ARTÍCULO PUBLICADO EN EL EJEMPLAR 1 DE SEPTIEMBRE 2010
Por: Víctor Manuel Vásquez Gándara
En diferentes foros se discute sobre el tema de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia de México. Pocos son los acuerdos y muchas las divergencias acerca de cómo celebrarlo: ¿con el ancestral tequila?, ¿dando el tradicional grito de independencia?, ¿acudiendo a romerías?
Deliberando al respecto se pretende en este espacio remembrar en forma breve algunas causas y consecuencias del movimiento social iniciado hace doscientos años: Independencia de México, con el fin de plantear cuestionamientos que permitan reflexionar sobre cuál es el rumbo a seguir para dar continuidad a esos ideales, escritos con sangre, de nuestros antepasados.
El contexto social en México en los albores del siglo XIX en términos generales estaba delimitado en tres grandes estratos: españoles, criollos e indígenas. La división del poder político, económico y social correspondía de igual forma. En consecuencia la inconformidad prevalecía, más aún, crecía paulatinamente.
La desigualdad se daba en sentido inverso. La mayor parte de la población carecía de libertad; la tierra se encontraba concentrada en pequeños grupos –familias; el trabajo pesado –agricultura, ganadería, minería- era desarrollado por la clase más baja, hablando económicamente, bajo condiciones infrahumanas y mal remunerado; acceso a educación limitado; poder político en españoles –iglesia- y algunos criollos.
Uno de los detonantes para la sublevación del pueblo de México fue la revolución francesa. Ésta sin duda, despertó la esperanza de un cambio radical en la vida del país. Seguramente sin un proyecto de nación bien definido, más bien utópico, pero finalmente un ideal posible.
Miguel Hidalgo asume el liderazgo requerido y conduce a la gente hacia el movimiento más trascendental en la historia de México: su independencia. La historia ha juzgado aquella etapa. Sobre esos acontecimientos existen controversias y acuerdos permanentes sin llegar al consenso.
Trescientos años posteriores a la conquista del saqueo económico, ideológico, cultural… se resolvió concluir por un medio violento: quizá la única alternativa dejada al pueblo. Los deteriorados recursos de la patria ahora deberían ser administrados en beneficio de la misma.
Surge el primer imperio mexicano a cargo de Agustín de Iturbide, transición hacia el cambio; sin embargo era visualizado como continuidad; el enfrentamiento entre liberales y conservadores prevalecía.
Posterior a la caída de Iturbide se promulga la Constitución de 1824 y así emergen los Estados Unidos Mexicanos como gobierno Republicano y Federal, eligiéndose el primer presidente de México: Guadalupe Victoria.
La colonia y su herencia dejaron secuelas imborrables –muerte, ideologización- en una nación en proceso de construcción. La Constitución de 1824 representa algunos de los ideales respecto a definir una identidad propia, pero también el peso de la historia. Este producto sin temor a equivocarse y desde el aspecto legal es el más representativo, posterior al inicio y consumación -1810-1821- del movimiento social referido.
Los acontecimientos continuaron y generaron notables avances en materia legal con repercusión social: Constitución de 1857. En ella se plasma que la enseñanza es libre, entre otros tópicos notables, y la obligación de defender la independencia.
Juárez y las Leyes de Reforma liberan a la nación del control eclesiástico. Paulatinamente se construye la democracia aun sin las ventajas y limitaciones ofrecidas por la reelección, propuesta en aquella época, en proceso. Por fin un indígena gobernaba el país.
Los años postreros serían escenario previo y consumación de la Revolución mexicana. Sin embargo, algunos de los acontecimientos citados se toman como punto partida para reflexionar sobre la conmemoración del Bicentenario de la Independencia.
Sería utópico pensar en una independencia total dentro de este mundo globalizado. Existe una transversalidad no exclusiva de la economía, también intercultural y transcultural, que permean las sociedades generando interdependencia.
Ante estos fenómenos sociales y económicos, el Estado se ve imposibilitado y limitado para ejercer acciones requeridas que detengan los efectos perjudiciales globalizadores y las crecientes desigualdades producidas, por ende, la no cristalización de los ideales de la independencia.
La deuda externa incrementa su monto sin visualizarse solución alguna: evitar mayor endeudamiento; liquidación de la misma. Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, dictan políticas de todo tipo, incluso educativas, dirigiendo en parte los destinos del el país.
Los desafíos y propuestas de solución en este siglo XXI para el Estado y sociedad civil, igual que hace doscientos años, decidirán nuestro futuro y el de las generaciones siguientes, nuestros hijos. Urge definir un proyecto de país y las acciones por realizar. Factor determinante es la unidad, solidaridad nacional, basta de divisionismo, revanchismo.
En consecuencia, no deben limitarse los actos cívicos, son necesarios, las celebraciones sociales, son inevitables dentro de nuestra cultura, pero también serán preponderantes, proyectos para abatir delincuencia, inseguridad, corrupción, rezago educativo.
Respecto al último aspecto, el rezago educativo, es momento oportuno de replantear fines y naturaleza de la educación. La Constitución de 1917 fincó nuevas bases, entre ellas la laicidad. Hoy la problemática social es diferente. A pesar de la delincuencia y la inseguridad prevaleciente, las soluciones no pueden ser iguales a las de 1810 o 1910, deben utilizarse las armas, pero las armas del conocimiento, aquellas que sólo los necios se atreven a rebatir.
Aunque la Educación no es la panacea, debido al prolongado tiempo dedicado a ella por gran parte de la población en los diferentes niveles educativos, debe aprovecharse por todos los involucrados en el Sistema Educativo Nacional, por supuesto por docentes y educandos para conmemorar aquellos históricos eventos sociales, con acciones que hagan posible optimizar ese tiempo invertido: que cada docente lleve a cabo su práctica siendo continuamente crítico de su quehacer, innovando, creando, formándose de forma permanente y visualizando a los educandos que asesora, como guía que conduce para enfrentarse a una realidad social diferente cada vez.
En cada ámbito disciplinario, en cada entorno social, político, económico debe vincularse la problemática social actual con el actuar y al formación empírica o formal que haga posible alcanzar la ansiada independencia..
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