Olga Fernández Alejandre*
Es tan necesario como loable que
las personas conozcamos nuestro legado prehispánico. Por eso los invito a que
demos un paseo por la ciudad del trueno, el mito y la fábula.
Allá por el año 1785, un cabo de guardia español llamado Diego Ruíz,
junto con unos peones, andaban buscando plantíos de tabaco clandestinos, en la
zona selvática de lo que ahora es parte del municipio de Papantla, cuando de
pronto, en medio de la selva apareció ante sus ojos un monumento piramidal que
le llamó mucho la atención. Por más que indagó, no le supieron decir mayor
cosa; hecho que relató a la “Gazeta de México”, el periódico más importante de
esa época, sin saber que había descubierto una maravillosa ciudad de piedra
única en todo Mesoamérica con: Templos, palacios, columnas, taludes y juegos de
pelota.
Con el tiempo el descubrimiento fue relegado al olvido, pero en el siglo
XIX el artista Carl Nebel logró captar la grandiosidad del lugar, sobre todo la
pirámide de los nichos; quedando para siempre plasmada en unos de sus grabados.
Este monumento destaca por que tiene 365 nichos, uno por cada día del año. Está
adornado con grecas o xicalcoliuhquies, taludes y cornisas.
Durante los años treinta, cuando se abrieron caminos con motivo de la
explotación petrolífera; al ingeniero Agustín García le tocó limpiar de tierra
y vegetación la pirámide de los nichos y a partir de 1938, el arqueólogo José
García Payón, exploró además de la pirámide, varios basamentos; también despejó
de maleza las plazas ceremoniales y las ornamentadas canchas del juego de
pelota.
Durante 39 años García Payón trabajó infatigable, para ir desenterrando,
esta hermosa ciudad, en la que salieron a la luz hermosos palacios; así se
descubrió la otra parte de la ciudad, la que se ha dado en llamar Tajín Chico.
En 1984 un proyecto a cargo de Jürguen K. Brüggemann y un equipo de
colaboradores, mayormente de la Universidad
Veracruzana , permitió restaurar cerca de 35 edificios,
convirtiendo a El Tajín uno de los sitios arqueológicos más bellos del estado
de Veracruz, sino del mundo entero.
Esta portentosa ciudad, según Medellín Zenil, se encuentra dentro del
área conocida como el Totanacapan. Sus límites son: Por el norte el río
Cazones, al sur el río Papaloapan, por el occidente Acatlán de Pérez, Oaxaca. Y
al oriente con el estado de Puebla desde Zacatlán pasando por Tehuacán, hasta
cerca de Metlaloyuca.
La gran mayoría de las ciudades mesoamericanas, primero se establecieron
como centros ceremoniales y después como centros urbanos y comerciales.
Esta mágica ciudad, el máximo
exponente del clásico Tardío, fue centro motor, de gran parte del territorio
veracruzano.
El centro de la ciudad está asentado en por lo menos 140 hectáreas , entre
dos barrancos, por los que corren dos arroyos, que limitaron bastante su
expansión; de ahí que entre edificio y edificio el espacio sea reducido.
Indica la antropóloga Sara Ladrón de Guevara, “En el Tajín advertimos
una recurrencia en los diseños, la composición y el ritmo; es decir en los
aspectos formales. Esta recurrencia permite hablar del estilo Tajín, o sea, hay
coherencia en el diseño de la arquitectura, escultura y pintura”.
Los relieves saltan a la vista
llamando la atención por la calidad que tienen. Las figuras se hacían planas,
pero lo que sobresalen son la de rostros humanos. También la pintura está presente
en esta maravillosa capital, ya que los edificios eran pintados en colores
vivos. Los colores empleados eran tanto de origen mineral como vegetal. Algunos
tintes los rebajaban para obtener varias combinaciones; los más comunes eran:
El rojo, negro y varios tonos de azul y verde.
Ahora, con los ojos de la imaginación, nos trasladaremos en el tiempo a
esta gran urbe y la contemplaremos en todo su esplendor. ¿Quiere acompañarme?
Vamos a hacer el recorrido con un guía llamado Teuhtlilli, que nos está
esperando y entraremos por el lado sur, donde se asienta el Tajín Chico. En
esta parte vive la clase gobernante y los sacerdotes.
Por fin nos encontramos a la entrada; por doquier salta obsceno y
lujurioso el color verde que contrasta con los claroscuros de los edificios al
iluminarlos el sol.
Las orquídeas, las lianas y los bejucos se entrelazan, una suave brisa
nos llega refrescando nuestros acalorados rostros y llega hasta nuestras fosas
nasales el olor embriagante de la vainilla, perfumando el ambiente.
Estamos ante los puestos de control, una especie de aduana; los guardias
de aspecto feroz y mirada inquisitiva, nos preguntan que hacemos aquí. Nuestro
amable guía les explica que somos extranjeros que queremos conocer la ciudad.
Después de conferenciar un buen rato, nos dan un salvo conducto y nos dejan
pasar; comenzamos con paso lento a caminar contemplando esta maravilla.
Llegamos directamente a la plaza del arroyo, limitada en sus cuatro
costados por basamentos piramidales. Aquí se encuentra el mercado, nos
acercamos con emoción y vemos con singular alegría los puestos con toldos de
colores para protegerse del inclemente sol. Todo el mundo grita la mercancía
que vende, hay comerciantes propios de la ciudad y mercaderes que traen sus
productos desde lejanas tierras, estos son innumerables: Frutas de la región,
pieles de venado y jaguar, flores, aves exóticas y de corral, plumas, ropa,
adornos para orejas y nariz, vainilla, cacao, además también varios tipos de
carne silvestre, pescado, esclavos para sacrificios a los dioses. Y toda clase
de mercaderías.
Teuhtlilli nos lleva a un lado de la plaza del arroyo, donde hay varios
juegos de pelota; nos cuenta que la ciudad tiene 17 canchas.
La más popular de las canchas tiene seis paneles adornados con cabezas
de serpientes y nos indica la relación que tiene este juego con el Dios
Quetzalcóatl. Nos explica como los jugadores se van vistiendo ayudados por
varios sirvientes Vemos con inusitada emoción el enfrentamiento de los dos
jugadores y como él que pierde es decapitado, ya que es un juego ritual que los
dioses hicieron para lograr se efectuara el ciclo vital que ellos mismos habían
creado al principio de la existencia. Estamos consternados y atónicos por el
desenlace de este juego. Es increíble ver estos rituales.
Continuamos el recorrido, queremos llegar cerca de la pirámide de los
nichos su extraordinaria mole se encuentra en el centro de la ciudad y se ve
desde cualquier punto. Llegamos en el preciso momento en que comenzará un rito
en agradecimiento al sol por los beneficios recibidos; propiciando la unión del
calor elemento masculino, con la tierra elemento femenino, para que sea
fecundada y crezcan los cultivos.
¡Ah!, pero con lo que quedamos con la boca abierta fue con los
voladores; es quizás la ceremonia más vistosa. Cuatro hombres vestidos de
águilas con los brazos extendidos y atados por los pies se desplazan lentamente
en círculos desde casi una altura de 30 metros sobre un palo vistosamente adornado,
se encuentra sembrado (enterrado) en forma vertical. En la parte superior se
encuentra un aro giratorio con una pequeña superficie (llamada en la actualidad
manzana); la rotación tanto del aro como la de los voladores simboliza el
movimiento de los astros, especialmente el sol. Un hombre desafiando la
gravedad en ese minúsculo espacio, baila, toca una flauta y un tambor. Las
vueltas que dan los danzantes al ir bajando, multiplicadas por cuatro, que es
el número sagrado; simboliza el xiuhmolpilli, o sea, el ciclo mesoamericano de
52 años.
Estos hombres pájaros dan tal sensación de majestuosidad, que nos quita
el aliento. Estamos emocionados al ver a nuestros ancestros en esta ceremonia.
Todo está en silencio y se respira un aire reverencial. Finalmente cumple su
misión el Dios Sol-Águila baja a la tierra.
También visitamos las viviendas de los sacerdotes, del señor principal y
la gente pudiente; se encuentran en la parte sur por donde entramos. Son
verdaderos palacios con murales polícromos y espaciosas estancias, algunas con
corredores para salir a refrescarse. Nos asombra con que lujo vivía la clase
dominante.
Nuestro sonriente guía nos informa que nuestro tiempo terminó y tenemos
que partir. Al querer darle las gracias, él ya no está…
Nos embarga una profunda tristeza; poco a poco, la otrora orgullosa urbe
va quedando en el abandono, la contemplamos con pesar, un mutismo sobrecogedor
nos oprime el alma. El polvo de los siglos se acumula ante nuestros asombrados
ojos hasta dejarla totalmente cubierta. Ya no se oirán: El eco de las risas,
las palabras, los cantos y las plegarias; un manto verde la ocultará, hasta que
alguien “la redescubra”.
Así, volvemos a nuestro tiempo
con el corazón oprimido de angustia.
¿Que fue lo que pasó a esta majestuosa población? ¿Qué sucedió a sus
habitantes?
Según Jürgen K. Brüggmann: Cree que la ciudad entró en crisis debido a
profundas dificultades económicas y la desigualdad de las clases sociales,
terminando en una confrontación política.
¿Les gustó?, ¿verdad que fue un viaje alucinante, único, de ensueño y
fantasía? ¡Ojalá algún día lo repitamos!
Me viene a la mente una estrofa de esa increíble poesía de Efraín Huerta
que hiciera al Tajín, donde plasma la esencia misma de esta sorprendente
metrópoli:
“Todo es andar a ciegas,
en la fatiga del silencio, cuando
ya nada nace y nada vive y ya
los muertos dieron vida a sus
muertos y los vivos sepultura
a los vivos”.
titama43@hotmail.com
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