blanca.
La
maestra era una niña
Que
en ser maestra soñaba,
Y
en noche de pesadilla
Estambre
de amor devana,
Estambre
para bordar
En
canevá de las almas.
Truenos
de balas se oyeron,
Rayos
que la noche rayan;
Debajo
de las cobijas
La
gente se persignaban.
Los
cristeros penetraron
Atropellando
confianza;
Hachas
fueron sus blasfemias
Que
las puertas astillaran.
Avalancha
de cristeros
Desparramóse
en la estancia;
La
pobrecita paloma
Nada
decía, nada lloraba;
El
jefe de los cristeros
La
ropa le despedaza,
Hasta
dejarla desnuda
En
su pudor refugiada;
Sobre
su cuerpo moreno
Las
pupilas se resbalan.
El
jefe de los cristeros,
Bajo
toldo de miradas,
Robó
primicia de amores
Al
compás de carcajadas…
Después
los otros pasaron
Hollando
lirio sin manchas
Y
cuando todos saciaron
Sedes
en púber fontana,
Por
el suelo la arrastraron
Dejando
estela escarlata,
Mientras
en el muro blanco
Las
figuras se alargaban,
Y
en el cielo, de vergüenza,
La
Virgen Madre lloraba.
El
jefe de los cristeros
Con
su cuchillo de plata
Los
senos cortó a la niña,
Senos
cual flores tempranas,
Y
fueron senos niños
Rojas
pomas que rodaran
De
la vida desprendidas
En
cosecha apresurada.
En
la cal de la pared
Letrero
con letra llana
Un
cristero así escribió,
Dejando
fija su infamia:
¡Muera
la escuela rural
Y
viva la iglesia santa!
Estampa
del Niño Dios,
Entre
los senos, manchada,
Los
cristeros en su huida
Dejaron
abandonada…
¡Ay,
madre, qué pena tengo,
Muriéndose
en noche aciaga,
De
óleos quedóse ayuna
En
sus heridas intactas.
Ultima
parte donde se dice:
¡Ay,
Cristo, Cristo Señor!
Sobre
el perfil de los montes
El
sol se puso a brillar
Cuando
en camilla de amores
Iban
la niña a llevar;
Abiertas
a la mañana,
Sobre
búcaro carnal,
En
lugar de dos camelias
Un
par de amapolas hay;
Detrás
caminan mujeres
Que
los críos la bilis dan,
Detrás
caminan los hombres
Con
impasible mirar,
Detrás
caminan los niños
Llorando
el bien que se va
Sobre
camino regado
Con
gotitas de coral…
Mientras
tanto, los cristeros,
Corderos
de cristiandad,
La
absolución recibían,
Absolución
sin igual
Que
de los siete pecados
Hizo
virtud teologal,
virtud
de luz de los cielos,
Luz
que se va a reflejar
En
las medallas benditas
Que
llevan sobre el gabán.
¡Ay,
Cristo, Cristo Señor,
Que
en Chalma muriendo estás
Fijo
con clavos de amor
A
tu cruz de humanidad,
En
tu nombre mancillaron
A
la Maestra Rural,
Voz
que, cual tuya, clamaba
La
VERDADERA VERDAD!
Ortiz
Lucas.- Presencia de una voz.- pág. 17
Editora
y Distribuidora, S.A..-1973
México,
D. F.
No hay comentarios:
Publicar un comentario