Joel
Hurtado Ramón
Sebastián Alberoni es Ingeniero en Sistemas de
Información y experto en manejador de contenidos Microsoft Content Management
Server egresado de la Universidad Tecnológica Nacional, regional Buenos Aires,
Argentina.
Graduado en 5 años como
mejor promedio, ningún final desaprobado en toda la carrera, ha dado un giro
inesperado a su exitosa profesión convirtiéndose en un excelente terapeuta y
sanador. Considera que estos
tiempos que estamos viviendo son únicos. El cambio planetario se está
acelerando más y más, y cada vez más seres emprenden su camino hacia la unidad,
hacia el Ser.
También afirma que ante
una situación de conflicto, cuando el otro nos dice o nos hace algo que no nos
gusta, tendemos a quedarnos con rencores, y nos suele costar mucho esfuerzo el
poder dar vuelta la página de verdad. Si estamos transitando o intentando
transitar un camino espiritual, puede ser que nos intentemos autoconvencer de
que ya no guardamos ningún rencor hacia nada ni nadie, podemos llegar a sentir
que es así, pero luego de un tiempo vemos que ante cualquier cosa mínima que
nos haga recordar a dicho evento o a dicha persona, el rencor vuelve a
aparecer. La egolatría y el rencor van de la mano. El ego es el principal
enemigo de la humanidad han afirmado los maestros de sabiduría.
Una visión muy
novedosa, sumamente simple y que nos puede ayudar mucho, es darnos cuenta de
que si guardamos rencores, si nos quedamos con resentimientos, somos nosotros
los principales perjudicados. Si tengo esos sentires en mí, los sentiré
directamente en el cuerpo, muy probablemente como un bloqueo o sensación fuerte
de incomodidad en el plexo solar, que es justamente el centro energético o
chakra relacionado con las emociones, que se ubica un poco por encima del
ombligo.
Si no soy consciente de
esto, si no practico la autoobservación, puedo alimentar aún más estos sentires
con mis pensamientos: pensamientos que justifiquen y lleven a más rencor y más
separación, pensar en lo mal que hizo esa persona, en cómo pudo hacerme eso,
pensar que nunca más quiero volver a acercarme a esa persona, etc. Llegados a
ese punto, el malestar que sentiremos puede ser muy notorio. No solo se sentirá
esta incomodidad en nuestro plexo solar, estas emociones y pensamientos
disonantes también drenarán nuestra energía vital. En definitiva y en palabras
simples, quedaremos hechos “un trapo de piso”. Muchas enfermedades son
consecuencia de estos sentimientos negativos.
Al hacernos conscientes
de esto, nos daremos cuenta del poderoso hecho de que si de verdad soltamos los
rencores, si de verdad aceptamos la situación y podemos ver al otro más allá de
la ofensa, los principales beneficiados seremos nosotros, porque volveremos a
sentir paz, volveremos a sentirnos libres por dentro, nuestro cuerpo se volverá
a sentir relajado, ya no habrá bloqueos, nos sentiremos nuevamente con la
presencia y la energía vital activa en todo nuestro cuerpo, especialmente en
nuestro corazón. Tendremos más ganas de vivir, sentiremos dicha, entusiasmo,
volveremos a estar conectados con nuestra Esencia.
Desde este nuevo lugar,
será mucho más fácil comenzar a sentir verdadera aceptación hacía el otro y
hacia la situación que nos tocó vivir. Entonces, además de ser un regalo para
mí, también será como consecuencia un regalo para el otro. Si por el contrario,
hubiéramos encarado esta situación sólo desde el esfuerzo de querer aceptar al
otro inspirados en el común conocimiento de que “perdonar es algo bueno”, sería
un enfoque muy noble, pero que nos puede costar muchísimo esfuerzo, esfuerzo
que puede terminar siendo infructuoso.
Desde este nuevo lugar,
como se explica en la técnica del Ho’Oponopono, también podré ver más
fácilmente cuáles fueron las causas internas mías que me ayudaron a vivir esa
situación, o que me hicieron sentirme tan dolido con dicha situación.
Generalmente las cosas nos pasan, y hay otro u otros involucrados, pero a la
vez los dolores se aumentan por heridas no sanadas de nuestro pasado. Entonces
estos hechos nos pueden ser de gran utilidad para autoconocernos mejor, para
sanar y abrazar cuestiones pasadas. Desde esta visión el otro termina siendo un
facilitador que nos puede estar mostrando algo a sanar.
Todo esto no significa
que no podamos sincerarnos con la otra persona, decirle que su actitud nos ha
hecho sentir mal, que nos hemos sentido heridos, que su obrar nos parece
demasiado fuerte, que no esperábamos eso de ella/él, que nos damos cuenta de
que nuestro dolor puede en parte verse aumentado por nuestras propias heridas
del pasado, pero que de todas formas duele, o lo que sea. Por el contrario, el
consejo es intentar siempre decir lo que sentimos, compartirlo con el otro,
abrirnos al otro, tratando de que sea lo más posible desde el corazón. Es el
miedo el que nos hace creer que es mejor cerrarnos y no decir nada, y es el
Amor el que nos ayuda a abrirnos y compartir.
Puede ser que al
sincerarme, sea la otra persona la que se ofenda. Hay personas que no tienen
reparo en decir o hacer cosas fuertes, pero que no toleran escuchar el retorno.
Además, ofenderse en esas instancias suele ser un mecanismo de defensa para
evitar sentir remordimiento o hacerse cargo de las propias acciones. En ese
caso, será el viaje de la otra persona el trabajar sus rencores. Pero si
nosotros hacemos nuestro trabajo y podemos soltar nuestros rencores, es muy
posible que se dé una nueva instancia en la que sea el mutuo entendimiento, la
mutua comprensión, la que triunfe. Solo es cuestión de darle a las situaciones
el tiempo necesario. Y según han dicho los sabios y maestros, el tiempo es, en
últimas, parte de la ilusión, como así también la separación.
No nos aflijamos si de
todas formas más adelante los rencores afloran de nuevo. En ese caso podremos
aplicar de nuevo esta visión sanadora. Generalmente vamos creciendo en
espirales ascendentes, pareciera que volvemos a pasar nuevamente por lo mismo,
pero siempre estamos avanzando, sanando y evolucionando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario