Benito
Carmona Grajales
La mejor medicina para el hombre: la
caminata.
Hipócrates
Es
sorprendente descubrir que las personas desperdicien tantas oportunidades de
mantener una salud excelente ¿Será que el hombre, en sus afanes de conquistar
otras riquezas, descuida el mejor tesoro que es el bienestar y la salud? Deben ser muchos los factores que desvían al
ser humano por otras rutas que lo llevan a destinos fatales como la tumba o los
hospitales. Uno de estos puede ser la ambición; siempre quiere conseguir bienes que le den estatus, comodidad y
reconocimiento en esta sociedad que se dice civilizada y descuida aspectos fundamentales como la alimentación,
el sueño, el descanso, la tranquilidad y, principalmente, la movilidad de su
cuerpo.
Cabe aclarar que no estamos
exagerando, en la Universidad de Stanford se hicieron experimentos que llegaron
a la conclusión de que las posibilidades de morir es cuatro veces más alta en
los hombres que no hacen ejercicio que en los que se ejercitan con un mínimo de
lo aquí establecido. En Noruega se llegaron a conclusiones parecidas en mujeres,
respecto al cáncer de mama con un porcentaje un poco mayor a favor de quienes
hacían ejercicio.
¿Por qué, entonces, nos hemos
alejado del ejercicio? El error más grande aparece cuando se sobrevalora el
dinero y las cosas que se compran con éste. Conozco a personas quienes, al adquirir
un automóvil, tan pronto llega a su poder, adoptan una nueva identidad: El
señor del carro tal, la chica del…azul, y así se oyen frases que hacen alusión
al hombre con lo que posee. Una adquisición puede ser buena si cumple con los
fines más elementales de uso; pero, dejar de caminar tres cuadras, para ir por
el pan o por alguna medicina, porque hay que lucir la otra parte de la
personalidad, que es nuestro carro, deteriora las funciones de nuestras piernas
que se hicieron para la locomoción. Si no detenemos estos pequeños vicios de la
era moderna, terminaremos con las rodillas artríticas, con diabetes o sufriendo
las consecuencias de la hipertensión.
La publicidad y el comercio nos
ofrecen aparatos y productos que nos vuelven más inactivos. Lo que antes se
hacía a mano, ahora se realiza con máquinas automáticas como licuadoras,
lavadoras, revolvedoras, taladros eléctricos, el control remoto del televisor,
lavavajillas, motosierras, etc. Está muy bien que la vida se haga más
placentera y que las labores se realicen con mayor rapidez y facilidad; lo que
está mal es que la actividad que se realizaba, la práctica de mover el cuerpo
vaya muriendo poco a poco y no la reemplacemos por algo que nos haga ejercitar
los músculos y las articulaciones.
Como esos cambios no se dan de un
día para otro, no nos percatamos de que las enfermedades se van multiplicando
lo mismo que los enfermos. Si observamos una fotografía antigua de alguna
calle, veremos su gente delgada o
esbelta en su mayoría; la misma calle, el día de hoy, luce con gente obesa o
con sobrepeso en un gran porcentaje. Antes la vida nos pedía movimiento; ahora,
nos conduce al sedentarismo apareciendo un círculo vicioso: entre más gordos,
menos nos darán ganas de caminar.
Ahora, ¿por qué hemos seleccionado
entre tantos ejercicios el de caminar? Por razones muy sencillas. En primer
lugar por ser el más barato, el más cómodo; es el más fácil ya que no necesita
entrenador, es el menos aburrido y,
quizá, el más placentero; además, porque puede convertirse en el ejercicio
base, para una nueva cultura de la salud. Podemos dejar los demás como complemento,
así, estos otros ejercicios los podríamos realizar en momentos no programados,
aprovechando cualquiera oportunidad.
A continuación trataremos de
explicar las grandes ventajas del ejercicio desde un punto de vista científico.
Gracias a investigaciones y estudios que se han realizado en universidades de prestigio,
podemos señalar un panorama de acciones y teorías fáciles
de entender o interpretar. Lo más importante es que puedan marcar un hasta aquí
y un a partir de ahora para poder experimentar una nueva forma de recuperar la
buena salud y el bienestar.
Médicos de prestigio, entre los que
destaca el Dr. Louis Ignarro, premio Nobel de medicina en 1998, coinciden en
que la actividad corporal moderada, sobre todo el ejercicio aeróbico, como el
caminar, ejercita a las células del endotelio (la parte interna de las
arterias) para que produzcan Óxido Nítrico, que es el encargado de suavizar las
arterias para que se dilaten y favorezcan la circulación sanguínea.
El ejercicio es un gran regulador de
los niveles de colesterol en la sangre. En nuestro cuerpo predominan el
colesterol de alta densidad y el colesterol de baja densidad. El de alta
densidad es el colesterol que menos se adhiere a las paredes de las arterias;
en cambio, el de baja densidad es el colesterol que, por su consistencia
atolosa (como si fuera un atole) o blando, se adhiere a las paredes
favoreciendo las placas que fácilmente ya adheridas, pueden desprenderse y
provocar trombos o tapones que evitarían la circulación y el paso del oxígeno
y, con esto, provocar infartos.
Al colesterol de alta densidad se le
llama HDL o colesterol “bueno”. Esta lipoproteína es elevada por el ejercicio,
contrarrestando la labor dañina del colesterol LDL o “malo”. El Óxido Nítrico
que se favorece con la práctica del ejercicio evita la adherencia de placas en
el interior de las arterias o vasos, evitando así un accidente cerebrovascular
o un ataque al corazón. ¿Qué más le podemos pedir a la humilde acción de
caminar?
Si nos decidimos por esta placentera
actividad de caminar con un mínimo de 20 o 30 minutos diarios, además de
regular los niveles de colesterol en la sangre y de evitar la acumulación
plaquetaria en las arterias, estaremos fortaleciendo el corazón para que
realice un trabajo más eficiente y estaremos, también, batallando contra el
sobrepeso y la obesidad. Pero, maravíllate. Eso no es todo. Prepárate para más
sorpresas. El cáncer, el estrés, la depresión, la ansiedad, la osteoporosis, la
baja calidad del sueño y la diabetes, tienden a desistir en su afán de
disminuir tu salud cuando ya en tu cultura has adoptado la buena y placentera
costumbre de caminar. El envejecimiento prematuro se aleja de tu vida cuando
caminas. ¿Qué más puedes pedir? Cómo se explica esto: Las células de tu cuerpo
se renuevan tres veces al año. El ejercicio dota a los músculos de estrés
saludable, éstos envían mensajes por el torrente sanguíneo de renovación
celular apareciendo en escena las proteínas llamadas citoquinas que se encargan
de crear nuevas células y también de destruir las que llegan a una edad de
morir. El ejercicio mantiene en equilibrio las citoquinas para evitar el
envejecimiento.
Anímate, decídete. Adopta esta nueva
cultura y serás más feliz y podrás compartir esa felicidad con quienes te
rodean. No es necesario que llegues a la fatiga, al dolor a la extenuación; si
el sedentarismo ha sido tu vida, comienza poco a poco. Lo poco que camines
empezará a producir buenos efectos hasta que llegues al mínimo recomendado y lo
rebases; pero sin llegar a límites de competencia o de exhibición que puedan
ser contraproducentes. No creas que los fisicoculturistas y los campeones gocen
de excelente salud. No te engañes; la mayoría termina con secuelas que
deterioran su salud; algunos, inclusive, encuentran la muerte. Cuando caminas
moderadamente, la química del cuerpo libera una gran cantidad de sustancias
como la serotonina y las endorfinas, hormonas naturales que combaten el dolor e
incrementan el placer ubicándote en un estado de bienestar. ¿Crees que esto lo
experimente un pugilista en el último raund?
La diabetes y la obesidad se dan por
problemas de metabolismo. Con tu nueva cultura de la caminata diaria y moderada
puedes elevar tu metabolismo. ¿Cómo puedes darte cuenta cuando esto ocurre?
Fácilmente, después de los veinte minutos, o antes, empiezas a sudar, esa es la
prueba de que tu metabolismo ha subido. Cuántas
enfermedades se podrían evitar con la ejercitación. Expliquemos un poco sobre
la diabetes: Decir diabetes es sinónimo de resistencia a la insulina. Pocos
diabéticos saben que, más que la baja
producción de insulina por el páncreas, este mal radica en el rechazo de la
insulina por las células. La glucosa es un alimento que da energía a los
órganos; pero para que penetre por las paredes celulares debe acompañarse de la
insulina. La insulina es como el padrino o salvoconducto que permite se abran
las puertas celulares para que entre la glucosa. Cuando la persona es
sedentaria, los capilares se cierran y
no dan paso al alimento ya que encuentra los receptores de insulina no
preparados. El ejercicio activa a esos receptores y facilita el paso de la
glucosa junto con la insulina. Cuando la insulina es rechazada, que es el caso
de los diabéticos, la glucosa se regresa a la sangre. Si en esos mementos se hace un estudio de
laboratorio, aparecen excesos de glucosa en la sangre. Es más, como la insulina
es la hormona del almacenamiento, el hígado transforma la glucosa rechazada en
grasa que se almacena en el tejido adiposo. Esto explica el sobrepeso y la obesidad. El ejercicio
evita parte de ese círculo vicioso. De ahí la importancia del caminar.
Cuando el ejercicio nos hace sudar
es recomendable tomar mucha agua para reponer el oxígeno que utilizó el cuerpo
para la combustión de la glucosa y de las grasas. Las moléculas de oxígeno se
agotan con el ejercicio y hay que reponerlo para evitar la deshidratación y,
con esto, ayudamos a subir el metabolismo.
Para concluir quisiéramos exponer
algunas recomendaciones: El ejercicio no es una opción; no es cuestión de que
lo hago o no lo hago. Si quieres vivir lo que debes vivir, hazlo; si quieres
adelantar la muerte, quédate quieto. Tampoco camines por la obligación impuesta
por ti mismo; hazlo por el placer de sentirte mejor, por el gusto de mejorar tu
salud, aunque de momento no se vean los resultados. Incrementa tu práctica poco
a poco hasta que logres, además de caminar, trotar o correr, sin que te sacrifiques; si
sólo quieres caminar, haz sólo eso y ya es bueno. Si eres hipertenso, si tienes
alguna lesión o padecimiento, mide tu práctica a lo que puedas hacer, no
importa lo poco que sea o qué lentamente lo hagas: un solo paso vale más que no
darlo. En cada avance, sonríe y felicítate. Si sientes que sólo caminas con
ayuda de un bastón o andadera, úsalos; pero camina. Ya habrá la oportunidad de
que dependas menos de éstos apoyos.
Si en algún momento sientes que no
puedes, recuerda aquella frase milagrosa del más grande de nuestros amigos,
cuando el buen Jesús dijo: “…Levántate y anda”, o aquella otra del poeta español:
“Caminante, no hay camino; se hace camino al andar”. Yo quiero regalarte esta
idea: No importa a dónde vayas, si quieres llegar, comienza con el primer paso.
benitocarmona52@hotmail.com
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