Presentación
del libro: Algunas dimensiones literarias de Juan Rulfo. Juan Rulfo 1917-2017.
Adriana Menassé
Como siempre, es un
gusto ser invitado a esa fiesta (particular, íntima, a veces), que es la presentación de un libro, pues, como sabemos,
cada libro—si no es un gesto vacío o un trámite—trae una especie de
reafirmación del amor y una promesa de paz al mundo. Agradezco, por eso a mis
amigos Víctor Vásquez Gándara y Javier Ortiz el honor de compartir con ustedes
esta celebración.
El libro Algunas dimensiones literarias de Juan Rulfo
se inscribe en la conmemoración que han hecho diferentes medios y revistas culturales
del centenario del nacimiento de Juan Rulfo; se trata, en este caso, de una iniciativa
de Víctor Vásquez Reyes como forma de homenaje al autor de esos dos libros que
son textos fundamentales de la literatura mexicana: el libro de cuentos El llano en llamas y la novela Pedro Páramo. Estas dos obras, que
constituyen prácticamente el total de la producción de Rulfo son, ambos,
clásicos absolutos y referencias obligadas de cualquier estudio de nuestra
literatura y también de la vida en nuestro país. De la vida en el campo, como se
ha dicho repetidamente, con su carga de injusticia, impotencia y desolación; pero
es esa una realidad que no se circunscribe al campo, sino que permea en diferentes
grados todo nuestro México. Con todo, ni El
llano en llamas ni mucho menos Pedro
Páramo son obras de sociología como a veces se las aborda; son textos
atravesados por una inmensa carga poética que crean un universo propio,
saturado de evocaciones y asociaciones misteriosas. Como dice Lucio Gómez Pazos
en la contraportada del libro que hoy nos convoca: “Por cualquier lado que se
le mire, la obra de Rulfo es el lugar donde anida la poesía…La poesía de Rulfo
se haya en los ecos de las paredes, entre murmullos, debajo de la tumbas y a
campo abierto”. Probablemente Lucio Gómez se refiere a que la fuerza de sus
relatos no reside en la panorámica social, ni siquiera solamente en la maravillosa
recreación del habla campesina, sino que sus imágenes producen una atmósfera
anímica inquietante y dolorosa que, al mismo tiempo, tiene algo de purificación.
Nadie, me parece, que haya leído a Rulfo puede dejar de sentirse atrapado por
esa atmósfera, como los silencios que penetran en el cuerpo y van minando nuestros
aplomos y nuestras certezas. Curiosamente, también son esos silencios los que
hacen más receptivos, más vulnerables, más humanos. “Poética del desconsuelo y
la devastación”; así la caracteriza hermosamente Lucio Gómez Pazos (38).
La gran novela Pedro Páramo es, para mí, como para los
autores que conforman este pequeño libro, no solo una obra fundamental de la
literatura mexicana, sino un clásico de la literatura universal, una obra que
apunta a la condición misma del ser humano. Este reconocimiento se encuentra cada vez más
extendido en todos los círculos académicos y de la cultura a nivel mundial; es una
novela que ha impactado a autores como Jorge Luis Borges, Gabriel García
Márquez, Sergio Pitol, Carlos Fuente y otros muchos. Pedro Páramo es un universo entero, gobernado por la sin-ley del
cacique; nadie puede contravenir su voluntad ni reclamar lo que le pertenece y
es justo, pues el cacique manda, mata y obtiene por la fuerza lo que se le
pretende negar por la razón. El propio cura, el padre Rentería sucumbe a su
poder hasta que él mismo decide unirse a los revolucionarios, abandonado ya de
la Iglesia y acaso del mismo Dios. Sólo hay una cosa que no puede obtener por
la fuerza Pedro, y es el amor de Susana San Juan, su amiga de la infancia y el
amor de su vida. El alma se le va carcomiendo también a Pedro Páramo, invadido
por la añoranza de un amor que no puede entregársele jamás.
Cada uno de los
ensayos de este volumen aporta una mirada personal, una respuesta única a la
lectura, que ilumina un aspecto de la obra. En palabras de Víctor Vázquez
Gándara, el compendio “representa un deseo de compartir alegría, satisfacción,
sorpresa causada por la lectura..Elogiar, reconocer y hasta homenajear el
talento desemboca en una imperiosa necesidad”. Algunas dimensiones literarias
de Juan Rulfo aparece, entonces, no sólo como un acto de gratitud, sino también
como el más alto ejercicio pedagógico: ofrecer a otros las fuentes que nos
permiten comprender y valorar nuestro mundo, así como comunicar la inagotable y
sutil riqueza de leer. Así lo entiende, a su vez, Ma. Guadalupe Hernández Cruz
cuando dice: “Como estudiante de la licenciatura en educación me siento
responsable de contagiar a las futuras generaciones el hábito de la lectura, la
cual no consiste sólo en unir letras para formar palabras; es darle sentido a
todo ello, el fin del lenguaje es la comunicación” (10).
También Javier Ortiz
es un maestro cabal, siempre dispuesto a escuchar, a dar de sí, a orientar. Su
generosidad es legendaria. Javier hace un muy breve recuento de la vida del
autor para mostrar cómo vida y obra están íntimamente entrelazadas. El célebre
cuento “Diles que no me maten” retrata
la agonía de este hombre que va a ser ajusticiado por un crimen que había
cometido hacía treinta y cinco añosa causa de lo que él sintió como una
injusticia intolerable; que vivió después a salto de mata pero que, ya viejo, el destino lo encuentra y
lo juzga. No, no lo puede perdonar el hijo de aquel hombre, ese que creció con el
boquete de la muerte de su padre, dice, “sabiendo que la cosa donde podía agarrarse para
enraizar estaba muerta”. Y que quien lo mató a machetazos vivía tranquilo, según
él supone. Nos cuenta Javier Ortiz que al padre de Rulfo lo matan también por
un problema de tierras, pero más a la manera de Pedro Páramo, pues él se había
quejado por la invasión que el presidente municipal hacía de sus terrenos. Como
el cacique de la novela, por lo visto aquel hombre se sentía con el derecho de
invadir a quien quisiera. En “Diles que no me maten”, sin embargo, Rulfo
muestra una empatía sorprendente tanto con el hombre que asesina como con el
hijo del hombre asesinado. Nos preguntamos si para él era una búsqueda (simbólica
y dolorosa) de cierta justicia primitiva: una justicia que deja a todos en paz,
pero al universo vacío.
Sergio Núñez, por su
lado, hace una revisión de los principales relatos de El llano en llamas señalando la importancia internacional de esta
obra y enfatizando que “el interés
principal (de Rulfo) es la de recrear sus raíces” (14). Para Núñez, El llano en llamas es considerada la
obra más emblemática de Rulfo “en cuanto retrato fiel de la situación en el
campo mexicano” (ídem). Al hacer un recorrido por los cuentos de este libro, el
autor se detiene en la vasta insensibilidad de un gobierno que ignora el
sufrimiento de todos estos hombres y mujeres atrapados en su falta de
esperanza.
El texto de Domingo
Balam Martínez, el más largo de la colección, hace un examen de cierta
literatura secundaria, es decir, de algunos ensayos publicados en torno a la
obra de nuestro autor. Señala cómo Rulfo “quiso denunciar los estragos que
trajo consigo la Revolución Mexicana, y es justamente por ello que, a
diferencia de la Novela de la Revolución, jugó con los límites de la historia,
la anécdota y la ficción para sostener elementos críticos de su época” (60). También
nos recuerda que una vez pasada la etapa
de interpretación “comprometida” (es decir de política revolucionaria) tuvo
lugar un acuerdo mayoritario entre los comentaristas: con Rulfo, piensan todos
ellos, “concluye la novela de la Revolución Mexicana, se extingue la novela
rural. Con su obra, dice, “Rulfo atestiguaba la disolución de la parte más fiel
y recóndita del México tradicional” (72).
Como suplemento de este
conjunto de lecturas y perspectivas (y como para corroborar su deseo de ser una
invitación a la lectura), el libro nos ofrece el texto completo del magnífico
cuento del santo niño Anacleto, “Anacleto Morones”, y un texto en verso de El gallo de oro, “La fórmula secreta”. En
sus páginas, Juan Rulfo 1917-2017 nos
entrega el testimonio de una escucha
emocionada a la obra de este autor fundamental y, con él, un generoso impulso
humanizante: la transfiguración espiritual que propicia el acto
de leer. Yo me congratulo de darle la bienvenida a este libro por ser una muestra
de las innumerables tareas del amor, esas que, al calor de una charla entre
amigos o del alto poder de la enseñanza, ponen en nuestra mesa los bocados
preciosos de la confianza, la benevolencia y el asombro emocionado entre nosotros.
Termino con una
felicitación al coordinador e incitador de esta aventura, Víctor Manuel Vásquez
Reyes, por su iniciativa y por el trabajo que sin duda representó este
ejercicio. Y a Víctor Manuel Vásquez Gándara y a la Editorial Foro Fiscal por su
vigésimo cuarto aniversario. Que haya muchas otras celebraciones y muchos nuevos
motivos para festejar.
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