Raúl Hernández Viveros
Las etapas de la literatura
veracruzana corresponden a partir de las crónicas de la conquista española. Fue
cuando el descubrimiento del Nuevo Mundo trajo como consecuencia el trasplante
y la imposición de una religión y el idioma de los conquistadores. A través de
la llegada de misioneros que comenzaron el aprendizaje de algunos idiomas de
los naturales de estas tierras se
recogieron las leyendas, usos y costumbres; rituales y procesos culturales que
abarcaron el intento por destruir el pensamiento religioso de los indios
mesoamericanos, y su memoria histórica.
Eduardo Turrent Rozas, en el
prefacio de su libro “Ayer”, 1951 expuso que: “El idioma castellano gana
indiscutiblemente en galanura entre nosotros. El mexicano lo enriquece; sabe
hacerlo i así lo reconoce la parte docta de España, le da un acento suave; de
arrullo, de canto. No necesita para ello del estudio o rebuscamiento porque su
dulzura en la expresión es algo innato que heredara de sus ancestros
aborígenes. I lo enriquece con palabras que el nativo nos transmitiera i que
usamos frecuentemente; con otras compuestas o derivadas del náhuatl, del
totonaca i de los diversos dialectos que se hablan en México i con algunas más
que en consorcio con el idioma
cervantino, han sido deformadas unas i formadas otras”
Cayetano Rodríguez Beltrán en las
páginas de su libro “Atrevimientos ¿Literarios?, imprenta la Reforma, 1924,
informó que: “la novela moderna es realista, afiliada a la escuela especulativa
de Positivismo e inspirada en estudios sociológicos de antropología honda y
precisa; en ella, se estudian los fenómenos del espíritu, las necesidades de
las costumbres, los productos de un medio ambiente viciado, para buscar la
panacea que modifique ese mismo medio y cure el producto transformándolo… en la
novela moderna no se vienen a analizar vicios de conformación ante una plancha
de anfiteatro, ni enfermedades exóticas como la herencia, las costumbres, la
asociación, el atavismo… ha de tener la observación del historiador, la
profundidad del pintor…”
Gregorio López y Fuentes en su extraordinaria novela
mexicana “El indio”, profundizó en las
bases y cimientos de nuestra nación. Con la fuerza expresiva de la escritura
rescató pasajes terribles, y todavía presentes, en la situación de marginación
que padecen los pueblos indígenas. Con la magistral descripción de las
costumbres y tradiciones de los indios del norte veracruzano cumplió con
rescatar personajes condenados a su destino de ostracismo. Además fomentó la
introducción de modismos del habla regional que tuvo que acompañar en algunos
de sus libros de vocabularios sobre palabras de nuestros indígenas. En su novela
“El indio”, planteó la nueva conquista y
colonización de los indios del norte veracruzano. Desde la imagen de la tortura
semejante a la de Cuauhtémoc para confesar el lugar del oro, también la
destrucción de lugares sagrados antiguos, con la construcción de la carretera, la escuela y la iglesia. Un libro
lleno de secretos que gracias a un
trabajo casi etnográfico se llegan a conocer hasta los cultos secretos de
algunos brujos que tienen el poder de
controlar a sus semejantes. Con su novela “Tierra”, Gregorio López y Fuentes
prosiguieron con la recreación de
nuestra historia al dedicarle un
homenaje a Emiliano Zapata
Antonio García de León identificó que: “En los procesos mas
sencillos, como un Auto de 1690 que habla ya de sones jarochos en el Rio Papaloapan,
ligan a la música y los versos con la hechicería y la magia practicada por
indios, negros y afromestizos. Después de la independencia, lo jarocho perdió su carácter despectivo y
se volvió un símbolo de identidad: de 1826 se llamo a Veracruz el “Puerto
Jarocho”, y toda una literatura romántica, como la de don José María
Esteva idealizó a los batallones de
jarochos (pardos y mulatos que eran vaqueros de oficio y que combatieron en las
guerras insurgentes)…”
Por su parte, José
Mancisidor en su narrativa describió fragmentos de la historia de México. igual
que Gregorio López y Fuente, participó en la lucha contra las fuerzas armadas
norteamericanas que invadieron el puerto de Veracruz en 1914. Desde su obra “En la rosa de los vientos” recordó
su participación al lado de Venustiano Carranza, en “Fronteras junto al mar”
presentó imágenes de la ocupación norteamericana mencionada. Su libro de
recuerdos “Se llamaba Catalina”, publicado por la Universidad Veracruzana,
1958, trazó la figura de su madre
durante el estadillo revolucionario. Respaldó la producción de la novela
proletaria, con su obra “La ciudad roja”, que tuvo como tema central el
movimiento inquilinario de Veracruz en 1922, fue publicada por “Integrales,
ediciones revolucionarias” y en 1995
apareció con prólogo de Sixto Rodríguez Hernández en la Colección Rescate.
Lorenzo Turrent Rozas propuso la creación de una literatura proletaria desde
sus escritos elaborados en la capital veracruzana. Fue un apasionado crítico de
la literatura de vanguardia, y editó en Ediciones Integrales, en 1932, el
volumen “Hacia una literatura proletaria”. Hay que destacar que dicha editorial
tuvo su sede en la capital veracruzana. Por lo cual resulta notable el planteamiento de que: “La
tendencia proletaria pudo haberse manifestado brillantemente en la novela de la
Revolución Mexicana. Pero muestra novela revolucionaria es tan burguesa como la
misma producción vanguardista. En Primer lugar, hay que anotar su falta de
ideología, su inmensa desorientación, luego, este género literaria ha huido
cobardemente de la realidad actual, que interesa analizar estudiar si se quiere producir una obra honrada. Ha huido
de esta realidad para refugiarse en el anecdotismo de la lucha revolucionaria”.
Jorge Carrión,1913-2005, quien, junto con Manuel Marcué
Pardiñas, acompañó la fundación de la revista quincenal “Política”, que se
publicó en México de mayo de 1960
a diciembre de 1967, fue uno de los primeros pensadores
que analizaron la personalidad de los veracruzanos. En su libro “Mito y magia
del mexicano”, 1952, descubrió que “el escritor veracruzano tiende a lo
vernáculo y a lo anecdótico, reproduce el lenguaje ora porque este no tiene
barreras, no impone los dilatados
senderos de la técnica ni opone las dificultades autocríticas de la estructura
auténtica de la obra escrita. Vida inmediatamente vivida, paisaje fielmente
reproducido, dialogo vernáculo, “picante y sabroso”, son las características
culturales de la mayor parte de la producción
literaria veracruzana…”
La producción dramática tuvo su
proceso de instalación basado en las tradiciones indígenas, por lo cual se
adaptaron leyendas occidentales hacia el teatro religioso y la prosa en el
siglo XVI. Representó una fiel copia e intentó por reproducir a los maestros
del Siglo de Oro Español. El caso de Sor Juana Inés de la Cruz sorprendió a los
lectores de aquellos años por plantear la adoración a los clásicos griegos y
latinos, e impulsar el estudio de las lenguas indígenas.
Después en la época de la
Independencia brotó el proyecto por construir los pilares de un proyecto
nacional que marcó definitivamente la aparición de un grupo de libres
pensadores e intelectuales que intentaron abrir los espacios de la libertad
creativa. Durante este lapso se fundaron periódicos, revistas y casa
editoriales que fomentaron la crítica y la independencia hacia las normas
religiosas. Fue el periodo de mayor libertad y crítica hacia los políticos
liberales y conservadores.
De esta manera el periodo de la Independencia comprendió de 1808 a 1820. La república de
1821 a
1869. El nacionalismo de 1867
a 1894. La época moderna de 1894 a 1911. El siglo XX de 1910 a 1960. La historia del
siglo XIX reflejó la narrativa done se describieron las formas de organización
y la estructura de un proyecto de país frente al panorama mundial.
Los intelectuales tuvieron la
posibilidad de escribir la historia de México. Muchos escritores participaron
en la elaboración de planes políticos, leyes, decretos, informes y discursos
presidenciales. Por lo tanto se delinearon los periodos de la Independencia, el
protagonismo de Santa Ana, las Leyes de Reforma, la intervención
norteamericana, la república restaurada y el Porfiriato. Detrás de cada una de
estas etapas, los intelectuales veracruzanos demostraron su capacidad crítica
para haber participado dentro de las estructuras de poder. Toda esta
efervescencia cultural mantuvo un constante diálogo con las máximas
aportaciones de la cultura europea.
Sin embargo, ante la falta de
fuentes primarias en manuscritos documentos impresos, folletos, panfletos, memorias, relaciones,
periódicos y revistas antiguas, se recurrió a fuentes secundarias como obras
generales, estudios monográficos, libros y artículos especializados. Pues en
muchos casos, las primeras ediciones de obras desaparecieron, y nada más quedó
la posibilidad de consultar guías bibliográficas y de archivos en bibliotecas públicas.
El poeta y narrador José de J. Núñez
y Domínguez en su prólogo al libro “Escritores veracruzanos. Reseña
geográfica-antológica”, de Juan Bartolo Hernández y Francisco R. Illescas,
editado en 1945, advirtió: “Mostrar a un pueblo lo que posee en materia
espiritual, lo que constituye el
indestructible tesoro de la inteligencia; poner ante sus ojos la
herencia de gloria que lograron sus intelectuales de otros tiempos y que
acrecientan los contemporáneos, es contribuir por modo eficaz y razonable a
crear en él un sentimiento de
superioridad y emulación y asentar en su mente la convicción de su propio
valer. Al mismo tiempo destacó que: “Veracruz en materia de letras puede
ofrecer copiosísima y variada cosecha en estas actividades.”
Todo tipo de investigación presenta
alcances para visualizar las perspectivas exploratorias, correlaciónales, descriptivas
y explicativas. Aunque en el presente trabajo se vincularon nada más una lista
de breves comentarios sobre los principales autores veracruzanos. En el campo
exploratorio se incluyeron algunos aspectos fundamentales de gustos y simpatías
literarias, que se correlacionaron en la descripción de reflexiones y
comentarios.
Dentro de este terreno se
describieron obras que marcaron a los escritores que aportaron narrativas,
obras de teatro, y poseía de un nivel de excelencia literaria. Estos escritores
dejaron su impronta sobre la cima de las etapas esenciales en las letras de
México. Constantemente abarcaron el panorama del pensamiento que acompaño los
pasos hacia el cambio y la transformación de la vida nacional.
Por supuesto se deben destacar los
dos tomos de “La creación literaria en Veracruz”, que Miguel Bustos Cerecedo
dejó como una rica fuente de información. También sobresale el trabajo de Luis
Leal” El cuento veracruzano, porque realizó una revisión de nuestros mejores
narradores. Años más tarde, Mario Muñoz
prosiguió dicha investigación literaria con su antología “Recuento de cuentos
veracruzanos”, editado en 1985. Son indispensables las antologías de consulta:
“La poesía veracruzana”, en colaboración de Ángel José Fernández, Universidad
Veracruzana, Rescate, núm. 5, 1984, y “Veracruz, dos siglos de poesía XIX y
XX”, con Ángel José Hernández, 2 tomos, CONACULTA, Letras de la República,
1992.
Jaime Velázquez Arellano anotó en su
artículo “Desorden histórico, el trato dado a la poesía mexicana”, sus
comentarios sobre algunas antologías poéticas y hasta memorias de congresos de
poetas. La Revista “Cultura de VeracruZ” recogió su conferencia “Literatura
contemporánea en Veracruz”, 2009, en algunas líneas reconoció que “El descuido
de todos, y de los historiadores en primer lugar, hace que el siglo XX
veracruzano sea difícil de conocer. Pero esto tiene menos importancia que la
contundencia de la realidad: la práctica de la literatura fue poca todo el
siglo XX, quizás igual que en todo el país, excepto en la capital de la
república. Sabemos que en Veracruz la literatura vivió como pudo, todavía no
descubrimos cómo volverlo un buen negocio”.
Debido al breve espacio, en esta
ocasión se planteó la selección de autores por orden cronológico, en una panorámica
a vuelo de pájaro de géneros literarios,
autores y obras, que pueden únicamente
ser considerados como fragmentos de un trabajo de exploración. En realidad
significa la síntesis de una guía que forma parte como capítulos de una
“historia contemporánea de las letras veracruzanas”, que como lo señaló Rafael
Delgado, el estado de Veracruz puede considerarse como “Benemérito de la
literatura”.
En 1876, José María Vigil, en su
ensayo “Algunas consideraciones sobre la literatura mexicana”, advirtió sobre
el hecho de que “cuando los españoles asentaron su imperio sobre las ruinas de
las naciones indígenas, trayendo consigo su religión sus usos, sus costumbres y
su idioma, fue imposible que éste se sustrajese a las nuevas condiciones en que
se veían los que lo hablaron, tomando de las lenguas de los vencidos multitud
de palabras necesarias que les eran desconocidas”.
Todo
lo anterior propuso el descubrimiento de mitos y leyendas, y el encuentro con
palabras derivadas de los grupos indígenas que sobrevivieron a la conquista y
al sincretismo frente a la dominación ideológica. No obstante, el alejamiento y
separación con la “madre patria”, se mantuvo hasta a los albores de la
Independencia, Reforma y cambios revolucionarios a partir de los inicios del Siglo
XX.
Fue
en los años cincuenta cuando se planteó la revisión de las aportaciones
literarias del tomo “Primavera y flor de la literatura hispanoamericana”, que
prologó Luis Rosales. En dicho panorama sobresalieron los poetas veracruzanos
Manuel Carpio (1791-1860) con su excelso poema “La anunciación”: “Pasarán
esta tierra y estos mares / podrá
venirse abajo el firmamento, / pero ese rey en su inmutable acierto / verá
pasar los siglos a millares”. De Salvador Díaz Mirón (1853-1928), como impulsor
del modernismo, se incluyeron los poemas “A Gloria”, “Ejemplo”, “El fantasma” e
“Idilio”. Dentro de la literatura de
imaginación: José María Roa Bárcenas con su relato “Lanchitas”, y por su
poderío fantástico María Enriqueta Camarillo de Pereira con su extraordinario
texto “La Línea divisora”.
Pero
casi un siglo antes, Rafael Delgado publicó la primera edición de “La
calandria”, en la “Revista nacional de letras y ciencias”, y una imprenta de
Orizaba de reimprimió con la limpieza de los expertos tipógrafos, en 1891.
Desde luego nuestros escritores veracruzanos de aquellos años mantuvieron una
constante lectura con sus colegas de otras partes del mundo. Por ejemplo se
advirtió la influencia notable de Benito Pérez Galdós, al haber bautizado
Rafael Delgado a Pluviosilla y a la ciudad verde en la región de Orizaba.
Rafael Delgado fue redactor y colaborador de la “Revista Moderna”, en 1999, que
ilustraba Julio Ruelas con sus dibujos provocativos sobre la muerte, magia,
sexualidad, y seres satánicos.
También existió la profunda admiración
por el romanticismo de Jorge Isaacs, con su novela “María”. En el cuento
“Rigel”, dedicado al actor Enrique Guasp de Peris, Rafael Delgado dejó
constancia de la inspiración de Voltaire y Boccacio. Con la fina ironía de un
autor magistral logró la bendición para que su perro se fuera derecho al cielo.
En el libro “Antología de la poesía en México”, 1946, Julio Jiménez Rueda
incluyó a José Bernardo Couto (1803-1862) -con su formidable relato “La mulata
de Córdoba y la historia de un peso”. Además apareció José María Roa Bárcenas (1827-1908) con su
cuento “El cuadro de Murillo”, y otro relato “El desertor” de Rafael Delgado
(1853-1914), como importantes impulsores de la narrativa en México.
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