miércoles, 10 de septiembre de 2014

Unas horas por la montaña


                                Aurora Ruiz Vásquez                
Soy arqueólogo, me gusta mi profesión, es gratificante conectarse con el pasado y civilizaciones inimaginables. Llevo más de treinta años trabajando y adquiriendo experiencias inolvidables y atesorando descubrimientos impensables.
Actualmente estamos trabajando en una zona arqueológica ubicada en las faldas del Iztaccihúatl, volcán que se levanta entre Puebla y el Estado de  México, zona a la que generalmente llegan nevadas intensas que entorpecen las investigaciones.
Empecé a organizar la expedición. No faltaron solicitudes de muchachos estudiantes, incluyendo mujeres, que excluí de inmediato de la excursión, dadas las condiciones difíciles de esta jornada, ellas se dedicarían en el campamento, a limpiar y clasificar los fósiles encontrados en las excavaciones.
 Salimos de madrugada un grupo de diez personas con el equipo de trabajo completo. A media tarde, localizamos el lugar con facilidad, valiéndonos de los planos respectivos, procedimos a armar las tiendas de campaña y el centro de operaciones. Quedamos a unos cuantos kilómetros del poblado más cercano.
  Las horas pasaron veloces y la noche se hizo presente, se sentía un frío intenso y el cielo estaba iluminado por la luna. Ninguno tenía sueño a pesar del cansancio del viaje. Fue Javier el que propuso:
─ Demos un paseo por la montaña, todavía es temprano para dormir. La propuesta fue acogida con gusto y eufóricos tomaron sus linternas de mano y emprendimos  el ascenso. Javier era el que iba adelante, caminó demasiado aprisa alejándose de nosotros, cuando se dio cuenta, estaba sólo en esa inmensidad solitaria. Todavía caminó más, creyendo que sus compañeros y yo lo seguiríamos, cuando volteó no sabía dónde se encontraba y paró su marcha, retrocedió unos pasos y empezó a gritar con todas sus fuerzas los nombres de sus compañeros, fue entonces cuando tomó conciencia de su situación. El frío se intensificó unido a un viento que azotaba cada vez más fuerte.
 Cuando  me di cuenta que me faltaba uno de los muchachos, sentí estremecerme, pues conozco los peligros a los que se expone uno y que los trabajadores inexpertos no saben afrontar. Mi responsabilidad era grande, por lo que me alarmé, inmediatamente nos dispusimos a su búsqueda,  empezaban a caer ligeros copos de nieve. Por su parte, Javier empezó a sentir que se entumía por eso brincó, saltó y caminó  en círculo hasta más no poder;  ya desesperado, gritaba palabras de auxilio. Lo único que escuchaba era su voz que devolvía la montaña en un eco y los aullidos de los lobos que se acercaban al oler carne humana. ¿Qué podía hacer mientras sus fuerzas respondían? Sintió muy cerca de sí, como si una persona se le acercara cada vez más, el vaho caliente de una respiración  lo seguía, corrió desesperado y se tendió a la orilla de una oquedad cubierta con ramas, ahí se protegió y descubrió con sorpresa una profundidad como caverna pero esa sensación de  una presencia junto a él no lo abandonaba y los lobos cada vez más cerca eran una amenaza segura contra su vida. Hubo uno que rondó muy cerca de la caverna, Javier supuso que al descubrir algo extraño en el ambiente y un olor especial debía alejarse olvidando su instinto cazador, 
  Amanecía y la nevada había pasado. Los rayos del sol brillaron y el    grupo y yo, después de mucho buscar, pudimos descubrir la oquedad donde se asomaba Javier desmayado, nos acercamos y descubrimos junto a él un esqueleto completo  que lo tenía cogido por un brazo Todos lo vimos y vimos también como se esfumó con rapidez. Algo inverosímil, de no haberlo presenciado ahí mismo. Visto  Javier empezó a despertar sin saber dónde se encontraba; cuando vio caras conocidas se sintió con vida, sólo recordaba los aullidos de  lobos muy de cerca y su imposibilidad de moverse por estar entumido.
Encontrar a Javier, significó una alegría enorme, descansó mi alma que se atormentaba con la idea de su desaparición. Lo acogí con un prolongado abrazo y lágrimas en los ojos,  que brotaban de una emoción intensa jamás sentida.
Pasado este desagradable incidente, volvimos al campamento dispuestos a trabajar.
28-07-2014





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