viernes, 7 de septiembre de 2012

Lee y Haz Lo que Quieras


 Por: Juan  Carlos  Ocampo  Rodríguez.

Parafraseo la cita del primer teólogo de nuestra era Agustín de Hipona, cuando hace un mil seiscientos años escribió “Ama y haz lo que quieras”;que hoy, en su amplio sentido lo escribo como “Leo y hago lo que quiera”.
Al igual que “En un lugar de la Mancha ” y en el “Leer o no Leer”,conMiguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare, el hacer lo que yo quiero después de leer, me ha enseñado, he aprendido y sé que el leer, los libros, la lectura y yo, somos los eternos “Amorosos” .de Jaime Sabines.
Por ningún motivo se trata que el libro y la lectura conlleven hacia un solo tipo de dogma y en extremo de ignominia, se inscriban en el Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum o en protervia, sean arrojados a las hogueras; mucho menos, dejarse convencer con argumentos ajenos que conduzcan a la atrofia intelectual. Por el contrario, cualquier acción inspirada y abierta hacia el conocimiento científico, de fe, universal, auténtico y en busca de la verdad, siempre tiene consecuencias y frutos positivos.
El objetivo es el de ser invitados a un momento de reflexión, de convertirnos en actores y testigos para la creación de una idea, como sucede en los Diálogos de Platón, la Mayéutica de Aristóteles o en el “Pienso, luego existo” de René Descartes.
El placer de la lectura como fundamento del conocimiento, es .variado, es múltiple, es aproximado, es atípico. Consciente de ser lector, descubro que lo soy de manera única y distinta.
La historia de la lectura es menor a las tantas lecturas de historias que hemos tenido. Compartimos ciertos rasgos, algunas costumbres y ritos, pero la lectura, es un acto singular. Nadie sueña lo mismo ni hace el amor en molde; tampoco leemos de la misma manera.
Como lectores, hacemos de la lectura un gozo íntimo, independiente, cordial y sin admitir otra presencia. El niño que lee bajo la luz de una linterna cuando se le ha ordenado dormir; el adolescente acurrucado en el sillón para quien el único tiempo que transcurre es el del cuento que está leyendo; y el adulto, aislado de sus congéneres en un atiborrado vagón de tren o en un bullicioso café, encuentran su alegría en un mundo creado sólo por ellos.
La postura y el halago como lector, tienen un poder aterrador, es inapelable, en su esencia excluye a terceros.
Defino que lo vivido como experiencia sólo es una forma del recuerdo, del tiempo y de la nostalgia; cuando aludo a estos cuatro conceptos es porque sus estampas las conservo en la memoria, asidas en las delicadas y seductoras redes de palabras.
Leer es recordar. Sí, recordar con el corazón y con el sentimiento, con la inteligencia en el tiempo, de aquel constante tiempo que siempre quiere atrapar el Conejo de las Maravillas de Alicia. Y si de Alicia Dorantes Cuellar se trata, ser el ratón de su biblioteca para nutrirse con las letras de los libros leídos como de los “Mil y uno” que me faltan por leer.
Es evocar las travesuras de Paquito o del ave que canta y no mancha su plumaje… de Salvador Díaz Mirón. Es añorar el brindis ante la gárrula fuente por la pena de la morena que se aleja de mí… de “Paco” Aguirre Beltrán. Es hacer sentir a la mujer amada la gentil Princesita, tan bonita Margarita, tan bonita, como tú… de Félix Rubén García Sarmiento, “Rubén Darío”. Es denostar la sin razón del hombre que acusa a la mujer de Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana,“Sor Juana Inés de la Cruz”. Es aferrarse a la inspiración para escribir los versos más tristes esta noche, de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, “Pablo Neruda”.
Leer nos devuelve al estado de la palabra porque somos seres humanos con su máximo suceso y reflejo de inteligencia en su expresión suprema del pensamiento en la propia palabra, ya sea para degustarla en su tinta como prosa, disfrutar el aroma de sus letras en la poesía o, siempre florecer con su elocuencia en el “Hortensio”,de Marco Tulio Cicerón. Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”, de José Ortega y Gasset.
Estoy obligado a reproducir a Erasmo de Rótterdam en su “Elogio a la Locura” por “El Elogio a la Lectura”.Locura por la lectura hacia todo lo escrito o su excelente autor, por tener siempre un atrayente principio y un fin sin fin.
Un desenlace que invariablemente creemos concluye en la última palabra del último párrafo leído, lo que en satisfacción de poder cerrar sus hojas, al igual que amar, leer y después hacer lo que quiera, en el apago de mis ojos como en el punto final de mi vida, pueda orar con Amado Nervo: “Vida nada me debes, vida estamos en paz”.

   Un desenlace que invariablemente creemos concluye en la última  palabra del último párrafo leído, lo que en satisfacción de poder  cerrar sus hojas, al igual que amar, leer y después hacer lo que  quiera, en el apago de mis ojos como en el punto final de mi vida,  pueda orar con Amado Nervo: “Vida nada me debes, vida estamos  en  paz”.

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