Por: Alfredo Villa Báez.
La situación social que prevalecía en la Nueva España a principios del Siglo XIX, se puede resumir así, existía una clase dominante que era la de los españoles peninsulares, cuya grandeza les hacía subestimar a todas las demás clases y castas, después de ellos existían los criollos, que fueron los hijos de españoles nacidos en la Nueva España y que no obstante su ascendencia pura, no podían aspirar a los altos puestos de gobierno, de la milicia o de la iglesia. Debajo de criollos en escala descendente, se encontraban los mestizos, los negros, los mulatos, los zambos y una complicada gama de castas surgidas de las mezclas con las anteriores; pero existían los indios puros, los naturales de estas tierras, únicos que conservaban lazos que los mantuvieron unidos , aunque fueron muy menospreciados y explotados en forma inhumana, esos lazos eran por la convivencia a que tenían en sus ranchos y pequeños poblados donde conservaban sus dialectos, costumbres y tenían sus propias autoridades, aunque en general estuvieron muy empobrecidos, tanto como los de las otras castas. Lo que les hacía abrigar odios profundos hacia los españoles.
En estas condiciones y dentro de los criollos más instruidos comenzaron a circular libros y periódicos que traían nuevas ideas de libertad, derivadas de la Revolución Francesa y de la reciente Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. A pesar de que existía la Santa Inquisición que prohibía esas lecturas de propagación escrita e hizo la confiscación de esos vehículos de lectura, muchos los escondían y quedaron diseminados que leían los criollos con avidez. Por otra parte los sucesos en Europa, especialmente la invasión que se hizo a España por las tropas napoleónicas, tuvieron gran repercusión en estos lares, donde surgió un clima de agitación propicio para la insurrección. A tal grado que el Gobierno Español, en previsión de un golpe por parte de los franceses o de cualquier otro país que quisiera aprovecharse de la situación, comenzó a concentrar tropas en la Nueva España.
Una de las mayores concentraciones se hizo en esta ciudad de Xalapa, que adquirió el carácter de Cantón Militar, habiéndose reunido cerca de 10 mil soldados, que tuvieron como campo de maniobras la cercana Hacienda de El Encero, donde recibían adiestramiento y realizaban simulacros bélicos.
Entre la oficialidad de las tropas, había numerosos criollos y hasta españoles peninsulares, que habían sido iniciados en la masonería, los que en contacto con algunos civiles comenzaron a conspirar. Unos con la idea de salvar a la Nueva España para que no cayera en manos de los franceses y otros con el propósito de independizarse de España. Entre estos últimos se encontraba Don Ignacio Allende, Capitán del Regimiento de Dragones de la Reina, éste al igual que otros civiles y oficiales, se reunían en la casa de Don Diego Leño –hoy calle de Jalapeños Ilustres- que a la sazón era Regidor del Ayuntamiento de Xalapa y hombre de gran ascendiente en la población. A la conspiración aquí iniciada no era ajeno el Virrey Iturriaga, que llegó a Xalapa con el fin de asistir a uno de los simulacros de los que se efectuaban en El Encero y en tal ocasión se puso de acuerdo con los conspiradores pretendiendo la Independencia de la Nueva España para proclamarse Rey. Los españoles que se dieron cuenta de estas conspiraciones por algún traidor, sorprendieron en México a Iturriaga, lo pusieron preso y nombraron en su lugar como Virrey a Don Pedro Garibay, un anciano al que podían manejar fácilmente; no obstante lo anterior, no se atrevieron a proceder en contra de los elementos militares y se concretaron a dispersarlos, con lo cual la semilla de la insurrección se extendió por todo el territorio del país.
Este período de la Historia de México, tuvo lugar alrededor del año de 1808. Hubo otros patriotas que pagaron con prisión sus anhelos de libertad, entre éstos se cita al Lic. Primo de Verdad, quien hecho prisionero, prefirió suicidarse ahorcándose en su celda y a Fray Melchor de Talamantes que fue recluido en las mazmorras del Castillo de San Juan de Ulúa.
Don Ignacio Allende fue enviado con su regimiento a la población de San Miguel, el hoy Estado de Guanajuato –esta población en la actualidad se llama San Miguel de Allende en honor del caudillo insurgente- en cuyo lugar entró en contacto con el cura del pueblo de Dolores, Don Miguel Hidalgo y Costilla, del que me paso a ocupar seguidamente, no sin antes hacer notar el hecho de que los españoles se atrevieran a deponer al Virrey Iturriaga, con lo que daban ejemplo para que los mexicanos se atrevieran a luchar en contra de instituciones poderosas, como fue la fuerza del representante del Rey, que había sido, hasta entonces muy respetado y obedecido en forma absoluta
DON MIGUEL HIDALGO
Bajo el reinado de Fernando VI y siendo virrey de la Nueva España Don Francisco de Guemes Y Horcasitas, primer conde de Revillagigedo, Hidalgo vio la luz primera el 8 de mayo de 1753, en la Hacienda de San Diego de Corralejo, Distrito de Pénjamo, en el hoy Estado de Guanajuato, el Niño hijo de españoles criollos, llamados Don Cristóbal Hidalgo y Costilla y Doña Ana María Gallaga y Mandarte, llevó por nombres: Miguel, Gregorio, Antonio e Ignacio. Algunos historiadores hacen figuras del nacimiento de Don Miguel Hidalgo en el rancho de San Vicente; pero en este lugar quien nació fue el hermano mayor de Don Miguel llamado José Joaquín.
Poco se sabe de la infancia de Don miguel Hidalgo, salvo que era de carácter inquieto, alegre y muy aficionado a la agricultura y las industrias. Los datos ciertos de él comienzan cuando ingresó en el Colegio de San Nicolás en Valladolid hoy Morelia, a los doce años de edad, donde se distinguió como estudiante y por su gran astucia, lo cual le valió el apodo de “El Zorro”, con lo conocieron sus compañeros de estudios. Antes de los 17 años se graduó de Bachiller en Artes , el 30 de Septiembre de 1770 en México; regresa al colegio de san Nicolás, estudiando Teología de la que se graduó en México el 24 de mayo de 1773.- Larga fue su estancia en el Colegio de San Nicolás (27 años). Durante ese tiempo ocupó numerosas cátedras, la Secretaría, la Tesorería y el Rectorado hasta que finalmente y después de una brillante carrera literaria y docente, se separó del Colegio el 2 de febrero de 1792, para hacerse cargo del curato de Colima.
En adelante hablamos de su labor al frente del curato de Dolores. Además de ser un gran latinista dominaba el francés, en cuya lengua leyó a los enciclopedistas y lo que se escribía sobre el movimiento de la Revolución Francesa y los derechos del hombre. Parte de sus estudios los realizó con los jesuitas, quienes acostumbraban discutir la religión católica, su modo de pensar, de actuar y hablar estaba influido por ideas liberales y en tal virtud, empezó a dejar sentir sus opiniones entre los feligreses, al mismo tiempo que dentro de su radio de acción estimulaba el establecimiento de cultivos e industrias que trasformaran la economía de la región, a semejanza de Don Vasco de Quiroga.
A pesar de la prohibición de las autoridades españolas, propagó el cultivo de la vid, del olivo y de la morera para alimentar al gusano de seda. Fundó fábricas de vino, molinos de aceite, talleres de hilados y tejidos de seda, de alfarería y cerámica y de hecho se convirtió en un rebelde, tanto de palabra como de obra, en contra de la opresión hispana. Muy pronto y casi al mismo tiempo, comenzó a ser el blanco de la desconfianza y animadversión de los españoles y el ídolo de los pobres y de los descontentos con el régimen Virreinal.
Fuera de su parroquia y debido a sus conocimientos, se relacionó ampliamente con personas cultas, criollos y mestizos principalmente, con los cuales se reunía para discutir la situación importante. En esas reuniones se hablaba libremente en contra del Gobierno Español, de ahí a conspirar no había más que un paso que fue dado muy pronto, sobre todo cuando tales reuniones, se vieron reforzadas con la aparición de militares de ideas afines; entre éstos, se contaron a los capitanes Don Ignacio Allende, Don Juan Aldama, y Don Juan Abasolo, además de otros de menor significación o cuyos nombres no ha recogido la Historia. En varias poblaciones tenían lugar las conspiraciones, pero se destacaron las de Guanajuato y Querétaro, principalmente esta última donde las reuniones eran en la casa del propio Corregidor, es decir la máxima autoridad Civil de la Provincia. Era el Corregidor Don Miguel Domínguez y, alma de la Conspiración su bella esposa, la “Señora Corregidora” como se nombraba a esta ilustre dama que ha pasado a la Historia con el sobrenombre de “La Corregidora”. Para Doña Josefa Ortiz Girón como se llamaba, no eran una novedad las conspiraciones, pues desde pequeña y en la casa de los parientes que la recogieron al quedar huérfana, se efectuaban tertulias que no eran sino pretexto para conspirar; se dice que en esas reuniones llevadas a efecto en la Ciudad de México, uno de los más entusiastas conspiradores Don José Joaquín Fernández de Lizardi, más conocido con el seudónimo de “El Pensador Mexicano”, con el que escribía sus sátiras. Nuestra heroína fue internada en el Colegio de las Vizcaínas y de allí salió para contraer matrimonio con Don Miguel Domínguez, cuando apenas tenía 16 años, no obstante que él era mucho mayor.
LA CONSPIRACIÓN DE QUERÉTARO ES DENUNCIADA
HIDALGO ACTÚA CON RAPIDEZ Y DA EL GRITO DE INDEPENDENCIA
Primeros hechos de armas son porque los conspiradores no tomaron precauciones o bien porque, dada la confianza con que actuaban, no cuidaron de seleccionar a sus correligionarios, lo cierto es que el gobierno español empezó a sospechar el objeto de estas reuniones y éstas se vieron vigiladas.
Ante esta situación, el cura Miguel Hidalgo decidió adelantar el movimiento que habían amanecer del domingo 26 planeado para diciembre. Al amanecer del domingo 16 de septiembre, en la villa de Dolores, mandó tocar la campana de la parroquia para llamar la atención de la gente que estaba en la plaza del pueblo, pues era día de merado, y los convocó para iniciar el levantamiento armado.
A partir de ese momento, comenzó a crecer un movimiento popular que reunió a miles de seguidores, cansados de las desigualdades sociales, la explotación y la pobreza. La mayoría no tenía armas de fuego para pelear en la guerra, iban armados con palos, machetes, garrotes e instrumentos para sembrar la tierra, armas conseguidas en los asaltos o simplemente garrotes y piedras. Así se inició en Nueva España un levantamiento que se prologó durante once años, de 1810 a 1821.
Esta primera etapa del movimiento independiente, que va de septiembre de 1810 a marzo de 1811, se caracterizó por su espontaneidad. El así llamado ejército insurgente, que significa “los que tomaron las armas”, avanzó sobre los pueblos y campos de la zona del Bajío.
El movimiento fue expandiéndose hacia ciudades como Celaya y Guanajuato. En esta última, los peninsulares se refugiaron en la Alhóndiga de Granaditas, pero fueron derrotados por las tropas insurgentes. Después de tomar Valladolid, que hoy conocemos como Morelia, se dirigieron hacia la del movimiento, decidió no entrar en la capital quizá porque anticipaba una derrota
APUNTES TOMADOS DEL LIBRO “ARMA LA HISTORIA” PARA ALUMNOS DE ESCUELAS DE EDUCACIÓN BÁSICA. EDICIÓN DE LA SEP CON MOTIVO DEL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO.
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