Wilfrido Sánchez Márquez
Miembro de número de la Sección Veracruz
De la Academia Mexicana de la Educación A. C.
El 21 de agosto de 1944 fue promulgada la “Ley que
Estableció en la República Mexicana la Campaña Nacional contra el
Analfabetismo”; desde entonces, han transcurrido 66 años de la denominada
Campaña Nacional de Alfabetización. En sus primeros cinco, este esfuerzo
colectivo produjo resultados alentadores; posteriormente este movimiento se fue
debilitando progresivamente a tal grado que las instancias responsables de su
conducción y ejecución se burocratizaron y por consecuencias sus acciones se
tornaron rutinarias, anacrónicas e inoperantes.
La lucha contra la ignorancia en la población de 15 años y
más ha llegado a un punto tal que el distinguido Dr. José Vitelio García
Maldonado, ex director del CREFAL-UNESCO, en uno de sus escritos nos dejó este
juicio valorativo: “Abordar el lema “Educación de adultos” es discurrir en un
campo en el cual, los esfuerzos institucionales del renglón educativo son
inconstantes, inconexos y hasta anárquicos”.
El deterioro de las campañas alfabetizadoras ya se había
presentado en otros países; por su importancia e implicaciones, este tema fue
abordado con amplitud y profundidad en el Congreso Mundial de Ministros de
Educación para la Liquidación del Analfabetismo efectuado en Teherán, Irán en
el año de 1965, bajo el patrocinio de la UNESCO.
Los representantes de 89 países, entre ellos México,
formularon valiosísimas conclusiones y recomendaciones a los países miembros,
entre ellas destaca la de substituir la práctica de la alfabetización
tradicional por la alfabetización funcional basada ésta en la tesis: “si el
analfabetismo es parte integrante del subdesarrollo, la alfabetización debe ser
un componente del desarrollo”,… tal es el axioma esencial que resume la noción
alfabetización funcional”.
En el informe final del mencionado Congreso, se encuentra el
pasaje siguiente. “La alfabetización de los adultos, elemento esencial del
desarrollo general, debe estar ligado estrechamente a las prioridades
económicas y sociales, así como a las necesidades presentes y futuras de mano
de obra. En consecuencia, todos los esfuerzos deben tender hacia la
alfabetización funcional. Lejos de ser un fin de sí misma, ella debe ser
concebida como un medio de preparar al hombre para un papel social, cívico y
económico que excede ampliamente los límites de una alfabetización rudimentaria
reducida a la enseñanza de la lectura y la escritura. El aprendizaje mismo de
la lectura y de la escritura debería facilitar la adquisición de nociones
útiles para el mejoramiento inmediato del nivel de vida, lectura y escritura
deben desembocar no solamente en conocimientos generales elementales sino
también en preparación para el trabajo, el aumento de la productividad, una
participación mayor en la vida cívica,
una mejor comprensión del mundo circundante y ulteriormente abrirse sobre el
fondo cultural humano. De este modo la alfabetización funcional es la fase
inicial o puerta de entrada de la educación permanente.
En concordancia con la substitución de la estrategia de
campaña por la de alfabetización funcional, el Subsecretario de Cultura Popular
y de Educación Extraescolar de la Secretaría de Educación Pública de México,
Dr. Gonzalo Aguirre Beltrán, expresó hace 40 años (19-03-1973): “La
alfabetización por la alfabetización misma no resiste el análisis crítico y la
práctica ha puesto de manifiesto su inoperancia. Creo que esto es una
experiencia común a todos los países que han emprendido campañas tendientes a
suprimir el problema del analfabetismo”.
En la asamblea latinoamericana sobre “La Alfabetización
Funcional al Servicio del Desarrollo” efectuada en Pátzcuaro, Mich. en 1970,
bajo el patrocinio de la UNESCO en ocasión del “Año Internacional de la
Educación”, los representantes de los países miembros formularon la declaración
siguiente: “Muchas de estas campaña, en efecto,
después de un inicio promisorio, no dieron resultados. La amplitud del problema
que había de resolver superaba con mucho los recursos y los medios que se
utilizaron. Se confió a departamentos de educación de adultos, creados para
este fin en los Ministerios de Educación, la responsabilidad de realizar
silenciosamente esta tarea de alfabetización de masas. A pesar del talento y de
la devoción de sus dirigentes y de su personal, la acción de estos
departamentos no puede pretender, ni siquiera a largo plazo, la eliminación del
analfabetismo. En general no disponen ni de los medios ni del personal ni de
los recursos financieros suficientes para una operación de tal envergadura…
parece cada vez más necesario encontrar una estrategia menos escolar, menos
aleatoria, más realista y más eficaz, que tenga en cuenta no sólo la amplitud y
la complejidad del problema sino también las exigencias del desarrollo”.
Unas constantes en las campañas de alfabetización son: la
improvisación, la escasez y frecuentemente la casi nula preparación profesional
especializada del personal directivo y aplicativo; así como el desconocimiento
de muchos funcionarios públicos de la naturaleza, los fines, la organización,
las estrategias y los medios de la educación de adultos.
Un investigador sobre este tema afirma que esta condición
genera marginación; además, se concentra en poblaciones vulnerables, como
mujeres, indígenas o los desfavorecidos económicamente. Si se combinan estas
condiciones, la fragilidad se profundiza y puede derivar en situaciones de alto
riesgo. En ese sentido, nuestro país se caracteriza por ser profundamente
asimétrico. La sociedad vive en condiciones de desigualdad, pues mientras la
Ciudad de México tiene indicadores comparables con los de naciones avanzadas, en otros estados de la
República es vergonzosa.
Las entidades federativas con mayor proporción de
analfabetas son Chiapas con 18.41%; Guerrero, 17.53; Oaxaca 16.92 % y Veracruz
con 11.44%
Edades de 15 años y más
Censos Totales Saben leer No
saben leer Porcentaje
1970 2,067,869 1,403,581 664,288 32.12%
1980 3,087,835 2,366,283 721,552 23.37%
1990 3,806,601 3,106,903 694,101 18.23%
2000 4,508,106 3,834,881 669,596 14.85%
2004 5,113,309 4,434,339 678,970 13.28%
2010 5,415,656 4,764,590 619,339 11.44%
“No debemos minimizar cifras que, por supuesto, son grandes
y que apenan. No podemos sentirnos tranquilos y aceptar de forma pasiva el
planteamiento de que el problema del analfabetismo en México no es tan grave
pues afecta sobre todo a los viejos y entre ellos, a las mujeres y a los
indígenas. Ningún gobierno, del signo que sea, puede desentenderse de algún
problema por el sólo hecho de que afecta a grupos sociales que no son
prioritarios para quienes temporalmente ejercen el poder.
Lo que debemos cuestionarnos es por qué después de más de un
siglo sigue existiendo una cantidad grande de personas analfabetas. ¿Dónde está
el problema?, ¿por qué después de tantos recursos y programas gubernamentales
para resolverlo, el problema subsiste? Los millones de analfabetos (absolutos y
funcionales) son la muestra más clara de las limitaciones de las políticas y
estrategias adoptadas para terminar con esta lacerante condición.
Por donde quiera que se le vea, la cifra es enorme; con
tanta gente que no sabe leer ni escribir no se puede hablar de una sociedad
equitativa y justa. El analfabetismo es una muestra contundente de nuestro
atraso en materia de desarrollo social. En México se requiere poner en práctica
acciones que eliminen, de una vez por todas, el vergonzoso lastre del
analfabetismo.
La alfabetización no es un fin en sí mismo; no es una meta
última y, por lo tanto, no debe ser vista única y exclusivamente como un camino
para adquirir las competencias elementales de saber leer y escribir.
La alfabetización debe servir, sobre todo, para que las
personas participen de mejor manera, en condiciones de igualdad en el mundo
social; para contribuir a evitar la marginación y la exclusión; para que no
existan estigmas que impidan a las personas conocer mundos distintos a los que
habitan, plenos de nuevos significados, información y culturas diferentes y
enriquecedores. Es importante, también —en virtud de que con la lectura y la escritura nos relacionamos y reconocemos
con otros seres humanos—, para que nos comuniquemos y ubiquemos en la sociedad
porque, no hay duda, la lengua escrita ejerce poderosa influencia en la vida
social.
Pocas cosas son tan distintivas del humano como el lenguaje
hablado y escrito. Se trata, sin duda, de una expresión que traduce el alma y
el pensamiento. En razón de que manejamos el lenguaje, sabemos, sentimos,
interactuamos, conocemos y comunicamos; se habla para que se escuche, se
escribe para que se lea. En la palabra está el secreto de nuestra especie; se
trata de un auténtico código de la cultura”.
Xalapa, Veracruz marzo de 2014.
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