Por Raúl Hernández
Viveros
El acto de volver a contar la
historia presenta la narrativa de alcanzar la transferencia de un sistema
cognitivo que permita obtener un exacto modo de comprensión sobre el principio,
medio y final. La secuencia de eventos deriva en la representación de ciertos
aspectos en la narración que recrea la veracidad mediante la escritura. Hayden
White[1]
definió que hay que distinguir: “The value of narrativity in the representation
of reality” (“El valor de la narratividad en la representación de la
realidad”). Dividió las fronteras entre los anales, las crónicas y la historia
propia. No obstante, destacó la importancia de otorgar y darle sentido al
cierre y final de las versiones históricas.
Si se propone la comprensión
de las frases narrativas por sí solas es necesario comprender el texto
narrativo y la interpretación sobre la coyuntura de plantear una historia
apropiada para el interés de cualquier tipo de lector. A través de la
disposición de materiales narrativos, lograr el seguimiento y comprensión de
las acciones, pensamientos y sentimientos que reflejan la materia prima de la
historia narrada, que permite la aceptación de su final.
Los análisis tenían como
objetivo la articulación de las partes de un texto narrativo pero no en su
conjunto. Louis Mink[2]
argumentó que las narrativas desembocan en sus totalidades, y requieren de la
actitud en la perspectiva y naturaleza de los juicios de valor. El
descubrimiento de datos, hechos e informaciones llevan el conocimiento a los
lectores, quienes reelaboran la escritura con el poder de la lectura.
Michel de Certeau[3]
vinculó el método científico con la creación literaria, donde la historia que
representa el pasado corresponde al "rito de sepultura". En este
proceso, lo que pertenece al pasado ya está muerto, y el presente en cada
instante desaparece como una metáfora de lo que estuvo vivo. Paul Ricoeur[4], por
su parte, agregó y propuso que con la explicación se destacan los aspectos
filosóficos del texto histórico.
Lev Smiónovich Vigotski[5]
escribió que: “es de suma importancia resaltar el carácter de ultratumba, del
más allá que tiene el dolor de Hamlet, pues todo él es dolor, como la tragedia
entera es dolor.” Para este importante creador del paradigma socio-cultural,
sus estudios se basaron en el lenguaje como una función comunicativa con el
entorno social. Además de regular el
comportamiento y reorganizar la transferencia del conocimiento a través de los
afectos y emociones, se reorganiza la memoria. Distinguió la memoria natural y
la memoria indirecta, y con estas herramientas permitió incorporar la
comprensión de las señales y signos en la lectura: señalización significativa,
función social, individual, comunicativa, intelectual y simbólica.
A través del habla social,
habla egocéntrica y habla interior, el significado de la palabra constituye la
unidad de pensamiento verbal que expresa un concepto constituyendo un acto
intelectual. Es un fenómeno del lenguaje, donde las variaciones del significado
de las palabras se refieren al contenido de la evolución de las diferentes
formas del pensamiento. Vigotsky reconoce tres modalidades en el desarrollo del
significado: Pensamiento sincrético: subjetivo, variable. Complejos: agrupación
de un conjunto de objetos concretos vinculados entre ellos de forma real y
concreta. Dentro de los complejos se encuentran los pseudoconceptos: realizan
la función de enlace entre el pensamiento concreto y el pensamiento abstracto.
Doble estimulación.
Temas sagrados
Reinhart Koselleck[6] analizó
el tiempo histórico desde el espacio de la experiencia y el horizonte de la
expectativa. Desde tiempos inmemoriales la trasmisión de la historia fue a
través del lenguaje como primera interpretación del mundo. Gracias a las
traducciones de Ángel María Garibay Kintana[7],
hasta nuestros días llega la crónica oral de los orígenes de Mesoamérica:
“Los
dos grandes dioses, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, hicieron bajar del cielo a la
Señora de la Tierra. Era un monstruo grandioso, lleno de ojos y bocas en todas
sus coyunturas. En cada articulación de sus miembros tenía una boca y con sus
bocas sinnúmero mordía, cual muerden las bestias. El mundo está lleno de agua,
cuyo origen nadie sabe. Por el agua iba y venía el gran monstruo de la Tierra.
Cuando le vieron los dioses, uno a otro se dijeron: es necesario dar a la
Tierra su forma. Entonces se transformaron en dos enormes serpientes. La
primera asió al gran Monstruo de la Tierra desde su mano derecha hasta su pie
izquierdo, en tanto que la otra serpiente, en que el otro dios se había mudado,
la trataba desde su mano izquierda hasta su pie derecho. Una vez que la han
enlazado, la aprietan, la estrechan, la oprimen, con tal empuje y violencia,
que al fin en dos partes se rompe. Suben a la parte inferior y de ella hacen el
Cielo; bajan la parte superior y de ella forman la tierra. Los demás dioses
veían y se llenaban de vergüenza, al pensar que ellos mismos nada semejante
habían podido hacer.
Entonces, para resarcir a la Señora de la
Tierra del daño enorme que los dioses le habían hecho, bajaron todos los demás
a consolarla y darle dones. En recompensa, le dijeron que de sus carnes saliera
cuanto el hombre necesita, para sustentarse y vivir sobre el mundo. Hicieron
que sus cabellos se mudaran en hierbas, árboles y flores. Su piel quedó
convertida en la grama de los prados y en las flores que la esmaltan. Sus ojos
se transformaron en cuevas pequeñas, pozos y fuentes. Su boca, en cuevas
enormes; su nariz, en montes y valles.
Esta es aquella diosa que
llora alguna vez por la noche, anhelando comer corazones de hombres y no quiere
quedar en silencio en tanto que no se los dan, y no quiere producir frutos, si
no es regada con sangre humana.
Descendieron un día los dioses a una caverna,
en donde el Príncipe-Niño estaba yaciendo con la diosa Flor-Preciosa. De su
connubio nació un dios llamado Maíz. Fue sepultado en la tierra este dios
recién nacido y de su cabello brotó el algodón; de una de sus orejas, una muy
buena semilla que es la “cabeza cabelluda”, y de la otra, una muy buena que se
llama “huevos de pez”; de su nariz fue formada la planta que llaman chian,
excelente para templar los ardores del estío. De sus dedos brotó una planta que
yace bajo la tierra y es el camote de sus uñas, el maíz largo, base del humano
sustento, y del resto de su cuerpo, mil otros variados frutos, que los hombres
siembran y cosechan. Por esto el nombre que lleva aquel dios es de Niño Amado.
Hecho esto, aún dijeron todos los dioses:
Triste vivirá el hombre, si no hacemos para él algo que le produzca alegría. Es
menester crear algo que le haga tomar amor a la tierra, para que cante y baile,
para que nos sirva y alabe. Oyó aquello el dios del Viento, y se puso a cavilar
en dónde podría hallar lo que los dioses pedían. Vino a su memoria el recuerdo
de una hermosa doncella llamada Meyahuel. Voló hasta el lugar donde aquella
virgen vivía, unida a otras muchas que una vieja, abuela suya, guardaba. Era
esta muy vieja y rendida por los años. Tenía por nombre Tzitzimitl. Cuando el
dios del viento llegó todas estaban dormidas, pero él fue a despertar a
Meyahuel y le dijo: En busca tuya vengo porque he de llevarte al mundo. La
doncella consintió en ir con él a la tierra. Entonces el dios del Viento la
tomó sobre sus espaldas y bajó con ella a la tierra.
Cuando tocaron la tierra,
inmediatamente se transformaron en un hermoso y corpulento árbol, que se abría
en dos grandes ramas. Una era el Sauce Precioso, y era la rama del dios del
Viento; la otra era el Árbol Florecido, y era la rama de la doncella. Llegó,
entre tanto, la hora en que la vieja guardiana dejara su sueño. Cuando no vio
junto a ella a su nieta comenzó a dar grandes gritos. Pero la doncella no
apareció. Entonces la vieja abuela, llena de ira, convocó a todas las deidades
que se llaman Tzitzime, y todas ellas unidas bajaron a la tierra en busca de la
doncella y del dios del Viento, que había venido a robarla. Cuando la tierra
tocaron todos aquellos dioses, el árbol se desgajó y una rama cayó hacia un
lado, separada de la otra que cayó al lado opuesto. Cuando la anciana vio la
rama Árbol Florecido, reconoció inmediatamente a su nieta y llena de furor la
destrozó y fue dando a cada deidad una parte de sus miembros. Los dioses los
devoraron. La rama Sauce Precioso, que era la del dios del Viento, no fue
tocada por los dioses, sino que quedó allí abandonada. Cuando los dioses
malévolos regresaron a sus alturas, entonces el dios del Viento recobró su
antigua forma y comenzó a recoger los huesos de la doncella esparcidos por la
tierra, y los fue enterrando por los campos. De ellos brotó una planta, que
abre sus aspas al viento y que produce el vino blanco que beben los hombres.
Bueno es y deleitoso, y si embriaga, no es por él mismo, sino por las raíces
que le mezclan y que le dan embriagadora virtud.
Un día muy de mañana
lanzó el Sol una flecha desde el ciclo. Fue a dar en la casa de los espejos y
del hueco que abrió la roca, nacieron un hombre y una mujer. Ambos eran
incompletos, sólo del tórax hacia arriba, e iban y venían por los campos
saltando cual los gorriones. Pero unidos en un beso estrecho engendraron un
hijo que fue raíz de los hombres.
En el año final en que la
diosa de Falda de Jade fue la que presidía, a causa de la lluvia abundante se
derrumbaron los cielos y muertos todos los hombres, se convirtieron en peces.
Cuando miraron los dioses que los cielos se habían caído, resolvieron llegar al
centro de la tierra, abriendo para ello cuatro caminos subterráneos, y entrar
por estos caminos a levantar los cielos. Para sostener los cielos, hicieron cuatro
personajes cuyos nombres son: Águila que Baja, Serpiente de Navajas de
Obsidiana, Resurgimiento, y el de las Flores Aguzadas. En seguida los dos
grandes dioses, Tezcatlipoca y Quetzalcóatl, se transformaron en dos grandes
árboles: el de Tezcatlipoca se llamaba Árbol de Espejos, y el de Quetzalcóatl
se llamaba Árbol Precioso. Entre estos dos árboles y aquellos cuatro hombres
levantaron el cielo y lo sostienen cual hoy se halla. Cuando caminaban para
unirse trazaron el camino de blancura que ahora admiramos en el cielo.
Así que el dios del
Espejo Humeante hubo llamado al dios del Viento, vino éste a su presencia. El
dios del Viento era negro, traspasado por una enorme espina, de la cual goteaba
sangre. El dios del Espejo Humeante dijo al dios del Viento: Viento, ve a
través del mar y llega a la casa del Sol. Él tiene, en rededor suyo, muchos
cantores y músicos, muchos que tañen la flauta, que le cantan y le sirven. Unos
de éstos en tres pies, o tienen enormes orejas. Cuando llegues a la orilla del
mar, llamarás a mis servidores y ministros, que se llaman Caña de Concha, y el
otro, Mujer Acuática, y el tercero Monstruo Femíneo de las Aguas. Les mandarás
que se enlacen unos a otros unidos, hasta formar una manera de puente, por el
cual puedas tú pasar a la casa del Sol. Y así puedas traer contigo a los
músicos que vas a pedir al Sol. Vengan con sus instrumentos, para que alegren
al hombre y me sirvan y veneren. Dijo y desapareció de la presencia del
viento.”
A partir de este momento
se proyectó el nacimiento de uno de los más importantes pueblos indígenas
prehispánicos. Frente a los sacrificios humanos la conquista ofreció las
posibilidades de manejar el destino de las nuevas generaciones de la cruz
verdadera. La transmisión oral heredó la memoria histórica, y entonces dio
inicio el desenvolvimiento de instituciones culturales. Por lo cual, resulta
trascendental la lectura del libro Historia
y cultura de México a través del
lenguaje, de Mario Calderón,* ya que
ofrece una lectura a través de los lenguajes denotativo y connotativo. De
acuerdo con sus planteamientos con el estudio de los nombres propios de los
protagonistas de la historia nacional, se pueden descubrir otras vertientes
simbólicas de nuestros héroes que construyeron la República Mexicana.
George Steiner[8], en
su ensayo “Erudición humana”, advirtió que: “La última barbarie política creció
en el corazón de Europa. Dos siglos después de que Voltaire anunciara su fin,
la tortura se ha convertido de nuevo un método normal de acción política. La
diseminación general de los valores literarios y culturales no sólo demostró
ser ineficaz ante el totalitarismo sino que, en casos notables, los altos
centros del arte y el aprendizaje humanístico de hecho ayudaron y dieron la
bienvenida al nuevo terror. La barbarie prevaleció aun en el terreno del
humanismo cristiano, de la cultura renacentista y el nacionalismo clásico”.
De esta herencia
intelectual es trascendental la lectura de las investigaciones de Hans Georg
Gadamer, quien relacionó los mitos con las historias inventadas o halladas: “En
cualquier caso, el mito es lo conocido, la noticia que se esparce sin que sea
necesario no determinar su origen ni confirmarla”. Se trata de la vinculación
“entre el pensamiento que tiene a rendir cuentas y la leyenda transmitida sin
discusión”. Las razones peculiares que caracterizan que “nombrar es como aludir
a lo que se puede narrar[9].”
[1] The Content of
the Form: Narrative Discourse and Historical Representaion. USA : John
Hopkins University
Press. 1987
[2] “Narrative form as a cognitive instrument”, The Writing of History: Literary Form and
Historical Understanding, ed. Robert
H. Canary y Henry Kozicki, Madison ,
Wis. ,
1978.
[3]
La debilidad de creer, Katz editores,
Argentina, 2006.
[4]
Historia y verdad, Ediciones
Encuentro, Madrid, 1990.
[5]
Psicología del arte, Barral editores, Barcelona, 1972.
[6]
Futuro pasado, Paidós Ibérica,
España, 1993,
[7]
Épica náhuatl y divulgación literaria, UNAM,
México, 1978.
* Ediciones
Eón, México, 2010.
[8]
La Palabra y el Hombre, No 44,
Octubre-diciembre, 1967.
[9]
Mito y razón, Paidós, México, 1997.
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