Wilfrido Sánchez Márquez
La constante preocupación que sentimos
los maestros de grupo por tener el mayor rendimiento en nuestra labor docente,
nos induce a preguntarnos repetida e insistentemente: ¿Cómo van mis alumnos? El anhelo de los padres de
familia de que sus hijos crezcan y obtengan en la escuela las mejores notas,
también los hacen inquirir sobre la evolución de sus aprendizajes. Por otra
parte, las autoridades educativas, preocupadas constantemente por mejorar el
aprovechamiento escolar, se plantean una interrogante similar: ¿Cuáles son los
índices de aprovechamiento escolar, en nuestras escuelas? Las preguntas
anteriores involucran cuestiones capitales de la didáctica que han inmerecido
la atención esmerada de educadores de todos los tiempos, que han motivado
estudios profundos especulaciones y controversias y que generan problemas de
orden teórico y teórico-práctico de
grandes proporciones.
El concepto de aprovechamiento escolar
tiene connotaciones diferentes para los educadores, según la doctrina
pedagógica que sustentan. Para los profesores que dedican mayor parte de sus
esfuerzos a la transmisión de conocimientos, el aprovechamiento de los
discípulos se entiende como la medida en que ellos retienen en la memoria las
lecciones impartidas durante un tiempo determinado; para los maestros que
conciben a la educación como un proceso de integración dinámica de la
personalidad, el aprovechamiento es producto de los métodos del aprendizaje, es
decir la asimilación de conocimientos y experiencias y la formación de hábitos,
habilidades, capacidades y actitudes.
¿De qué medios nos valemos los maestros
de enseñanza primaria para apreciar el adelanto o atraso del grupo y de cada
uno de los alumnos que lo integran? Las técnicas de medición y de evaluación,
como las de los otros campos de la didáctica, han experimentado un proceso
evolutivo determinado por los avances de la pedagogía experimental y de sus
ciencias auxiliares. Es evidente que entre el examinador que exige al pie de la
letra, de las palabras del maestro o de párrafos de libros y apuntes y el que
utiliza a las pruebas pedagógicas objetivas como instrumentos de medición,
existen sustanciales diferencias y entre éstas
y la apreciación dinámica de los resultados del trabajo docente también
hay una distancia considerable.
A pesar de los esfuerzos que el
magisterio está realizando para aplicar los nuevos programas, no obstante los
propósitos que se tienen de mejorar o sustituir los métodos y los
procedimientos de trabajo de la escuela puramente informativa por medios
didácticos activos y funcionales que conducen a la realización de las metas del
verdadero aprendizaje, hasta el momento se continúan utilizando en nuestras
escuelas los mismos recursos de medición, evaluación y registro del
aprovechamiento escolar.
Las pruebas pedagógicas objetivas
constituyen un recurso sumamente útil para medir los conocimientos y en algunos
casos sirven también para auscultar las tendencias y las aptitudes de los
alumnos; sin embargo, no son elegibles para determinar cuales son los hábitos,
las habilidades y las formas de comportamiento adquiridas por el sujeto de la
educación , a esto hay que agregar también las limitaciones que tienen en
cuanto a su confiabilidad y validez en los casos en que las mismas pruebas son
elaboradas para las escuelas ubicadas en diferentes medios y atendidas por
personal docente heterogéneo.
Generalmente empleamos los “test” de
conocimiento al final de un determinado período de actividad docente, como culminación
de un tema de unidad de trabajo. Los exámenes (así se denomina la aplicación de
la prueba) determinan un alto temporal
del proceso educativo y la aparición de un contexto peculiar que crea
nuevas relaciones entre los educandos y el educador; el nexo entre el que
enseña y aprende es sustituido por la relación entre el examinador y el
examinado.
Las pruebas concebidas tan sólo por
el educador y muchas ocasiones ni por él
mismo constituyen un recurso externo impuesto al alumno que, en la mayoría de
los casos es motivo de temor, repudio y aversión. Afortunadamente, en el campo
de la didáctica moderna se están abriendo nuevos horizontes; “la vieja práctica
de calificar a intervalos más o menos largos, tiende a ceder su puesto a la
apreciación día a día del trabajo y de los adelantos de los discípulos”.
Toda unidad didáctica o de trabajo,
según Larroyo, comprende las siguientes etapas:
a) Determinación
y comprensión por parte del alumno de los fines que se proponen con la
enseñanza-aprendizaje de tal unidad.
b) Elaboración
simultanea por maestros y alumnos del plan de trabajo a realizar.
c) Ejecución
del trabajo planeado
d) Autocrítica
de la obra realizada o en proceso de realización.
Por lo anterior, estamos de acuerdo con
el maestro Jesús Álvarez Constantino cuando afirma que: “la apreciación de los
resultados es un proceso simultáneo, concomitante, inherente al propio
desarrollo del trabajo, que debe ejercitarse constantemente, desde el principio
hasta su cabal realización. La planeación y evaluación del trabajo no son polos
opuestos y autónomos, sino líneas paralelas que norman y dirigen la actividad
inteligente del hombre. No hay mejor prueba para valorizar el trabajo, que la
observación sistemática del proceso evolutivo del mismo…”
Cuando el alumno tiene conciencia de los
fines del aprendizaje y se le mantiene informado de los progresos que realiza o
mejor aún cuando él mismo, utilizando la autocrítica, evalúa los resultados
parciales y finales de sus esfuerzos, se obtiene una estimulación extraordinaria
que acentúan la motivación en forma considerable. Este estímulo adicional,
actúa como incentivo extra que incrementa notablemente su interés por alcanzar
las metas propuestas. La autocrítica es un proceso interno que, como el
aprendizaje mismo, es realizado por el alumno bajo la dirección y guía del
maestro. Esta forma de evaluación no genera temor ni aversión, ni coloca al
educando en situación de inferioridad con respecto al maestro y por otra parte además de aportar
datos indicadores del aprovechamiento sirve para apreciar oportunamente los
defectos o deficiencias de los métodos y procedimientos empleados en el proceso
educativo.
Xalapa, Veracruz, 5 de marzo de 2013.
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