domingo, 11 de marzo de 2012

La evolución de nuestras raíces




Por Raúl Hernández Viveros

Para aproximarse al conocimiento de nuestro pasado prehispánico es conveniente revisar cada una de las versiones del sacerdote humanista, filólogo e historiador Ángel María Garibay Kintana (1892-1967). Canónigo lectoral de la Basílica de Guadalupe, quien por sus estudios de cultura náhuatl fue designado Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional. Catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras y Director del Seminario de Cultura Náhuatl.

Preparó la edición de Historia general de las cosas de Nueva España, de fray Bernardino de Sahagún, Relación de las cosas de Yucatán, de fray de Landa; Historia de los indios de Nueva España e islas de tierra firme, de fray Diego Durán, Historia antigua y de la conquista de México, de Manuel Orozco y Berra. También realizó la Historia de la literatura náhuatl y Poesía náhuatl, en tres tomos. Visión de los vencidos, La llave del náhuatl, Panorama literario de los pueblos náhuatl e identidad.

            A través de su trabajo de investigador y traductor, principalmente heredó un profundo conocimiento del pensamiento prehispánico. Un ejemplo sustancioso corresponde a la filosofía que se encuentra en los Cantares mexicanos. Hasta nuestra  actualidad corresponde la vigencia  el  “Enigma de vivir”, Anónimo de Chalco: “No es verdad que vivimos, / no es verdad que duramos / en la tierra. / ¡Yo tengo que dejar las bellas flores, / tengo que ir en busca del sitio del misterio! / Pero por breve tiempo, / hagamos nuestros los hermosos cantos.”  

            Por otra parte, las profundas reflexiones: “La vida pasa...”:  “¡Oh flores que portamos, / oh cantos que llevamos, /  nos vamos al Reino del Misterio! / ¡Al menos por un día / estemos juntos, amigos míos! / ¡Debemos dejar nuestros cantos: / y con toda la tierra seguirá permanente! / Amigos míos, gocemos: gocemos, amigos!” Esta herencia cultural pertenece y siempre se le agradecerá a  Ángel María Garibay Kintana. Divulgador  de textos sagrados, mitos y sabio conocedor de nuestros dioses prehispánicos.

En la colección “Biblioteca del Estudiante Universitario”, pueden consultarse algunas aportaciones sobre el origen del mundo mesoamericano. Fue un extraordinario continuador de la sabiduría mexicana, y nos descubrió el tesoro del pensamiento prehispánico. A través del estudio de la literatura náhuatl logró transmitirnos una parte fundamental del mundo prehispánico. La memoria histórica que no pudo ser borrada durante la conquista y la imposición de una lengua y religión ajenas a la creación del Hombre de Maíz, los gigantes de piedra, y a los adoradores del Sol.

El amor ancestral por la naturaleza y el cosmos. La vida humana como un bien precioso. El respeto al medio ambiente y el reconocimiento por la pureza del aire y el agua. Las esculturas sobre las piedras, o el arte de las plumas. La poesía náhuatl en la experiencia del huehuetlatolli, que aportaba los sabios consejos de los ancianos hacia los jóvenes y niños. Actualmente los grupos indígenas en México  sobreviven frente a la marginación y el abandono. Entre el olvido, la discriminación y la desesperanza de haber sido sometidos y sojuzgados por la vida institucional.



Nuestra madre venerada



La evangelización del Nuevo Mundo, a partir de la conquista española fue acompañada por un grupo de misioneros, que en 1523 comenzaron el estudio de las lenguas indígenas para imponer el castellano y la evangelización. Antes tuvo efecto la destrucción del imperio azteca, que culminó con la aprehensión y asesinato de Cuauhtémoc.

Desde el 8 de noviembre de 1519, llegó Cortés a Tenochtitlan acompañado de miles de sus aliados indígenas. Moctezuma engañado por las profecías recibió al conquistador abriéndole las puertas de su palacio, y comenzó a ejercer el poder en la ciudad, hasta que una insurrección popular le dio muerte a su emperador. Lo cual motivó la derrota conocida como la Noche Triste. En mayo de 1521, Cortés se instaló en Texcoco y emprendió un sitio contra la ciudad. Frente a los ataques, falta de alimentos y enfermedades, Cuauhtémoc se rindió el 13 agosto de 1521.

Durante el desmoronamiento de Tenochtitlan, fueron destruidos los códices; los templos y palacios, con sus restos se levantaron las iglesias y edificios españoles. Se intentó sepultar todo el esplendor de la cultura azteca. Miles de ídolos fueron pulverizados, y en las zonas sagradas dedicadas a las deidades prehispánicas se fundaron zonas urbanas que marcaron las señales del colonialismo.

En  el cerro del Tepeyac tuvo su templo Tonantzin, que también fue desbaratado.  Fray Juan de Torquemada en su  Monarquía indiana advirtió que la diosa adorada “se les aparecía en figura de jovencita, con su túnica blanca ceñida, aunque siempre a uno solo y le revelaba cosas secretas”. Tonantzin, en 1756, volvió en forma de una indiecita, igual que la describió Torquemada en un escenario “todo resplandeciente”. 

Fray Bernardino de Sahagún transcribió las versiones de que la jovencita se transformaba en “la señora vieja” o “mujer infernal”. De acuerdo con la mitología se escuchaban en el Tepeyac los lamentos femeninos en protesta por la desaparición de su centro de adoración. Al mismo tiempo eran  gritos de terror y miedo, que por el genocidio y destrucción de Tenochtitlan, miles de mujeres al caer la noche iban como sombras por las ruinas en búsqueda de sus hijos sacrificados por las espadas, ballestas, arcabuces y cañonazos de los conquistadores.

Las formas de interpretación realizadas por los misioneros obtuvieron informaciones de que anteriormente se escuchaban en las noches los lamentos de una mujer que flotaba lamentando la muerte de su hijo y la pérdida de su propia vida. La llamaban Chocacíhuatl, la Llorona, quien murió al dar a luz. Se la veía volar rodeada de calaveras desprendidas de sus esqueletos. Esto representó el antecedente del infortunio y el presagio de intentar el aniquilamiento del pensamiento azteca.

La mayor parte de los pensadores de México, siempre se han cuestionado sobre la esencia de nuestras raíces. El estudio del origen como árbol genealógico se refiere al rechazo de un pasado que se desprende actualmente entre  los mestizos y los criollos. Somos y no reconocemos a los  ancestros; rechazamos constantemente la realidad de que la población está  dividida en tres grandes grupos. Los grupos indígenas que al principio formaban parte, durante la colonia y la independencia,  bastante más de la tercera parte de la población total. Actualmente representan la cantidad de más de doce millones de habitantes que el indígena vive marginado de la vida política y social.

En 1917, un equipo de arqueólogos y antropólogos llevó a cabo una investigación en la zona de San Juan Teotihuacan y, sobre todo, para limpiar y restaurar el antiguo centro ceremonial. El Templo de Quetzalcóatl, fue restaurado. Teotihuacan, se convirtió en el principal monumento público de México, con sus monumentos impresionantes que invitaban a la comparación con el antiguo Egipto, Grecia o el imperio romano  La civilización mesoamericana se estableció así como fundamento de la historia mexicana.

          La cultura mexicana del siglo XX inventó un ser nacional cuya identidad, a pesar de ser poco concreta y cambiante, sirvió como importante presencia imaginaria en la constitución de un poder político nacional: al plantear la configuración de un modelo nacionalista y revolucionario de “lo mexicano”, la identidad se transformó en mecanismo legitimidad.

El pueblo mexicano imaginó un ser, que es el resultado de una mezcla de razas y costumbres muy ajenas a lo que en realidad es un verdadero mexicano. Los mexicanos sufrimos ese complejo de ser seres inferiores a otros por el simple hecho de haber nacido en un país trágico, violento y corrupto. A veces el sarcasmo lleva a nombrar adjetivos tan perversos para describir la idiosincrasia, por ejemplo señalar con desprecio  a los “taranacos”.

Aquellos individuos sojuzgados por su origen y nulo poder de exigir siquiera un poco de respeto, y que constantemente son objeto de burla por su ineptitud de participar  en actos cívicos, o de enfrentar el derrumbe del  Estado de Derecho. Casi pasan desapercibidos e invisibles frente a la realidad nacional. Nada más forman parte de estadísticas y obtienen su identidad a través de la credencial de elector, que canjean por despensas, algún pago, becas o caridad institucional, en lugar de abrir fuentes de trabajo con salarios dignos, como lo dispone el mandato constitucional  

Octavio Paz en sus profundos ensayos reconoció que: “El proyecto del Imperio mexicano resolvía la contradicción ideal entre el México precolombino y nueva España pero no resolvía la contradicción real entre los criollos y mestizos. El imperio era una universalidad a la que no tenían acceso los segundos. Por eso la realidad hizo añicos el proyecto imperial.”[1]

Prosiguió con el planteamiento de que: “El primer golpe fue la expulsión de los jesuitas por Carlos III, consecuencia de la oposición de intereses del Estado nacional borbónico y el universalismo jesuita.  El segundo golpe fue la guerra de independencia. La expulsión de los jesuitas privó al proyecto criollo de su fundamento teológico e intelectual”.

Y agregó qué: “no tuvimos reyes sino caudillos y dictadores constitucionales que llamamos presidentes.”  Respecto a la imposición religiosa planteó que: “Aunque la devoción a la Virgen de Guadalupe es anterior al siglo XVII –ya Sahagún veía una “superchería del demonio” en la costumbre que tenían los indios de llamarla Tonantzin- fue el siglo criollo el que transformó la devoción a la virgen en un culto nacional.”

También recopiló la sentencia del bachiller Miguel Sánchez que en 1648 definió a  “la primera mujer criolla”. Octavio Paz continuó con su estudio: “Pero la Virgen fue y es algo más y de ahí que haya sobrevivido al proyecto histórico de los criollos. La Virgen es el punto de unión de criollos, indios y mestizos y ha sido la respuesta a la triple orfandad: la de los indios porque Guadalupe/Tonantzin es la transfiguración de sus antiguas divinidades femeninas; la de los criollos porque la aparición de la Virgen convirtió a la tierra de la Nueva España en una madre más real que la de España, la de los mestizos porque la Virgen fue y es la reconciliación con su origen y el fin de su ilegitimidad.” 

Las investigaciones de Octavio Paz recogieron: “El titulo del folleto que contiene la descripción de la obra es muy explicito Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe, advertidas en los monarcas antiguos del Mexicano Imperio, Itzcóatl, Ilhuicamina, Axayácatl, Moctezuma, Cuauhtémoc y el mismo Huitzilopochtli, que Sigüenza y Góngora consideraban también emperador: esos eran los modelos de gobierno que proponía el criollo al virrey español.”   

            En El ogro filantrópico[2], Octavio Paz destacó que: “Quetzalcóatl desaparece en el horizonte histórico del siglo XIX, salvo para los escritores y los pintores que, sin mucha fortuna, lo han escogido como tema de sus obras. Desaparece pero no muere: ya no es dios ni apóstol sino héroe cívico. Se llama Hidalgo, Juárez, Carranza: la búsqueda de la legitimidad se prolonga hasta nuestros días. Cada una de las grandes figuras oficiales del México independiente y cada uno de los momentos capitales de su historia son manifestaciones de este cambiante principio de consagración.”

            Idéntica descripción de Quetzalcóatl se ofreció con el rostro y la figura de Porfirio Díaz que hizo Rafael de Zayas Enríquez[3]: “En el cambio de su rostro influyó, ya siendo Presidente de la República, el no exponerse al sol de la manera que la tez,  no cobriza pero sí cetrina, se blanqueó con el tiempo e incluso llegó aparecer sonrosada por allá entre los sesenta y setenta años; el pelo totalmente cano de la cabeza y del amplio y nutrido bigote, terminado en guías contribuyó a la impresión del aclaramiento del rostro. La fisonomía del caudillo fue perdiendo los rasgos característicamente indígenas y acentuando los de la raza blanca, y así el Presidente ofrecía por aquella década la impresión cabal de ser un europeo meridional”.

De esta manera, el mito de Quetzalcóatl se repite en la historia de México mezclándose con la llegada de Hernán Cortés, considerado cómo el fundador del ser mexicano. Aunque se debe distinguir lo que planteó Octavio Paz en su pequeño libro Posdata[4], sobre el México indígena y el México mestizo, como pilares del subdesarrollo y atraso sociocultural: "Apenas si debo repetir que el otro México no está afuera sino en nosotros: no podríamos extirparlo sin mutilarnos. "

Señaló que la plataforma superior de la pirámide truncada es un sitio de sacrificio sangriento. La pirámide es “tiempo petrificado” e “imagen del estado azteca y de su misión: asegurar la continuidad del culto solar...” Confirmó que la continuidad entre el mundo azteca y el México de hoy es “el arquetipo religioso-político de los antiguos mexicanos: la pirámide, sus implacables jerarquías y, en lo alto, el jerarca y la plataforma de sacrificio...” Desde el punto de vista de Octavio Paz advirtió la necesidad de que: “En México urge ante todo exorcizar la violencia, el mundo azteca.”

En su propuesta criticó la fundación del imperio azteca en la gran Tenochtitlan, y puntualizó sobre la terrible imposición sentenciada por Hernán Cortés cuando aceptó reconocer con el nombre de México al poder central desde el altiplano del valle de Anahuac. Fatalidad histórica del destino nacional que prosigue en la actualidad con el centralismo que impide el desarrollo en cualquier parte del territorio de México. Antiguos presagios del autoritarismo con la imposición de símbolos, usos y costumbres que no corresponden a la sustentabilidad  y esencia plural de los pueblos y culturas que sobreviven con sus idiomas y religiones, como está escrito en la Carta Magna[5]     

Santiago Ramírez en su libro El mexicano, psicología de sus motivaciones, realizó un profundo estudio sobre la personalidad de los habitantes urbanos en México.  “El mexicano se mueve en un terreno inhóspito, carente de seguridad; piso prestado, abonos que le brindan un anhelo de seguridad mensual…”  Representa el escenario en que tiene que actuar y simular el orgullo nacional. 

El compositor Chava Flores, ubicó el espacio de la mentira en las líneas de su canción: “¿A qué le tiras cuando sueñas, mexicano?” -Ganar el premio mayor, o conseguir un nombramiento institucional donde obtengas riquezas. Incluyó el sueño del mañana  si que lo hago y mañana sí te pago. “La fantasía de que no hay contribuciones, ya no hay mordelones, y puedes ahorrar....  Mañana nos casamos, mañana te lo doy, la ultima y nos vamos”.

Detrás de las mentiras, brotan la violencia, frustración, la carencia y la desesperación.  “Las fritangas odio, rivalidad, recelo. Fritangas, fritangas, fritangas, fritangas, alimento sin proteína, tristeza, dolor y hambre”, forman parte del teatro nacional, en donde finalmente se acepta el aumento de la pobreza y la marginación social. El fraude electoral con la manipulación de enormes recursos para el pago de campañas publicitarias sobre obras públicas que por Ley deben de realizarse en beneficio de la sociedad.

Los pensadores mexicanos se plantearon la cuestión del ser mexicano. Con Justo Sierra y José Vasconcelos, se intentó inventar un proyecto  educativo de superación desprendido de la visión positivista. Vasconcelos criticó los presupuestos destinados a la guerra; advirtió sobre “el pulpo de un ejército opresor, costoso e inútil”, y acerca de “la ínfima condición en que hoy vivimos en vergonzante subordinación”.

Dentro de esta evolución de la radiografía nacional todavía no se encuentra el camino hacia la recuperación de los valores humanos y las garantías individuales asentadas en la Carta Magna. El Estado de Derecho debe regir otra vez la vida de los ciudadanos. Sólo con el respeto a la Ley y el rechazo a la mentira se reintegra la legitimidad. Detrás del engaño y la simulación, destacan las afirmaciones de Jorge Carpizo, general de la República, ante “el gravísimo problema de inseguridad” que vive el país; señaló frente al triunfo de la mentira, la necesidad de recuperar: “la vida en democracia para no combatir los delitos cometiendo otros delitos”.

Por lo cual resulta indispensable la lectura de la crítica literaria de Octavio Paz, ya que  es un saber que sobrepasa a la filosofía y a la sociología para integrarse a la antropología. Frente a la incertidumbre y crisis de México conviene recordar que Octavio Paz escribió que la actividad poética "nace de la desesperación ante la impotencia de la palabra y culmina en el reconocimiento de la omnipotencia del silencio".

Para Octavio Paz, ser poeta es sentir “el significado que es todos los significados o con la ausencia de todas las significaciones.” Delante del vacío y falta de un proyecto nacional que tome en consideración las raíces del pensamiento y la cultura prehispánica, brota en silencio como representatividad del efecto de las palabras que describen el mundo, y juegan con los dioses. Vida y muerte, Apocalipsis y sacrificios en el tiempo contemporáneo de México.

Octavio Paz escribió en su obra El laberinto de la soledad[6], que el mexicano elude reconocerse a sí mismo. A pesar de  recurrir siempre  al empleo de la máscara para esconder su yo verdadero, y no aceptar  nuestras raíces mesoamericanas como parte de la evolución cultural y social del ser nacional, que recurre constantemente  a la Picardía Mexicana,  de Armando Jiménez.

            Con la muerte de Miguel Ángel Granados Chapa brota la reflexión sobre uno de los pensadores de nuestra realidad nacional el poder de la escritura propuso un diálogo acerca de los sacrificios en el México Contemporáneo. Con el constante trabajo periodístico se involucró en la crónica relacionada con la estructura del poder en una nación que no encuentra el verdadero y único hacia la transición democrática.

            La radiografía sobre las infinitas formas de la corrupción, es la interpretación y el seguimiento de los poderes fácticos. El fracaso del sistema que tuvo la necesidad de aceptar la desaparición del poder judicial. En algunos fragmentos del discurso al recibir la medalla “Belisario Domínguez” sentenció que: “Los poderes fácticos, los que gobiernan sin haber sido elegidos, los que buscan y obtienen ganancia de negocios que atentan contra el interés general gobiernan en mayor medida que los gobiernos; la lucha de unos y otros poderes ilegítimos contra la sociedad, su éxito en el propósito de dominarla es favorecida por una situación económica, material cada vez más adversa, menos propiciatoria que la prosperidad y la expansión de la potencialidad humana.”

Las palabras proféticas: “Muchos creemos percibir la difusión de una desesperanza, de un desánimo social, un desencanto con las formas democráticas, un cinismo social que como los depredadores en infortunios impuestos por la naturaleza aprovechan la desgracia ajena para medrar.

Pero eso que nos ocurre, los fenómenos en sí mismos, y los que provocan esta desesperanza, no son una condena, son enfermedades del espíritu colectivo susceptibles de ser curadas, no con pociones mágicas que a la postres mas envenenan, en que sanan, sino con el empuje que más de una vez ha permitido ejercer y acrecentar la energía de los mexicanos.”

            Y advirtió: “No nos deslicemos a la desgracia, menos aún caigamos de súbito en su abismo, cada quien desde su sitio, sin perder sus convicciones, pero sin convertirlas en dogma que impidan el diálogo, impidamos que la sociedad se disuelva. No es un desenlace inexorable, podemos frenarla, hagámoslo, y con la misma fuerza reconstruyamos la casa que nos albergue a todos o erijámosla si es que nunca la hemos tenido.”



[1] Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Fondo de cultura económica, México 1982.
[2] Seix Barral, Barcelona, 1979.
[3] Porfirio Díaz, La evolución de sus vida, México 1908
[4] Siglo XXI, México, 1970.
[5] Artículo 2,  La Nación Mexicana es única e indivisible. La Nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. La conciencia de su identidad indígena deberá ser criterio fundamental para determinar a quiénes se aplican las disposiciones sobre pueblos indígenas.

[6] Fondo de Cultura Económica, México, 1950

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