lunes, 11 de marzo de 2013

Destino final



Itzel Amor García Gutiérrez

Todos nacemos sin tener idea de saber cuál será  el final de nuestro destino.
Era la época de los 70’s, vivía al lado de mis padres y dos hermanos dentro de un hogar estable y seguro.
En ese tiempo, el esquema moral que imperaba carecía de flexibilidad.
Por un lado, a los hijos (del sexo masculino), se les inculcaban valores y principios que los preparaba para su vida futura; y mientras que a las hijas, se les daba en apariencia la misma educación pero, con ciertas limitantes, sobre todo en el aspecto de sexualidad.
Con esa doble moral, crecimos aproximadamente hasta los 17 años de edad.
Pero no es de ellos de quien quiero hablar, sino de mí.
Todo inició, en el momento en que decidí continuar mis estudios fuera de mi ciudad natal. La despedida fue breve, recuerdo la mano de mi madre dándome la bendición, en tanto mi padre, sacaba el puñado de billetes que de acuerdo a su criterio, me resolverían la vida.
En seguida, tomé el autobús que me conduciría hacia nuevas oportunidades de vida.
Me encontraba ahí, parada, observando todo con  gran detenimiento.
El lugar era encantador, se encontraba situado en la parte norte del país. Se trataba de un puerto, totalmente urbanizado, con una población mayor a la de mi ciudad de origen.
A pesar de ser un lugar moderno, el centro conservaba parte de su pasado arquitectónico. El palacio municipal construido con grandes arcos, combinado con retablos de maderas preciosas, un piso de adobe en tono sepia. Los techos adornados con tejas perfectas y barnizadas. Grandes corredores y escaleras adornadas con talavera cubiertas de flores vistosas.
En frente, había un pequeño kiosko, el cual servía como soporte para una gran cantidad de aves posadas en su cima. Todo el marco estaba revestido de una inmensa colina de palmeras verdes, indicadores de fe y esperanza.
De inmediato, pregunté a unas personas sobre la existencia de alguna pensión para estudiantes.
Concerté la cita y me instalé ahí sin problema alguno.
Al día siguiente, desperté muy temprano, creo que era la emoción por el comienzo de una etapa más en mi vida.
Aún  recuerdo con nostalgia mi primer día de Universidad.
Respiré de manera profunda y empecé a caminar por el largo pasillo que me condujo hacia mi aula, de pronto:
Entró un joven alto, de piel morena, complexión robusta, me miró y dijo:
-       No me digas que.. ¿también vienes a estudiar la carrera de comercio?
Le conteste con cierta desconfianza:
-eh… ¡sí!
Mi rostro se ruborizó por ese instante
Ese fue el primer encuentro que tuvimos. Conforme transcurrían los días,
Se acrecentaban las actividades junto con la necesidad de pasar el máximo tiempo acompañado.
Eduardo, así se llamaba, aunque a mí me encantaba acortar su nombre y decirle Ed.
Durante mi estancia, aproveché para conocer ese mágico lugar que me brindaba no solo lo que tanto había anhelado tiempo atrás; sino el hecho de vivir una experiencia diferente al lado de alguien tan especial, sobre todo el motivo que me permitió comprender otro tipo de patrón de comportamiento expuestos antes por mi familia.
Casi a mitad de la carrera, me di cuenta que las materias no eran de mi agrado. Sin embargo, decidí continuar, porque tenía un motivo muy sólido para seguir: Eduardo.
Me encontraba muy enamorada de ese joven que me regaló la sonrisa, aquel primer día de clases. Pero que además no permitió un solo instante que yo me sintiera sola y desprotegida.
Se convirtió en todo un personaje estudiantil, en una persona destacada académicamente, un excelente ser humano pero sobre en un gran apoyo para mí.
Nos hicimos novios, por la mañana dedicaba el tiempo al estudio y por las tardes salíamos a disfrutar del extenso lugar, así como del exquisito menú que caracterizaba al puerto.

Nunca quedó un espacio del territorio por el que nuestros pies no pasaron:
La isla cercana, los hermosos acantilados, la concurrida playa, las dunas, el malecón y un puente, punto clave que conectaba una entidad con otra.
La dinámica del día a día, me llevaba a un ritmo totalmente rápido, concluyendo en forma satisfactoria mis estudios; lo cual fue muy positivo, ya que mis padres se sintieron muy orgullosos de mi quehacer como estudiante. Pero, al mismo tiempo, me despedía de las ilusiones que Ed y yo nos habíamos creado.
Los caminos se dividieron al momento de recibir la noticia sobre una gran oferta de trabajo para Eduardo, debido a que pronto, tendría que marcharse y eso generaría una separación en nuestras vidas.
Y así fue, él se dirigió en busca de un mejoramiento profesional, y yo también solo que la distancia nos alejó.
El empezó una relación con alguien y para evitar conflictos decidí terminar con nuestro compromiso.
A los dos años de haber contraído nupcias, lo observé caminando al lado de su perro, en un parque, solo lo miré ya que me encontraba acompañada razón suficiente para desistir al tan ansiado acercamiento.
Pasaron 15 años, años en los que ambos, trabajamos, tuvimos hijos y una vida consolidada.
Un buen día decidí  asistir a un recital de jazz, recuerdo que mi hija corrió tanto, al grado que se cayó sobre una fuente  y eso atrajo mi atención.
De inmediato, un señor se acercó para levantar a la infante y yo en forma apresurada le dije:
-¡Gracias!
Al levantar la mirada, sentí el aroma  de un perfume conocido, mientras mi respiración empezó a acelerarse.
Se trataba de Eduardo, el único ser capaz de traspasar cada célula de mi ser.
En ese momento, hice un alto y pensé:
“Lo siento tan cerca, jamás se ha ido. La vida solo nos ha demostrado que no existen imposibles y cuando amas algo, no importa cuánto necesites esperar para tenerlo”.
Sin duda, el ángel encarnado en el único amor verdadero conservado aún por el paso de los años.
Temblaba como si me encontrara sola a mitad de la noche.
El me estrechó tan fuerte…con la intensidad de retenerme aunque fuera un momento.
-       ¡Ana!, ¡Eres tú!, ¡No puedo creerlo!, ¡Ha pasado tanto tiempo!
-       Me dijo
-       ¡No he olvidado un solo día del que tú y yo pasamos en aquella época juntos!
-       ¡La vida te ha puesto en este sitio!
-       ¡No volveré a perderte!, ¡Lo juro!
Sus lágrimas salían abundantemente, sin soltarme; mientras desbordaba alegría y nostalgia paralelamente.
En eso, se acercó a mi hija y el besó su delicada frente.
A partir de ese instante nos pusimos en contacto, conversábamos por horas
y siempre tratábamos de compartir el mayor tiempo posible como si integráramos una familia.
Entre ambos existía una relación, solo que diferente, puesto que cada quien tenía una vida, lo cual impedía externar caricias y deseos derivados del gran amor reprimido.
La vida nos ponía a prueba cada segundo. Nos frecuentábamos cada año, pero
no era suficiente.
Sin comentarlo, un buen día, me llamó para decirme que había resuelto su conflicto y que se encontraba dispuesto a renunciar a todo por nuestro amor.
Tomó una decisión que cambiaría radicalmente nuestras vidas, el impredecible destino se había hecho presente.
Me pidió que emprendiéramos un viaje, solos con el único objetivo de fundir nuestro sueños para siempre.
Previamente yo me había divorciado y él por su parte definió su situación conyugal.
Sus padres estaban enterados de lo ocurrido y nos brindaron su apoyo incondicional.
Recuerdo que era una mañana fría, casi a punto de amanecer; el viento helado parecía como una lija cortándonos las yemas de los dedos.
La emoción se intensificó al momento de subirnos al auto, ya que mi acompañante me recibió con una cálida bienvenida sugiriendo con ello, la seguridad que en ese momento necesitaba.
Se inició el viaje con la tranquilidad de gozar de la libertad que hacía mucho no teníamos. Dispuestos a recuperar esos 15 años suspendidos en el tiempo.
Al transcurrir un par de horas, llegamos al lugar tan esperado, descendimos y nos miramos;
Justo ahí,  nos tomamos de la mano  para aferrarnos a ese lapso de tiempo real tan especial para ambos.
El nerviosismo se hizo presente, impregnando el ambiente de sinceridad y optimismo.
En seguida, observamos la alentadora imagen de un relieve sostenido por cortinas pronunciadas con: abetos, encinos y enramadas. La temperatura comenzó a descender bendiciendo los espacios, que permitieron apreciar el entorno casi fugaz.
Internos en el paisaje boscoso, nos sentamos a escuchar el estruendoso sonido de un águila escrutando la cenefa de matices que enaltecían el recinto.
La neblina se encargó de envolvernos igual a la textura de carne húmeda sobre un césped sin cerrojos y así, nos resguardamos bajo la ermita que a lo lejos se vislumbraba.
En el ambiente, se aspiraban aromas de violetas, frutas secas y bellotas extendidas a lo largo del paisaje.
¡Al fin!, nos conectamos en el tibio aliento de los labios tan unidos, mientras  me acariciaba el terso cabello que se enredaba en sus reconfortantes palmas  protectoras.
De inmediato nos sumergimos entre hojas, liquen y musgos que habitaban en el sitio;
Desgarrándome la sangre  que burbujeaba dentro de mi pecho.
La escena se interrumpió porque había comenzado a llover.
Me envolvió en una manta, porque tenía mucho frío, ofreciéndome el caluroso vino reconfortando así, no solo mi cuerpo sino también mi espíritu.
Entonces, encendió el auto junto con  un par de cigarrillos.
Continuamos la travesía en medio de una fuerte tormenta ( aun no olvido el ruido del limpiaparabrisas), mientras su mano sujetaba el cuello repetidas veces.
Enseguida, un camino sinuoso tomó el control de la situación generándonos una enorme sensación de angustia ante tal hecho.
Así avanzamos aproximadamente 1 kilómetro, cuando asombrados, nos reflejó un gran destello luminoso.
Forcejeábamos con el volante, pero nunca pudimos esquivarlo.
Finalmente, nos impactamos contra un transporte pesado ( lo único que pude hacer, fue gritar muy alto).
Recuerdo su rostro inclinado sobre la ventana, el líquido escarlata que brotaba por el lado izquierdo de su frente.
El auto detenido,  y con el mi felicidad, de inmediato pude darme cuenta que se encontraba sin vida, solo sostuve su cabeza y le dije:
-¡Gracias!, ¡Mil gracias por el regalo que me diste!
-¡Que lástima que no hubo tiempo para decírtelo!
- ¡La pequeña que conociste, aquella tarde… es tu hija!
Solo iluminó su rostro y con una sonrisa mesurada, murió de manera instantánea.
Después llegaron los paramédicos, me asistieron y a él se lo llevaron a la morgue.
Al pasar los días, agradecí al ser supremo la oportunidad que nos brindó para que entre nosotros no quedara ningún tema pendiente, conociendo así el destino final de tan hermosa historia.
*Región: Xalapa
Módulo: Estrategias discursivos
Producto: Elaboración de un cuento
Xalapa ;Veracruz  7 de diciembre de 2012.

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