lunes, 9 de febrero de 2015

CONSUMO DE TRIGO HIBRIDADO CAUSANTE DE OBESIDAD, DIABETES Y OTROS PADECIMIENTOS.

ESTUDIOS CIENTÍFICOS CONFIRMAN QUE EL CONSUMO DE TRIGO HIBRIDADO ES EL PRINCIPAL CAUSANTE DE OBESIDAD, DIABETES Y OTROS PADECIMIENTOS.Los demás carbohidratos refinados complementan esta acción destructiva en la dieta moderna.

Benito Carmona Grajales.
     El trigo es el principal causante de que más de 2000 millones de personas en el mundo padezcan sobre peso; de los cuales, más de 400 millones son obesos. Alrededor de 1700 millones de personas sufren de diabetes, de éstos, la inmensa mayoría forman parte de estas dos estadísticas. Lo más alarmante es que como consecuencia más de 17 millones de personas mueran al año por infarto al miocardio o de ataques isquémicos cerebrovasculares.
     Los almidones del trigo están formados por amilopectina A. Este supercarbohidrato es sumamente digerible; se transforma en azúcar con mucha rapidez detonando la producción de insulina, que es la hormona de las reservas  y excesos de grasas. El trigo provoca insulina más que cualquier otro carbohidrato.
     Nuestra memoria genética se encuentra en el ADN de los cromosomas de las células eucariotas. Al producirse la cariocinesis o reproducción celular, también llamada bipartición, la célula se alarga, mientras, se va formando una cintura y en cada extremo se van formando los nuevos núcleos. Los cromosomas van de un extremo al otro. Al separarse las dos partes, formando las nuevas células, cada una queda con igual número de cromosomas como la célula madre. Ahí queda la misma memoria genética. La célula humana tiene 46 cromosomas que funcionan como el plano estructural del cuerpo: su funcionamiento, tamaños, colores y, entre todos, la forma en que aprovecha los nutrientes.
     ¿Y qué tiene que ver todo esto con el trigo? Esta planta, en tiempos remotos, hace ya algunos miles de años, depositaba su genética en 14 cromosomas; pasando los siglos llegó a 42 cromosomas. Hasta aquí no hubo repercusiones muy marcadas en la salud; además, las cepas einkorn  y las emmer fueron un alimento de gran sustento para las tribus de todas aquellas generaciones; así llegó hasta el siglo pasado.
     El siglo XX fue marcado por dos grandes guerras mundiales que dejaron a las naciones con hambre y sin alimentos suficientes. Esta situación se prolongó hasta ya muy avanzado el siglo. En la década de los 70, con el propósito de combatir las deficiencias alimentarias, la Fundación Rockefeller y el gobierno de México llevaron a efecto una hibridación del trigo que propició una producción del grano sin precedentes. Las cepas enanas multiplicaron la producción a más de ocho veces, siendo, además, más resistentes a las inclemencias del tiempo. Como las miras también eran comerciales, las nuevas cepas se difundieron por todo el mundo; así, por ejemplo, China que se ha considerado gran productor y consumidor de arroz, logró cosechas de trigo de hasta once veces de incremento por hectárea.
     El combate al hambre fue todo un éxito; la ciencia agropecuaria se cubrió de gloria. El lado oscuro de la historia es que no hubo estudios para hacer pruebas de seguridad en el consumo de estos nuevos granos. Las mismas cepas, fruto de las últimas modificaciones, perdieron su capacidad de supervivencia en la naturaleza por sí mismas. La primera respuesta a estas modificaciones  fue la producción de un gluten que multiplicó la enfermedad celíaca en sus consumidores; su proteína provoca respuestas inmunológicas,   como la inflamación. Las repercusiones en lo genético trajeron efectos nefastos en la digestión, en el cerebro, en el metabolismo, en el PH y problemas de envejecimiento. El ADN en el ser humano, respecto al aprovechamiento de su alimentación, sigue siendo el mismo; sin embargo, el del trigo, tuvo cambios que no responden a los procesos de metabolismo en los humanos.
     El trigo desata poderosos efectos en el cerebro  provocando una adicción que se compara con el de las drogas opiáceas. Las emociones se alteran exigiendo su consumo casi como el que provoca la heroína;  con una gran diferencia, ya que el trigo se consume como un alimento, no para experimentar otras reacciones. Son tan poderosos esos efectos en el cerebro que, según algunas investigaciones, hay una relación estrecha entre el consumo del trigo y la esquizofrenia. Ya desde la segunda guerra mundial, el psiquiatra F. Curtis D. observó en algunos países como Finlandia, Noruega, Suecia, Canadá y Estados Unidos que en enfermos hospitalizados por esa patología se pudo reducir la hospitalización gracias a la escasez de alimentos, entre estos los productos del trigo. Con base a esa observación, en la década de los 60, en Filadelfia a pacientes con esquizofrenia se les suprimió el consumo de trigo y se reportó una mejoría tan sólo en cuatro semanas. Pruebas parecidas se llevaron a efecto en otros países, como en Inglaterra donde se confirmó la influencia de ese alimento. Los últimos estudios sólo confirman el daño que produce lo que antaña fue un verdadero alimento. Claro, con las nuevas tecnologías, las pruebas  arrojan sorprendentes resultados.
     La obesidad es la afectación más generalizada como resultado del consumo de trigo modificado. En el organismo se dan ciclos de saciedad y de hambre regidos por la insulina: se experimentan altibajos de euforia y abstinencia con distorsiones de los procesos neurológicos. El resultado es la acumulación de grasa, principalmente en el abdomen. Y esta es, precisamente, la acumulación más peligrosa, la que produce inflamación. Las señales inflamatorias son citoquinas anormales o moléculas hormonales llamadas eicosanoides proinflamatorios que dan origen al factor de necrosis tumoral.
     Entre más trigo se consuma, más alto es el nivel de azúcar en la sangre. Esto exige más producción de insulina, lo que provoca más acumulación de grasa. Como la digestión de esos carbohidratos es rápida, rápidamente pasa el estado de saciedad y regresa el hambre que te exige más trigo. El resultado es un círculo vicioso; por eso el enfermo de diabetes sufre de hambres continuas. A la velocidad con la que un carbohidrato se convierte en glucosa y se incorpora a la sangre se le llama índice glucémico y éste se mide alrededor de dos horas a partir de su consumo. El trigo tiene un índice glucémico muy alto, es de 72, el de los frijoles es de 50, 25 el de la toronja y el de las nueces, cero.  Cabe aclarar que se habla del trigo de grano entero, cuando el consumo es  harina refinada el problema es mayor. Estudios hechos en la Universidad de Iowua dieron como resultado la reducción de hasta 12 kilos durante dos meses sin consumir trigo.
     Es en el proceso de la digestión donde comienza este fenómeno anómalo. El aparato digestivo se afecta debido a que las paredes y porosidades del intestino están programadas genéticamente para una asimilación y transformación de los alimentos en determinado tiempo. La rapidez que exige la digestión del trigo y su proteína gliadina  obliga a esas barreras a romper o permear el paso hacia el fluido sanguíneo. Las primeras enfermedades que se provocan son la celíaca, la de Crohn, la esclerosis múltiple y algunas alergias. En Inglaterra se hizo un estudio a una población de ocho millones de personas donde se identificaron a más de 4700 individuos con enfermedad celíaca. En Suecia se hizo un estudio parecido que dio como resultado 1200 enfermos celíacos; casi una tercera parte de ellos denotaron riesgo de cáncer.
     Al ensancharse las puertas de entrada, las barreras ceden el paso a componentes tóxicos que de inmediato provocan respuestas inmunológicas: inflamación y enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide. Al desensamblarse las uniones entre las células de la barrera intestinal, la gliadina y otras fracciones de proteínas entran al torrente sanguíneo. El problema aumenta ya que, aprovechando lo permeable de las paredes, junto a las sustancias ya mencionadas, algunos azúcares fermentados también se cuelan; esto ocasiona  que, al llegar a las células de los órganos, sean rechazados junto con la insulina, provocando aumento de glucosa en las arterias. Este es el origen de la diabetes.   
      A propósito, respecto al consumo de trigo y la diabetes, antes de mencionar los efectos negativos, se expondrán algunos antecedentes: Areteo, en Grecia fue el primero que llamó diabetes a esa enfermedad. El Dr. Thomas Wuilis agregó el término mellitus. En la década de los 20 se inicia el tratamiento con insulina; sin embargo, en 1950 se descubrió que los diabéticos del tipo 2, no carecen de insulina sino hasta fases ya muy avanzadas. El descubrimiento más importante no fue sino hasta 1980: El concepto de resistencia a la insulina. Con esto se comprobaron los dos grandes errores de la medicina al tratar la enfermedad: el primero, inyectar insulina cuando muchas veces el enfermo era hiperinsulinémico debido al rechazo de la insulina por las células. Cuando eso ocurre esta hormona tiene que regresar al torrente sanguíneo. El segundo error fue pensar que el mejor carbohidrato lo constituían los granos de trigo enteros. Se dijo que era el mejor alimento que salvaría la salud de su consumidor. El resultado de esos errores fue que la diabetes se disparó, junto con la obesidad y otros padecimientos. Actualmente el 30 % de adultos de México y de los Estados Unidos padecen prediabetes o diabetes. Es más, alrededor del 40 % de las fallas renales se deben a esa enfermedad.
     Otro problema que se acentúa con el consumo de trigo es la acidez. En el año 2010, tan sólo en Los Estados Unidos se dieron 773000 casos de remplazo de rodilla y cadera por pérdida ósea de cartílago. La causa fue el desgaste mecánico de las articulaciones por el exceso de peso. Por lo regular, cualquier alimento derivado de fuentes animales genera una modificación del ácido; para equilibrar el PH en el organismo se recomienda el consumo de frutas y verduras, que son alcalinas. Si el consumo de productos ácidos se hace habitual, el organismo ocupa las reservas de calcio de los huesos, dando como resultado la osteoporosis. Lo que pocos saben es que el trigo es una fuente potente de ácido sulfúrico mayor que las carnes. Por algo la población norteamericana es de las más enfermas en el planeta, por el gran consumo de carbohidratos de trigo y carnes. México es un país que entra en esa competencia.
     Para recuperar el rango alcalino los nutriólogos avanzados recomiendan una dieta donde no deben faltar verduras, frutas, frijoles y nueces y así evitar el “abdomen  de trigo” y los padecimientos de las articulaciones. El desgaste mecánico de las articulaciones deja de producirse al bajar de peso lo mismo que la inflamación.
     El envejecimiento prematuro es otra marca del consumo de trigo modificado aunado a la glicación que con él se produce. La glicación aparece cuando se incrementa el nivel de glucosa en la sangre. Esto permite que las moléculas de glucosa reaccionen con cualquier proteína creando moléculas combinadas de glucosa y proteínas. Si las proteínas del cartílago sufren glicación se vuelven rígidas y se quiebran. Este fenómeno se da cuando la amilopectina del trigo es fácilmente digerida por las enzimas amilasa. Así, al incrementarse el azúcar en la sangre da lugar a lo que se ha dado en llamar productos de glicación avanzada que, según estudios, coinciden con el envejecimiento y con la aparición de cataratas, endurecimiento de las arterias, Alzheimer, deterioro de la piel y disfunción del hígado, entre otros males.
     Los productos de glicación avanzada son irreversibles; sus polímeros son muy destructivos. Se caracterizan por acumular desechos muy resistentes y su efecto se activa con el aumento de la glucosa que es perseguida por esos productos de glicación. El riesgo de tener los niveles de azúcar muy altos es que la glicación, en pocas horas, genera hemoglobina glicada; las cataratas se pueden formar tan sólo en 90 días con glucosa alta. La retinopatía, nefropatía, aterosclerosis, cáncer y la disfunción eréctil tienen el mismo origen. La glicación también repercute en las partículas del colesterol y si los niveles altos de glucosa persisten; los triglicéridos inundan el torrente sanguíneo con las consecuencias ya conocidas.
     Decíamos que el consumo de trigo produce en el cerebro un efecto en forma de péptidos opioides parecido al de la heroína. Quien come productos de trigo al poco tiempo necesita comer más. Tiene hambre. Este efecto también lo producen los demás carbohidratos refinados, incluyendo al trigo; sólo que éste no necesita de la refinación, el grano entero o el germen también producen esos efectos.
     El  cerebro también sufre daño con el consumo de trigo manipulado. Un ejemplo es la enfermedad llamada ataxia cerebelosa que tiene relación con el gluten. Los problemas en el cerebro se dan como respuestas inmunológicas por la invasión de toxinas. El cuerpo contiene barreras que le sirven para detectar lo que puede pasar de un tejido a otro. Así como ya habíamos dicho lo que ocurre en el intestino, así también sucede en otros órganos. Las células de todos los tejidos tienen membranas protectoras, entre otras funciones, está la de recibir a la glucosa que viaja en la sangre, si ésta lleva alguna sustancia nociva, es rechazada; por ejemplo, la insulina por conducir glucosa con productos de fermentos del intestino u otra toxina. En este caso, glucosa e insulina regresan a viajar en las arterias con las consecuencias ya sabidas.
     La barrera hematoencefálica detecta las sustancias que pueden perjudicar la función cerebral y no las deja entrar cuando llegan por los vasos sanguíneos. Escogen el alimento y desechan lo demás. Pero, en el caso de la glucosa del trigo, puede estar ocurriendo lo mismo que en el intestino; violentar la barrera, hacerla más porosa y lograr el objetivo de invadir con sustancias nocivas. El resultado es la multiplicación de padecimientos que antes de 1970 no llenaban de números las estadísticas: Parkinson, Alzheimer, esquizofrenia, falta de atención, autismo, migrañas, epilepsia, cataratas, neuropatía periférica, entre otras. La cantidad de estudios en diversas partes del mundo y que han comprobado la influencia dañina de los almidones y el gluten del trigo no han sido suficientes para convencer, si no de la eliminación, al menos de una reducción en su consumo.
     Las enfermedades de la piel no escapan a esas influencias. Cuando las barreras rechazan las toxinas, éstas regresan al flujo sanguíneo y a los órganos excretores como el hígado y los riñones para ser expulsadas. Con el consumo de trigo y otros carbohidratos refinados, estos desechos aumentan; los órganos mencionados no se dan abasto a eliminarlos y le envían a la piel gran parte de esta tarea. Al sobrecargarla de desechos el sudor no es suficiente para la eliminación; estos desechos acumulados ocasionan múltiples daños como: Úlceras orales, lesiones elevadas, dermatitis, ronchas, acné, piel negra aterciopelada, enrojecimiento, psoriasis, vitíligo, úlceras genitales, erupciones con hinchazón, escamas, entre otras.
     Aquellos científicos que provocaron las modificaciones genéticas del trigo en las últimas décadas del siglo pasado, jamás imaginaron las repercusiones que en la salud se iban a dar. Ahora lo difícil es dar marcha atrás. Sin embargo, es nuestro deber buscar soluciones. La decisión está en los científicos progresistas y en cada uno de nosotros al tomar la cuchara y empezar a comer.  
     Para finalizar es necesaria una reflexión: El trigo es entre los cereales el más sabroso. La historia de la humanidad, sin el trigo, hubiera sido otra. El concepto universal de hambre tiene un antídoto que se llama pan. Sin el trigo, cuántas generaciones hubieron muerto de hambre. El trigo es un héroe de más de mil batallas; no merece nuestra condena. Además, las últimas modificaciones que lo hicieron como es ahora, no fueron con malas intenciones; al contrario, se pretendía erradicar el hambre y en parte se logró.
¿Qué se puede hacer? Aquellos que modificaron su estructura genética no podrán regresar para devolverle su calidad y poder alimentario. El tiempo y los intereses comerciales no lo permiten. No queda otra alternativa que la de alejarse de él. La libre determinación es tuya. Si te queda duda, haz la prueba de vivir algún tiempo sin trigo, un mínimo de diez semanas, si logras cambios positivos en tu salud, que bueno. Si no, ignora lo que has leído. No todos los cuerpos reaccionan igual. Si puedes vivir feliz con el trigo, te felicito; también es posible.
     Te deseo un año repleto de salud. Felicidades por arribar a este 2015. Estoy seguro que es un año de grandes realizaciones.
                                                                               benitocarmona52@hotmail.com        



             

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Exelente información! Hoy,2023,me estoy dando cuenta de esto..Lo compartiré y empezaré a vivir sin trigo

Anónimo dijo...

Interesante, gracias por la aportación