Por: Benito
Carmona Grajales
Las personas
fumadoras y las diabéticas pueden morir súbitamente por una enfermedad
coronaria. Al respecto, el médico e investigador mexicano, Eugenio Aguilar
Parada, en su libro: “Cómo prevenir el infarto”, nos dice que “los médicos le
han dado una mala fama al colesterol; de tal manera que por perfilar sus
baterías en su combate, descuidan otros aspectos de la salud”. Estudios
realizados en los Estados Unidos comprobaron que un 60 % de los pacientes que sufren
de infarto tienen niveles normales de colesterol en la sangre. También se ha
observado que en algunos grupos humanos que viven en las regiones muy frías,
cercanas a los polos, y que consumen grandes cantidades de grasas, no se dan
los infartos con la misma frecuencia que en nuestro país o como en Los Estados
Unidos. Cabe mencionar que estos habitantes del norte o del sur, además de
grasas, consumen grandes cantidades de pescado y la ingesta de carbohidratos es
casi nula.
El doctor
Barry Sears asegura que el 50 % de las
personas que sufren de infarto al miocardio mantienen niveles normales de
colesterol; que más bien, la causa de esas cardiopatías son situaciones de
inflamación, como lo comprobó, en 1848, Rudolf Virchow al observar el tejido
cardiaco en personas que habían muerto por enfermedades del corazón.
La inflamación
de las arterias se debe al aumento de la producción de eicosanoides “malos”. El
ignorarlo ha propiciado la epidemia de la obesidad y de las cardiopatías. ¿Por
qué? Porque se ha declarado una guerra sin cuartel al colesterol y a todas las
grasas, y no al peor enemigo que es la inflamación. Una restricción del flujo
sanguíneo provoca una falta de oxígeno, a esto se debe la necrosis del tejido
muscular del corazón y el infarto del miocardio.
Veamos cómo
ocurre: Las placas de ateroma (aquí puede generarse inflamación) que se
encuentran en las arterias pueden marcar cierta inestabilidad y se rompen. Luego
se desprenden algunos fragmentos desde las paredes de la arteria para viajar en
el torrente sanguíneo. Las plaquetas del sistema inmunológico reciben la orden
de los eicosanoides para reparar lo que
consideran “daño” y provocan un
aglutinamiento bloqueando el paso de la sangre y, por ende, de la
oxigenación. Este es el mecanismo clásico de la inflamación no necesaria.
La falta de
omega 3 (ácidos grasos eicosapentaenoico y decosaexanoico) en el tejido
cardíaco puede producir infarto por un desorden de los impulsos eléctricos. El
colesterol influye en la aparición de las cardiopatías; pero de manera
secundaria.
De acuerdo a
las últimas estadísticas de mortalidad, el infarto de miocardio ocupa el primer
lugar; el segundo corresponde al cáncer y a las patologías arteriales del
cerebro; en tercer lugar están las patologías derivadas de la aterosclerosis y
la arteriosclerosis. Se le llama aterosclerosis al efecto que producen los ateromas (papilla
blancuzca, originada por cuerpos grasos y colesterina que se encuentran en las
arterias) en la arteriosclerosis o endurecimiento de las arterias. La
arteriosclerosis es una cardiopatía que afecta a los artríticos, a los
diabéticos, a los obesos y a los gotosos. Se dice que todo aquello que produce
la hipertensión, como el tabaquismo y el abuso del alcohol; así como las
insuficiencias renal y hepática, conducen a la autointoxicación y, ésta última,
genera arteriosclerosis.
En la década
de los setentas Russell Ros, de la Universidad de Washington volvió a afirmar
que las cardiopatías eran problemas de inflamación. Pese a todas estas
opiniones, se le sigue echando toda la culpa al colesterol. Es hasta la década
de los noventas cuando se desarrolló el primer marcador sanguíneo para detectar
la inflamación silenciosa y se ha comprobado que en las enfermedades de
diabetes, cáncer, Alzheimer, artritis reumatoide, esclerosis múltiple y lupus,
tiene mucho que ver la inflamación descontrolada.
También puede
ocurrir que se trate de una alteración del ritmo cardiaco, provocado por una
arritmia. Cuando se pierde la sincronización de los latidos puede aparecer una
pausa lo suficientemente prolongada que suspenda el suministro de oxígeno.
Los médicos
Frederic Vagnini y Dave Bunnell, en su libro: “Diez años más joven” dicen que
el colesterol se produce de manera natural en el cuerpo y que es necesario para
la producción de hormonas y vitamina D y para mantener sana la membrana
celular. Que su producción está a cargo del hígado y que se le llama sérico.
Dicen que el que procede de los animales, se le llama dietario.
También le
llaman colesterol bueno, al igual que otros médicos e investigadores, a la
lipoproteína de alta densidad que disminuye el riesgo de tener problemas con
las paredes arteriales y enfermedades cardiacas. No ocurre lo mismo con la
lipoproteína de baja densidad, que hace lo contrario, obstruye las arterias y
que provoca enfermedades del corazón, por lo que recomiendan tener cuidado con
el consumo de este último colesterol.
Coinciden la
mayoría de investigadores en que los ateromas que se plantan en las arterias
coronarias, al desprender fragmentos, estos pueden llegar a obstruir y dañar
directamente al corazón, provocando infarto. Por lo tanto, recomiendan cuidar
la alimentación, hacer ejercicio y evitar el estrés. Hay que evitar los
alimentos con demasiada carga glucémica, como los carbohidratos y los que
contengan ácido araquidónico, como los aceites vegetales fritos y las
margarinas. De ser posible hay que evitarlos antes de que sea demasiado tarde,
ya que son los principales causantes de inflamación.
Entonces, los
peligros que aquejan al corazón se originan en las arterias, y son los siguientes:
la aterosclerosis, la arteriosclerosis y
la inflamación. La aterosclerosis, por las placas de ateromas que
acumulan las grasas en el interior de las arterias; La arteriosclerosis, por el
endurecimiento de las arterias y tener que soportar la presión alta de la
sangre, entre otras causas; y, por último, la inflamación, cuya causa es el
desequilibrio hormonal y el rompimiento de las placas de ateroma que el sistema
inmunológico confunde con una lesión de la arteria; pero, al final de todo, la
causa principal es el descuido del ser humano, con su alimentación equivocada,
la falta de ejercicio y los desequilibrios emocionales que producen estrés.
El Dr. Louis
J. Ignarro, médico e investigador estadounidense y Premio Nobel de medicina en
1998, agrega, como la causa principal de las cardiopatías, a la carencia de
óxido nítrico (NO), o la falta de producción de esta molécula en las células
endoteliales; sin embargo, coincide que estas carencias las resuelve el
ejercicio y la buena alimentación. Este médico recomienda suplementos de
citrulina y arginina para que el endotelio de las arterias produzcan el óxido
nitrico suficiente para mantener las arterias suaves y elásticas, de tal
manera puedan conducir la sangre y los
nutrientes necesarios en el organismo
La herbolaria
recomienda: muérdago, que es un hipotensor; la manzanilla, que es
antinflamatoria; la cola de caballo, por ser diurética y baja la presión
arterial; el sauce, porque adelgaza la sangre y evita los trombos; el
yoloxóchitl, por aumentar la fuerza de las contracciones y el tono muscular del
corazón. La quina ofrece su influencia tranquilizadora al corazón, regula las
palpitaciones y la marcha cardiaca; también son importantes la magnolia, el
toronjil y el nogal, entre otras. Por
último, quiero reproducir una frase que conocen algunos especialistas: “Lo que
es bueno para el corazón, es bueno para el cerebro” y, lógicamente, lo que daña
al corazón, también daña al cerebro. Lo más importante es que existe una
solución a estos padecimientos, sólo que hay que hacer algo. Para algunos, las
cardiopatías son un encuentro cercano con la muerte, para otros es la misma
muerte.
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