Juan
Hernández Ramírez
Premio
Nacional Nezahualcóyotl de
Literatura
en Lenguas Indígenas
VOCES
DE LA NOCHE
La noche baila
una
danza
en
el lado obscuro de las sombras.
Yo, estoy aquí,
en
la orilla del monte y la ciudad,
junto
a la piedra viviente
que
es una voz inerte y lejana.
Estoy en el fuego hirviente
con
las manos en la negrura
y
los dedos húmedos
de
tus senos,
tus
muslos,
tu
voz.
Estoy solo,
no
puedo verte,
pero tu voz es lluvia
golpeando
el resplandor de la noche.
¿El
amor?
¿Por
qué el amor
es
un viento que nubla las hojas
y
se esconde detrás de la luna.?
Se mojan mis ojos en tu voz
escondiendo
las palabras
en
las heridas de la soledad.
MANZANAS
VERDES
Te
nombro
y
vives en el espejo de mis venas.
Te
nombro
y
vibras bajo la piel
de
mi nombre.
Existimos
porque
nos vamos nombrando,
la
moneda de oro no importa
si
el vino está en la copa
que
hace de la sombra una luz.
Te
nombro
y
apareces entera
en
la cáscara donde pululan
las
luces
de
un misterioso amanecer
Desnudo
tu nombre
en
el bracero del deseo
y los lirios de tu piel
se
inundan
con
el olor de manzanas verdes
DESNUDA
TU VOZ
Tengo
un ramillete de luz
entre
las manos
y
un arroyo que se incendia
al
tocar tus senos
en
la penumbra de la llamarada.
Tócame
con tu ropa íntima,
desnuda
tu voz
ante
mis ojos
y
deja que la marea
se
rompa entre las sábanas.
Arráncame
la última astilla de agua
de
este nudoso tronco,
has
que del fogón brote
el
manantial de cocuyos
para
alumbrar la noche.
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