Víctor
Manuel Vásquez Gándara
Tres de
septiembre de 2016 integra otra página más de la antología vivencial del
profesor Wilfrido Sánchez Márquez. Memorable fecha al desbordar una vez más muestras
de: amor, amistad, alegría, gratitud, reconocimiento, aprecio, admiración,
agradecimiento... hacia el Maestro, maestro al convertirse, sin constituir su
pretensión, en guía moral e intelectual
de familiares, amigos y conocidos.
El Maestro y
su señora esposa profesora Celia Sánchez de Sánchez nuevamente abrieron de par
en par puertas de su residencia particular, su corazón, su alma creando
ambiente propicio, derivándose
correspondencia total a nobles actitudes.
Cordial
bienvenida fue el principio de inolvidable celebración del nonagésimo cuarto
aniversario de vida del festejado: sonriente la profesora Mirna, su esposo
Daniel, uno a uno de los invitados fuimos recibidos y conducidos a lugares
reservados para cada quien: compañeros de Academia Mexicana de Educación,
Instituto cultural Mexicano Cubano Flores Magón-Mella y Comunidad Istmeña.
Acompañaron
en la mesa de honor al profesor dos de sus hermanas realizando viaje especial y
vivir el festejo. Nietos, sobrinos y demás familiares hicieron presencia
también.
Mojito,
bebida simbólica cubana, quesos, cacahuates y botanas diversase consumieron
entre charlas de pequeños grupos. Paulatinamente, posterior al saludo entre los
reunidos, cada lugar fue ocupado iniciando el consumo de alimentos; frijoles
charros, arroz, chiles rellenos en frío, carnitas y bebidas: tequila, mezcal,
vino tinto, refresco de sabores. La delicia de sabores integró parte del
contexto. Es evidente, compartir los alimentos forma parte del simbolismo
cultural, práctica de la familia Sáchez.
Desde el
principio la música aderezó el convivió. Al son de marimba integrada por ahora
jóvenes, en fiestas anteriores aún niños. Previo a concluir degustación de
alimentos, la maestra Mirna presentó al grupo musical, orquesta intérprete de música representativa,
tradicional de etnias zapotecas, del Istmo, de Oaxaca, integrando el grupo
jóvenes nativos de allá y estudiantes actualmente en esta capital veracruzana.
La alegría
ya en pleno se desbordó. El Maestro Willy, feliz al borde la lágrima
contagiando a la audiencia. Claro, La Sandunga, El Feo fueron sólo algunas
melodías del amplio repertorio interpretado invitando tonalidad de instrumentos
al baile. Flautas, trombón, saxofón, cornetas, clarines en harmonía impulsaron,
motivaron, removieron el alma y bailables, en pareja, en grupo crearon estampas
inolvidables. Tres horas de música transcurrieron sin prisa alguna, y
curiosamente fue como breve sueño, un abrir y cerrar de ojos.
Belleza femenina,
vestuario tehuano plasmaron sello de costumbres de cultura zapoteca, sin faltar
expresiones en ese idioma. Breves intervenciones, emotivas palabras fueron
externadas, felicitando al maestro Willy.
Enumerar
asistentes siempre es complejo para el cronista. Memoria y desconocimiento de
nombres completos impide, sin embargo citaría entre un medio centenar a: Rafael
Mario Islas Ojeda, Romeo Cuervo Téllez, Alberto de la Rosa, Irma Reyes
Hernández, Gloria Sánchez, Lorena Bautista Carvallo, Víctor Manuel Vázquez
Reyes,
Qué mejor
homenaje al maestro, lúcido, consciente y en otra muestra de vocación,
generosidad, obsequió una de sus obras literarias: Alfabetización funcional,
Andragogía y educación permanente.
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