REVOLUCIÓN QUE PUDO EVITARSE
Juan Salcido Gutiérrez
Entre los años
1926 y 1929, tuvo lugar en nuestro país uno de los episodios más difíciles en
las relaciones iglesia-estado, cuando se dio
el levantamiento armado, encabezado, sobre todo, por campesinos, que sin
ser amantes de la guerra ni buscando el poder, quisieron defender sus creencias
y su fe católica.
El tema retoma
actualidad a raíz de la conferencia que hace unas semanas, ofreció en esta
ciudad el historiador francés, naturalizado mexicano, Jean Meyer, que
indudablemente es uno de los más reconocidos
estudiosos de La Cristiada.
Cuando habló de
Veracruz, al referirse a Mons. S. Rafael Guízar y Valencia dijo que lo admira y
que “un señor que conmueve, vistiendo
sotana raída, sombrero sucio negro y su eterna bufanda aunque hiciera
mucho calor, pero ese señor es un alma de Dios, incluso,
bienaventurado, un obispo que electrizaba a la gente”. Mencionó que fue a presentarse al gobernador
Adalberto Tejeda para había la orden de
asesinarlo, sorprendido, dijo, el gobernador lo despidió, pidiéndole antes su
mano para saludarlo.
Es un tema que
ha inspirado a escritores, compositores,
productores de cine y de teatro, entre otros,
para escribir sin límites. Hasta
el 2012 había censadas 37 novelas, 23 cuentos,
7 obras de teatro, 12 películas y un centenar de corridos sobre la
Guerra Cristera.
Para entender
mejor este episodio de la historia recordemos que desde las leyes de Reforma, la Iglesia católica
estuvo confrontada con el Estado. A esto hay que añadir que el delegado
apostólico, en ese tiempo Ernesto Philipi, fue expulsado del país, luego de participar en la bendición de la primera
piedra de lo que sería el segundo
monumento del Cristo del Cubilete,
mientras que en 1928 el primer monumento de Cristo Rey, fue destruido desde
una avioneta, prohibiendo definitivamente
la construcción de la segunda obra.
Ante estos
hechos se iniciaron intensas constantes y frustrantes negociaciones entre la
Iglesia y el Estado Mexicano, negociaciones en las que ninguno quiso ceder en nada.
Los inconformes,
apoyados por la Liga para la defensa Libertad Religiosa y ante una postura
dividida de los obispos mexicanos, los católicos se alzaron en armas,
iniciándose La Cristiada con la primera
escaramuza, ocurrida en Huejuquilla el Alto, en Jalisco, el 14 de agosto de 1926.
La Cristiada
terminó en junio de 1929 cuando se hacen los arreglos con el
gobierno de Emilio Portes Gil.
Se calcula que esta revolución causó la muerte de al menos
250 mil personas, y tal vez la cifra
superó a los 250 mil, cuando el gobierno fue fusilándolos casi a todos los
sobrevivientes del movimiento, lo expresa Jean Meyer “Mientras tanto, el desarme de los
combatientes generó nuevas masacres, que el número de víctimas pudo haber
superado a las muertes durante los combates”.
La razón, reitera convencido el historiador, fue la
suspensión del culto público, el
gobierno cerró los templos y el episcopado suspendió los
cultos, por lo que corrió
la sangre, lo que no hubiera sucedido en el caso contrario; por su
pate la Liga para la defensa de la
Libertad Religiosa, que actuaba desde la zona urbana, formada por jóvenes católicos, que por su
juventud, eran impulsivos, broncos y temperamentales, sin tener como
objetivo, al estilo de Hidalgo y Morelos, tumbar el gobierno y llegar al
poder, sino sólo defender heroicamente su fe, ya que muchos se incorporaron más
por su fanatismo que por sus convicciones religiosas.
Hay que
reconocer que México es un país sensacional, extraordinario, pero es un país
que cuando se enoja se enoja en serio y
destruye todo lo que se le pone enfrente; una vez que huele a sangre se vuelve
un tigre. Su gente es brava, impulsiva y
de reacción rápida.
Ejemplo de lo
dicho, México en 1910 era un país poderoso, y la revolución de
ese año es contra una dictadura injusta que sufría nuestro país, pero el
dictador se va en 1911 y después de unos 5 meses ya no hay dictador en México,
pero ya había olido a sangre, entonces
mataron al hacedor de la revolución, a
Madero, luego a Carranza y después a Obregón.
México es un
pueblo noble, generoso, pero cuando se enoja nace el México bronco, entonces es peligroso. Así se entendió en 1986
cuando el fraude en Chihuahua, recuerda también Jean Meyer, que Manuel Bartlet,
temeroso de que sucediera algo similar a la Cristiada, habló con el Delegado
Apostólico y así se prohibió cualquier acto que pareciera un desafío al
gobierno.
El México que todos conocemos aguanta muchas cosas, hasta el hambre, menos
el que se vaya contra su religión, entonces la gente se enoja como se enojó
en 1926
y 1932.
Finalmente hay
que decir que esa etapa tuvo serias consecuencias, de las que nos
deja muchas lecciones de las que tenemos que aprender; hay que reiterar, que esa guerra, en la que
murieron miles de mexicanos, pudo evitarse, de acuerdo a los resultados de las
investigaciones del mejor conocedor del tema, el historiador Jean Meyer, pero nos
queda la gran duda: si el México bronco, lo hubiera permitido, aunque
el Vaticano lo hubiera prohibido.
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