María Francisca Ruvira de Ojeda
“Clemencia Isaura”
como ésa que tuviste
cuando en la Cruz
moriste
en cruento padecer.
Dámela, noble
mártir,
para mirar con calma
cómo se arranca mi
alma
de mi agobiado ser.
Yo quisiera imitarte
en tus excelsitudes,
en tus grandes
virtudes
y puro corazón.
Pero soy una mísera
criatura que padece
y que piedad merece
por su humana
aflicción.
Padezco por esa hora
en que mis ojos
fijos
ya no verán los
hijos
que tanto amara yo.
Padezco porque
entonces
no sentiré sus besos
por el temblor
opresos
de su íntimo pesar.
. .
Porque mis ojos
tristes,
vidriosos y apagados
¡sus semblantes
amados
a ver no volverán!
No puedo
desprenderme
de las humanas cosas
son tan hondas y
hermosas
¡se arraigan de mi
ser!
Que por eso te pido
la entereza el
consuelo
y aquel heroico
anhelo
que supiste tener.
Si Tú quieres que
muera
no me lleves al
cielo:
Quiero ser el suelo
perfume. . . luz. .
. calor
Quiero ser para
ellos
esa aura de
esperanza,
que a todo el orbe
alcanza
y que se llama Amor.
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