Enrique Hidalgo Mellanes
Escribo cerca de una ventana, en el sureste de México donde
ahora estoy de paso.
Son las tres y cuarto de la madrugada. A mi lado derecho
tengo una taza de café caliente, galletas de animalitos y el libro Antología de
leyendas de Mesa de Calcote, de Alicia Soto Palomino.
A mi otro extremo, veo la luna de este mes, la calle vacía
donde camino todos los días y los árboles que bajo sus sombras, muchas personas
me han contado sus historias de vida.
Estoy pensando en este momento en nuestra capacidad para
pensar, razonar e inventar al mundo.
Nos gusta sentir la vida, ensoñar a las personas y a los
objetos, imaginar la existencia de otras posibilidades para responder a lo
nombrado como realidad intangible.
Veo los árboles. Hay veces que me siento acompañado por
ellos. Son una especie de entidades capaces de razonar y hablar en algún idioma
desconocido donde también se utiliza el viento. La diferencia con nosotros es
el aparato fonador. ¿Idea atrevida? No solo hice uso de las historias y de las
tradiciones orales.
El libro Antología de leyendas de Mesa de Calcote, de Alicia
Soto Palomino, puede ubicarse en el escenario de las tradiciones orales. No es
historia oral porque quienes narran los acontecimientos escucharon de otras
personas lo que se dice. ¿No le da la impresión de escuchar una especie de
eslabones de una larga cadena de oralidades? Imagínelo, por favor.
Los textos de la publicación aludida son esas pequeñas historias
que alguien decide redactar después de lo que se ha escuchado. Los momentos de
escuchar pueden ser de dos formas: planificado o espontáneo.
Lo planificado compete a las actividades motivadas por
intencionalidades precisas como son las investigaciones o bien para cumplir
protocolos institucionales.
En contraste, lo espontáneo
ocurre en un ámbito donde lo voluntario se establece entre quien habla y quien
escucha. El libro correspondi ente fue planificado bajo ciertos acuerdos: la aloración
comunitaria de lo que debe conservarse en la escritura, la relación de la
oralidad y el contexto de Calcote, las identificación de la memoria y la
continuidad de lo que se dice y claro, son registros distintivos culturales de
la tradición generaciones transmitidas a través de la oralidad y de la
escritura.
Quién lee el libro Soto Palomino siente y vive las siguientes
lecturas: Los dones de los animales, La joven que se convirtió en sirena, El
señor Tito, La sirena, Leyenda del duende, La abuela que se convertía en
pájaro, El cerro que guardaba un secreto, El brujo, Origen de mi comunidad, El
devora orazones; Tenantzitzimitl, la abuela demonio y El pájaro primavera.
Vivir y sentir las lecturas significan dos razones: ese sabroso
acercamiento hacia lo que la otra persona escribió bajo circunstancia de
respeto de las cosmovisiones comunitarias y a la vez, esas voces del paso a
través del artificio de la escritura. Ambas enseñan y dan paso a esos grandes
ríos de tradiciones orales.
Confieso que nunca he estado en Mesa de Calcote, Chicontepec,
Veracruz. Algún día o noche estaré ahí para escuchar la versión oral de los
textos de la Antología de leyendas de Mesa de Calcote. Por lo pronto, se cumple
una de las funciones de la escritura: ser vehículo de transmisión de
conocimientos. Sin que mi cuerpo esté presente en el lugar donde la abuela se
convirtió en pájaro demonio, o bien, esa jovencita quién algún día retornará
como sirena y el mundo se acabará, mi mente ya comió y caminó en Calcote.
Estoy imaginando a las y los informantes de Alicia Soto
Palomino. Tienen entre de 35 a 99 años. Supongo que en algún momento se les
pidió que platicaran y luego llevaron un texto o bien fueron grabados.
Posteriormente fueron trasladados a la escritura, una de las tecnologías de la
palabra.
El libro que me acompaña a esta hora cuando el sol tardará
en aparecer en el oriente, es la primera edición (2015) realizada por del
Instituto Veracruzano de la Cultura en coedición con el Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes. En la portada y en el interior fueron integradas las
xilografías de Brenda Castillo Contreras. Edición, textos e imágenes forma una
unidad donde corresponden varios discursos visuales cada uno de ellos en sus
códigos correspondientes.
Las leyendas están escritas en cuatro lenguas: náhuatl, español,
francés e inglés. Otra de las características de las tradiciones orales es la
continuidad intercomunitarias, las convivencias con los demás, compartir el
patrimonio cultural intangible, el orgullo y la pertenecía a un grupo o grupos
donde las cosmovisiones son resguardadas, jóvenes y adultos son depositarios de
la cultura en el idioma de la comunidad.
Las lenguas maternas son valiosas porque ahí están los
ombligos u orígenes comunitarios. El libro transfiere su contenido, sus
caminos, hacia otras lenguas escritas porque significa más lectores, más continuidades,
más posibilidades de diálogos y convivencias. Las lenguas con las que nacimos
nos marcan para toda la vida. El náhuatl es el origen lingüístico de la
Antología de leyendas de Mesa de Calcote.
Los valores del libro pueden pensarse desde la academia, la
política cultural de IVEC y de la comunidad de Calcote. En la academia, como es
mi caso, es material inmediato para estudios cualitativos; para la política
cultural cumple con la producción editorial en contextos multiculturales y
translingüísticos y, como material para los talleres de promociones lectoras; y
en lo comunitario, la antología es una parte de lo resguardado en la memoria
oral.
He tomado mi café con galletas de animalitos, escribí mientras
escucho el paso del viento entre los árboles, he visto la luna y escucho una
melodía que me trae recuerdos de los años que se han ido lentamente
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