viernes, 7 de septiembre de 2012

La esperanza de comprendernos a nosotros mismos.


Por: Gilberto Nieto Aguilar

«Aprender a ser para que florezca mejor la propia personalidad y se esté en condiciones de obrar con creciente capacidad de autonomía, de juicio y de responsabilidad personal».
Informe a la UNESCO: La educación encierra un tesoro.
Vivimos los mejores momentos de una revolución de la psicología pues en los últimos 50 años se han dado grandes progresos en la interpretación, motivación y predicción de la conducta humana, y en la década de los noventa, que ha sido llamada “la década del cerebro humano”, grandes adelantos científicos nos abren increíbles horizontes para la investigación y la aplicación práctica de la conducta en correlación con el cerebro humano.
Hoy podemos sentir mayor confianza en conocer, comprender y encontrar elementos que nos ayuden a transformar algunos hábitos y conductas no deseadas, así como hacernos plenamente responsables de nosotros mismos en la búsqueda ética de mejores condiciones de vida, pues además, consciente e inconscientemente manejamos valores al asumir actitudes, tomar decisiones y actuar.
Si bien la psicología encamina sus esfuerzos al estudio científico de la conducta y de sus causas, algunos psicólogos insisten en que sólo debe estudiarse la conducta observable y medible en oposición a quienes opinan que también deben estudiarse científicamente los fenómenos internos e inobservables, como los pensamientos, los sentimientos y la imaginación. En el segundo caso pueden aventurarse hipótesis que si no se comprueban directamente sí pueden hacerlo indirectamente, a través de un fenómeno derivado (CASACUBERTA Sevilla, David, La mente humana, Grupo Editorial Océano, Barcelona, 2001, p. 48.).
La naturaleza humana es muy compleja. Tal vez por eso no basta una sola teoría para interpretar al ser humano. Hay un caudal amplio y variado de grandes pensadores y estudiosos de la conducta, filósofos, psicólogos, pedagogos, psicoterapeutas, psiquiatras, educadores, biólogos, médicos, neurólogos, fisiólogos e ingenieros de la conducta que han elaborado diversas teorías y han propuesto enfoques y corrientes de interpretación con el apoyo de varias disciplinas científicas.
Tal vez podamos lograr una mejor comprensión de la psicología contemporánea si damos una hojeada a su amplio legado como resultado del flujo ininterrumpido de ideas desde Sócrates con su frase “Conócete a ti mismo” y Pitágoras, Platón y Galeno que pensaron que el cerebro era el asiento de la mente y la inteligencia, hasta nuestros días, pasando por los cientos de años en que fue una creencia común que los problemas psicológicos eran provocados por espíritus malignos o castigos divinos, a pesar de que los filósofos discutieron por siglos algunos de los problemas fundamentales de la psicología actual.
Darwin, por ejemplo, afirmó que cada especie evoluciona con el tiempo en respuesta a las condiciones ambientales; esta teoría de la evolución a través de la selección natural es esencial en la biología y la psicología modernas. En su búsqueda por penetrar en las motivaciones más escondidas de la mente, la humanidad ha creído ser una criatura gobernada por la razón y el pensamiento consciente. Freud formuló la hipótesis de que gran parte de la conducta humana se rige por fuerzas que pasan inadvertidas al sujeto y concedió gran importancia a los impulsos sexuales reprimidos. Los conductistas Watson y Skinner sostienen que el ambiente externo modela y estimula la conducta; niegan que el hombre escoja libremente su forma de actuar. Por el contrario, quienes se guían por el enfoque cognoscitivo –Köhler, Piaget– resaltan la maravillosa capacidad de pensar, imaginar, sentir, crear, juzgar, prever, decidir y reflexionar sobre uno mismo y el mundo; consideran que el hombre es quien domina sus experiencias y no las condiciones externas. Los humanistas, como Maslow y Rogers, prefieren considerar al hombre desde una visión optimista, como un ser libre, creativo y esencialmente bueno que lucha para lograr su plenitud y autorrealización.
Ahora es común interesarnos y hablar de autoestima como el motor de nuestras relaciones intrapersonales e interpersonales. Interesarnos por la inteligencia emocional porque nos aseguran que de ella depende el 80% de nuestro éxito social y familiar. Hablar de la Programación Neurolingüística como el arte y la ciencia de la excelencia personal a través de la magia del modelado. Preocuparnos por realizar ejercicios de gimnasia cerebral e ingerir alimentos que potencien y estimulen nuestro cerebro en forma natural. Complacernos de conocer los avances en las investigaciones sobre la regeneración cerebral. Tratar de comprender la interrelación entre la elaboración de pensamientos y su proceso bioquímico que permite una relación recíproca entre cerebro y conducta. Reflexionar sobre los efectos de la adrenalina y las endorfinas y cómo se influyen sus niveles de producción con las actitudes que asumimos. Y hablar de las funciones de los hemisferios cerebrales y su estimulación. Porque sabemos que existen diversas teorías que tienen por objeto explicar el enigma de las múltiples variaciones de la conducta humana.
Pero cuando queremos utilizar en nosotros mismos estos conocimientos empiezan los problemas: no encontramos la forma de aplicarlos a nuestra problemática personal.
Tal vez sea porque no centramos nuestras reflexiones ni contestamos honestamente algunas preguntas sobre nosotros mismos; de esta manera no podremos ayudarnos a descubrir la razón de varios de nuestros problemas. Quizá sea porque no nos atrevemos a consultar especialistas, siendo que hoy es fácil escuchar de algún psicólogo, psicoterapeuta o psiquiatra que tienen su consultorio abierto al público. O porque tampoco acudimos a las librerías que tienen una amplia y rica oferta de libros de “autoayuda”, “superación personal” y de conocimientos diversos sobre el tema. Con una buena orientación de autores y casas editoriales, la biblioterapia (ayuda que se recibe a través de la lectura de temas específicos) pueda ser de gran utilidad si le dedicamos unos instantes, diariamente, al análisis de nuestros defectos, malos hábitos y problemas relacionados con nuestra forma de ser y entender al mundo. Con seguridad quedaríamos sorprendidos de la gran cantidad de personas parecidas a nosotros y, lo que es mejor, la facilidad con que podemos compartir con ellos y ellas la manera en que han resuelto algunos aspectos negativos de sus vidas y han podido trabajar sobre aquello que no les ha gustado de sí mismos.
Este proceso no se alcanza sólo a través de las vías racionales, comprendiendo y analizando, sino también, y quizá con mucha mayor fuerza, con el desarrollo de las vías emocionales y volitivas. Es como si usted fuera poseedor de una llave especial que sólo permite abrir la puerta desde adentro y que no funciona de otro modo, por mucho que se le fuerce. Esa llave es la voluntad de estar dispuestos a hacer lo necesario para cambiar, si con ello mejoramos como personas. Es el querer ser y hacer. La disposición honesta, la necesidad real, el compromiso consigo mismo, la determinación personal de ser parte activa y creativa de nuestra propia vida y no ser simples espectadores, hojas al viento impulsadas por fuerzas externas.
Es querer, porque no querer nos conduce al fracaso y la inmovilidad. Es tomar una decisión que sólo nos exige conocer un poco de nuestra propia personalidad, autodisciplina y determinación para adquirir una nueva serie de hábitos mentales que nos conduzcan a conductas deseadas.
Muchas veces las personas no nos damos cuenta que tenemos recursos y estrategias eficaces y sencillas en nuestro interior. Quien quiera cambiar para mejorar, ya tiene ganada la mitad de la batalla. Está dispuesto a usar su llave. Y en este sentido usted, y sólo usted, puede hacerse responsable de sí mismo. Sólo usted puede controlar sus emociones y automotivarse para continuar.
Sea cual fuere el camino elegido, las opciones son múltiples y las posibilidades de éxito cada vez mayores, porque la esperanza de comprendernos a nosotros mismos es cada vez más real.
gilnieto2012@gmail.com

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