Marcelo
Ramírez Ramírez
Dos razones, poderosas
ambas, coinciden para darle un significado muy especial a la aparición del
libro: “La educación, la práctica docente y la práctica estudiantil en el
tránsito a la posmodernidad”. La
primera es mi amistad con el autor; la segunda, que la obra se da en parte como
fruto de la actividad del Centro Regional de Educación Superior “Paulo Freire”,
donde Reynaldo Ceballos se desempeña como secretario académico. El autor es
oriundo de las Vigas de Rafael Ramírez. Como el ilustre maestro Rafael Ramírez,
Reynaldo Ceballos, formado en la Escuela Normal Rural de Perote, sostiene que
la educación es –debe ser-, promotora de movilidad social. La escuela forja la
ciudadanía para la república en la que el valor de los individuos descansa en
el mérito. Ese es el ideal opuesto a una realidad que lo desmiente, haciendo
indispensable la reforma del sistema educativo nacional. El propósito del libro
consiste en estar presentes en la discusión de la temática pedagógica actual,
con ideas y propuestas encaminadas a la configuración de un modelo pedagógico
capaz de superar las contradicciones en que se debate la educación. El objetivo
perseguido por el autor es el de conceptualizar, con rigor y claridad, la
práctica docente y la práctica estudiantil, que reclama una educación integral
y al mismo tiempo eficaz por su congruencia con los reclamos de nuestro tiempo.
La tarea que se acomete
no es nada fácil y, si se cumple con éxito, se debe, sin duda, a la feliz
coincidencia de madurez intelectual y vocación para el magisterio que permiten
al autor elaborar un discurso que asume
la complejidad de su objeto con indudable acierto. El punto de partida y a la
vez el marco de los amplios análisis y propuestas de RCH, es la crisis en que
ha desembocado la modernidad desde mediados del pasado siglo. Crisis general y
radical, porque abarca la totalidad de la existencia humana y porque entraña la
pérdida del fundamento último que, en el pasado, dio sentido a la vida de los
seres humanos en lo individual y colectivamente. ¿Hay alguna salida a la
crisis? La respuesta del autor se
inscribe en el bando de quienes
consideran que la crisis actual, como otras en el pasado, encierra la
oportunidad de un replanteamiento del sentido de la existencia que alimente
nuevas esperanzas y proyectos. El hombre se realiza indefectiblemente en el
molde de cada época, de cada pueblo, de cada cultura. Tal es, si la he
entendido correctamente, la idea sostenida por el autor. Por tanto, el hombre,
hijo de su tiempo y la cultura en que nace, es también un agente libre en el
cual la herencia se renueva gracias a la educación. Este rasgo apenas era
visible en el pasado, siendo predominante en las sociedades modernas. La
educación tradicional es conservadora, mientras la educación moderna se orienta
a la innovación y el cambio; busca
fomentar la creatividad y, en sus expresiones de avanzada, aspira a desarrollar actitudes críticas y reflexivas.
Esta noción propia de la llamada pedagogía crítica, de la cual es un ejemplo la
obra de Paulo Freire, permea el discurso de nuestro autor y explica su enfoque
de la practica docente y la practica estudiantil, como fenómenos correlativos,
en cuya virtud la cultura se trasmite a las nuevas generaciones y es recibida
por éstas en libertad creadora. En el credo pedagógico de RHC, podemos advertir
principios, tesis y convicciones que, sin presentarse como dogmas, dan
consistencia al texto de principio a fin. Por ejemplo, el autor cree que “la
educación es un factor del desarrollo y no el único factor del desarrollo”,
evadiendo de este modo el enfoque simplista de quienes apuestan todo al cambio
de conciencia y ponen de lado la necesidad política de transformar estructuras de injusticia que tienden a
perpetuarse contando con el auxilio de ideologías alienantes. En esto se
advierte la influencia de pensadores de la pedagogía crítica ya señalada, sin
atribuir el monopolio de la verdad a ninguna ortodoxia excluyente. Por el
contrario, de manera original, adaptándolos
a su objetivo, el autor utiliza principios, conceptos y categorías de
diversos pensadores, antiguos y modernos, para sustentar su propuesta. Si al
hacerlo soslaya posibles puntos de contradicción en los materiales utilizados,
ello se debe a su interés de buscar más la coincidencia que permita la
comprensión del fenómeno humano y no el conflicto de las doctrinas, en la
medida en que cada una reclama para sí la
explicación total de la realidad.
En su análisis de los
retos que afronta México en este ocaso de la modernidad e incierto tránsito a
la posmodernidad, RCH nos dice que su
reflexión y propuestas son las de un latinoamericano abierto a las exigencias
de un mundo sin fronteras. Y, en efecto, sus planteamientos están
conceptualizados en el marco histórico y cultural de la América surgida de la
colonización española. Para él, las consecuencias lamentables del pathos
prometeico de la modernidad deben afrontarse, no con la voluntad que se afirma
a sí misma, sin propósito definido, como mera voluntad de poder ciego, ni
refugiarse en símbolos carentes de contenido vital, sino con la confianza
depositada en el poder liberador del espíritu.
En cuanto al aspecto
estrictamente práctico, la obra de RCH fue diseñada como una herramienta para
el aula y, asimismo, para los procesos educativos que, gracias a las
tecnologías de la comunicación, amplían, potenciándolas, las posibilidades del
proceso enseñanza-aprendizaje. La eficacia genuinamente pedagógica, descansa,
en última instancia, nos explica, en el empleo creativo de las tic,
empleo que pasa por la crítica de las mismas, a efecto de purificarlas de la
contaminación ideológica. El tratamiento de los temas va acompañado de útiles
orientaciones bibliográficas. Para destacar las tesis sostenidas, éstas se
enmarcan en recuadros, invitando a la toma de posición y al diálogo horizontal,
cuyo fin es dejar atrás el autoritarismo, para construir una cultura de
tolerancia y respeto a la verdad que brota, como en los diálogos socráticos, de
la búsqueda común. En suma “La educación, la práctica docente y la
práctica estudiantil en el tránsito a la posmodernidad”, es una obra
que enseña, orienta e invita, a veces en tono provocativo, pero siempre
estimulante, a la toma de posición. El fin de la obra es convertir el aula en taller, donde el maestro
sea un coordinador avalado por su madurez y experiencia y los alumnos, sean
partícipes entusiastas en la recreación de la cultura; ambos, maestro y alumno,
estarán motivados por el mismo empeño de conocimiento y de justicia, porque la
verdad de la ciencia y de la política son igualmente necesarias. Tal es el
sueño de nuestro autor que, en lo personal comparto, a contra corriente de la
moda que declara muerta la utopía.
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