Por Jesús Jiménez Castillo
[Para don Marcelino O. Ramos Hernández (†), ser humano excepcional]
Despedida que hace vivir el tiempo,
en el espíritu y los afectos,
que unen nuestros caminos y destino.
Tránsito efímero a la eternidad,
oportunidad de existencia amorosa.
Breve forma de delirio.
Irse no es para siempre,
queda el recuerdo de nosotros
mismos.
Lo que hacemos, ayer, hoy y mañana.
Las campanas doblegan el silencio
final,
dejan oír su pesar por el que se va
y la nostalgia para el que se
queda.
Paz interna que huele a
tierra… y a flores.
Viento musical que aviva el
sentimiento,
y hace recordar lo que fue y lo
sublime.
Sonidos que se quedan para
anunciarnos
el bombo y platillo de la gran
fiesta.
La fiesta de las ilusiones, de la
vida.
Es fin, pero es comienzo
del espíritu eterno.
Adiós para volver a nacer hasta el infinito.
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