Aurora Ruiz
Vásquez
Cuando dos
generaciones diferentes conviven, suelen surgir temas interesantes de
discusión, anécdotas que se transforman en relatos o novelas en mentes hábiles
como la del escritor español José Luis Sanpedro que crea la obra La sonrisa etrusca. Que con emotividad
se adentra en las pasiones humanas.
Un hombre,
Salvatore, al que llaman Bruno,
procedente de Rocassera, al sur de Italia, es llevado por su hijo Renato a
Milán para ser atendido de cáncer. En un museo descubre en la escultura de un sarcófago a unos esposos
etruscos con una sonrisa enigmática que contempla extasiado.
Conoce a la
familia de su hijo Renato formada por Andrea la esposa y el pequeño hijo, con
el cual se identifica plenamente. El
choque de dos mundos diferentes: la vida campesina y la modernidad de la
ciudad, es evidente. Bruno Salvatore quiere salvar al niño de esa vida que no
aprueba y actúa como si estuviera en la guerra que ha vivido, dejándole innumerables
recuerdos. No aprueba los métodos educativos empleados con el niño y piensa
llevarlo a su tierra para que crezca en
ese ambiente natural como sus corderos. A escondidas vela el sueño del pequeño,
permanece tirado en el piso tapado con
la manta que lo acompañó en la guerra y piensa que cumple una guardia de antaño,
sin dejar de murmurar al niño que tenga confianza, él lo defenderá del peligro.
El cambio de
vida es radical y Bruno no se acostumbra, aparte no simpatiza con la nuera que
es una mujer intelectual y deja al niño en manos de niñeras que vigilan su
intervención; pero entre él y el niño hay una corriente de afecto mutuo que los
une, al grado de sostenerlo con vida y olvidar su enfermedad.
Andrea trata de
entender al viejo pero se desespera y soporta sus impertinencias de mal modo.
Bruno es viudo, conoce a Hortensia como gran amiga, se encariña con ella y
llega a considerarla como abuela del
pequeño Brunettino– Bruno como su abuelo- Sueña con escuchar antes de morir la
palabra Nono –abuelo- en labios de su
querido nieto. Renato, quiere y comprende a su padre, pero cuida la
relación con su esposa, presentándosele dilemas fuertes.
Bruno sabe que
va a morir, entonces cada minuto se vuelve trascendente, dando mayor valor a la
vida al lado del niño, pero llega el momento en que no resiste a la enfermedad,
“rusca” como la llama y un día desaparece
sonriente, al escuchar la ansiada palabra : Nono.
El libro está
impregnado de escenas emotivas donde el rudo campesino refleja un alma sensible
y pura dentro de sus desvaríos, con un amor intenso por el nieto. Ello nos
permite reflexionar sobre la vida y sus etapas. Está presente el choque de
esquemas tradicionales con lo moderno. El abuelo no quiere que el niño se vea
influido por la publicidad y el materialismo, quiere que viva una vida pura,
natural. El pequeño representa la vida palpitante: llora, patalea, sorprende a
cada instante, es el brote de una ramita verde: el abuelo es el tronco recio de
profundas raíces arraigado en la tierra.
Con él se despliega el pasado lleno de recuerdos. A pesar de ser de
generaciones diferentes, nietos, sobre todo de pequeños, y abuelos, están unidos por lazos indisolubles; se
identifican, son cómplices. Por eso la novela refleja ternura, protección.
Cuando los
ambientes en que se crece son diferentes, hay choque de opiniones sobre
educación, gustos y preferencias: muchas veces surge la adaptación, pero en
otras, se siguen añorando costumbres y amor
al lugar donde se nace.
El abuelo está
consciente que le queda poco tiempo de vida, pero desea ver a su nieto crecer,
compartir con la mujer que ama, Hortensia y llevarlos a su pueblo y dejar
buenos cimientos para la formación de su adorado nieto. Lo sostiene el amor por
él y el que conoce tardíamente. Esto lo hace sentirse fuerte y útil.
La manta que
acompaña a Bruno es un símbolo de la guerra civil española que le tocó vivir, lo
marcó para siempre y lo hizo valiente, como quiere que sea su nieto al que le
platica al borde de la cuna cuando vela
su sueño, todas sus hazañas como si fueran el presente.
Una diferencia
de costumbres los separan aunque el amor los una, se crea un conflicto
generacional irremediable cuyo ideal es conciliar. Desde luego, los extremos
son malos, ni mucho consentimiento ni tanta rigidez. La libertad tiene sus
límites ¿cuándo podremos llegar a un equilibrio saludable? En la actualidad lo
estamos viviendo.
La
sonrisa etrusca es la primera novela de 320 páginas de editorial
Alfaguara que escribe Sampedro en 1985 inspirada en su único nieto llamado Miguel. El libro tuvo éxito rotundo entre sus numerosos lectores y lo conserva.
José Luis Sanpedro es un prolífico escritor español nacido en Barcelona
en 1917. Muchísimas son sus obras, entre ellas tenemos por ejemplo: Octubre, Río que nos lleva, Cuarteto para un
solista, La vieja sirena, El amante Boliviano, La vieja sirena, entre
muchísimas otras.
En 1990 fue
elegido Miembro de la Real Academia
Española y el 12 de noviembre de 2010, el Consejo de Ministros le otorgó la
Orden de las Artes y Letras de España “Por
su sobresaliente trayectoria literaria y por su pensamiento comprometido
con los problemas de su tiempo.”
Como vemos,
tenemos muchas obras por conocer para nuestro deleite.
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