Gilberto Nieto
Aguilar
Sigue siendo
una de las discusiones más controvertidas acerca del comportamiento humano si
éste depende de los genes que se heredan de los padres, o si es el resultado de
la interacción con la sociedad. Dicho desde otra perspectiva, el debate
principal se centra en definir si el comportamiento humano depende de la
herencia genética o de lo que se aprende en la familia y el entorno.
El ADN de cada
persona es único y aporta información de cómo se construyen todas las proteínas
de los sistemas fisiológicos, las enzimas que intervienen en todo el
metabolismo y condicionan el funcionamiento normal del cuerpo humano. Esta
información es muy valiosa en los campos de la medicina.
Desde que los «factores hereditarios»
de Mendel fueron conocidos y descritos a nivel bioquímico como nucleótidos o
combinaciones de los mismos formando genes, la genética ha sido el guardarropa
donde se sitúan cómodamente los trajes a la medida sobre el origen y control de
múltiples características, simples o complejas, de la naturaleza humana, para
explicar la constitución biológica, sus posibilidades o deficiencias
metabólicas, motoras y cognitivas, así como gran parte de sus reacciones o
comportamientos habituales.
La genéticaha sido y sigue siendo la disciplina
preferida para dar un cauce seudocientífico a planteamientos y argumentos ideológicos, sectarios, antisociales y sesgados que han sido utilizados por grupos
discriminatorios para justificar el sometimiento y la explotación de unos
considerados “superiores” sobre otros que nacieron señalados por la desgracia
de ser de una supuesta raza “inferior”.
Los avances en genética han ido siempre
acompañados por cierto ruido de fondo. Desde el siglo pasado han sido
propuestas muchas “tecnologías sociales” de corte eugenésico, racista y antisocial,
en coherencia con los supuestos datos aportados por la ciencia de lo
hereditario en cada etapa de su desarrollo. Esta polémica baja de tono pero
nunca cesa y sugiere presuntos nexos entre raza y coeficiente de inteligencia,
constitución física, intereses y factores de desarrollo.
Las modernas aportaciones de la biología molecular y la genética
de la conducta permiten fundamentar argumentaciones en contra de estas teorías
sobre la inferioridad genética de algunas razas, el impacto sobre la inteligencia
y el desarrollo humano, y contra el determinismo de un destino señalado e
insalvable. Los derechos humanos, en el contexto mundial, avanzan en la lucha
contra estas ideas segregacionistas.
Quizá en los
periodos de crisis económica y social
aparecen con mayor fuerza las situaciones de marginación y pobreza, que las
élites políticas califican de inútiles en la toma de medidas asistenciales y
educativas. Arguyen la evidencia de signos innegables de fracaso constante en
las actitudes de ciertos grupos humanos. Pero olvidan que el ser humano no es
sólo genética, es mucho más que eso.
En estudios serios y objetivos,
con un enfoque humanista amplio, estas circunstancias constituyen el terreno de
estudio para ampliar la concepción y las opiniones que sitúen lo biológico, lo
genético o la raza en una justa perspectiva para comprender mejor al ser humano
y contribuir con eficacia para combatir las causas de marginación, los altos
niveles de fracaso escolar, el desempleo, la delincuencia y el bajo coeficiente
intelectual.
Sin embargo, la
discusión referente a que una persona es, después de haber nacido, la carga
genética que porta, la crianza que tuvo, el entorno que lo educó y finalmente
la interpretación que desarrolla del mundo y de la vida. En lo que respecta a
la familia, comenzamos esta historia en 1942, con la publicación del libro de Carl
Rogers “Orientación psicológica y
psicoterapia”quienrealiza una serie de
planteamientos tendientes a esclarecer su posición frente al proceso
terapéutico, la personalidad y la naturaleza humana.Once años más tarde,
el psiquiatra norteamericano Harry S. Sullivan publica The Interpersonal Theory of Psychiatryafirmando que las personas
son producto de su entorno.
En 1956 Abraham
Maslow recalca la importancia de las “experiencias cumbre” en el camino de la
autorrealización. Nueve años después el psiquiatra argentino Salvador Minuchin
desarrolla la terapia familiar en la PhiladelphiaChildGuidanceClínicy en 1980
la psiquiatra italiana Mara SelviniPalazzoli y sus colegas publican una serie
de artículos sobre el enfoque de la terapia familiar en la escuela de
Milán.
La familia es el grupo humano
primario más importante en la vida del hombre, la institución más estable en la
historia de la humanidad. El hombre nace y vive en familia; posteriormente él
mismo crea su propia familia. Es innegable que cada hombre o mujer, al unirse
como pareja, aportan a la familia recién creada su manera de pensar, sus
valores y actitudes (“La familia en el
proceso educativo”, especialistas
del Centro de
Referencia Latinoamericano para la Educación Preescolar, OEI).
Luego trasmiten a
sus hijos una combinación genética y una crianza en la que trasfieren los modos
de actuar con los objetos, las formas de relación con las personas, las normas
de comportamiento social, que reflejan mucho de lo que ellos en su temprana
niñez y durante toda la vida, aprendieron e hicieron suyos en sus respectivas
familias para así crear un ciclo que vuelve a repetirse (Ib.).
Aprendemos a
reaccionar de cierta forma ante los miembros de nuestra familia. Tales
reacciones configuran el papel que adoptamos, sobre todo, en los casos de
tensión. Ese papel puede inhibir a nuestro yo auténtico y perpetuarse en la
edad adulta. Es por eso que la psicóloga norteamericana Virginia Satir (1916-1988)
considera que la familia es la “fábrica” en la que se hacen las personas.
En los casos de estrés, comenta
Satir, aparecen tres actitudes derivadas de la familia: el que ve errores
constantemente y se dedica a criticar (el acusador);
el intelectual poco afectuoso (el calculador);
el que confunde las cosas para desviar la atención de las cuestiones
emocionales (el distractor); el
complaciente que quiere quedar bien con todos (el aplacador); y el comunicador abierto, honrado y directo (el nivelador).
Sólo los “niveladores” mantienen una postura sana y congruente en la que sus
sentimientos se corresponden con lo que comunican a los demás. Satir insiste
que quienes adoptan los otros papeles tienen una autoestima baja, por lo que
temen mostrar o compartir sus verdaderos sentimientos, les intimida la
desaprobación, se sienten indignos, descubiertos y rechazados de alguna forma
por los demás (“El libro de la psicología”,
Santillana, México, 2012, págs. 146-147).
Las situaciones de conflicto son
los escenarios que permiten ver el temple de la persona pues cada quien
resuelve de acuerdo a los recursos con los que cuenta. La vida es una sucesión
de situaciones en las que hay que escoger, decidir, resolver, disponer,
satisfacer, deliberar, plasmando –en cada acto– partes importantes de la
personalidad. El tercer enfoque es motivo de otro momento.
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